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Mis migrantes y yo

Un tatarabuelo materno, arriero de profesión y gallego para más señas, decidió sentar la cabeza estableciéndose en un lugar extremeño de la Vía de la Plata. Mi abuelo paterno, sastre del Ejército español que ocupó el norte de Marruecos, optó por montar una sastrería en Casablanca. Su mujer, oriunda de Sanlúcar de Barrameda, lo conoció en Sevilla y apostó por acompañarlo en su proyecto de vida al otro lado del Estrecho. Mi madre no conoció a su padre hasta los quince años. Éste, siguiendo la retirada del frente republicano hasta Alicante, se embarcó en el último barco que zarpó hacia Argel. Allí, el capitán decidió hundir la mitad del buque para forzar a que la Cruz Roja se hiciera cargo de su pasaje. Todo él fue enviado a campos de concentración. Mi abuelo, por ejemplo, estuvo construyendo el ferrocarril transahariano (entre Argelia y Níger) con otros refugiados y prisioneros de la Europa libre. Volviendo a mi madre, que se crió con sus tías en el lugar extremeño de marras pues a su madre la violaron y la fusilaron los nacionales, emigró siendo adolescente a Casablanca para estar con su padre (quien, a su vez, llegó allí tras ser liberado y haber trabajado en las minas de fosfatos de Oujda). En 1972, la mayoría de los europeos que vivíamos en Marruecos fuimos invitados a abandonar el país para que se consumara la marrocanización de las estructuras administrativas y productivas del Reino. Emigramos a Francia. Como los hermanos de mi padre (que ya se habían trasladado a este país por motivos profesionales) no se quisieron hacer cargo de sus padres mientras que mi núcleo familiar obtenía la nacionalidad francesa (que nunca les sería dada a mis abuelos paternos) la República no nos consideró solventes para garantizar el bienestar de mis abuelos y no nos quedó más remedio que emigrar a España donde vivimos en un par de sitios hasta establecernos en Madrid en 1973. En 1991, tuve que partir a Francia para poder trabajar en aquello para lo que me había formado. En 1992, tras aprobar un concurso oposición, volví a España, donde trabajé como profesor de Francés en las Escuelas Oficiales de Idiomas de Almansa, Villanueva de la Serena y Cádiz. Desde hace 16 años, trabajo en Getafe.

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Fuego gallego


Hace unos años, de viaje por Galicia, conocí a una votante del Bloque Nacionalista Galego que me dijo que ella era independentista porque España poco o nada había hecho por su tierra.

Desde ese verano, vuelvo siempre a Galicia, lar de mis antepasados maternos. He aprendido a amarla no sólo por sus obvios encantos (clima, paisaje, gastronomía, gentes) sino también por todas aquellas razones que me acercan aún más a todo y a todos los que sufren su actual coyuntura (paro, corrupción, especulación urbanística e incendios).

En esta última estancia, tuve ocasión de pulsar la opinión de un par de ingenieros de montes, gallegos que completaron su especialidad en Lugo y que me dieron su explicación a la proliferación de incendios en ese territorio noroccidental de la Península Ibérica. Según ellos, las causas por las que, sistemáticamente, arde el monte en Galicia son múltiples, algunas de ellas completamente nuevas para mí. Allá van:

fuego2. rayo: la más insignificante de todas. Estadísticamente residual.

. administrativa: la Xunta no sostiene a los emprendedores que quieren explotar de manera sostenible el monte (maderas nobles, castañas, etc.), paga unos jornales de miseria al personal empleado estacionalmente en las cuadrillas que se dedican a la extinción de los incendios y no premia a estos trabajadores por extensión no quemada sino por hectáreas calcinadas atendidas. Con la nueva legislación (de ámbito estatal) aprobada por el Partido Popular, la superficie quemada está antes disponible para la recalificación del suelo concernido.

. consuetudinaria: existe una cultura del fuego entre el paisanaje gallego. Se quema el monte para hacerlo más apto a la ganadería extensiva o para impedir que medren el lobo y el oso (que busca implantarse en más territorios desde Asturias, donde lo reintrodujeron, lo protegen y lo rentabilizan turísiticamente).

