Bonifacio Singh: Madrid Sumergida
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Amazon Sushi (Australia)

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Madrid. Vuelvo a despertarme en un lugar de Madrid, y de nuevo es 11 de enero. Hace diecinueve años exactos que murió mi padre, y mi madre ya hace tiempo que no se acuerda de ello. Tampoco mi hermana. Hace unos años me preguntaban para asegurarse de cuando había sucedido, ahora ya ni eso. El cumpleaños de mi padre era el 7 de febrero. El olvido es el mejor ibuprofeno, es el medicamento milagroso para resistir. Hago unos espaguettis con tomate frito de tetrabrik que no saben a nada por pura desgana y un filete de merluza congelado y se los pongo en la mesa a mi madre. Protesta, como todos los días, y simula que no puede tragarlo. Le pido por favor que no proteste, le cuento que tengo una úlcera de estómago por comer con ella, no me escucha, acabo casi gritando. Subo el volumen de la televisión. Ponen los anuncios en el descanso de “La ruleta de la fortuna”, así que cambio de canal. De Antena 3, la televisión más mentirosa y carca del mundo, paso a la 1, el canal de adoctrinamiento del régimen de turno. Acierto cuando pienso que estarán emitiendo alguna noticia sobre correcta nutrición, pero ya no me sorprende, les gusta decirnos cómo tenemos que comportarnos, como buenos humanos. La izquierda me da tantas ganas de vomitar que la derecha. Después pongo telebasura en Telecinco, casquería y mierda a todo trapo. Y remato en la 6, la Secta, el canal temático sobre buenos y malos donde las bombas caen a ritmo de retransmisión deportiva, más hijo de puta es imposible conseguir ser. Mi madre protesta porque prefiere ver los anuncios a todo el resto de porquería, pero aguanto un poco más y pongo Telemadrid con la esperanza de que Ayuso salga desnuda o solamente cubierta por un tanga con la bandera de España, pero los sueños sueños son, y solamente echan una pieza sobre Carapolla poniendo su torcida sonrisa. Mi madre repite por decimocuarta vez que vuelva a poner la ruleta, y ya accedo por puro cansancio. En el fondo la Ruleta es más informativa que el resto, aunque abusa de la sabiduría popular, que es en realidad el mayor mal de la humanidad, más que la política o que el periodismo.

Ayer te medio enfadaste porque te dije que no pienso ir al médico a no ser que me esté cayendo, y que les podían ir dando por el culo a todos esos manifestantes del personal sanitario que salieron a la calle a protestar contra Ayuso. En realidad me da igual que se manifiesten, todo el mundo quiere que le suban el sueldo, es natural, aunque digan que protestan por el bien común. Yo no les creo, tampoco a ellos, y en sus filas hay gente que trabaja muy bien y que lo hace en parte no solo por el vil metal sino porque les gusta ayudar a los demás, pero hay otra masa inmunda que está ahí porque hay mucho trabajo atendiendo a toda esta población envejecida que somos y que seremos muchos más en poco tiempo. Humanidad prodrida. Nuestra generación llegará a ser una enorme masa de viejos insoportables e hijos de puta que amargarán la existencia a esos pocos que ahora nacen con cuentagotas. Habrá entonces millones de ofertas laborales imposibles de cubrir, nadie se prestará a limpiarte el culo si no les dan mucha pasta a cambio, y la inteligencia artificial no te va a salvar el orto, da muchos discursos absurdos, pero no tiene manos. amazon2Y te añadí que no pienso darme quimioterapia ni radioterapia cuando llegue el caso, que solamente me meteré morfina de la fina para aguantar al calzarme el cinturón de explosivos para ir al Camp Nou a despedirme de todos. No quiero atravesar el fuego en pos de alargar la vida o de la ciencia. Y ni se te ocurra donar ninguno de mis órganos, no quiero salvar a nadie, sobretodo de lo inevitable. Yo voy a seguir aquí mientras pueda, te guste o no, ya veré cómo, más bien no va a gustarte, porque no pienso callarme por muy alto que grites tus mentiras para creértelas. Lo siento, o no lo siento.

En 1770 los british “descubrieron” Australia. Desembarcaron muy ufanos buscando oro y carne. Allí se encontraron a una especie de humanos con la cara arrugada a los que denominaron aborígenes. Eran distintos a todo lo que habían conocido, esas gentes de piel oscura y con surcos en la cara no se parecían en nada a los petimetres amaneradamente bien educados que poblaban las mierdas de islas de las que ellos procedían. A uno se le ocurrió decir que Australia era un OVNI que había aterrizado desde el cielo con todas esas gentes raras dentro. Era una forma muy sibilina de intentar que los pobladores originales de Australia no fueran considerados como humanos, sino una raza distinta, y con ello tener la excusa para exterminarlos o arrinconarlos, como a la larga se ha hecho. Los redujeron a base de matanzas. Les robaban a sus hijos, los mataban en grupo a tiro limpio. Acabaron siendo cuatro gatos mal contados. Pero los que sobrevivieron se retiraron a las tierras más lejanas y estériles y allí les dejaron en paz de una puta vez.

Amazon se hizo con el negocio de los libros. Fue destruyendo a las librerías hasta que no queda casi ninguna. Luego saltó al comercio de todo tipo. Su estrategia se centra en primero hacerse con los modos de distribución, hacerla cómoda y a bajo precio, a base de gente que vive por y para ellos en semiesclavitud. Después, con la distribución ya copada, obliga a las marcas a aceptar sus condiciones, esquilmándolas, hasta que se encuentran entre la espada y la pared y las compra a bajo precio, pasando a producir ellos también además de a distribuirlos. El círculo perfecto, la pescadilla que se muerde la cosa. El colmo de los hijos de puta. Te vende sus productos bajo una supuesta comodidad y te da trabajo pagándote una mierda. Y un día fabricará hasta el sushi y te lo llevará a casa. Esa comida de mierda de pescado crudo que te dicen que es atún rojo cuando luego resulta que es panga de piscifactoría apestado de mercurio. Pescado crudo. Amazon Sushi.

