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Me entero por France 3 que la sucursal del Crédit Agricole sita en la calle Ozenne de Toulouse ha decidido impedir que los peatones tomen asiento en un banco de mampostería adosado a una de sus fachadas. Si Vds. contemplan la fotografía, podrán comprobar que se trata de un elemento de mobiliario urbano netamente posterior y añadido a la construcción principal. Con la ley francesa en la mano, los señores del Crédit Agricole tienen todo el derecho de inutilizar este elemento puesto que, al estar en contacto con su propiedad, forma parte de ella.

bancos2Como principal razón de esta decisión, la Dirección de dicha sucursal aduce que dicho banco estaba monopolizado por vagabundos, a menudo ebrios, que se dedicaban a importunar a los peatones y a los clientes del Banco. "Tras un enésimo incidente" se vieron obligados a resolver "provisionalmente" el problema mientras barajan una serie de soluciones "definitivas" que se adecuen al estilo arquitectónico del edificio.

Seguidamente, los invito a que lean la traducción de las primeras reacciones que el suceso ha suscitado en la página web del periódico francés Charente Libre, que también se hizo eco del asunto:

1. ¡Qué simpáticos, estos banqueros!

2. ¿Pero tienen licencia de obras?

3. Tomo nota de un comportamiento que da cuenta de la escala de valores de esta Entidad. Soy cliente del Crédit Agricole y me voy ahora mismo a cerrar mi cuenta con ellos y a abrirla en la Banque Postale.

4. ¡Qué curioso! Todo el mundo clama al cielo para defender a los sin techo pero, a la hora de la verdad, nadie los quiere a la puerta de su casa...

5. Este último comentario no tiene sentido.

6. ¡Que todos los vagabundos de los alrededores okupen la sucursal!

7. Pues yo creo que los sin techo hacen muy bien en ampararse en los bancos. Ahí no peligran: hay cámaras por todas partes. A los bancarios les viene de perlas: los clientes no aportan por la sucursal y lo tienen que hacer todo con sus tarjetas.

8. ¿Cuál es el problema?

bancos4Desde mi humilde punto de vista, la ocho, por críptica, es la peor reacción. "¿Cuál es el problema?" es la típica reacción políticamente correcta que se presta a multitud de interpretaciones y que deja contentos a todos. Cuando respondemos con una pregunta, lo primero que hacemos es escabullirnos de nuestra responsabilidad de ciudadanos de hacer política por la acción. El problema es que, mientras nos hacemos estas preguntas, la tozuda realidad sigue su curso, nos sigue planteando retos cada vez mayores fundados en que no se ha tenido la valentía de aportar una respuesta (cualquiera que sea) sincera.

Hemos pasado del "¡Que inventen otros!" al "¡Que se mojen otros!". Mientras tanto, la "solución provisional" sigue a la espera de su "solución definitiva". ¿No les recuerda esto algo?

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Mapas

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No tengo hijos y los hijos de mis allegados son ya lo suficientemente talluditos para no servirme de ejemplo. Así que no tengo ni la más remota idea del ámbito en el que los niños de hoy darán muestra de su prodigiosa capacidad de retener datos. Imagino que lo de conocer más de doscientos tipos de saurios es agua pasada. O lo de coleccionar figuritas con los animales de la granja.

mapas8El caso es que, en mi niñez, la monomanía erudita infantil podía versar sobre la vida y milagros de los futbolistas (cuyos cromos coleccionábamos), los soldaditos de plástico (que teníamos que pintar y disponer en el campo de batalla), las distintas colecciones de imágenes sobre países y culturas extranjeros y qué sé yo qué otras cosas. Se jugaba mucho en la calle y había poco tiempo de 'recogimiento' si no era el dedicado a hacer los deberes.

Mi pasión eran los mapas. Recuerdo la impresión que me produjo el regalo de Mi Primera Enciclopedia, de Larousse. Un libro de grande, de tapas gruesas y no muchas hojas que aún conservo. En él, se trataba de dar una visión resumida e ilustrada con unos dibujos preciosos de los distintos pueblos que habitan la Tierra y de la manera en que viven y la explotan. La sencillez y el colorido, la alegría y la harmonía que transmitían las ilustraciones me llevaron, sin duda, a querer saber más sobre esos territorios tan diversos.

mapas2El hecho de haber vivido ya en tres países distintos cuando tan sólo tenía siete años y haber viajado tanto en coche por ellos había también puesto a mi alcance mapas de carreteras de esos que se desplegaban y se tornaban auténticas e inarbacables sábanas que luego sólo se podían volver a plegar de una sola manera. Me encantaba mirar por la ventanilla y contemplar los paisajes que atravesábamos. Campos de cultivo, montañas, ríos, pueblos y ciudades. Fronteras. Cambios constantes. Hubo una época en que mi hermana, a quien todo esto le sentaba en el fondo muy mal, preguntaba cada dos por tres en los desplazamientos: "Mamá, ¿esto también es España?".

