daniel

El infierno está dentro de nosotros

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Abro la persiana. Hace un día precioso y digo "mierda". Me sorprendo a mí mismo. Sonrío. Aún tengo la suerte de sorprenderme por algunas cosas. Hay pelos de gata en el edredón. Si hace sol lo más normal es que tengamos la terraza a tope. Las sábanas se me quedan pegadas en los dedos mientras extiendo el edredón hacia delante, hasta cubrir la almohada. Estoy demasiado cansado como para hacer la cama en serio. Las yemas se me agrietan por los químicos que usamos a diario. A veces las grietas se abren solas y sangran. A veces las heridas tardan mucho en cerrarse. A veces me duelen todo el tiempo y entonces dejo de sentir dolor. Gilles de Rais en el confesionario.

Es viernes y hoy comencé el turno de las siete de la mañana. La casa está hecha un desastre. María trabaja todos los días. Yo libro los jueves pero aún falta una eternidad. Los cacharros sin fregar. Pasar por todos esos días de infierno pensando únicamente en ese jueves que está
tan
lejos
y que parece no querer llegar
nunca.

prietoo2Los jueves son la esperanza y la luz. El único motivo. La meta de cada día. El hilo de ilusión que queda. La puerta que aún se puede abrir. El olor a café recién hecho por las mañanas. Acariciar tu pelo. Los jueves son todo lo que me queda. Sentarme y relajarme un rato y pensar que, a lo mejor, las cosas podrían cambiar algún día. El brillo en los ojos de Martín, su voz que compensa todos los males. "Eres el mejor papá del mundo" escrito en una pizarra. Eso son los jueves para mí. Pero para que llegue el jueves tienen que pasar los viernes, los sábados, los domingos, los lunes, los martes y los miércoles. Tiene que pasar todo ese infierno y, mientras, la vida se me va escurriendo entre los dedos. Luis Alfredo Garavito en Disneylandia.

Tenemos lavavajillas pero, no sé cómo, toda la cacharrada acaba acumulada en el fregadero. María y yo discutimos a menudo porque yo meto las sartenes en el lavavajillas y ella dice que no se meten. Algunas noches estoy en el salón viendo alguna de esas series de mierda cuando los niños duermen y entonces aparece en el quicio de la puerta, sujetando la sartén en alto sin decirme nada. Y me repite siempre lo mismo: "Las sartenes no van en el lavavajillas, no me canso de repetírtelo". Yo suelo contestarle que mi madre siempre me dice que las sartenes y las ollas, e incluso el termomix, pueden ir al lavavajillas. Entonces la cosa suele complicarse y lo más normal es que acabemos discutiendo. Hay cáscaras de pipas debajo de las sillas de la cocina. Alguien debería barrerlas. Andréi Chikatilo a la puerta del colegio.

prietoo3Mi vida de mierda hacia ninguna parte. Canallas. Miserables. Nos han engañado a todos. Los gimnasios están llenos de gente que sigue entrenando con mascarilla. Los veo pedalear como imbéciles en sus bicis estáticas mientras conduzco de vuelta a casa. Los cementerios también están llenos de gente, pero estos ya no entrenan y no tienen que llevar mascarilla. Están muertos, tanto como esos que pedalean hacia ninguna parte. Bueno, sí, hacia el cementerio cada día un poco más. Gente toda que se cree tan importante como para que el mundo se tambalee por su pérdida. Gente que se cuida muchísimo y se hace vegana pensando en el bienestar animal. Animales a los que les importamos una puta mierda. Gente tan equivocada pero super en forma. O sea, tía, te lo juro. El mundo seguirá precipitándose hacia el abismo sin que importe ni una puta mierda tu muerte ni la de
tu
puta
madre.

Jeffrey Dahmer en las distancias cortas.

Te morirás, y tus hijos morirán si es que tienes la suerte de poder tenerlos, y los hijos de tus hijos también morirán si es que tu estirpe llega tan lejos... y no pasará nada, señores. Un poco de calma. El circo continuará su función con nuevos payasos. Tus huesos quedarán reducidos a la nada y tu tumba desintegrada y
un
día
nadie recordará quién cojones fuiste tú y entonces, a lo mejor, te entran ganas de seguir pedaleando para irte a la puta mierda para siempre. En la intimidad con Albert Fish.

prietoo4No comprendo que haya personas que ignoren que la industria farmacéutica mercadea con la muerte. Siempre ha sido así. Alguna gente se escandaliza porque esas empresas no ceden la patente de la vacuna contra el coronavirus. Alguna gente imbécil. El sufrimiento humano es el negocio más rentable del mundo. Las guerras, el motor del capitalismo. Muerte y destrucción para que podáis subiros vuestras fotos a Instagram poniendo morritos. El infierno está dentro de nosotros. Ted Bundy en tu boda.

Me meto en la cama deshecha aprovechando que Roque por fin se ha dormido. Hay motas de polvo en las esquinas. La ropa sin planchar está apilada en la cocina. Cierro los ojos. Me quedo dormido. Sueño que estoy trabajando y que son dos descafeinados de máquina dobles sin espuma y sin lactosa en vaso de cristal con sacarina templados pero con doble carga y tener la certeza de que voy a morir para esto, para desperdiciar mi vida entre cretinos. John Wayne Gacy en la guardería.

Desde que tengo uso de razón recuerdo a mi madre discutiendo con mi abuelo. Discutiendo de la ostia. Era la única de sus hijos que se atrevía a plantarle cara. Mi abuelo es una de esas personas de antes, acostumbrado a que su mujer le hiciera las comidas, le rascase la espalda y le trajese las zapatillas. No había ningún tipo de desprecio hacia mi abuela en lprietoo5os hábitos de mi abuelo. Simplemente tenían como una especie de acuerdo tácito entre ellos y se repartían las tareas. De joven, mi abuelo era capaz de comunicarse con las vacas, que le obedecían de una forma increíble. Montaba follones en las tabernas cuando bebía demasiado y, a veces, mi madre tenía que ir a buscarlo a la taberna. Mi abuela la enviaba a ella a buscarlo porque era la única que tenía el valor suficiente como para meter en vereda a aquél hombre fuerte y estruendoso que maldecía en voz alta. Cago en todos os santos e nos pilares do ceo, solía decir. Mi abuelo enterraba a los gatitos recién nacidos y trataba con cariño a sus cerdos. Discutía con todo el mundo y a menudo se metía en líos pero siempre era el más cariñoso con sus nietos. Sabía qué tiempo iba a hacer con solo mirar hacia arriba y bebía los cubatas directamente preparados en una botella de Cocacola de dos litros que mi abuela le preparaba con toda la buena intención. Solo é ron mais Cocacola, eso non lle fai mal. Ahora mi abuelo es como un niño otra vez. En cierto modo él ya apenas está entre nosotros. A sus 94 años requiere cuidados constantes. Mi madre siempre está a su lado, hablándole y cuidándolo con tanto cariño que hace que de repente aún tenga fe en la Humanidad. Me gustaría poder ser algún día como mi madre, o por lo menos la mitad de cómo es ella. Me gustaría algún día poder sentirme tan querido como mi abuelo. Me gustaría que supieses, mamá, que estoy tan orgulloso de ti que no me atrevo ni a decírtelo.

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