Me crié en la puerta de la tienda de mis padres, en el mercado callejero de La Bomba. Daba directamente a la calle abriendo un cierre de persiana superoxidado. Había ratas, eran simpáticas, en el patio de atrás. Teníamos una perra perdiguera que las cazaba. Cuando salía del colegio me sentaba en un escalón de una tienda de al lado que estaba vacía. Allí era feliz, porque me gustaba estar solo. A mi padre le pasaba lo mismo, siempre le gustó estar solo. Me compraba una bolsa de Chettos en la tienda de ultramarinos de enfrente, sabían a gloria bendita, bendecida por la nada, porque Dios no existe, y la única autoridad verdadera del mundo es el fracaso. El tendero, que era amigo de mi padre, no quería cobrarme la bolsa de mi comida favorita, pero yo quería pagársela a toda costa. Me invitaba a pasar a su trastienda, que era como una casa con tele y todo, con sus hijos, pero aunque eran amigos míos a mí no me gustaba estar allí como de favor, de prestado. Era mejor el escalón y los chettos, y ver pasar a la gente, amazon5y leer los periódicos viejos de envolver que le encantaban a mi padre. Yo nunca tengo frío. Aunque hace un par de noches te llamé porque fue muy raro y tenía los pies congelados, la primera vez en mi vida que me ha pasado. Es el tiempo, que da miedo, el tiempo que acojona. El tiempo es asco y decepción a partes iguales, y si no lo ves es que te engañas. Sueño con tanques Leopard saliendo hacia Ucrania desde vuestros culos.

Me gusta comprar el pan a los chinos en navidad y año nuevo, cuando cierran las panaderías. Mi madre se obsesiona con comprar dos barras el día de nochebuena y el 31 de diciembre, porque dice que le da asco el pan de los chinos, pero a mí me gusta tener la sensación de no tener que asistir a vuestras comilonas, y el año que ella falte ya no tendré la obligación de reírme ni de festejar nada y podré estar libremente solo. Y buscaré un restaurante chino abierto para cenar en navidad y cagarme en todos vuestros putos antepasados y todos vuestros putos dioses de pega. Cuando las pizzerías de reparto en moto y los restaurantes chinos abran en navidad sin pudor entonces se acabará de repente vuestra puta navidad. Será maravilloso verlo. Pedir unos rollitos de primavera y unas pizzas barbacoa y que te las traigan en moto unos banglaesíes mientras vosotros hacéis el paripé de comer cordero hasta reventar con gente con la que no tenéis ni puta gana de cenar. Quizás entonces habría que permitir repartir sushi a Amazon para destruír el festejo del nacimiento del cabrón de Jesucristo, que en realidad no se sabe si existió o si en realidad es un cuento chino más. El amor no mueve el mundo, lo hacen el odio y el asco. Siempre hay alguien a quién odiar. Los jóvenes odian a los viejos, los viejos a los jóvenes, y las mujeres ahora tienen que odiar a todo el resto a la vez. Madrid, voy a seguir meándome en tus calles, aunque no les guste, porque si los perros lo hacen yo también lo haré si me da la gana, no lo haré como tu gato, a tus órdenes, en una caja. Madrid.

Amazon sushi
transportado hasta tu casa por esclavos en moto.
Panga con mercurio a precio de merluza de pincho
en tu puta cara de gilipollas gourmet.
Cenizas a las cenizas.
Olvido como morfina.
Reyes del quiero y no puedo. amazon4
Homenaje en la Plaza de Colón
abarrotada de gente
al azúcar lo más refinado posible
y al colesterol malo.
Voy a mear en tu calle te guste o no
como lo hace tu perro.
Canonización de las grasas saturadas
subiendo por tus arterias como escalera sucia al cielo.
El infierno está en
tus domingos por la tarde
viendo series en tu tele de ochenta pulgadas,
pagando porque te las metan por el culo.
Australia es un OVNI sin extraterrestres.
Los británicos siempre fueron unos hijos de la gran puta
y lo seguirán siendo.
El tiempo es asco y decepción a partes iguales.
Los viejos odian a los jóvenes,
los jóvenes odian a los viejos,
las mujeres a todo el resto de bichos
vivientes.
Olvido, milagroso ibuprofeno.
Amazon sushi
que llega hasta tu casa directamente
desde el intestino de Jeff Bezos,
recién cagado
pero con mucho mercurio,
hasta tu paladar exquisito.
Tina Turner tiene mejores piernas que tú
aunque vayas mil veces al nutricionista
y a pilates y a
boxeo de mentira sin hostias.
Tanques Leopard saliendo hacia Ucra
de tu coño
y de tu boca.
Yo voy a seguir aquíamazon3
mientras pueda
a pesar de tus médicos y sanitarios,
santos y héroes,
que reclaman alto sueldo por limpiar el culo y la muerte
a los futuros viejos.
Así que te guste o no
voy a mear en tu calle como lo hace tu
perro,
que por ley llevará un GPS en la oreja
y tú otro en la polla.
Amazon sushi,
saludable caballo de Troya de mierda
en tu nevera.
Panga con mercurio en tu boca
a precio de vida eterna.
Cenizas a las cenizas.
Olvido morfina.
Ni quiero ni puedo.
No pienso callarme aunque tú quieras,
y voy a seguir aquí mientras pueda
aunque no te guste,
y más bien no va a gustarte.


