SAPPRFT (I)
- Watch your nails, Juanita!
[- Uachorneil, uachorneil... Si no fuera porque necesito chamba y papeles a como dé lugar, en vez de lavarte la cabeza, te retearrancaba los cuatro pelos mal puestos que te quedan con mis mismitas uñas...]
La forma corpórea base que ha emitido ese reproche repentino y gatuno con la que comienza este relato lleva ya dos horas metida en su camerino, sometiéndose a todos los tratamientos y afeites que la identificarán, cuando salga a escena, como una de las grandes estrellas latin-pop estadounidenses.
*
Se despertó hace tres horas; chascó los dedos, tronó Carole King en la suite; se precipitó al cuarto de baño, abrió a tope el grifo del agua caliente de la bañera y, tras despojarse de un pijama estampado con las distintas evoluciones gráficas de Minnie, escudriñó su cara y cada palmo de su cuerpo hacia abajo al acecho de la mínima señal de envejecimiento. No había duda de que seguía siendo ella. Cuando se hubo cerciorado de que poco o nada había mudado desde las 23:00h del día anterior, como todavía no se había llenado la bañera y le quedaba más de un minuto de canción, se identificó con la protagonista de ésta, agarró un perchero exento y lo puso a parir cantando las últimas estrofas del "You're so vain".
Sonó el teléfono:
- Cristina, mi amor, ¿ya te despertaste? Te recuerdo que el chófer pasará a por ti dentro de cuarenta y cinco minutos. Ya sabes, la gala. Cúbrete bien la garganta al salir de casa. Nos veremos un poco antes de que subas a escena y, por favor, mi amor, nada de escenitas de celos con La Turca, ¿ya?... You know I love you, babe.
- Don't worry, Rubén, me apuro todo lo más. Ahorita nos vemos.
La treintañera sacudió un frasco de sales sobre el humeante espejo acuoso, apartó con el dedo gordo del pie su patito de goma como para decirle que hoy no estaba para juegos y se introdujo en la bañera hasta el cuello. Tomó una esponja natural de la isla de Kíos y principió a frotarse con cierto brío esas carnes mantenidas prietas a base de zumba y pilates. Al cabo de diez minutos, se incorporó, salió del agua y pensó:
[- El pelo me lo lavarán en el Madison.]
Corrió dando saltitos por la moqueta hacia el buffet dejando un rastro de puntas de pie y gotitas cada vez menos aparentes según se iba secando. Se ventiló un café americano bien caliente, engulló un kiwi ecológico de Auckland y dos tostadas untadas con mantequilla de soja no transgénica. Se colocó un string, se ajustó un etéreo sujetador y se envolvió en un ajustado mono de algodón gris de una pieza con capuchón. Se calzó unos calcetines tobilleros y unas Nike plateadas a 300 dólares. Se puso unas gafas negras que le ocultaban el tercio medio de la cara y asió un bolsito de Carolina Herrera en el que latía un iPhone 6 edición limitada. Se asomó a la ventana, comprobó que la limousina de Alonso la estaba esperando bajo un sicomoro y bajó a la calle como un relámpago, sin darse cuenta de que el portero se extirpaba de su garita de cristal.
- ¡Que tenga un buen día, señorita Aguilera!
*
- ¡Cuidado con esas uñas, te digo!
Para entonces, Juanita yacía inconsciente en un rincón del camerino.