mercado
  • Home
  • Noctámbulos
  • Mercado Navas
  • ¡A mi, plín!

Perder

perder1

El mamífero humano no está programado para perder pero quizás sea ésta la cosa más importante que deba aprender a lo largo de su vida para seguir campando.

perder2Perder afectos, perder salud, perder dinero, perder para ganar, para salvar el honor o la dignidad, para hacer feliz a quien se quiere de verdad. Aprender a perder, encajar las derrotas sublima nuestra condición y, muchas veces, nos conduce, a medio y largo plazo, a ganar. Ganar en autoestima, ganar en reconocimiento, ganar en tranquilidad, en paz de consciencia.

Nos pasaremos la vida aceptando la pérdida para prepararnos también a saborear mejor las victorias y la dicha que procuran. A veces, ésta tan sólo viene de tener presente que no se ha perdido, o perdido demasiado, durante una temporada.

Sólo sabiendo perder estaremos en condiciones de apreciar lo que significa no perder e, incluso, ganar.

Los hay tan instalados en lo del guardar la ropa que le llegan casi a tener miedo a ganar por el riesgo que conlleva tener que acabar perdiendo lo que se ganó. Yo les aconsejaría que se olvidaran de ello pues, al final, lo perderemos todo. Hay que disfrutar de lo ganado pues su caducidad puede revestir mil formas.

perder3Pensándolo bien, esto de perder es bastante relativo. Teóricamente, sólo se puede perder aquello de lo que se ha gozado, indepedientemente de que se haya batallado o no para conseguirlo. Es por ello por lo que, de entrada, pierde menos aquél que menos peleó por conseguir lo que disfrutó o no saboreó suficientemente mientras estaba a su disposición.

De este modo, perder se vuelve, en la mayor parte de los casos, una cuestión de interpretación subjetiva. Si conseguimos acotar esta percepción, pocas serán las pérdidas que nos afecten y las que subsistan y nos pesen serán aquéllas que, de alguna manera, no hagan sino recordarnos lo felices que pudimos llegar a ser en un determinado momento de nuestras vidas.

Si somos capaces de reconvertir estos momentos de felicidad perdidos y la nostalgia que acarrean en palanca para sentirnos mejor en el sentido en que debemos estarle agradecidos a nuestra vida el que nos hayan sido dados, estaremos en condiciones de ser un poquito más felices en el presente y más dispuestos a aprovechar lo bueno que vayamos construyendo o recibiendo de la fortuna.

perder4Y como una reflexión nunca está suficientemente documentada sin indagar en el origen de la palabra que la suscita, deben Vds. saber que perder proviene del latín perdere, palabra, a su vez, compuesta por el prefijo perfectivo per- (que aporta el significado de completamente) y el verbo dare, que no necesita traducción pero que, en este caso, se convierte en -dere por el fenómeno de la apofonía (una vocal breve, en este caso la a, cambia de timbre al anteponérsele un prefijo u otra raíz léxica).

O sea que la carga semántica inicial de perder es la de darlo, entregarlo todo. Un valor que seguimos encontrando en expresiones como perder el tiempo.

A estas alturas, tan sólo espero que no lo hayan Vds. perdido leyendo estas modestas consideraciones alumbradas en las profundidades del verano

Imprimir

¡Bum (, bum)!

bum1

No somos nadie. Nuestras vidas consisten en enfrascarnos en dinámicas y circunstancias cuyo principal objetivo no es otro que el de hacernos olvidar que somos el fruto del azar y estamos condenados (la mayoría) al olvido en un par de generaciones.

bum2Estamos de paso, somos meros gestores de lo poco o lo mucho que nos pueda pertenecer hasta que pase a manos de otro, que mejorará lo que hemos hecho o lo dilapidará. Nada podremos hacer al respecto.

Vamos acumulando experiencias y almacenando recuerdos hasta el punto de que una buena definición de lo que somos podría ser la de un archivo de memoria en constante expansión hasta que todo acaba haciendo ¡bum!

Movidos por filias y fobias, vamos cumpliendo años sin pararnos a pensar en el milagro que se obra cada día en que vivimos: una conjunción de circunstancias propias y ajenas sobre las que recomiendo reparar cada vez que alguna preocupación nos atenace sobremanera.

bum3Imagínense, por ejemplo, lo relajado que pasaría a estar un jugador de fútbol a punto de tirar el penalti que le diera el triunfo a su selección en el último segundo de la final de un campeonato del mundo si fuera capaz, por un instante, de verse a sí mismo como un nimio ser vivo en un rincón de un planeta insignificante del gigantesco universo en el microsuspiro de la existencia de éste.

Un amigo gaditano compara a la Humanidad con un moho que ha recubierto el planeta y lo ha transformando en su mundo. Mundo que acabará cuando el planeta se resfríe y en un ¡bum! nos mande al garete. No son cuentos chinos, ya ha ocurrido unas cuantas veces. Tuvimos la suerte de no existir por entonces o de no haberla liado hasta los niveles que conocemos hoy en día.