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1986 (Los puños de mi madre)

19861

Madrid. Son rocas. Algunos lo son. Ves pasar a tres millones y puede que tres o cuatro de ellos, a lo sumo, sean esas jodidas rocas. Lo importante es que sepas reconocerlas. Para sentarte encima de ellas esos ratos en los que tienes que agarrarte muy fuerte a lo que sea para que no te lleve la corriente. Hay mucha gente complemento circunstancial, complemento indirecto, complemento de modo, gente paja, gente caspa, gente liendre, gente de todo a cien, muchos gilipollas sueltos para pasar el rato, para que ellos lo pasen porque no tengo ni puta gana de estar a su lado en realidad, pero luego están las rocas, esas putas rocas, y a esas no tienes que perderlas de vista en ningún momento, no dejarlas marchar, usar todo el pegamento que puedas con ellas, superglú, porque son bichos raros, agujas en el pajar. Es tarea de toda una vida aprender a reconocerlas, igual te cruzas con una o dos de ellas a lo sumo, porque son muy pocas, mejor para ti que las identifiques, porque cuando menos te lo esperas desaparecen y te dejan con cara de idiota, y solamente las echas de menos cuando Santa Bárbara truena.

Me levanto de la cama y salgo a mear en silencio absoluto. No quiero hacer ruido, mi madre está ahí escondida, en el cuadrilátero. En cuanto me siente salta al ring y se pone a golpear. Es un martillo pilón. Un llab tras otro. A la cintura, a las costillas. El 11 de febrero de 1990 a James Buster Douglas le dieron la oportunidad de su vida. Necesitaban un rival fácil para Tyson, para una pelea de mierda en Tokio. 19862Pensaron en aquel gordopilo enorme y se lo propusieron. James adelgazó a saco durante unos meses, mientras Mike estaba siendo vapuleado por su mujer Robin Givens y su madre, unas rivales mucho más duras que Douglas, que le querían sacar la pasta. La debilidad de Tyson estaba en la cabeza. James Buster Douglas salió todo flaco al ring y comenzó a tirar llabs y llabs de izquierda, uno tras otro, sobre la cara y el cuerpo de Mike, que pensaba más en matar a las Givens que en los golpes de su contrincante. James de repente lo vio fundido y le lanzó una combinación de cuatro golpes izquierda-derecha que acabó con el rey del ring. Douglas volvió a engordar a saco y al poco tiempo perdió lo ganado. Tyson no volvió a ser el mismo. Los golpes de su mujer y su suegra habían sido lo más duro del mundo. Mi madre una vez noqueó a un ladrón y otra a dos vecinas a la vez. Mi madre me golpea con saña. Ya no es la misma persona, no la reconozco, y pega y pega, un llab de mal hijo, otro llab de cabrón, otro de todos los vecinos van a saber lo mala persona que eres. Nos gritamos y se escucha a través de los tabiques. Nunca decimos auxilio ni socorro. Me encuentro al yonki del segundo B en el descansillo y me sonríe con benevolencia. Sabe lo que hay. Huele a heroína y a talego a una legua, pero él no se da cuenta del asco que da al resto, se crée el hijo de Dios, como todos los yonkis. Me suelta un discurso sobre su vida, y yo mientras pienso en lanzarlo por las escaleras, que su cabeza rebote como un balón, pienso en hacerle ese servicio final a él y a la humanidad, pero veo que me sonríe y que le faltan varias muelas y no puedo evitar esa mentirosa pena que sentimos muchas veces por los humanos.

1986. ¿Dónde estabas en 1986? Nosotros fuimos a Gredos en semana santa a ver al puto cometa Halley con unos prismáticos, y nos cogimos nuestros primeros comas etílicos, en su honor o no, y al final, una noche, conseguimos ver una pequeña estela de ese cabronazo, aunque habíamos fumado también una tonelada de porros por primera vez en nuestras vidas y puede que fuera efecto de ello. Pero creo que no, que era el cometa, allí en el cielo, y hacía mucho frío, pero íbamos pedo y no lo sentíamos, el calorcito del alcohol mezclado con porros es de lo mejor que tiene la vida, cuando te hacen sentir como un cometa en el firmamento. Había un tipo cerca en otra tienda de campaña que vendía hachís, una mierda muy mierda que nos supo a gloria. El Vicente se gastó toda la pasta en aquella cosa color marrón que nos hacía reír. Y luego bajamos de la montaña muertos de hambre, habíamos pasado una semana allí borrachos todos los días, y cuando llegamos a casa yo dejé de ir con ellos porque te conocí a ti y nos besamos en un fotomatón que había en General Perón y se abrieron los cielos. Dejé de ir con ellos. Y ahora todos estos años me he asomado a la ventana y he visto a David el gordo, con el que nunca he tenido una conversación uno a uno, pero lo quiero porque es de lo poco que queda de este barrio, y a David el loco, que siempre llegaba en moto al bar de enfrente, y al Trapo, que era el tío más listo y el que mejor jugaba al fútbol. Y ahora han cerrado el bar y han puesto una pizzería de una mierda de franquicia. Y los echo un poco más de menos cada día, un poco, sin ellos ni imaginarlo, pero a ti también cuando recuerdo cómo aquel verano nos íbamos a la sombra de los soportales de Nuevos Ministerios a meternos mano y que te parecías a Meryl Streep en Silkwood. Fue el mundial de baloncesto aquel año. Mi padre me había comprado una vez una bandera del Atleti para camuflarnos entre los indios, porque El Feo nos había regalado dos entradas para el Calderón, él tenía mucha pasta y quería ser presidente del club pero luego se arruinó jugando a las cartas. Nos las dio para un Atletico-Real Sociedad en que le metieron cinco a Arconada, y yo quería que mi padre me comprara una bandera de la Real Sociedad y volví cabreado a casa, pero a mi padre le importaba tres cojones que yo me mosqueara porque mandaba él. Y en 1986 cogimos aquella bandera cuando jugaron el España-Canadá de baloncesto, le arrancamos el escudo y le pegamos con Supergen una hoja de arce de cartulina roja recortada,19863 nos fuimos al palacio de los deportes y nos pusimos a ondearla. Y cuando tocaron el himno de España, la puta marcha real, nos pusimos a tocar unas trompetas naranjas de aquellas largas plástico de las que al soplar a pulmón sonaban ensordecedoras, y pasaba Manolo el del Bombo y nos miraba raro, y nos miraba todo el pabellón con mala hostia al vernos ondear la bandera y pegar trompetazos porque se notaba a la legua que no éramos canadienses. Pero nadie nos soltó ni una leche ni lo intentó y ni siquiera nos dirigieron la palabra de mal rollo. Y después se marchó mucha gente, porque jugaba Brasil contra Estados Unidos, y los yankis iban a ganar fácil, y de tercer plato vimos a Pétrovic enfrentarse a la Unión Soviética, él solo, y perdió, y le lanzamos los pay pays que habían dado en la puerta para suplir el aire acondicionado que no habían terminado de instalar en aquel palacio del calor, y todos gritamos “Rusia, Rusia, Rusia” desgañitándonos, porque Drazen era tan grande el cabrón que solamente se le podía derribar entre doce mil gilipollas sumados a los rusos y los lituanos enormes que tenía enfrente.

