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Nubes y claros

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Un extranjero que venga a España y decida echarle un vistazo al diario televisivo de la primera cadena de TVE (lo que parece bastante lógico tratándose de la versión oficial de lo que pasa en nuestro país y en el mundo) se llevará una sorpresa: el tiempo y el tratamiento que en este espacio se dedica a la información meteorológica.

No seré yo quien critique ese nivel de preeminencia pues encuentro que se trata, básicamente, de un producto de calidad que debe de responder a la sospecha por parte de los responsables de la cadena de que una gran mayoría de espectadores habituales consideran que en este segmento se vierten las informaciones menos cuestionables.

Muchas veces, la información sobre el tiempo que hace o hará ocupa titulares, es retomada en algún momento del telediario y, siempre, merece un suplemento exclusivo de una buena decena de minutos una vez formalmente concluído lo que todavía muchos (sobre todo en provincias) llaman “el parte”. Multipliquen por dos (sobremesa y noche) los más de diez minutos que pueden llegar a dilatarse estos contenidos al cabo del día (sobremesa y noche) y obtendrán la duración nada desdeñable de un espacio informativo diario de tipo medio.

Como en otras televisiones de referencia (nacionales y extranjeras), el equipo de presentadores de la información meteorológica es exclusivo y, por lo menos en lo que atañe a la primera cadena de TVE, parece sobradamente formado. Pero, en el ejemplo que nos ocupa, además, es especialmente numeroso: alrededor de siete profesionales.

Durante el parte meteorológico, se llama a la contribución con fotografías de los telespectadores (que se ha tornado un concurso), se explica el origen de los meteoros protagonistas (con una prolija claridad de recursos) y se avanza una previsión que, según el supuesto interés del momento y con las debidas reservas según se estira un poquito más de lo razonable, puede abarcar hasta una semana.

No puedo sino felicitar a los culpables de todo lo referido hasta ahora. Gracias a ellos, los coroneles del Ejército italiano que anuncian las noticias del tiempo me parecen un inexplicable anacronismo si no fuera por que puedan estar haciendo publicidad institucional de aquéllos que confeccionan los impecables uniformes que lucen. De las cadenas rusas que han optado por presentar esta información a los descubiertos pechos de sus eslavas periodistas prefiero no hablar por respeto a la inteligencia de los lectores. Gracias a ellos, también, he averiguado que la verdadera explicación a la parquedad pluviométrica sobre los dos tercios inferiores de la Península Ibérica no se debe a que el Sistema Galaico y el Macizo Cantábrico impiden el paso de las borrascas del Atlántico (esto era lo que se nos decía en la E.G.B.) sino al proceloso anticiclón de las Azores, que ejerce de barrera ante la progresión de todas las depresiones que se gestan en la costa este de América del Norte.

Hasta aquí los “claros” de los que pienso que, legítimamente, podemos presumir. Vayamos con las “nubes”.

Con la credibilidad y el consecuente predicamento del parte meteorológico entre sus millones de fieles seguidores, considero que se podría aprovechar la ocasión para formarlos más y mejor.

No estamos como para desperdiciar las pocas oportunidades que se nos brindan para construir una sociedad mejor. En primer lugar, abordaré la cuestión cartográfica. Me parece esencialmente miserable omitir toda información referida a nuestro país vecino y hermano, Portugal. Si nuestras fronteras con los portugueses constituyen un ancestral fracaso político de las élites que nos gobernaron y constituímos una razonable comunidad de facto desde que integramos con ellos la Unión Europea, ¿qué sentido tiene dejar mudo de datos un territorio que rodeamos por mitad y que limita al Oeste y al Sur el mismo océano que le da forma a poniente a nuestra Piel de Toro? La mayor parte de las veces, todo lo que está ocurriendo meteorológicamente hablando en Portugal, acabará sucediendo en esos dos tercios peninsulares a los que me referí más arriba. Como consecuencia, la mayor parte de los españoles no saben si Oporto está más al norte o más al sur de Lisboa. De los demás detalles geográficos lusos ni hablamos… Si de la descomposición del territorio estatal en áreas geográficas se trata, me pregunto por qué a Navarra se la asocia al País Vasco (cuando sabemos que comparte más rasgos climáticos con Aragón).

En segundo lugar, me referiré a la cuestión de la toponimia, que se puede hacer extensiva a todo el resto de informaciones de la mayor parte de los medios en castellano. ¿Por qué razón, si la información se facilita en castellano y esta lengua tiene palabras suyas para referirse a todos y cada uno de los rincones y accidentes geográficos del Estado, algunos vienen expresados en castellano y otros (buena parte) en la lengua cooficial correspondiente? ¿Por qué “Bilbao” y “Barcelona” – pronúnciese /baRzelona/ - y por qué “Girona” o “A Coruña”? Cada vez que se me ha dado escuchar la información meteorológica en las lenguas cooficiales, éstas han sacado a relucir todo su patrimonio al respecto y han sido coherentes: “Saragossa”, “Terol”, etc…

tiempo3Por último, abordaré la cuestión del llamado “mal tiempo”. Acepto que, como manera popular de resumir un primer juicio sobre el día que hace o va a hacer, pueda usarse de vez en cuando este lugar común. Sin embargo, una emisión que pretende ser un producto informativo serio debería guardarse de abusar de este tipo de reducciones. Porque no son nada instructivas. Los españoles, cada vez más desconectados de la realidad de la T/tierra, no se ven, con estas generalizaciones, sino reforzados en su creencia de que la lluvia, la nieve y el frío no son sino meteoros que pueden chafar un período de ocio más o menos largo. Tienen que pasar meses sin que caiga una gota de agua para que en las noticias del tiempo se apunte, con timidez, que los campos están sedientos y los embalses bajo mínimos. Todo se sacrifica en el altar del interés de la industria turística patria. Hasta el punto de que, cuando, ante la inminencia de una señalada vacación, la previsión es de “mal tiempo”, los datos se enmascaran, se soslayan o se refieren a la más inmediata previsión. No vaya a ser que decidamos no movernos de nuestras casas y nos tomemos de otra manera el escaso tiempo que para nuestro disfrute nos dejan. Pero éste es ya otro tiempo.

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