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Hay que ser muy imbécil para leer a César Antonio Molina

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Escupo en el pan vuestro de cada día, que cada vez es menos nuestro. Solo nos queda la lucha. Necesitamos una gran guerra, sangrienta y fraticida. Nos dan las migajas que les sobran haciéndonos creer que nos las hemos ganado. Algunos esclavos incluso dan las gracias a sus amos por permitirles seguir siéndolo. molina2Todo está perdido. Su mayor logro es habernos dado falsas esperanzas para que pensemos que podemos hacer algo para cambiar las cosas. Es mentira. Solo nos queda la violencia. Solo seremos hombres libres cuando asesinemos a los hijos que esclavizarían a nuestros hijos. Os digo “Feliz año” mirándoos a los ojos con una sonrisa, esperando que tengáis muertes inminentes, lentas y dolorosas. Os deseo lo mejor para este año nuevo imaginando vuestros cadáveres pudriéndose a cámara rápida. Gusanos, carne podrida. Cerramos a las ocho de la tarde para poder ir a pasar la Nochevieja con nuestras familias. Hay un cartel bien grande a la entrada y otro detrás de la barra. Pero vosotros seguís entrando a la cafetería para tomaros los últimos descafeinados templados de máquina con leche sin lactosa y sacarina y son ya más de las nueve. Cadaverina. "¿Ya tienes lavada la cafetera? Es que queríamos tomar un café rápido". Así que sonrío mientras estrecho vuestras asquerosas manos esperando que muráis de cánceres a lo largo de este año, de todo corazón. “¿Nos da tiempo a tomar algo rápido? Un Brugal con Coca Cola y una caña”. Claro que sí, malditos hijos de puta, ojalá no sobreviváis a 2018.

Smirnoff con Trina de naranja.


Hay que ser muy imbécil para leer a César Antonio Molina. Pero hay que ser retrasado para COMPRAR un libro de César Antonio Molina. Teniendo en cuenta que puedes leer a cualquier otro. César Antonio Molina... vaya nombre pretencioso de mariposón del Opus Dei. Ministro de Cultura, la Casa del Lector, colaboraciones en ese anteriormente periódico y ahora panfleto llamado El País. Y a vivir que son dos días. Profesor en la universidad, extenso catálogo de títulos y premios a cascoporro. Homenajes en La Voz de Galicia y muchas palmaditas en la espalda. Y sus libros que no le interesan ni a su puta madre. César Antonio Molina representa todo lo que aborrezco en el ser humano. molina5César Antonio Molina es lo pomposo y lo cursi sublimados hasta la autopaja mortal. El más absoluto vacío. César Antonio Molina, si viniesen los extraterrestres y pidieran llevarse a uno de nosotros te entregaríamos encantados sabiendo que no regresarían jamás. Puedes contar esto en tus clases, César Antonio Molina, e irte a tomar por culo.

Mi abuelo se partía contándome cómo corrían las enfermeras cuando murió un viejo que estaba ingresado en su misma planta. Tenía una neumonía muy jodida. Casi no podía hablar del ataque de risa que le había dado. A sus 91 años conserva intacta la curiosidad. Es uno de esos hombres de hierro de los que ya casi no quedan. Hombres de palabra. Se ganó la vida matando cerdos y como agricultor. Imaginad lo contrario a César Antonio Molina y ese es mi abuelo. Era capaz de enterrar una camada entera de gatitos recién nacidos y de curar un erizo atropellado. Aquellas vacas, A Sabina y Lola, hacían todo lo que les decía. Algo casi sobrenatural. Bebía hasta la extenuación en las tabernas y lloraba cuando le enfermaba algún animal.

Me apunté a aquella oferta laboral para Project Manager en una conocida fábrica de cervezas. Podría decirle a mis colegas que era Project Manager. ¿Qué cojones sería eso? Quiero que vuelvas ya, María, para que veamos películas malas de amor y podamos permanecer horas abrazados en el sofá. Quiero ser el hombre que una vez te dije que iba a ser.


El Día das Letras Galegas acabarán dedicándoselo a Yolanda Castaño, a Manuel Rivas, a Antón Reixa o a cualquier otro comemierda. Es festivo en Galicia. El 17 de mayo de 1863 se publicó molina3Cantares gallegos, de Rosalía de Castro, la poetisa del funcionariado gallego, más pasada de moda que la tuna. La literatura a veces se abre camino entre la burguesía que concede premios y da recitales de poesía, otras veces no.

Quiero que vengáis a verme, Paco.

En mi bolsillo apareció el Dragón azul, como presagio de ese océano que estábais atravesando rumbo al Nuevo Mundo de Cabeza de Vaca, Bartolomé de las Casas y otros tantos hombres increíbles. Apareció mientras preparaba mi arroz de verduras, el que nunca cocino cuando tú estás porque sé que odias el pimiento rojo, elemento indispensable de mi plato estrella. He olisqueado tus pijamas, María. He hablado borracho y a oscuras en guaraní, la lengua de los dioses. Iporá. Rohayhu. He buscado tus ojos negros insondables en las alacenas, en mis entrañas y en los armarios. Sin éxito. He buscado a nuestro hijo entre las sábanas de su cama, entre mis más firmes creencias. Martín es nuestro Coyotito. Te dejé La perla de Steinbeck para que la leyeras aquella noche, poco después de habernos conocido. El viaje no es lo importante, lo que importa está más allá. Arrojemos ya la perla al mar.

Supongo que rodar con mi hijo sobre la alfombra peleando como dos tigres es la felicidad. “Papá, no quiero que vayas a trabajar nunca más”.

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