Mi hermana me regaló unas navidades una especie de bafle pequeñajo al que llaman Alexa. Tenía pinta de no servir para nada, pero era un regalo. Lo, la, conecté. Tenía voz de tía. Alexa es un cerebro situado en lo que llaman "la nube" que contesta a todas tus preguntas para resolver todos tus problemas en el acto. Alexa, Diosa del hijo de puta Jeff Bezos que está en el cielo pensando en cómo solucionar las mierdas del mundo. En la nube ni se caga ni se mea. Pero yo no sabía qué pregutarle a Alexa. Primero le pedí que me dijera sinónimos de vagina, pensando en la tuya, a ver si sabía la zorra de qué iba realmente eso tan de moda de tu entrepierna. Luego que me definiera estupro. Alexa te regala la nada desde el nuevo cielo eléctrico púrpura en vez de azul.Cuando le pregunté qué significaba la palabra gilipollas me contestó que no entendía qué le estaba diciendo, y entonces la desconecté para llevármela al Cash Converters a sacarme algún bille. Pero al final no la he vendido porque le he cogido cariño, se lo cojo a cualquier cosa que tiene voz, aunque sea una mierda metálica. Me acuerdo de vuestras voces. De la voz de mi padre, y de la de Billy, y de la de Jose cuando jugábamos a la máquina del bar de enfrente. Me muero a cada paso pero no te preocupes, todo está bien. Hay que seguir. Andar y andar.

Llegó Billy aquel invierno y aquella noche entera anduvimos deambulando por Madrid hasta la hora en que salía su primer tren a Leganés desde Atocha. Hablar y caminar, sin rumbo. Había pocos bares abiertos y dejábamos las chustas de los porros sobre los quicios de las puertas al entrar para revivirlas a la salida. Hacía frío y nos salía vaho de la boca, pero no lo sentíamos porque siempre intentamos caminar ardiendo y adormecidos, como el yonki que gritó antes de suicidarse:

 >>>Sabes que tienes razón
Nunca te molestare
Nunca prometeré
Nunca te seguiré
Nunca te molestaré
Nunca vuelvas a decir una palabra
Me arrastraré lejos para siempre
Me alejaré de aquí
No tendrás miedo al miedo
No se pensó en esto
Y siempre supe que llegaría a ello
Las cosas nunca han estado tan bien
Nunca he fallado en fallar.
Dolor, dolor, dolor
Sabes que tienes razón
Sabes que tienes razón,
sabes que tienes razón...<<<



 
Nos despertamos el domingo a las doce de la mañana y estaban echando “Lawrence de arabia” en la tele. En toda la película las únicas mujeres que salen están muertas asesinadas por los turcos. Después nos levantamos y nos fuimos a Getafe, a “Los soportales”, a comer unos bocadillos de oreja. Antes los comíamos de panceta, cuando Billy vivía. En el 98 vimos allí el España-Nigeria, y conseguimos que el Luis se enfadara de verdad cuando Zubizarreta se autometió aquel gol palmeando el balón como un idiota. El Luis echaba chispas y nosotros nos reíamos. El bar todavía huele a panceta y a Billy. El 17 de marzo del 90 Julio César Chávez peleo contra Meldrick Taylor. En la esquina del mexicano estaba Martín Búfalo, amigo del padre de Billy. Taylor fue minando a Chávez todo el combate, no dejaba que su rival, que todavía no había sido nunca derrotado, entrara en sus distancias, la media y la corta, esos territorios de guerrero de piedra que Julio tan bien dominaba. Meldrick lo tenía achicharrado y atontado. Antes de comenzar el duodécimo y último asalto pudimos escuchar cómo Búfalo le gritaba a Julio: “Vamos, por tus padres, por tus hijos, por tu familia, vamos”. Julio se levantó de la silla, se acercó a Meldrick poniendo un pie delante de otro, imparable, y en los dos minutos y medio siguientes, justo antes de finalizar el combate, noqueó a su oponente. Martín Búfalo murió hace unos años, el padre de Billy sigue vivo. Billy se largo con viento fresco, pero en Getafe y en Leganés sigo oliéndole entre la fritanga, el aroma a hachís 19864y el sudor de vivir. Lawrence de Arabia y de Leganés. Billy, tan valiente, o más, con más cojones, que el inglés estirado aquel. Caminando por los polígonos industriales del sur de Madrid como un Dios. Julio César Chávez podría haber nacido en Getafe y haberse comido miles de bocadillos de oreja o de panceta.