. criminal: se quema los bosques por venganza o como parte de litigios inter o intrafamiliares. Las mafias del narcotráfico le meten fuego al interior gallego para obligar a las fuerzas de seguridad a destinar buena parte de sus efectivos a las zonas que consumen las llamas. De esta manera, las zonas costeras se vuelven más aptas a la recepción de los alijos de droga.

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Les puedo asegurar que Galicia no tiene porqué resignarse a esta fatalidad. No está, ni mucho menos, peor bendecida que otras regiones de España y de Europa para desarrollar proyectos sostenibles que la vuelvan una tierra aún más agradable de lo que es y permita que sus habitantes no se vean obligados a malvivir en las periferias urbanas o a emigrar a otras Comunidades o al extranjero.

Es cuestión de educación, de enseñar a amar Galicia. Y de ello, tal y como están las cosas, los gallegos son los primeros responsables.

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PPP

Prácticamente desde el momento en que lo conocí, Juan me ha hablado de su buen amigo PPP. Convinimos en llamarlo así, pronunciando la sigla en italiano ('pipipí'), porque Juan y yo coincidimos por vez primera como compañeros de clase de ese idioma y porque el nombre y los dos apellidos del referido empiezan por p.
PPP fue colega de Juan en una gran empresa de telecomunicaciones. Es ingeniero del ramo y se ha convertido en uno de los mayores especialistas españoles en todo lo concerniente a la energía: consumo, producción, sostenibilidad, renovables a gran y pequeña escala, etc.

ppp2Desde un feroz ecologismo de izquierdas, PPP lleva años intentando convencer a los políticos españoles y del resto del mundo de que la civilización occidental que conocemos, fundada en el consumo masivo de combustibles fósiles, está condenada a extinguirse en un plazo que hoy ya varía entre los cinco a los diez años. Que hay que prepararse a ello y prevenirlo de la mejor manera posible.

Hace unas semanas tuve, por fin, la ocasión de conocer a PPP. Fui con Juan y otros amigos suyos a visitar su feudo, situado en una extensa llanura de dehesa y cultivos de regadío situados a los pies del Moro Almanzor. Contemplar al gigante tan de cerca impresiona.


ppp4Estuvimos pescando cangrejos de río, visitamos la explotación agraria ecológica y el huerto solar que regenta PPP. No se lleven a engaño, PPP tampoco cree que las renovables puedan constituir ningún tipo de solución. Ni siquiera de parche. Con una abrumadora prolijidad de datos sobre tecnología extractora de crudo y afines, más los gastos a ella asociados, PPP sostiene que el 70% de la energía que consumimos a día de hoy proviene de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón, arenas bituminosas, etc.). Sólo el 30% del 30% restante es el producto de las llamadas energías renovables. En el horizonte, pues, según el especialista, no nos espera sino una vuelta a la Edad Media.

Ello acarreará enormes y traumáticas transformaciones a las que sólo se sobrepondrán aquéllos que sepan hacer algo con sus manos, estén en contacto directo con la naturaleza y sepan defender con todos los medios a su alcance las fuentes de energía que estén a su disposición.

Sobre la manera en que cambiaremos forzosamente de modelo (el mejor modo de combatir el cambio climático), PPP habló de dos teorías:

    a) La explosión: las masas huirán de las ciudades y, por las buenas o por las malas, pelearán por un trozo de tierra con algún recurso explotable (agua, viento, leña, etc.) para subsistir.

    b) La implosión: la población (sobre todo urbana), definitivamente incapacitada por la omnipresente tecnología y la total dependencia del petróleo y del buen funcionamiento de las redes de distribución eléctrica, se acurrucará en posición fetal en un rincón de su casa y esperará a la muerte por inanición.

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Yo le pregunté sobre mi intención de ser autónomo desde el punto de vista energético para poder, luego, comprarme un coche eléctrico. Él me respondió:

- Estás demasiado cerca de Madrid. 5 000 m2 se te quedarán un poco justos para cultivar lo que necesites comer. Provéete de recambios para todas tus herramientas. De lo del coche eléctrico, mejor te olvidas. No podrás ir a ningún sitio.

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