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Sin blanca

blanca1

I

blanca22Una primera luz, escuálida y lechosa, se desparrama con parsimonia por los pliegues del manto de José. Al cabo, lo ilumina casi todo proyectando largas sombras más abajo. Entonces, un dedo gigante desplaza ligeramente el pesebre para que el Niño reciba también la suya.

Álvaro retira con cuidado su mano de las escena poniendo cuidado que la puñeta no acabe por desbaratarlo todo en un mal gesto. Piensa: sólo falta la nieve. Se acerca, soñador, a la ventana y escribe lenta y primorosamente Blanca sobre el vidrio empañado. ¡Claro, cómo no haber caído antes! Se lava como un gato, se viste con lo mejor que le ha quedado y baja a toda prisa las escaleras de la finca armando un ruido de mil demonios que despierta a todos los vecinos.


II

blanca4- ¡Pues no es ése el petimetre de don Álvaro de la Esclusa?

- ¡El mismísimo que viste y calza, rediós! Yo lo daba por muerto...

- ¡Toma! Y todo quisque después de la última que le lió a la mayor de los barones de Villaamil...

- Los años no pasan en balde, don Damián, y su fama de cazafortunas lo precede. Se ha debido de tirar una buena temporada al reparo curándose de la tunda que le dieron los criados...

- Pues no sé dónde, compadre, porque todo lo que sacaba en sablazos falderos se lo fue puliendo en timbas. Que a tahur desventurado tampoco hay quien lo aventaje...

- ¡A saber qué estará tramando el mozo...!
 
- Déjese usted de mocedades que el susodicho tiene ya sus añitos...

- Irá, entonces, a asegurarse de una vez el futuro... Hay que saber retirarse a tiempo, don Manuel...

Dos ancianos, sentados al sogato en un banco de madera, contemplan, entretenidos, el ajetreo de una mañana cualquiera de invierno en el meollo de la villa y corte.
Álvaro camina a paso veloz por la acera del sol sorteando todos los obstáculos que le van saliendo al paso y sujetándose cada poco el sombrero en un gesto que también lo protege de alguna que otra mirada potencialmente peligrosa. Ha tomado por Fuencarral y sigue Montera abajo hasta la Puerta del Sol; se santigua fugazmente ante la iglesia del Buensuceso, gira a la izquierda por la carrera de San Jerónimo para, tras recorrer pocos metros, volver a girar a la primera a la derecha y de nuevo a la primera a la izquierda hasta Casa Pacheco. Por suerte, todavía no son días de vender roscones y la campanilla de la puerta hasta resuena con eco cuando nuestro hombre irrumpe en la tahona conteniendo todo lo que puede su jadeo.

III

blanca2- ¡Ha salido el sol sin pizca de aire!

A la voz de la oronda dependienta que hace mutis por una escalera que conduce al sótano, aparece Blanca por la puerta del obrador, sacudiéndose la harina del delantal. Es una muchacha esbelta, bien parecida y bastante más joven que su pretendiente. Lleva el pelo recogido en una cofia pero, aquí y allá, le corren unos preciosos rizos castaños que ella se intenta componer. Su cara, de tez tostada y algo sonrosada en las mejillas, no puede esconder el disgusto de tener que pasar por un mal trago.


- ¡Vengo por harina! Sabes, esta mañana, di por que faltaba nieve en mi belén. Así que se me ocurrió venir por un poco... lo justo para espolvorear... [serio] ¿Por qué no acudiste el domingo?

- [Desafiante y redicha] No pregunte por saber que el tiempo se lo dirá, que no hay cosa más bonita que el saber sin preguntar...

- El que no acierta a saber, soy yo, prenda de...

- ¡Déjese usted de zalamerías gazmoñas que lo nuestro no ha de ser!

- ¡Pero qué dices, amor...!
 
- ¡Que una no es tonta, señorito, y oye lo que por ahí se va diciendo! Que si la de Villaamil, que si la marquesita de Avendaño, que si la heredera de los Puñoenrostro...! Usted no tiene patrimonio ni rentas propias. ¿Con qué me habría de mantener? ¿En qué palacios habríamos de morar? ¡Cuentos y patrañas a una pobre niña que no busca sino mejorar lo que le deparó su cuna!

- ¡Pero yo te amo! Te amo como nunca amó este corazón a nadie. [Cogiéndole las manos] Blanca, escúchame, te lo ruego: soy otro hombre. No te niego lo que fui pero mi propósito de enmienda no ofrece dudas: quiero pasar el resto de mi vida contigo...

blanca3- [Soltándose de las manos de Álvaro] Y mi propósito es hallar casamiento con quien me ha de sacar de pobre...

- No te reconozco. ¿Dónde está la chiquilla que mis lisonjas mecían? ¿Dónde la que asentía a cada ventana que al porvenir le abría?

- [Casi con mofa] Esa chiquilla se fue apercibiendo de las razones que gobiernan el mundo... Y acabó percatándose de las alforjas de que habría menester para medrar. Unas alforjas que el señorito no posee...

De pronto, la campanilla anuncia la entrada de un nuevo cliente en la panadería. Blanca, súbitamente solícita y risueña, se vuelve hacia él.

- ¿Deseaba el señor?

Desarmado y perdido, Álvaro se va.

IV

María, volcada sobre su Hijo, no puede impedir que ese dedo que lo llevara a la luz lo vuelque ahora boca abajo. Luego, nadie en el portal oye un clic. Tampoco el estruendo de un disparo. Llueve sangre sobre Belén. A cubierto, el buey y la mula están a salvo.

