Admiro a los suicidas
Admiro a los suicidas. Profundamente. Su valentía me sobrecoge. Esa decisión de abandonar la propia vida por algún motivo. Ese alejamiento total de lo físico. Esa entrega total que más allá de uno mismo. Ese breve instante en que cesa el egoísmo. Y venas cortadas o cráneos aplastados contra el asfalto. Lírica carmesí. Esa decisión tomada en, quién sabe, un par de segundos. Arrobamiento. Ese plan urdido durante años, en secreto. Solo el propio suicida lo sabe. Oscuridad: ausencia de luz. Aplaudo esa superación del burdo impulso animal, esa victoria mística sobre lo instintivo y esa entrega sin concesión a los brazos de la muerte. Porque representa la superación del ser humano de sí mismo. Suicidas, hombres del futuro. Quien se vence a sí mismo es la fuerza. ¿Quién fue Jesucristo sino el primer gran suicida de la historia, que se entregó a los brazos de sus asesinos con una sonrisa en los labios? Su ejemplo, aunque desvirtuado y manipulado, aún hoy nos conmueve por su crudeza. Las ataduras de las cosas y de las personas que se quedarán aquí cuando nos hayamos ido, a veces nos impiden ver más allá. Ir más allá. Morir es parte del juego. La tontocracia anglosajona está socavando nuestra visión tradicional de la muerte. No sabemos ni morirnos ya sin que sea como en una teleserie americana. Dadme mi collar de castañas de Difuntos y dejadme que vaya a comer con mi familia al cementerio; pondremos el mantel sobre las tumbas de mis antepasados. Les tiraremos un poco de licor de hierbas sobre sus lápidas. Mi tío Benito estará encantado. No hay dolor después de dar nuestro bien más preciado, nuestro regalo nunca lo suficientemente valorado, nuestra joya tan efímera: la vida. Lo saben bien los que han decidido marcharse por sí mismos. Suicidas, sois héroes de la Humanidad. Porque lo que tenéis de Dios en vuestro interior, como cada uno de los hombres, permanecerá siempre en vosotros. El mundo es un lugar despreciable y no somos quienes deberíamos porque el común de los mortales no poseemos la entereza suficiente como para intentarlo. Solo algunos tienen el coraje necesario para mandar todo a tomar por culo. Mejor siempre el suicidio que el destierro. Preferible beber la cicuta, como Sócrates. Los medios de comunicación no hablan de suicidios pero en la tele sale Belén Esteban. Para pegarse un tiro. En el telediario no salen coños ni pollas pero sí niños muertos palestinos. Valientes suicidas, hacéis que podamos ver lo que todavía es hermoso en medio de esta puta mierda.