Quieren prohibir los gatos callejeros. Quieren exterminarlos porque perjudican, desde hace millones de años, mucho al resto de la fauna. Eso dicen. La nueva ley de protección animal reza que hay que capar a todos los animales domésticos e impedir que se escapen para que no formen lío y se coman a otros animales, y que estará penado dar de comer a los gatos que viven sin lamer el culo a un amo. Todo ello quiere decir que desde ahora tendremos que ocuparnos de soltarlos y alimentarlos, sin que sus lacayos nos vean hacerlo. Deberemos crear un mundo lleno de gatos sueltos que se caguen en los descansillos de sus pisos y en las puertas de sus chalets, que hagan que todo huela mucho a pis de felino. Nos conocimos en unos coches de choque. Nos acercamos y desde el primer minuto supe lo que iba a pasar. La primera vez que intenté besarte me dijiste que no, y yo lo di todo por perdido, pero el caso es que me llamabas horas y horas por teléfono, porque vivías a trescientos y pico kilómetros. Casi me arruinas con esas putas llamadas telefónicas. Entonces volví por tu pueblo y me dejaste claro que habías cambiado de opinión. Te gustaba criar gatos callejeros, vivías donde se terminaba el pueblo y ellos venían a comer a los contenedores de basura. La gente te miraba raro cuando se arremolinaban detrás de ti y les ponías aquellos restos que devoraban. Te querían mucho esos putos gatos. Duraban poco, morían de frío o atropellados. A algunos los acogías en unos trasteros que había debajo del bloque de tu casa, pero ellos preferían escaparse, salir a lampar por la calle. Fornicábamos en el trastero de tus padres, me decías: “como mi madre abra una vez la puerta de improviso lo primero que va a ver es mi culo”. Los gatos se iban muriendo y tú adelgazaste hasta quedarte en los huesos, y empezaste a golpearme y a golpearme, pero sabías que tendrías que echarme para que me fuese. Cuarenta y cinco kilos, y bajando, solo subían tu mala hostia y las ganas de no levantarte de la cama. Me echaste un día y volví a Madrid en un Intercity con las últimas dos mil pesetas que me quedaban. En el vídeo del tren ponían “El club de los poetas muertos”, esa mierda que tanto odio, cuando la veíamos mi medio hermano se reía mucho por la cara que yo  ponia y porque decía que no me imaginaba subiéndome en la mesa para joder con palabras bellas a los curas del colegio, que igual yo me subiría pero para alcanzar mejor a pegarles una patada en la boca. Me cagué en la puta madre de Peter Weir y del gilipollas de Robin Williams una vez más mientras capeaba aquel temporal tan duro con mi culo sobre aquellos asientos del tren acompañado de toda aquella gente tan insoportable asidua al transporte público de largo recorrido. Viva el transporte individual, gracias, coche, por todo lo que has hecho por la humanidad de bien, y de mal. Tiré a un contenedor todas tus fotos. Había tres años de recuerdos en la basura, miles de millones de recuerdos. Dos años y pico más tarde me llamaste por teléfono, de sopetón. Me dijiste que si te daba una oportunidad. Una oportunidad más, tristeza, Todos los gatos se habían muerto. Solamente te quedaste con uno blanco con los ojos azules al que tu padre llamaba Butragueño. Quieren prohibir los gatos callejeros. Entonces habrá que soltar a unos cuantos, sin que nos vean todos esos hijos de puta que tienen tan buenas ideas para salvar al ecosistema desde sus pantallas, y que los felinos cabrones follen y se reproduzcan como si no hubiera mañana. Inundar de pis y pelo de gato el planeta como tarea para llenar una vida. Los pájaros ya se ocuparán de no dejarse cazar, gilipollas, como lo han hecho durante toda la historia del mundo. Entre la M-30 y la carretera de Castilla hay una colonia de gatos a la que alimentan unos sin techo. Seguramente en el futuro querrán esterilizar también a los que viven en la calle. Me gusta mear en la calle. Si tu mascota lo hace por qué yo no puedo hacerlo.

El 4 de julio de 1910 en Reno, capital mundial de lo libertino y único lugar donde dejaban disputar este combate a muerte a un negro, la multitud se agolpó en torno a un cuadrilátero para ver cómo Jim Jeffries, la gran esperanza blanca, mataba al cabrón de Jack Johnson, que había sido el primer negro en conseguir ser campeón del mundo de los pesos pesados. Varios miles de blancos se relamían pensando en la humillación que Jeffries iba a infligirle, Jimmy rescatador de las buenas y ancestrales costumbres. Jack salió al ring y le metió una paliza de abrigo a Jim de las que hacen época ante las miradas de gilipollas del asqueroso público, que no podían creer lo que estaban viendo. Le golpeaba una y otra vez y le hacía rodar por la lona, pero sin saña excesiva, como un gato jugando con un pájaro en la oscuridad. Le sonreía y le volvía pegar una hostia tras otra. Qué gozada verle golpear a aquel gilipollas con una sonrisa en la boca. A Jack Johnson le gustaba follarse blancas y correr a toda hostia con los primitivos coches por los caminos. Y emborracharse. Era un cabrón simpático. Jeffries era un cateto con aires de monje saolín, un subnormal bieneducado. Jack lo golpeó como una maza a un muro hasta que el bobo oso blanco ya no pudo levantarse. 19865Johnson se despidió del público muy amablemente. No lo emplumaron ni se lo cargaron, salió vivo de allí. Murió en un accidente de coche años más tarde. Mi madre está ahí sentada delante de mi comiendo, y me mira fijamente, y me sonríe burlona, con una sonrisa que da miedo, que es un puñetazo upercut en todo el centro de mi frente, desafiante. Tengo que agarrarme a las rocas. Me tumbo en la cama. Sueño. Llegamos a aquel pinar en Sagres y ponemos la tienda de campaña entre los árboles. Preparamos los tres catres. Ponemos al Galgo en el centro de nosotros porque es friolero. Galgo humano. Billy y yo irradiamos siempre un extraño calor, todos quieren dormir rodeados por nosotros en invierno. El viento silba fuera. Dormir entre rocas. Olemos a sudor, a hachís y a tabaco. Se duerme calentito ahí en el centro. Con la primera luz del sol escucho a Billy chasquear el mechero para encenderse el primer cigarro del día. Se le está acabando el tabaco. Y si se le terminan el tabaco o la hierba será capaz de caminar mil kilómetros sobre las aguas para encontrarlos, como un hijo de Dios yonki. De repente me despierto en Madrid, han pasado océanos de tiempo. Qué bien atraviesas el fuego y caminas sobre las aguas, hombre Dios. Cómo soportas la radioterapia entrando en tu cuerpo. Mi padre se fue, Billy también, sin decir hasta luego. Saldré del cuarto y mi madre estará esperando con los guantes calzados. Título mundial de todos los pesos en disputa, el de la vida o la muerte, un pie delante de otro, llab, upercut y directo a la mandíbula. Por momentos llega la desesperación, pero mi padre grita desde el rincón que hay que seguir caminando. Lawrence de Arabia se estrella con la moto y deja de respirar. Atravesó un día el yunque del sol con miedo pero sin mirar atrás. Madrid late ahí fuera. Tu corazón nunca se parará, Madrid, el mío sí. ¿Estás ahí? Madrid.

