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"Cravos" y claveles.

Cravos y claveles

Como iberista convencido que es uno, la idea de que existan dos Estados en la Península me parece no sólo una estéril frivolidad sino también y sobre todo la constatación de un fracaso de las élites políticas de uno y otro lado. El resultado ya lo conocemos: dos pueblos que, no diferenciándose entre sí más de lo que puedan hacerlo cualesquiera de las nacionalidades españolas entre ellas, se han pasado siglos y siglos de espaldas y a los que, curiosamente y para su desgracia, les han ocurrido las mismas cosas contemporáneamente. Épocas de expansionismo exterior y boyanza, períodos (los más) de cutre decadencia y relegación. Que yo sepa, en momento alguno la situación de un Estado pudo servir de estímulo o refugio de personalidades constructivas para el otro. Huelga decir que, fuera de nuestras fronteras, España y Portugal son percibidos como un todo homologable a lo que nos puedan parecer los Países Escandinavos o el Benelux. Este año, descubrí que 'las vidas paralelas' lo han sido a tal punto que, si bien los portugueses tuvieron a su Franco en Salazar, también tuvieron a su Franco (sic) a finales del siglo XIX, personaje sin duda precursor aunque menos truculento que el nuestro (pues ellos no le darían el tiempo suficiente para que 'se expresara' convenientemente).

En estos últimos ciento cincuenta años, conforme los dos Estados fueron perdiendo peso internacional y convirtiéndose en honorables comparsas, también fueron entrando en los planos ajenos de macroestrategia sobre el tablero planetario con la misma subsidiariedad y es por ello por lo que los invito a Vds. a leer la traducción que he hecho de una entrevista concedida por J. Rentes de Carvalho al semanario Visão (nº1100, del 3 al 9 de abril de 2014).

Como considero que parte de lo peor que nos está ocurriendo puede tener su explicación en la manera en que accedimos a nuestro estatus antes de la crisis (lo que muchos observadores, sobre todo extranjeros, acordaron en llamar 'transición modélica'), no vendría mal, por si se trata de una reedición de los paralelismos ibéricos, leer, como mínimo, esta original y desentonante interpretación sobre el origen de la llamada Revolución de los Claveles (cravos en portugués).

'No tengo pelos en la lengua'

Portugal, la flor y la hoz, el libro 'maldito' de J. Rentes de Carvalho, 84 años, visión contundente y pesimista sobre el 25 de abril y el período revolucionario, acaba de ser editado, 39 años después de haber sido escrito.

¿Por qué este libro no fue nunca publicado en Portugal?

Imagine que, en 1975, después de 40 años de dictadura, llega un señor y le dice que esta revolución no va a ser como sueña la mayoría. Sería interpretado como una especie de blasfemia. Y si, además, ese señor pronunciara tal cosa en la calle, acababan con él. A la gente no le interesa la realidad, lo que de verdad le interesa es la esperanza, soñar. Incluso en Holanda, país democrático donde los haya, el libro no gustó: pensaron que era una obra que destruía el sueño por el que todo el mundo bailaba, cantaba y esperaba. Por entonces, yo colaboraba en el semanario holandés de izquierdas más importante. La dirección me pidió, amablemente, que dejara de escribir para ellos.

¿Le afectó todo esto?

Sí, porque perdí muchos amigos. Durante 20 años, permanecieron en silencio. Después, empezaron a disculparse: "Tenías razón, pero ciertas cosas no se deben decir antes de tiempo. Tenías que haber esperado...". Pero yo no espero, no tengo pelos en la lengua, no le debo nada a nadie.

¿Encuentra Vd. que, hoy por hoy, se permiten críticas a la Revolución?

El libro no resultará interesante para todo aquéllos que tienen 30 o 40 años. Es agua pasada. Algunos de los que tengan más de 40 años dirán que soy un bestia, que quiero cargarme los ideales; otros se pondrán tristes porque soñaron algo que no se correspondió con la realidad.

Vd. se muestra caústico con todos los protagonistas de esos sucesos...

Sólo de manera indirecta, el 25 de abril fue obra de los capitanes. En realidad, la Revolución fue pergeñada en los años '60, cuando los capitostes de la industria y los banqueros se dieron cuenta de que Portugal no tenía futuro alguno fuera del Mercado Común. Para ello, había que quitarse de encima a Salazar. El dictador murió, Marcelo Caetano no fue sino un compás de espera y, después, se montó un numerito. Los capitanes eran unos idealistas: ellos deseaban un país nuevo, democrático, pero se escoraron demasiado a la izquierda. Nos dejaron soñar un poquito para luego mandarnos a paseo.

Entonces, ¿todo fue una estrategia diseñada por las élites?

Seguramente. Si la Revolución hubiese sido obra exclusiva de los capitanes, entonces habría sido diferente y discreta. Pero resulta que fue orquestada por una gran cantidad de gente. Dos o tres semanas antes, todo el capital salió del país, hasta tal punto que los bancos extranjeros se quejaron de que estaban llenos de divisas portuguesas...

Vd. elogia la lucha del Partido Comunista pero no la de otros resistentes al Estado Nuevo [la dictadura salazarista, n.d.t.]. ¿Porqué?

Los militantes del PC fueron, desde el principio, torturados, encarcelados y machacados por el Estado Nuevo. Los otros eran opositores de café, unos aficionados. No me merecían y siguen sin merecerme el más mínimo respeto. Además, también existían complicidades entre el poder y la oposición. Muchos eran amigos, incluso familia, se echaban flores...

Vd. llegó a Portugal días después de estallar la Revolución. ¿La vivió con ojos soñadores?

Por supuesto que me dejé llevar también por ese optimismo. El Primero de mayo de 1974 fue inolvidable. Tuve el convencimiento de que toda esa gente, más de un millón de personas en la Avenida Almirante Reis, representaba a un pueblo con una gran esperanza. Se nos saltaron las lágrimas a todos.

Nuestra Revolución de los Claveles, excepcionalmente en esta dinámica de consonancias ibéricas, explotaría a mediados de los años '80 de la mano, entre otros, de Lauren Postigo y su programa Cantares. Momento histórico en que se rehabilita nuestra copla y se la disocia para siempre jamás de su posible tufo a franquismo.

Prohibido llorar.

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