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Con las botas puestas

Ahora que supongo que todos tenemos un poquito más de tiempo para dedicarnos con mayor fruición y calma a todo aquello que nos gusta, me voy a permitir sugerirles que vean, completamente y en el orden en que vienen propuestos, estos dos documentos audiovisuales. Se trata de dos actuaciones protagonizadas en un relativo corto espacio de tiempo (no más de dos años) por Andrea Parodi, una de las voces más particulares de la música popular italiana y sarda.

La primera canción, Hotel Supramonte, fue compuesta por Fabrizio de Andrè durante su cautiverio en las montañas de Cerdeña a manos de la Anónima Sarda. Trata de la soledad del secuestrado que añora un amor que lo ignora. Viene precedida por un breve fragmento en el que el cantante genovés explica su devoción por la isla.


La segunda pieza, Non potho reposare, es una preciosa melodía amorosa en sardo logudorés que Parodi dedica a su compañera. Ésta sube a escena y comprobarán que sobran las palabras.


No es el momento de decir mucho más. Ya habrá tiempo y lugar para hablar de Cerdeña, del sardo y de los Tazenda. También de Fabrizio De Andrè, fallecido seis años antes.

A través de estos dos testimonios, deseo, simplemente, hacerles llegar mi admiración por todas aquellas personas que entienden vivir su vida como la sienten por encima de todos los reveses que ésta les pueda dar.

Misma persona, mismo lugar, casi mismo atuendo, muchísimo amor y la promesa de un descendiente que, un día, estará orgulloso de su padre.

Disfrútenlo.

 

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Himnos

Los grandes acontecimientos deportivos internacionales, como es el caso del Campeonato Mundial de Fútbol que se está disputando en Brasil, constituyen la ocasión en que más refulgen los himnos patrios. Y lo hacen como auténticos protagonistas del espectáculo servido en el preámbulo de los encuentros.

Se trata de momentos transmitidos en su integridad, respetados con un silencio protocolario por los comentaristas radiofónicos y televisivos, tras los cuales se hace inevitable el lugar común del periodista:

- Señoras y señores, se nos ha puesto la carne de gallina. Han sido setenta mil gargantas entonando a capella el himno nacional brasileño [no parece que haya otra manera de nombrarlo, n.d.a.].

Creo que estamos ante una ocasión única para explicar una de las características de las lenguas que hablamos, por lo menos de las occidentales. Se trata de su progresiva e inevitable desvirtuación.

Las lenguas son sistemas simbólicos que remiten a una serie de referentes reales o conceptuales con los que transmitimos mensajes. De la misma manera que los científicos apuntan a que en cada instancia de vida se puede llegar a reproducir el orden de un ecosistema e, incluso, el planetario o el universal, en el ámbito lingüístico los elementos más pequeños portadores de una carga simbólica suficiente se comportan exactamente igual que los agregados textuales. Y viceversa.

Quiero decir con esto que, de igual modo que se puede producir un desgaste simbólico a nivel de palabra (me refiero, sobre todo, a los típicos términos manidos como problema, importante, tema...), los textos corren el riesgo de perder calado en la cabeza del hablante. Hablamos, principalmente, de aquéllos que 'no está permitido' modificar, como por ejemplo, las plegarias, las letras de las canciones, los poemas. Con el paso del tiempo, se convierten en auténticas locuciones, es decir, aquello que los lingüistas designan como un conjunto tasado de palabras que subordinan su prístino sentido al nuevo que forman en su agregado. Estas locuciones son, pues, invariables y muchas de ellas encierran, como lo hace el ámbar con los insectos de otra época, palabras antiguas que sólo podemos encontrar ya en ese inmóvil y compuesto contexto. Pongamos, como ejemplo, la palabra fuer en la locución a fuer de ser sinceros.

La Etimología es la ciencia lingüística que se ocupa de indagar el origen y la evolución de las palabras que empleamos. Es la que debería ayudarnos a trascender la función con la que empleamos un término y permitirnos saborear lo que queda de su carga referencial en origen. La Etimología, de alguna manera, debería ser enseñada con más ahínco pues favorecería el modo en que los hablantes más jóvenes tomen conciencia de lo que es emplear, para empezar, su propia lengua. Otra asignatura pendiente.

La competencia etimológica podría contribuir, igualmente, a fundar la elección de un nombre de pila. Claudia suena muy bien pero es posible que a unos padres no les gustaría llamar 'coja' a su hija.