Pero yo a lo mío, a entregarme a la tarea de comparar lo que 'decía' el mapa con lo que yo iba descubriendo desde los asientos traseros. Y, en casa, a seguir abriendo atlas y todo tipo de planos (de ciudad, de edificios...). Me fascinaba el modo en que se consignaba simbólicamente el espacio que ocupamos. La 'mentira' que hay en la consignación de proporciones (los pueblos, los ríos, las carreteras están siempre sobredimensionados en la cartografía).

mapa9Me acuerdo de que mis compañeros de segundo de EGB creían que el mundo se acababa donde lo hacían los límites de los mapas de España (físico y político) que teníamos en el aula. Y me preguntaban: "¿En Francia hay árboles?". Y yo, erre que erre: a relacionar toponimia y tipo de poblamiento con territorio. Me encantaba fijarme en las zonas limítrofes y en las transiciones de todo tipo. Cada vez que podía disfrutar de una experiencia directa, se trataba de anticipar o de corroborar a partir de los detalles del paisaje natural o humano lo que ya me había adelantado el mapa de turno.

Esta curiosidad transversal, este goce intelectual fundado en el poder ir encajando las piezas de un inmenso puzle bidimensional, los he ido desarrollando a lo largo de mi vida. Me ha interesado siempre saber dónde estoy en el espacio y en el tiempo. Disfruto de ser capaz de descubrir conexiones entre ámbitos que parece que poco tienen que ver. No me interesa la especialización. Prefiero las visiones de conjunto. Vamos, que me gustan los mapas.

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Sueños

Casablanca, años '30. Rosa tiene que ponerse a hacer faenas en casa ajena porque la sastrería de su marido no da para más. Deja a Pepito, el más pequeño de sus tres hijos, al cuidado de su amiga Clara, judía sefardí y vidente para más señas. Así que, durante buena parte de su infancia, mi padre se pasa las horas jugando y atendiendo con mayor o menor atención en el gabinete de esta señora. Un lugar mágico que pivota alrededor de una mesita con saya de raso rojo y bola de cristal. Con el paso del tiempo, José se fue convirtiendo en el depositario de buena parte de la sabiduría de la descansá de Clara [ n.d.a. Clara, que en paz descanse], modo en que él se refería a su aya en el petit espagnol (español de andar por casa) que sólo hablaba en familia o con los amigos de sus padres.

suenos2Su competencia adquirida sobresalía en materia de supersticiones e interpretación de los sueños. Andando el tiempo, se casó y tuvo dos hijos. Desde muy temprana edad, mi hermana y yo nos acostumbramos, los domingos por la mañana, a meternos en la cama con nuestros padres. Ambos trabajaban y ese momento era uno de los pocos de la semana en que podíamos repasar con calma todo lo vivido... y lo soñado. Porque una de las primeras preguntas que hacía mi padre era "¿Con qué os habéis soñado?". Entonces, mi madre, mi hermana y yo respondíamos con todo aquello de lo que buenamente nos podíamos acordar al respecto. Quedaba meridianamente claro, a partir de las interpretaciones simbólicas que hacía mi padre, que dichos sueños se podían dividir en dos grandes grupos: los vivenciales y los premonitorios.

Los primeros, que podríamos denominar también experienciales, se refieren a sucesos vividos por el sujeto que sueña y que lo han influído -consciente o inconscientemente- hasta tal punto que son reelaborados por la noche. Por ejemplo, me ha dado miedo un perro y sueño con que ese perro me persigue. Estos sueños suelen intervenir la noche del día de autos.

suenos4Los segundos, de carácter eminentemente simbólico, anticipan algo que nos va a ocurrir. En lo que a mí se refiere, las cosas interpretadas acaban aconteciendo en un arco de cuatro días. Nunca se demoran más de una semana. Por ejemplo, sueño que se me están cayendo los dientes y me queda claro que voy a tener un problema de salud. Sueño que cabalgo un corcel y ello quiere decir que voy a vivir una situación que coartará mi libertad, que me oprimirá. A veces, ocurre simplemente que me levanto con la sensación de que una gran contrariedad acontecerá al cabo del día. No me alegré prácticamente nada de que mi Atleti fuera ganando casi toda la última final de la Copa de Europa porque había tenido la sensación de que la iba a perder. Era como sentir una especie de placa de acero sobre la cabeza. O que le tiran a uno de los pies para derribarlo. Así hasta que acabó el partido. Cuando lo hizo, me sentí aliviado.

Todo esto se entrena. Quiero decir con ello que todos soñamos pero no todos podemos o deseamos recordar esas visiones o, incluso, vivencias en estado de semi-inconsciencia. Los sueños vivenciales son necesarios para elaborar experiencias íntimamente, para digerir los acontecimientos. Los premonitorios (aquéllos que más nos pueden atormentar, los que podemos querer olvidar con más empeño si no auguran nada bueno) nos ponen en guardia.

suenos5Desgraciadamente, tengo que confesarles que mis sueños premonitorios son fatalistas. Esto es, para lo único que me sirven es para anticipar con total certeza lo bueno y lo malo que me va a ocurrir a corto plazo. Por mucho que yo haya intentado conjurarlos, no he podido. Por poner un ejemplo positivo, supe que iba a sacar las oposiciones con una semana de antelación. No era capaz de disimular mi contento y por supuesto que se lo anuncié a todos los míos. En esa época, yo trabajaba por la noche en una empresa de asistencia en viajes. Mi horario de trabajo me impedía ir a ver las notas. El concurso había acabado y estábamos todos a la espera de unos resultados que tenían que publicarse en los tablones exteriores de la Dirección Provincial del Ministerio de Educación y Ciencia en la calle Vitruvio de Madrid. Desde que conocieron el contenido de mi sueño, mis padres y mi hermana iban todos los días a comprobar si habían salido las listas para llevarse el alegrón de nuestras vidas. Era sólo cuestión de tiempo.

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