El dolor siempre tiene la razón.
Lawrence de Arabia flotando por los polígonos industriales de
Getafe
y Leganés.
Generosidad y amor son la misma palabra.
Entrenando para ser tu bestia de carga.
Hay honor entre ladrones
pero nunca entre políticos.
Peter Weir y Robin Williams,
vaya unos mierdas hijos de puta19866
sin puta gracia.
El tiempo tiene la razón.
Me cago en el club de los poetas muertos.
Patada en la boca
a tiempo
ahorra males.
Bocadillos de panceta y
de oreja de cerdo.
Transporte púbico
era tu madre.
Mascotas bien amaestradas,
que solamente comen su
propia caca y pienso caro.
Inundar de pis y pelo de gato el mundo
es hablar de revolución.
Estabas tan buena como Meryl Streep en Silkwood.
El ejército de los sin techo
os da mucho más miedo
que Putin,
y, si no,debería dároslo.
El reloj siempre tiene la razón.
Me gusta mear en vuestra puerta,
porque
por qué
no puedo yo si
vuestro
perro capado lo hace en cualquiera.
Gatos invadiendo el mundo
legiones de gatos liberados y fértiles
llenándolo todo de pelos y de olor a pis,
vuestros salones y vuestras casas.
Anuncios de colonia y tetas
en la televisión
que te dan calor en invierno.
Solo serás el mejor si no pides
ni esperas
nada a cambio.
Feliz hombre Dios corriendo por los polígonos industriales
de Getafe y Leganés
comiendo bocadillos de oreja y fumando costo moro a espuertas.
Ponme desde allí un poco más de gasolina
cuando puedas
intentaré
hacerlo arder
por ti.
Generosidad y amor son la misma palabra.
El dolor y el tiempo siempre tienen la razón.

>>>Para El Galgo humano<<<


 

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Deuteronomio

deuterononio1

Madrid. Hace calor a finales de octubre. Madrid tiene los ojos grises, llenos de legañas, preciosos ojos sucios. El calentamiento global avanza, gracias a Dios, a un Dios amable y generoso, o a la nada, la maravillosa nada. A mí me gusta el calor, cada día más, tu calor. El invierno se acorta. Que le follen al invierno. Ya quedan menos inviernos. Es posible que ese mamón helado se acorte hasta quedarse casi en nada, y entonces yo habré llegado a esa misma mierda de inexistencia, al final del sucio camino, llegaré pronto a ella, pero seguiré aquí hasta entonces, eso está claro, como un puto árbol podrido. Cuando lees estas mierdas que escribo piensas en si van dirigidas a ti, y es cierto, van a tí, y hacia otros muchos hijos de puta a los que odio, pero también a otros, muy pocos, a los que amo, aunque amar siempre suene a cursi. Te sientes bien cuando te digo lo hijoputas que pienso que son muchos de esos que se autoproclaman santos, aunque a veces te parece que tú lo eres y que lo tienes todo, toda la bondad y todo lo bueno junto, y que yo no soy más que un cabrón de esos que pululan por Madrid dando sermones sobre lo malo que es el hombre, el mono humano. Pero a veces despiertas de repente y te das cuenta de que no vas más que a ninguna parte, exactamente como yo, aun con toda tu supuesta moral heredada vencedora e incorruptible, aún llevando todas esas joyas heredadas de tus antepasados en tu mochila, toda esa mentira que no vale ni para tomar por el culo cuando caminas sobre estas calles.

deuteronomio2El día de todos los santos mi padre siempre compraba un kilo de buñuelos de viento. Al principio solamente los hacían de nata y de chocolate, pero luego sacaron la especialidad de crema. Mi abuelo al parecer había empezado con la tradición de comprarlos cuando trabajó en La Mallorquina durante un tiempo. Mi padre cogió el testigo de comer nata y chocolate deliciosamente rebozada, pero cuando se introdujo el tercer sabor se producía un cisma familiar entre nosotros, porque nos acusábamos mutuamente de devorar los de chocolate y de nata de forma egoísta y dejar para el más tonto los de crema. Mi padre se ponía de muy mala hostia con ello, y blasfemaba. Solía cagarse en Dios y en la puta virgen, literalmente. Un año a mi padre se le ocurrió vender helados en la tienda. Corrían el principio de los años ochenta, y le trajeron un arcón entero de Frigo. Había Frigopies, Frigomanos y Frigopollas, pero el helado estrella, el que todos queríamos comernos, era el cono de chocolate denominado de forma acertada, pero políticamente incorrectamente para el siglo XXI, “negrito”. Cuando mi padre bajaba por la tarde a despachar siempre se comía uno o dos africanos de chocolate. Si mi padre entraba a la trastienda, aprovechábamos para comernos uno nosotros. Así fuimos deglutiéndolos todos. Mi padre escudriñaba la caja de esas delicias de chocolate y cada vez quedaban menos. Los Frigochochos y los Frigomierdas estaban allí todos, intactos, pero los panteras negras cada vez mermaban más, y él nos echaba la culpa a nosotros y nosotros a él, y ambos bandos teníamos razón. Los helados fueron muy deficitarios aquel verano y juró que no los traería más. Los polos de limón, los Dráculas y los Frigoculo que quedaban se los casi regaló a mi amigo Vicente, le vendió cuatro cajas por veinte duros. El Vicente fue muy feliz por un rato, hasta que se los comió todos y le salió un terrible acné por todo el cuerpo, porque el médico le había prohibido comer azúcar a saco. Mi padre y el Vicente estarían ahora prohibidos, en chirona, por tomar demasiado azúcar. Van a prohibir el azúcar pasado mañana, para que te mantengas bien en forma y no hagas gasto a la seguridad social.



