mercado

Soy el que hablaba portugués en 'La Central'

central1¿Recuerdas? Era invierno de 2014 fuera de la cafetería de La Central. Habías quedado con una señora mayor, corpulenta, de abundante y blanca cabellera. Os habíais sentado a esa doble mesa que mira hacia la vitrina del local. Primero llegó ella y luego habrías llegado tú. Digo 'habrías llegado' porque confieso que no me di cuenta de cuándo lo hiciste. Tu interlocutora le daba su inmesa espalda a mi profesora de portugués, aquélla con la que suelo quedar los miércoles a las 10:30h para practicar durante una hora la lengua de Camoens.

Yo estaba, como de costumbre, enfrascado con la vehemencia que me caracteriza en arreglar el mundo con Mafalda y sólo empecé a fijarme en ti cuando comprendí que había alguien ahí cuya cara, iluminada por la pálida luz de una mañana de invierno, no dejaba de constituir una especie de claro punto de atracción hacia donde tú, obviamente, te encontrabas.

Así que, entre deslumbrado e intrigado por ese tu rostro en el que ya había reparado pero aún no contemplado, desvié la mirada y te la aguanté el tiempo necesario para saber quién eras, central2cómo no desmentías la hermosura que paseas por las pantallas y comprobar cómo no dejabas de reparar en mí desde hacía un buen rato. Ese pulso lo ganaste. Como ganarías todos los que, a renglón seguido, me atreví a echarte durante todo el tiempo en que te mantuviste ahí enfrente.

- No te vas a creer a quién tienes detrás, Mafalda.
- No, si ya me había fijado en que has estado mirando para allá...
- No te des la vuelta, que es de mala educación. Es X. Sí, mujer, esa actriz joven que protagoniza la adaptación de una novela a la televisión... No te lo vas a creer pero es que no me quita ojo de encima. Es tan guapa como te la imaginas. O más. Lo único que no está a la altura es su pelo. Se ve que ha sufrido con los tintes, los lavados... Se lo ve falto de frescura, machacado por las sesiones de maquillaje y peluquería.

Cada vez que volvía los ojos hacia ti para ver si habías cesado de estar pendiente de lo que acontecía en mi mesa, me topaba con una rápida reacción de tu parte. Era como si hubieses intuido que yo te estuviera volviendo a contemplar e, inmediatamente, me devolvías el envite.

Yo sólo quería ser capaz de encontrar un momento en el que poder observarte central3discretamente, comprobar que esa cicatriz que tienes bajo la mejilla derecha es real, sondear el pozo de tus negros ojos. Pero no me dabas cuartel. Y acababa retirándome.

Y es que no me podía caber en la cabeza que yo hubiera podido despertar el interés que me estabas demostrando. No se te veían maneras de femme fatale. Todo lo contrario: parecías ser una joven sencilla, sin maquillar, vestida con colores oscuros para no atraer demasiado la atención de la gente. Llevabas todo ese rato siendo sincera contigo y, ¡ay de mí!, conmigo mismo.

No sé cómo pero conseguí mantener el compromiso verbal con Mafalda mientras seguía intentando pillarte en un renuncio. Los minutos fueron cayendo hasta que tu interlocutora y tú decidísteis poner fin a vuestra cita.

Pedísteis la cuenta, pagaste tú, salísteis por nuestro lado. Me lanzaste una última mirada divertida, de refilón. No te volví a ver.

central5- Bueno, ya te habrás quedado tranquilo...
- Pues sí, Mafalda, pero fíjate en que tengo la impresión de que me ha querido dar a entender algo.
- ¿Qué?
- No te sabría decir exactamente. Algo como: "Tendrás noticias mías próximamente".
- ¿No estarás exagerando?
- Mira, esto no me había pasado nunca. De hecho, aunque te rías de lo que te voy a decir, has de saber que siempre he descartado tener cualquier tipo de relación con un famoso. No soportaría (por poco que fuera) estar en el candelero, salir en las revistas, tener que huir de los paparazzi... Ya sabes que, como se dice en francés, soy un poco "oso": fuera de la necesaria socialización y sus ramificaciones a las que me obliga mi trabajo, soy bastante solitario y cada vez más sedentario. Huyo de lo que antes se conocía como "el siglo".
- Pues nada, nada: ya veremos...

Una semana después, esperando a que comenzara mi clase de Pilates, agarré una revista en la que se anunciaba que habías roto tu relación con ese otro apuesto actor novel. No pude por menos que pensar que ésa estaba siendo tu señal, que estabas disponible.

central4Yo no he querido dar señales de vida hasta ahora pero sabe que he cambiado. Sé que estás con otro aunque creo que nunca es tarde si la dicha es buena. Además, me da que hasta ahora no has probado a estar con un hombre de mi edad. Peor presencia garantizada pero, ¡cuidado!, no es hojalata todo lo que reluce. Te garantizo emociones extraordinarias y bastante más chicha verbal de la que te hayan podido dar tus parejas.

Sé que es poco probable que leas estas líneas a pesar de que el último número de La Noche Más Oscura haya batido todas sus marcas. No se me ocurre por ahora ninguna otra manera de llegar a ti que no sea la que merecen los mejores principios y no soy de los que esperan a sus ídolos a la salida de artistas. Estoy abierto a todo lo que puedas proponer. Voy en serio.

Eso sí: acaban de reformar la cafetería de La Central y no nos parece que haya quedado bien. Así que las prácticas de portugués acontecen ahora en La Taberna de Ópera, que tiene unas sólidas mesas de mármol blanco y no queda mucho más allá. Ya sabes: los miércoles por la mañana. Mafalda está de acuerdo en esfumarse en cuanto te vea aparecer por la puerta.

Imprimir

lanochemasoscura