En materia de textos, el trabajo etimológico, por llamarlo de alguna manera, podría consistir en apropiarse del verdadero sentido de las palabras que recitamos o cantamos. Inevitablemente, ello nos conducirá a conocer las circunstancias en que tal mensaje vio la luz.

himnos2En lo que se refiere a los himnos y más concretamente al brasileño, me pregunto cuántas de esas enfervorecidas setenta mil gargantas estarían por la labor de entonarlo a capella sabiendo que:

         a. como buena parte de las composiciones análogas iberoamericanas, se trata de un poema lírico que ensalza las bellezas naturales del país. Bellezas que los gobernantes son incapaces de preservar y entregan en bandeja de plata al más inane desarrollismo,

         b. es difícil comparar la heroicidad del pueblo brasileño en alcanzar su independencia con la de otras naciones vecinas teniendo en cuenta que el Imperio Brasileño nace por ósmosis política. Me explico: una revolución expulsa a la familia real portuguesa de la metrópolis; el príncipe heredero, Pedro, se establece en la colonia que nos ocupa y la declara independiente a la vez que se autoproclama emperador. Mayor heroicidad por luchas intestinas brasileñas hubo en el primer tercio del siglo XX. Y mayor heroicidad es sobrevivir a la favela o a los grandes lobbies de la agroindustria,

         c. la referencia, ya en la segunda estrofa, a la igualdad de los brasileños, no por inevitable en este tipo de composiciones es menos sonrojante. Por cierto, veo más negros brasileños luciendo la canarinha que en las gradas,

         d. el Ipiranga, arroyo al margen del cual se dice que dom Pedro I proclama la independencia del territorio, es hoy un curso de agua de 9km altamente contaminado por vertidos industriales y domésticos alrededor del cual se ha montado una especie de parque temático histórico-natural donde se intenta recuperar una reliquia de bosque atlántico al sur de São Paulo. Por cierto, estamos ante un topónimo ('Agua Roja') que es la única referencia -indirecta- a los verdaderos y primeros brasileños.

Propongo, pues, que, para estas ocasiones, se elijan pretextos menos vergonzantes y comprometedores. La música brasileña está llena de ellos.


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Razón común española

Me he fijado en que, cada vez que alguien le cuenta a otra persona sus cuitas, éste tiene una pasmosa tendencia a empatizar. Lo hace con intervenciones generalmente cortas que interrumpen el discurso del emisor. Se trata de frasecillas como las siguientes:

- ¡Claro!

- ¡Qué barbaridad!

- No, si te entiendo perfectamente...

Estos halagos refuerzan al protagonista de la situación comunicativa, 'le dan carrete' y lo pueden, incluso, llevar a tergiversar sobre el análisis de la situación referida desde su punto de vista.

Tras la conversación, el confidente sale convencido de su interpretación. Su escuchante (generalmente un amigo, un familiar o un conocido) 'le ha dado la razón'.

En español, en francés, en italiano y en portugués (por citar las lenguas románicas más empleadas), se 'tiene razón' como si se tratase de 'calor', 'frío', 'vergüenza', 'miedo', etc. Se trata de antiquísimos complementos directos que se han vuelto tan esenciales que van camino de formar auténticas locuciones verbales, un todo intransitivo y bastante, con su verbo 'tener' conjugado.

Por analogía con las otras construcciones, no interpreto que 'tener razón' (en todas estas lenguas) signifique poseer la verdad absoluta sino más bien estar cargado de argumentos suficientes en cantidad y calidad que sustenten un determinado análisis de los hechos.

Sin embargo, las dos lenguas ibéricas son las únicas que colocan el artículo determinado femenino en la construcción 'dar la razón'. Y esto sí que merece una reflexión que pueda explicar el carácter barroco y maniqueo de los pueblos de la Península. En esta acepción, se nos presenta 'la razón' como única posible y aquél a quien se la otorgan, como una especie de elegido adalid. Figúrense Vds. lo que puede envanecer íntimamente el que uno sea, para el caso, el solo depositario de lo juicioso. Y lo entorpecedor que resulta para propiciar cualquier tipo de negociación, de matización, de intercambio de pareceres. Una expresión, al fin y al cabo, que impide a su destinatario todo juicio autocrítico. Algo muy poco formativo.

razon2No es extraño, pues, que, a partir de ahí, en nuestra lengua de Cervantes (y en la de Camoens) se 'tenga' o 'no se tenga razón'. En francés y en italiano, 'no tener razón', se puede enunciar positivamente: 'avoir tort', 'avere torto'. De ahí, locuciones del tipo: 'à tort ou à raison', 'a torto o a ragione', 'con razón o... sin ella'. ¿No les parece pernicioso para el desarrollo intelectual en español (y en portugués) esta carencia?

El hispanófono que se asoma al francés se asombra de lo pergeñada que está la lengua del país vecino para articular el discurso. No es casual que todos los alumnos franceses de bachillerato deban estudiar Filosofía y que en todas las pruebas finales de este ciclo educativo haya una disertación. Me pregunto cuántos estudiantes españoles de dieciocho años serían capaces de saber lo que significa 'disertar'.

Nosotros somos más de sentimientos, de banderitas, de inefables adscripciones. Así, solemos decir, incluso, que 'el corazón tiene razones que la razón no entiende'.

Así nos ha ido. Y así nos va.

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