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Leonor en mal estado

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Estoy leyendo un documentado artículo* de César Oliveira Serrano titulado Doma y castración: Galicia y los Reyes Católicos, cuyo objetivo es indagar sobre las razones que llevaron a los padres del Estado español a desmontar el statu quo político del Reino de Galicia y cómo consiguieron pervivir sus decisiones hasta, prácticamente, la otorgación del Estatuto de Autonomía a la Comunidad gallega.

Eran y han sido otros tiempos. Tiempos en los que se perseguía (a fuer, demasiadas veces, de ignorar lo que representaban las culturas de los distintos pueblos de España) poner en pie una estructura política más fácilmente administrable desde la que homogeneizar (al menos de iure) el trato a unos súbditos que, con el paso de los siglos, se convertirían en ciudadanos.

leonor2No sería, pues, casualidad que el primer Estado moderno europeo se convirtiera rápidamente en potencia de primer orden escala continental y, al cabo, en primer imperio a escala mundial. Desde entonces, los mejores hombres y mujeres de cada pueblo hispánico se pusieron al servicio de un proyecto de rango superior. Un proyecto que también acabaría haciendo resplandecer las características de las distintas particularidades culturales que conformaban la nueva España. A este respecto, aprovecho la ocasión para apuntar que es precisamente entre los siglos XV y XVI cuando nuestros gobernantes cambian el modo de referirse a sus territorios, pasando de la denominación de los dos grandes reinos constituyentes (Castilla y Aragón) a la evocación de Las Españas (predominante bajo Carlos I) y, en fin, a la consolidación de España (en el apogeo del reino filipino).

Este proyecto centrípeto no estuvo exento de sombras cada vez que los distintos pueblos del Estado (o las élites de dichos pueblos) percibieron que el centralismo político les impedía desarrollarse en los marcos culturales tradicionales de los que se habían dotado. Sin embargo, llama la atención cómo los actuales independentistas non son capaces de identificar a ningún antepasado destacado de quien vanagloriarse pues las figuras más señeras se pusieron siempre al servicio de una idea de comunidad política diferente.

Con el advenimiento de la Transición, los políticos españoles quisieron enmendar, precisamente, todos los errores que pudo cometer en el pasado el centralismo español (y su republicanismo). Los llamados Padres de la Constitución que todavía nos ampara soñaron un Estado más descentralizado que rehabilitara las legítimas aspiraciones socioculturalmene diferenciadoras de las distintas comunidades que lo integraban. Así, se concedieron Estatutos de autonomía a los pueblos más dotados de personalidad propia y se acabó por hacerlo con todos los demás, adscribiéndoles unos territorios cuyas fronteras datan, esencialmente, del primer tercio del siglo XIX.

leonor3Esta loable reorganización administrativa del Estado español estaba fundada en la lealtad de los gobernantes de los territorios autónomos constituidos, al fin y al cabo, en máximos representantes de la supraestructura en sus respectivos ámbitos.

El paso del tiempo ha ido degradando este proyecto, que, a mi modo de ver, está sumido en un proceso de jibarización comparable al que sufrió la Monarquía.

Las especificidades de nuestro Estado jibarizado se explican por procesos exteriores e interiores.

Entre las causas exteriores, destacamos la cesión parcial de soberanía a entidades supraestatales como es el caso de la Unión Europea (decisiva en lo referente a la legislación ambiental, jurídica y financiera), la Organización Mundial del Comercio (que consolidó la sinificación de las políticas de intercambios de mercancías a escala planetaria) o la incapacidad de resistirse a la presión ejercida por los grandes lobbies industriales y a la implantación de paraísos fiscales.

Entre las causas interiores, lamentamos la excesiva transferencia de competencias gubernamentales a las Autonomías. Cuando estas competencias 'hacen país' y caen en manos de políticos profesionales desleales, derivamos en las situaciones de rebeldía institucional que todos conocemos: políticas (el independentismo floreciente en los Países Catalanes) e, incluso, económicas (Madrid).

En estos días, además, hemos descubierto un nuevo tipo de debilitamiento institucional del Estado: el que llamaremos 'autolimitativo', que se plasma, por ejemplo y como fruto de una estrategia de supervivencia en los cargos, en la negativa a la prórroga del estado de alarma o, en su defecto, a la aprobación de una Ley de pandemias de ámbito estatal.

Como resultado de todo lo expuesto, no podemos sino lamentar lo cada vez más diferente y diferenciada que puede acontecer la vida de cualquier ciudadano español según el territorio administrativo en que la desenvuelva.

leonor4Y lo peor de todo es que no se atisba en el horizonte nada más que una acentuación de este proceso de disgregación fundado parcialmente en mensajes supremacistas de todo tipo que entrañan una no desdeñable parte de odio.

Ya se sabe, destruir es más fácil que construir y odiar, más que amar pues ambos procesos se fundan en la simplificación de los mensajes y la ignorancia (demasiadas veces deseada) de los que los asumen.

Así que, por vez primera, me dirijo a mi Princesa para confiarle, ahora que ya está más crecidita y que se le pueden empezar a contar las cosas tal y como van, que va a tenerlo muy difícil. Que tengas buena suerte, Leonor, y no se te ocurra tampoco aplicar las recetas de tus lejanos antepasados.

(*) http://www.arbil.org/informacion117.htm

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