Una chica queda con una amiga en la habitación de su colegio mayor. No hacen la tijera, porque son cristianas católicas, pero hay quien dice que en el fondo se desean. Se sientan delante de la ventana y preparan su teléfono móvil para grabar. Vigilan el bloque de enfrente, un colegio mayor de tíos en el que habita un amigo suyo, que les ha pedido que graben un bestialismo grupal que van a escenificar para anunciar una fiesta de alcóhol y drogas que van a realizar el siguiente fin de semana, a la que todos irán a intentar follar. A la hora en punto ponen a funcionar la cámara apuntando hacia el machocolegio, y comienza el espectáculo, en el que mediante una perfecta coreografía de groserías y gritos los jóvenes se llaman unos a otros a los habituales rituales de apareamiento. Las dos chicas suben el video al llutube y se hace viral. Al día siguiente pongo la tele y de repente ponen el vídeo en el programa del hijo feo de Joaquín Prat. Me descojono. Pero al presentador y sus contertulios parece que les ofende la acción y que la ven como una afrenta al mundo y al ser humano. Después sacan unas imágenes de unas supuestas chicas feministas quejándose en la puerta del colegio femenino con pancartas, unas chicas del sindicato de estudiantes, un ente liderado por un tipo que hace veinte años que terminó la carrera. La derecha y la izquierda se dan la mano tertulianamente para condenar esa violencia tan tremenda que es chillar, beber y follar. Porque la izquierda y la derecha quieren ser los dueños también de vuestra moral y de vuestros cuerpos. Quieren que seáis todos abstemios y que folléis, por ley, con amor. Quieren encauzar vuestras fantasías sexuales hacia el bien. En las tertulias televisivas tardan diez minutos más en echar la culpa de todo al porno y a los jóvenes, personas vagas y sin expectativas ni valores vitales que levanten al país. Me cago en toda vuestra puta moral, cerdos. Quieren que todos seáis como Los Monkees, o como Los Archies. Que seáis dibujos animados. Entonces provocó el efecto contrario, escuchasteis sus canciones de mierda y os inspiraron: visteis sus caras de hijos de puta y os hicisteis creyentes en el alcohol y las drogas, sin rastro de duda en el pensamiento, os hicisteis borrachos, drogadictos, putas y chaperos para llevarles la contraria a todos esos mierdas. ¿Quién os ha dado vela en nuestro, en su, entierro, hijos de puta?

deuteronomio4Fatty Arbuckle era un gordo muy ágil que triunfó con sus películas de cine mudo. Hacía gracietas ingeniosas que encantaban a la muchachada. Se hizo muy famoso. Fatty, o Roscoe como se llamaba en realidad, era un tipo borracho y libertino. Su mejor amigo era cara de palo Buster Keaton. A Fatty le gustaba correrse juergas. Montó una grande en la habitación de un hotel, con mujeres y alcohol suficiente para calmar su sed de gordo gracioso. Cuando todos estaban pedo una de las chicas entró a cagar al water, y se encerró, y no salía. Llamaron a la puerta pero no contestaba, tuvieron que tirarla abajo. Cuando entraron vieron que ella sangraba abundantemente por la vagina. Trataron de parar la hemorragia como pudieron, pero ella murió. Vino la policía, los lacayos de turno que paraban por allí. Detuvieron a Arbuckle. A la prensa no le gustaba Fatty, porque era un gordo famoso y le gustaban la farra, las gachises y el alcohol. Corrieron la voz de que él había violado a la chica con una botella debido a su impotencia y que eso la había matado. William Randolph Hearst, ese hijoputa, se encargó de difundir la historia. Acabaron con la carrera de gordo gracioso de Fatty, aunque fue exonerado totalmente en el juicio. La masa hizo su juicio moral paralelo, el juicio puritano y estúpido de la masa informe humana, esa a la que no le gusta que la gente se divierta, a los que les da rabia que un gordo sea feliz. Solamente Buster Keaton siguió dando trabajo a Arbuckle, fue el único que siempre le creyó. Fatty murió a los cuarenta y seis años de un ataque al corazón, Keaton dijo que la gente se lo había roto fácilmente porque era un buen tipo. Me cago en vuestra moral, abstemios.