El planeta puede hacer ¡bum! pero, al paso que vamos, también nosotros le podemos hacer ¡bum! al planeta. No me extenderé en referir los múltiples modos en que nos hemos especializado en cargarnos el barco al que nos hemos subido.

bum4Pero es que no hace falta proyectarse tan alto o tan lejos para darse cuenta de que tendríamos que alabar a cada segundo que pasa el nombre del Ser o el No-Ser que ha hecho posible el milagro de nuestras vidas. A principios de año, me hicieron por vez primera un ecocardiograma. Esta prueba se la recomiendo a los más enajenados por sus cuitas. Consiste en una auscultación del corazón repercutida en una pantalla y unos altavoces por los que el médico obtiene toda una serie de datos precisos para emitir un diagnóstico sobre el estado del funcionamiento cordial del paciente y éste se queda pasmado en la contemplación amplificada de tan maravilloso mecanismo. Una bomba autónoma que no parará de latir toda nuestra puñetera vida y sin cuyo funcionamiento no habrá tal. ¡Bum, bum! ¡Bum, bum! Y, así, hasta que todo acabe.

Por cierto, habría que corregir el modo en que consignamos la onomatopeya de marras pues, en realidad, el sonido que emiten las válvulas no es comparable a un tamborileo sino más bien al ¡yap, yap! de un perrito. Los ancestros lo sabían, de ahí nuestro latir, que procede del latín glatire, emitir un pequeño ladrido.

Y todo este circunloquio para volver a concluir que la Etimología nos ilustra y nos redime.

Imprimir

Eso

eso1

Eso lleva ahí un tiempo indeterminado. Puede que alcances a saber en qué momento se insinuó para tus adentros pero lo más normal es que no aciertes a saberlo con precisión. Quizás estuvieras predispuesto a ello o todo no fuera más que el fruto del azar. Otra vez más.

eso4El caso es que eso, consciente o inconscientemente (más bien por lo segundo pues, de otro modo, no estaríamos hablando de ello como lo hacemos), se fue instalando, haciéndose hueco y desarrollándose.

Lo habías olvidado completamente y ni sospechabas lo que iba fraguando. Seguías haciendo tu vida, ocupado en lo inmediato y pensando en otras cosas. El control que crees tener sobre la corteza de tu vida te hace creer que trasciende a las demás esferas de tu ser. Pero te equivocas. Y lo sabes. Sólo que te resulta imposible tener, cada día, la presencia íntima necesaria para tomar conocimiento de los procesos que tienen lugar en los recovecos de tu fuero interno. A esto lo llamarían hoy gestión eficaz de los parámetros emotivos. Algo parecido a los pimientos de invernadero: impecable apariencia mas nula consistencia.

eso2Hasta que, un buen día (o un mal día, según de aquello de lo que se trate), eso, que ha ido paulatinamente escalando niveles de autoconciencia, llama a la puerta del nivel en el que sólo tú ejerces de carcelero mayor del reino. Y te pide que le concedas el tercer grado.

- ¡Cómo? ¿Un preso cuyo cautiverio ignoraba?

- Mira, chaval, no te hagas el sorprendido cuando llevas ya un buen tiempo amasando mi existencia. Conque puerta y aire, en el mejor sentido, para mi menda...

Todo esto ocurre, por supuesto, por lo más bajinis del mundo y en fracciones de segundo. En realidad, estás tan sorprendido (y eso lo sabe) que, seguramente, tomarás la decisión de darle rienda suelta. Y lo acabas haciendo.

Entonces, eso te sale por la boca y-o por los poros. Tus gestos y ademanes te traicionan. Algunos que se precian de conocerte dirán que no eres tú. Otros podrán decir todo lo contrario: que te estás haciendo un gran favor dejando que eso aflore. Que ahora es cuando estás siendo verdaderamente tú. Y, en cuanto puedes, piensas:

- Pero ¿cómo puedo ser verdaderamente yo cuando ni siquiera sabía que eso me habitaba hace cinco minutos?

eso3El caso es que la frasecita de marras, pronunciada por alguien que dice conocerte bien, te saca de quicio. Y no por lo que dice o cómo lo dice (de hecho, es buen síntoma tener a alguien que se atreva a decirte ese tipo de cosas) sino porque te defrauda el hecho de comprobar hasta qué punto te desconoces o hasta qué punto lo que eres no lo decides tú sino todos aquellos de los que te rodeas.

Eso llegó y salió de ti para quedarse prendado en la pechera de tu uniforme junto con todas las condecoraciones que has ido mereciendo a lo largo de tu vida.

¿No querías introspección? Pues eso.

Imprimir

lanochemasoscura