daniel

Jodido mundo inventado

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Antonio Medel Seijo Casal. Mi abuelo materno, demasiada pasión para los botones de cualquier camisa, nadie más que él se cagó tan bien y tantas veces en Dios y en todos los santos. De pie apurando el café con coñac en la pedida de mano de mi madre. Fructuoso Prieto Carro, mi abuelo paterno, sentado y con la camisa impoluta perfectamente abrochada, con cara de circunstancia. Dos estilos contrapuestos, dos formas diferentes de ver las cosas pero la misma alegría irreductible bajo sus ojos.

prietos2Tengo alguien que me quiere. Tengo unos padres que no me merezco y dos hijos maravillosos. Tengo varias guitarras y miles de cómics, mis libros, un ampli Marshall de cien vatios, un coche viejo y una hipoteca que pagar. Y listo. Mi ropa apilada en bolsas de plástico en una casa que no es la mía. La sensación de no tener un hogar y de no poder descansar del todo por las noches. Mi vida partida en dos mitades. También tengo dos años de paro y esa es toda la seguridad que hay en mi vida. Veinticuatro meses de prestación es toda la estabilidad que me queda. El resto es un abismo de incertidumbre que asoma a mis pies.

Y otra guerra que se enquista y todo el mundo feliz ante la pantalla. Reporteros de guerra felices de poder recordarnos que los bombardeos no cesan sobre Kiev, fantaseando con la idea de poder recibir algún impacto de metralla en el rostro para forjarse una hermosa cicatriz. Voluntarios felices de marcharse a Ucrania para contarnos lo dura que es la guerra al lado de los influencers. Vendedores de armas felices, amas de casa felices, homilías felices, tertulianos felices, asesinos felices y hasta tu puta madre feliz.

prietos3Acepté ir al loquero porque mi madre me lo pidió. Ella quería que fuese a Alcohólicos Anónimos pero yo le dije que no era necesario. Le cobró ochenta euros por cuarenta minutos de charleta; un negocio redondo. Valió la pena porque, a pesar de todo, ella salió muy contenta de allí. Es jodido cuando tu familia prefiere pagarle a un un psicólogo para que le diga lo que tú ya sabes: que no estás loco. Ojalá lo estuviera. Mi problema es que estoy demasiado cuerdo. Ochenta euros por una bonita retahíla de consejos, lugares comunes y frases al estilo Paulo Coelho. No me contó nada que no supiera. Pero mi madre se marchó de aquella consulta feliz y para mi, solo por eso, la clavada mereció la pena. Lo mejor es que mi madre me llevó allí medio engañado porque el tío era el loquero de Alcohólicos Anónimos. Se apresuró a corregirme que ese no era el nombre de su unidad de trabajo, cuyo nombre real mucho más bonito, largo y eufemístico no recuerdo gracias a Dios.

Me acababan de despedir hacía una semana. Había arreglado el papeleo del paro. Hacía un día precioso. Conducía hacia ti sabiendo que esa noche dormiríamos juntos, saboreando cada segundo. El sol brillando en el cielo, tu voz preciosa al otro lado del teléfono. Supe que ese era uno de esos pequeños momentos que debía retener en mi mente.

Zara Home. Zara Nairobi. La bofetada de Will Smith. El río de la sabiduría secándose. Omeprazol. La carne asada de tu abuela. Condones de oferta. La locura a la vuelta de la esquina. Cocaína ecológica. Nuestros cánceres esperándonos. La crisis existencialista de Tolstói. Colegios concertados para niños con altas capacidades, incapaces de tocarse sus propias pichas. La Guardia civil en casa de mis padres. Demasiado cuerdo para ver otra película de la guerra civil española, para pedirte ningún favor, para decir la última palabra. Demasiada mierda para tan poco culo.

prietos4Me apunté a la feria de empleo. El programa venía todo escrito en inglés y las charlas las daban chavales de veinte años que seguramente no habrían pasado por un divorcio ni por once años de matrimonio ni por ocho años trabajando de camarero pero que me iban a explicar cómo tenía que actuar para trabajar en aquellas empresas blancas, jóvenes, asépticas, sonrientes y tan modernas que usaban palabras incomprensibles para referise a cosas totalmente mundanas. Chavales que seguramente no habían leído las obras completas de Kafka. Me apunté a la feria de empleo solo para poder decirles a la cara que aún quedábamos personas a las que nos importaba más bien una mierda su dinero, sus palabras inventadas, sus puestos de trabajo inventados y su jodido mundo inventado.

Soñé que lloraba en el pecho de BIlly, que estaba postrado en una cama. Su cuerpo se había ido transformando en una especie de árbol, con la piel cubierta de musgo y cortezas como de pino. Todo lo que sé de él me ha ido llegando de un amigo en común que tenemos. Tenemos más miedo que nunca del prójimo. Tenemos más miedo que nunca de todo y menos cojones que nunca.

Varias veces quise abrazar a mi hermano y desahogarme con él y decirle que lo siento mucho y contarle todo lo que lo quiero. Para mi él sigue siendo ese niño tan inteligente que una vez me engañó y me dio a comer cera de su oido. Varias veces en que lo vi tuve unas ganas enormes de llorar abrazándolo con todas mis fuerzas. Mi hermano es mi mejor amigo. Tenemos una relación especial, muy atípica. Es la persona que más sabe de los Ramones del mundo. Si existiese una cátedra de los Ramones tendría que ser suya. Varias veces quise contarle que tengo una especie de tristeza insondable que a veces me posee. Y que otras veces siento una ilusión que me abrasa y que no me deja respirar y me siento la persona más afortunada del mundo. Varias veces pensé en abrazarlo y al final no lo hice. Tengo suerte de vivir rodeado de gente extraordinaria.

prietos5Me cuentas todas esas historias de tu padre con la misma ilusión que cuando las viviste. Me abres tu corazón y yo solo puedo permanecer ahí, mirando tus ojos tan hondos y tan oscuros como un gilipollas sin saber muy bien qué hacer. Tengo tantas cosas que decirte que las palabras no llegan. Y cuando sé lo que te quiero contar la curva de tu espalda es todo lo que puedo acertar a ver y todo se me olvida otra vez. La noche es nuestra y mañana ya veremos. Quererte como un coche bomba.

Yo tendría cinco o seis años. Mi abuelo Antonio me montaba en el carro de vacas. Íbamos por la carretera hacia la tienda de Carmiña mientras los coches nos iban adelantando. Él iba caminando delante de las vacas, a las que guiaba a la perfección con palabras cortas. Llevaba una vara con la que les golpeaba suavemente el lomo, mientras Sabina y Rosita iban sacudiendo sus rabos con alegría, espantando las moscas de su alrededor y rumiando. En la tienda mi abuelo se tomaba unos vinos y me compraba un chupa Kojac con el que me pringaba de la cabeza a los pies y nadie me echaba la bronca. De regreso me sentía el rey del mundo sintiendo el traqueteo de madera de debajo, con mi chupa, sin saber que recordaría ese momento toda mi vida.

Va por ti, Billy. Guárdame un sitio.

 

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