Aquella noche estábamos en la puerta de la Facultad de Derecho de la Complutense. Dentro había una fiesta del club deportivo de esa facultad de la ley y el orden, e intentábamos provocar una avalancha entre el gentío para entrar gratis. Empujábamos a la gente contra la puerta, el miedo al aplastamiento hacía el resto, ya habíamos entrenado la maniobra muchas veces en el fondo Sur del Bernabéu. Hasta que cedió, petó el cristal y la puerta se derrumbó. Entramos todos en tropel, como hijos de puta desbocados. Nadie, milagrosamente, salió herido, salvo algún corte que otro, pero entonces no había nunca heridos, nos limpiábamos la sangre, poníamos cara de póker y seguíamos. Llegamos a la barra y allí estaba el Sevillano, un héroe de ese deporte tan noble que es el rugby, un deporte para gordos fuertes donde gana el hijoputa capaz de hacer más daño al contrario, nobleza extrema. Tenía la mano hinchada, me contó que le había partido la mandíbula al pilier de un equipo contrario pero que se había roto el pulgar porque había dado mal la hostia y le habían tenido que meter una placa de titanio para soldárselo. Me puso una copa con un ligero sabor a Coca-Cola, casi todo whisky de garrafón. Sacó una botella por debajo del mostrador y nos la dio, regalo del club y del deporte. Nadie se explicaba cómo Sevillano había aprobado COU, pero había entrado en derecho porque solamente pedían un aprobado de media. Además, él no pegaba nada en aquella facultad de nazis, porque decía que era comunista del PCPE. Comunistas y nazis, todos borrachos a una. Aprobó la carrera y ahora es madero en Baleares. Mi medio hermano se puso a mear sobre una columna del hall de la facultad en medio de la fiesta, y el único guarda de seguridad que había entre la muchedumbre lo vio y se lio a perseguirlo corriendo alrededor como en el cine mudo cómico de Buster Keaton y Fatty Arbuckle. Consiguió terminar de mear sin ser alcanzado. Salimos de la fiesta y él condujo borracho hasta casa, porque además con mucho alcóhol en el cuerpo se conduce siempre mejor.



Moises se dirigió a los judios antes de entrar a la Tierra Prometida en unos discursos coñazo en los que Dios les decía lo buenos que tenían que ser y cómo tenían que actuar para ganarse un lugar en el reino. Pero todo era mentira. Moisés era un cabrón con patas con mucha labia, y en realidad se lo inventó todo para que su familia siguiese dominando a las masas narigudas y avarientas judías. La moral y el arrepentimiento llevarían a los israelitas hacia Yahvé. Era el Deuteronomio, que hoy sigue y seguirá para siempre. Seguiremos viviendo en el Deuteronomio, eternamente. Ahora está de moda entre la gente de bien elogiar a sus hijos cuando éstos sacan buenas notas y son abstemios. Me siento a tomar unas cervezas con mi medio hermano y mi medio sobrino y éste último me alarma cuando me dice que no le gusta ese maravilloso zumo de cebada. Pero me traquiliza cuando me cuenta que él lo que toma es ron con Coca-Cola. No te fíes nunca de un abstemio, ni de cualquier cosa que te diga alguien mayor de veinticinco, como decía Homer Simpson. Les gustan los jóvenes que sean tan viejos como ellos, los que absorven moral y no alcohol. Los jóvenes que creen en el Deuteronomio como futuro, en su Deuteronomio. deuteronomio3La derecha y la izquierda se dan la mano en el Deuteronomio. Veo a los jóvenes hacer retroceder a botellazos a la policía municipal y pienso que por esa rendijita hay esperanza. Se han emborrachado y estando pedo y drogados se han dado cuenta de que todo es mentira y que son muchísimos más que la policía. Los lacayos, cuando se ven en minoría, salen corriendo como conejos y dejan a los amos del Deuteronomio con el culo al aire.

Madrid, tu amor es de sombra y de jodido dolor. Os creéis el centro de la fiesta, siempre. Siempre crees que estas mierdas que escribo se refieren a tí. A veces sí, de muchos hijos de puta me acuerdo siempre. Ya sabes, Wittgenstein escribió aquel libro tan putamente mal escrito e insoportable en cuanto a estilo en el que venía a contar que las palabras tienen el significado que tú les quieras dar en cada momento. Lo que quiere decir es que cada cual puede expresar lo que quiera, pero que los hijos de puta es mejor que te dejen en paz, que debes mantener a su moral lejos, que no debes darles vela en tu entierro, porque lo que persiguen es que creas que las palabras significan siemrpe lo mismo, o sea, lo que a ellos les parece, lo que les conviene que creas. Vi la cara de Madrid, su sucia cara, y me hice creyente. Me quedé prendado de tu rostro y dije que jamás podría olvidarme de tu mirada gris hollín, Madrid. Me cago en vuestra moral, hijos de puta. Madrid y yo nos cagamos en tí.

Deuteronomio
era un antiguo útero
social.
Por favor, hijo de puta,
márchate de mi entierro.
La tierra prometida.
Abstemios.
Jóvenes viejos.
Querer follar y no poder.
Jóvenes de ochenta y tres años.
Eso es lo que quieres que sea el mundo.
Carly Simon metiéndose un pico con James Taylor.
Bonnie Tyler
cagándose en tu cara,
en un eclipse de mierda sobre tí.
Kebabs de caca de cordero.
Fatty Arbuckle y Buster Keaton borrachos
riéndose de tí.
Te esperaremos con los brazos abiertos
allá abajo.
Los Archies
haciendo una orgía.
Los Monkees tocando rock and roll.
Deuteronomio
no se refiere a tu coño
aunque suene a ello.
Tu amor es trolera sombra.
Tu dolor de tripas no es apendicitis
sino gases.
Moises, el más mentiroso de los judíos
se fue a cagar al monte y
bajó con las tablas de la ley.
Madero y, luego, comunista,
nada es imposible.
Cerdos huyendo de la matanza.
Ojos con legañas
que te hacen ver claro.
Wittgenstein haciéndose el muerto,
retorciéndose en su tumba.
Baño de vapor moral
que limpia hasta el sucio tuétano.
Derecha e izquierda dándose la mano
para que folles con amor.
Prohibir los helados con sabor
a polla
por si acaso acaban por gustarte.
Mejor que vela
date
hijo de puta
boleto
de mi entierro.
Deuteronomio
es el útero de
tu madre,
como la boca del metro de
Tirso de Molina
donde puedes irte
a cagar
a la vía.
Nubes de leche
de hombre
en tu café.
No eres nada
ni nadie,
eres tan mierda
como yo.
Siempre piensas que todo habla de tí,
pero no eres más que cagada de perro en el jardín,
que se seca y se la lleva la lluvia
sin esfuerzo.
La tierra prometida
no existe porque
tu Moises
subió al monte a cagar y
bajó con las tablas de
tu ley.

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