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Vaya por delante que el que suscribe es un privilegiado, funcionario docente de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, en el ámbito de las Escuelas Oficiales de Idiomas. Tengo la enorme suerte de que mis alumnos son estudiantes generalmente motivados por la actividad que los lleva a mi Centro. Mi trabajo me gusta y me enriquece social y formativamente hasta el punto de que me suelo exceder en mis funciones porque, muchas veces, no soy capaz de distinguir entre deber y devoción.

Si todas estas premisas se cumplen y son las ideales, ¿por qué, tras el paréntesis vacacional de verano, sigo considerando con cierta aprensión el hecho de volver al trabajo (remunerado)? ¿Por qué necesito un mínimo de quince días de 'transición' en mi domicilio habitual, antes de franquear de nuevo la puerta de la Escuela? ¿Por qué, incluso, necesito 'ir al trabajo' unos días antes de la vuelta oficial, aún a sabiendas de que me voy a encontrar el Centro cerrado?

Durante las vacaciones, por mucho que uno quiera mantener su nivel de atención y viveza a unas cotas razonables, el cerebro sabe que su individuo está holgando, el cuerpo se relaja automáticamente y me maravillo al considerar la cantidad de cosas que soy capaz de sacar adelante en 'período normal', el rendimiento de mi actividad el resto del año. Las vacaciones, en mi caso, me sirven para abotargarme en cierto modo. Se trata de darle descanso al magín, fijarse unos modestísimos objetivos diarios muy relacionados con la mera subsistencia y dormir como un lirón careto.

volver2Así, pues, el balance intelectual que resulta de mi ocio estival puede ser muy bien calificado como de pobre a muy pobre. En cambio, cuando considero las ganas y la ilusión con la que me enfrento a un nuevo curso según voy 'recalentando motores' me doy cuenta de que este parón fue absolutamente necesario. Una tabla rasa sobre la que volveré a edificar proyectos más o menos deudores de aquello de lo que me iré progresivamente acordando que funcionó en el pasado.

Desde el punto de vista de los sentimientos y las experiencias vividas que los suscitaron, la vacación ha estado a la altura de las expectativas y, seguramente, nutrirá alguna que otra colaboración en esta Página a la que tengo el placer de asomarme.

Ahora mismo, ya estoy asombrado de todo lo que he sido capaz de verbalizar en este nuevo despertar a la bendita rutina.

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