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Era una tarde cualquiera de inicios de agosto de mi primer día en La Palma. Un hotelito discreto, luminoso y limpio en las cuestas de Santa Cruz. En el vestíbulo, un niño dibujaba. Mientras mi compañero de viaje acababa de registrarse, me acerqué para interesarme sobre lo que el chico estaba haciendo. Había casi acabado de pintar unas carabelas surcando el mar. Elogié su trabajo.

- ¡Qué bonitos barcos! ¿En cuál va Colón?

- [¿?]

- Bueno, lo digo porque has pintado unas carabelas como las que llevaron a Cristóbal Colón a América...

- ¿Y por qué deberían ser las de Colón?

- Hombre, pues porque has dibujado una cruz latina roja sobre las velas mayores. Esa era la bandera de España en ese momento.

- Pues yo creía que la bandera de España tenía una cruz en aspa.

- Sí, bueno, algo parecido llevaban los Tercios, pero eran, en realidad, dos rayos que se cruzaban formando esa aspa.

- ¡Ah! Es que a mí me gusta mucho la Historia. De mayor, quiero ser historiador.

- Pues, mira, hoy habrás aprendido una cosa nueva de la Historia de España.

- Ya... Pero es que yo no quería pintar la bandera de España en esos barcos.

- ¿Y cuál querías pintar, entonces?

- La de mi país: Canarias.

maspais2Dicho esto con una desarmante naturalidad, me quedé sin saber cómo prolongar el intercambio. Menos mal que, para entonces, mi amigo había concluído sus formalidades y pudimos dirigirnos ya a nuestras habitaciones. Apenas fui capaz de esbozar una sonrisita con la que despachar al infante.

Durante las dos semanas que pasé en la isla, debo reconocer que ha sido el único territorio periférico donde no he llegado a ver ni una sola pintada independentista. Si acaso, una que animaba a la lucha contra el cambio climático (de hecho, la primera que haya podido encontrar al respecto).

Quiere esto decir, a mi modo de ver, que no nos encontramos, todavía, en un lugar en el que los que se dedican a escribir soflamas en las paredes parezcan estar preocupados por otro género de reivindicaciones. Pero ya lo han avizorado Vds.: en la lontananza vienen curvas. Curvas que se confirman en cualquier referencia al pasado guanche en folletos, excursiones eruditas de los guías y cualquier publicación divulgativa que tenga más o menos que ver con la historia del lugar. El relato nos lleva irremediablemente a concluir que, a partir de 1452, un puñado de castellanos cuya única virtud era la astucia, consiguió, hurgando en las rivalidades de los caciques autóctonos, maspais3hacerse con el control de la isla y reducir a la esclavitud a sus habitantes a través del engaño y el empleo de la pólvora. Castilla abole el paraíso isleño y pisotea la dignidad de sus pobladores. De éstos, sólo permanecen hazañas en la resistencia al invasor y tristes historias de amor entre autóctonos truncadas por la inasequible voluntad del peninsular. En todo el caudal de anécdotas y variados episodios con los que condimentar los contenidos para el visitante, ni una sola historia de enriquecedor mestizaje o de mejora del bienestar del ocupado en ningún aspecto.

El caso es que, paseando por las calles de los pueblos de La Palma, nos cruzamos con tipos humanos que, en su abrumadora mayoría, podríamos haber encontrado en cualquier otro sitio de España. ¿Será, pues, que contagiamos a los primeros pobladores todas las enfermedades habidas y por haber y que, al cabo de poco tiempo, esquilmamos su raza? Lo que nos llevaría a la paradójica conclusión de que serían los descendientes de los castellanos quienes quisieran asumir el legado y la memoria de la etnia que ellos mismos erradicaran. Un delirio que sólo se puede inocular cuando la víctima es niña y todavía no ha construído la identidad del hombre o la mujer nuevos que se persigue.

maspais4Pues esto es aquello en lo que nos llevamos aplicando los españoles con extraordinaria tozudez desde que dejamos atrás la dictadura franquista. Nos hemos convertido en uno de los pocos países cuya identidad se funda en su autodestrucción como nación para el regocijo de una corte de despabilados que tienen bien guardaditos sus dineros en paraísos fiscales. Hemos puesto en marcha una formidable maquinaria para fabricar países ad infinitum que amenaza con crear problemas de espacio en el rascacielos de la ONU.

Sr. Errejón, ha clavado Vd. el genérico en su receta para España: Más País. Pero sepa que esto nos aboca, tarde o temprano, a más países, con lo que le auguro un futuro plural al nombre de su partido.

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