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La historia de la noche (XVI)

recordara116. Madrid no hablará de vosotros cuando estéis muertos.

Aguinaga no soñó con lo mismo de siempre, ni pudo controlar la acción onírica. Se sintió incómodo, como si estuviera atado de pies y manos. Los sueños siempre habían sido un refugio para él. Cada noche se acostaba y podía escapar hacia aquella realidad paralela en la que, al mismo tiempo que interactuaba, pensaba en las acciones a realizar tras el despertar. Conseguía realizar aunténticos viajes astrales a lugares que nunca había conocido y hablar con personas, tanto muertas como vivas. Además, podía recordar todo lo soñado con gran detalle. Pero aquel día Esteban no lo estaba logrando. Primero se le apareció un chapero murciano al que se había tirado repetidas veces años atrás y que había muerto de SIDA. Le besó en la boca, le hizo una felación que incluso sintió en el pene, luego desapareció corriendo. Después, pudo ver claramente a su padre entrar y llamarle maricón a gritos, Aguinaga intentó agarrarle del cuello y estrangularle, pero no podía moverse, tuvo que aguantar el chaparrón paterno. Entonces llegó otro viejo y se marchó su progenitor. Un viejo hijoputa. Se puso a mirarle fíjamente. Le dio miedo. Hacía años que no sentía miedo, era una sensación rara. Le susurró una parrafada confusa y un nombre al oído, luego se separó de él y le dijo antes de desaparecer: “Nada es lo que parece, nada es lo que parece...”. Entonces Esteban abrió los ojos.

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La historia de la noche (XV)

sentimental115. La educación se(nti)mental.

Esteban sueña que es Casio Querea. Corre por el bosque de Teotoburgo guiado por un perro. La arboleda es espesa, llueve intensamente y resuenan a lo lejos los gritos de los bárbaros germanos. Corre como alma que lleva el diablo escapando de una muerte segura llevada a cabo mediante un previo empalamiento doloroso. Al fin vislumbra la luz del sol , un claro entre las nubes y el bosque se va despejando de maleza. Por fin ve la empalizada de una fortificación romana. Se acerca a la puerta. Grita y la golpea. Se abre una ventanita en el muro.

- Santo y seña.
- Culos arriba.
- No, esa no es la contraseña, Calígula aún no ha nacido...
- Abre la puerta, centurión hijo de puta....

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La historia de la noche (XIV)

14. Rock and roll animal.

Las primeras manchas de sangre tiñeron mis bragas apenas cumplidos los 10 años. Yo vivía en un mundo de hombres donde mi madre se había convertido en un animal inseguro, callado, incapaz de comunicarse ni siquiera con nosotros, y no entendía nada. Acudí a una maestra del colegio, que me miró compasiva y me explicó que me había convertido en mujer. Así, al parecer, de sopetón y sin previo aviso, pasas de niña a mujer, como en la canción del mamahuevos de Julio Iglesias, pero sin gilipolleces. Cojonudo, la vida me sorprendió con un bonito regalo para mis siguientes... ¿cuarenta años? Que te jodan, vida.

Era la pequeña de tres hermanos, la única chica. Con ellos construí una relación fortalecida por una mezcla entre el frío y el miedo. Crecimos como potros salvajes en los descampados, cada uno se defendió como pudo durante un tiempo en aquella familia encabezada por un padre segurata algo hijo de puta y una madre inculta y débil. Después, el trasiego forzado por otras familias postizas, de esas que nunca entiendes sus gracias, esas familias que en realidad no eran la mía, siempre a solas, aislada del resto. Casi mejor sola que mal acompañada. Para sobrevivir, en realidad, nunca necesitas a nadie, porque en el fondo sólo estás tú.

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