daniel

Jesucristo, pase de mí ese coño

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La cuatra de febrera de la aña 4025 de La Diosa dejaron de nacer hembros de forma definitiva. La Vulva decretó, por unanimidad de La Mesa matriarcal, el cese definitivo de la producción de esas formas de vida menores, por el engrandecimiento y la gloria de la Femeneidad en su camino incesante hacia la perfección absoluta y vaginal, más allá de todo género. Palabra de La Diosa madre, amén.

jesucristo2Durante milenios, las seras humanas nos vimos en la obligación de compartir espacio con los hembros y su pútrido legado. Sufrimos su lascivia, su violencia y odio atávicos. Hubo un tiempo en que nosostras follábamos los coñitos de los hembros con nuestros penes. Pero eso ha quedado atrás. A partir de hoy quedan definitivamente exterminados. Hoy la madre Tierra queda libre del rastro de esos infraseres. Las hombras nos enorgullecemos de haber vencido, de forma definitiva, esta batalla contra la barbarie machista. Ningún femio podrá atreverse a alzar su pene desafiante jamás. Nunca más. Ninguno de ellos volverá a tener voz ni voto. Ningún coño volverá a ser profanado por la violencia fálica. Ningún registro de ningún hembro constará en los archivos de La Mesa. Todo el hedor machista será borrado de la historia.

Ha sido un largo camino, hijas mías, pero hoy podemos alzar nuestros senos al aire, pezones endurecidos, proclamando la victoria del matriarcado. No más hembros con sus lastímeros sexos hinchados, no más muerte y destrucción machistas. Hemos puesto fin al genocidio feminista. La concha abierta ha vencido. El ansia y el hambre han vencido. La herida abierta y palpitante ha vencido. Los senos derramando leche materna han vencido. La sangre brotando del terreno yermo ha vencido. La madre ha vencido a la muerte. Madre cósmica, llévanos al mundo futuro. Amén.



jesucristo3Ningún tirano nacerá ya. Ningún dolor más. Solo el denso calor de la Madre. Solo el útero redimido, solo el calor maternal, solo la hembritud. Solo mujer. Calor. Leche. Vida. Hogar. Solo siempre femeneidad. Niña, esposa, puta, sacerdotisa y amiga. Pongamos todas nuestras naves gineceicas rumbo a nuevas galaxias, entornemos los ojos hacia un nuevo despertar. Vulva sagrada, llévanos más allá de los confines del universo, más allá de la materia y el tiempo. Guíanos con tu luz y desenreda las trompas de falopio siderales, ¡oh, gran Coño! Haznos trascender a la menstruación, hacia nuevos estadios donde ser Mujer resulte aún más bello y elevado. Comadres, amémonos un poco más cada segundo, como Lesbos nos enseñó.

Jesucrista, pase de mí ese coño. Madre todopoderosa, obra una vez más tus milagros y convierte en vino esta sangre menstrual. Porque ya no la necesitamos para nada más que para el regocijo carmesí de su vacua contemplación. Sangre hermosa, en todo caso, derramada para mayor gloria de la Diosa Madre. Aña 4025. Los pocos hembros que por error resultaron pergueñados desde hace siglos fueron rejoneados por turbas de rudas hombras sedientas de venganza. Hembros erróneos, entrad al ruedo, la muerte aguarda y ya no hay toros a los que lidiar. Ningún odio es suficiente cuando se trata de demostrarle a un femio quién tiene el control. Primero cortamos sus tendones para que tenga que arrastrarse por el ruedo, repleto de cristales rotos y hierros candentes. Se le obliga a desplazarse a lo largo y ancho del coso mediante la aproximación de antorchas de fuego, que las seras humanas portan con algarabía. Después vienen los latigazos, las banderillas y las descargas eléctricas. Tras rociarlo con sal y limón se le arrancan los ojos y los dientes. Se deja reposar durante unos minutos y tras molerlo a palos, si no ha muerto, se remata con la puntilla. Qué hermosa lección de vida. Qué lúcida victoria sobre la represión patriarcal. El hembro queda reducido al final a un amasijo de sangre y huesos. Metáfora sagrada del fin de su dominación y violencia sobre nosotras. El hembro ya no es nada. Jamás volverá a a existir en la Tierra ser tan execrable.



jesucristo4Vencido el Dios fálico en sus múltiples representaciones, tras la guerra de los mil años, la Vulva reina al fin. Ella es la luz, el camino y la única verdad. Jesucrista es su única hija. Vencido el prejucio antropofálico del sexo, las hombras podemos engendrar al fin nuestra propia prole. No más género. La lacra de la religión, propagada por los hembros desde tiempos inmemoriales, ha muerto para siempre. Ya no es necesaria toda esa violencia ni todo ese dolor. Podemos al fin prescindir de la barbarie de la cópula. Ningún macho podrá atentar contra la belleza vaginal jamás. Nuestros orgasmos nos pertenecen solo a nosotras, Hermanas, gracias a La Diosa. La Vulva hizo sabios nuestros cuerpos y los programó para que podamos parir a nuestras hijas cuando y cómo se nos plazca. No necesitamos vuestro esperma maloliente y dañino, ni vuestros músculos irracionales que tanta destrucción han causado. La Mesa hizo virtud de lo prohibido, nuestras genetistas son nuestras madrinas amantísimas. Cambiaron nuestros cuerpos, transformaron en belleza lo que ellos decían que no era hermoso. Coño eterno.


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