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Colas

Pensamos demasiadas veces que las colas son un fenómeno deplorable asociado a totalitarismos de corte comunista. Y nos equivocamos. ¿Acaso nadie se ha visto obligado a guardar cola en nuestras muy capitalistas sociedades occidentales? El propósito de la presente colaboración es hablar de nuestras colas.

Su seguro servidor recuerda haber hecho colas interminables. La mayor, en la que entré en un turno con otros amigos, fue para conseguir unas entradas para un Real Madrid-Hamburgo a mediados de los ochenta. La gente daba dos vueltas al Bernabeu.

Con el paso del tiempo, este tipo de colas me resultaron cada vez más insoportables. Afloraba mi esencial condición de aristócrata extemporáneo y gratuito. Por supuesto que seguía esperando mi turno en colas pero éstas eran ya de otro tipo. Por ejemplo, para matricularme en la Escuela colas2Oficial de Idiomas de Madrid. La gente se lo tomaba con paciencia: se plantaba la tarde anterior a la apertura del plazo con todo lo que fuera menester para aguantar el trago (silla plegable, aislante, saco de dormir, etc.). Colas heroicas, aquéllas...

Recuerdo, asimismo, que el momento en que se acabó de expresar mi gen anti-colas fue durante la Exposición Universal de Sevilla, en 1992. Tuve que ir a visitarla dos veces para acompañar a amigos franceses (por cierto, los extranjeros que más afluyeron). El trato que el acontecimiento proponía era simple: debía uno plantarse a eso de las 07:00h en la puerta de entrada al recinto más próxima al pabellón que se quisiera conocer prioritariamente ese día. Para esto no había cola pues, en cuanto se abrían las puertas (uno ya iba provisto de un pase para varios días), se trataba de emprender una desaforada carrera por las cuidadas avenidas del ferial hasta la entrada del edificio en cuestión y, a lo peor, prepararse para otra cola.

colas4En la Expo de Zaragoza yo ya no hacía colas. Me metía en pabellones que parecían más agencias de viaje que otra cosa y contemplaba, maravillado, cómo lo que atraía a la gente era el deseo de arramplar con toda pegatina, pin o camiseta promocional gratuita que se distribuyera.

En un viaje a Noruega, en las islas Lofoten, descubrí, sin querer, que la mejor manera de saltarse una cola era entrar por la salida. Lo hice, insisto, sin querer, en el Museo del Pueblo Vikingo de Borg. Y no fui yo sólo sino los cinco que por allí andábamos... Juro que sólo nos dimos cuenta cuando llegamos a la entrada (palabra noruega que sí comprendimos).

colas5Si se dan Vds. una vuelta por el centro de Madrid estos días, se topan con colas para todos los gustos. Las más incomprensibles me resultan las que hacen aquéllos que quieren comprarse un décimo en los diversos despachos de Doña Manolita prefiriendo morirse poco a poco durante horas a pagar dos euros más por el mismo billete ofrecido por el lotero ambulante de al lado.

He llegado, pues, a la conclusión de que, en este mundo de prisas e instantaneidades, paradójicamene, nos encanta perder el tiempo haciendo colas. Colas y más colas no ya de necesidad, como las cubanas o las venezolanas, sino de auténtica y lamentable estupidez.

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Salvados

Confieso que me cuesta respetar el contenido previsto para esta colaboración después de los atentados de París. Pero puede que, cuando la haya terminado, lo expresado en esta página y lo que planea sobre ella puedan considerarse hijos de un mismo padre. Veremos.

En estas últimas semanas y puede que para contrapesar el resultado tan descontado como estéril de la próxima Cumbre del Clima en París, se ha ido difundiendo noticias optimistas sobre el futuro más o menos mediato de la Humanidad. Me propongo, en un primer momento, traerlas a colación por el orden cronológico en el que me han llegado.

La primera se refiere a que es ya incontestable que hay agua en Marte. Congelada y en el subsuelo mas innegable.

salvados5La segunda es que se tiene constancia de que la vida salvaje ha progresado mucho más allá de las más optimistas previsiones en la zona cero alrededor de Chernóbyl y en algunos parques naturales constituidos en Bielorrusia que no son sino zonas deshabitadas por precaución sanitaria. Las especies que más proliferan son las de los medianos y grandes mamíferos (jabalíes, lobos, alces e, incluso, el oso pardo). Las aves no lo hacen tanto. El mundo vegetal, por su lado, ha ido borrando, implacable, los rastros de toda huella humana.

Hoy he leído que las reservas de petróleo alcanzan cotas de máximos históricos con lo que, a priori, está garantizado nuestro modelo de civilización desarrollista fundada en el empleo del carbono como principal fuente energética.

Tres noticias que aliviarán el posible cargo de conciencia de todos los que se están preparando para oficiar en la renovada liturgia consumista de lo que pronto se conocerá bajo el único y políticamente correcto apelativo de  Fiesta del Solsticio de Invierno.

salvados4Apresúrense, pues, señores, en pleno veroño, a contemplar el espectáculo crepuscular y nocturno de nuestros centros comerciales abiertos conocidos antiguamente como ciudades. Todo está bajo control. En el peor de los casos, siempre se podrán escapar de un planeta achicharrado un buen puñado de naves con suficiente semilla humana como para conquistar otros mundos. Chernóbyl y aledaños nos demuestran lo felices que haremos a los que aquí abajo se queden. Llegados a Marte, unas cargas nucleares aquí y allá destaparán el tarro de las esencias de su agua fósil, se generará una atmósfera medio respirable y quién sabe si, al cabo de unos cientos de años más, ello nos permitirá pasearnos con escafandras más livianas.

Salvados por fin y por mucho que les pese también a los asesinos.

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lanochemasoscura