Bonifacio Singh: Madrid Sumergida
  • Home
  • Noctámbulos
  • Bonifacio Singh
  • Madrid sumergida

Yo voté a Sid Vicious (Somalia)

somalia1

Madrid. Recuerdo los veranos de los años setenta y ochenta como con una especie de neblina encima. Neblina que transporta arena marrón sobre un viento que quema. Veranos polvorientos y achicharrantes dentro de esta gran picadora de carne que es Madrid. Veranos de no hacer nada, de aburrirse, de caminar por descampados y por tierras aún casi desconocidas. Debajo de mi casa había un ángel. Ángel, el frutero. En realidad había dos fruteros en el barrio. Ángel y Paco. Eran las dos caras de una moneda. Ángel parecía siempre callado apollado sobre el quicio de la puerta de su frutería. Paco me gritaba cuando pasaba por delante de su destartalado escaparate. Ángel pasó casi cuarenta años despachando fruta bajo mi balcón, pero apenas cruzamos dos o tres palabras. Me miraba raro, y eso no me gusta. No era muy simpático. Llegaba a las siete de la mañana, primero del mercado de la fruta de Legazpi y más tarde de Mercamadrid, aparcaba su Renault y dormitaba hasta la hora de abrir. Madrugaban mucho los fruteros, tenían que salir a comprar a las tres y media de la madrugada para pillar buen género. Ángel no pisaba nunca el bar de enfrente. Paco era otra cosa. Llegaba media hora más tarde y se metía directamente al bar a tomarse un coñac. somalia2Después abría la tienda, y antes de empezar la venta volvía al bar a tomarse otro. A media mañana otro, y entre horas caería algún otro. Así se mantenía caliente. Ángel lo observaba desde su puerta pasar. Las dos tiendas estaban apenas separadas por treinta metros de acera. La fruta de Ángel lucía esplendorosa, de colores vivos, bien colocada. La de Paco era otra cosa. Era más de batalla, porque la elegía con menos cuidado. Le importaba a Paco menos la tienda. Abrazaba a las clientas, cosa que Ángel jamás hubiera hecho. Paco olía a coñac y a sudor. Ángel no sé cómo olía porque nunca me acerqué a él. La gente decía por lo bajini que Ángel era maricón. Él era algo fino, callado e incluso amanerado, pero tenía mujer y dos hijos. Su mujer vino del pueblo de mi padre a Madrid y se cambió el nombre. Tuvieron una hija aproximadamente de mi edad. Era simpática, pero no jugábamos con ella, no sé por qué, quizás porque su padre nos parecía callado y raro. Después tuvieron otro hijo. Un niño que nació con parálisis infantil. No podía caminar ni apenas hablar. La gente decía que era tontito. El chaval no era tonto ni mucho menos. Dicen ahora en el barrio, con estúpida admiración de idiotas de los de verdad, que tiene un buen trabajo y que se sacó una carrera. Pasó su infancia en la puerta de la frutería sin que nadie hablara con él, sólo lo escuchábamos balbucear como si fuera el hombre elefante. Y el pobre no era tonto, ni mucho menos, nosotros éramos los realmente gilipollas. Lo llevaban en un carrito de niño hasta que ya era muy mayor. Siempre sonreía, al contrario que sus padres. La gente, siempre maledicente e hija de puta, contaba por lo bajini que su madre había tenido un accidente de coche conduciendo su hermano cuando estaba embarazada, y que el niño había nacido tontito por éso. La gente hija de puta de Madrid. Varios millones de hijos de puta. El niño no era tontito. Vosotros sí que sois unos gilipollas integrales. Paco no tuvo hijos. Siempre estaba alegre, puede ser que por el coñac, seguramente. Un coñac, otro, otro, otro, otros tres o cuatro. Coñac, nectar de vida. Soberano, Terry, Centenario Terry, Napoléon y otros nombres de rey a cada cual más rimbombante. Cuando cambiaron el mercado de la fruta a Mercamadrid tuvo que sacarse el carnet de conducir y se compró un 1500 destartalado que se caía a cachos. Se compró una escopeta y fuimos de caza un par de veces con él. Pero no acertaba ni un tiro, no cazaba nada, puede que fuera por el coñac, porque fuimos de caza con una bota de vino mezclado con coñac. Se le daba mejor la pesca, era campeón regional de pesca, si es que de éso se podía ser campeón. Ángel hizo ahorros, pero Paco, con su fruta de batalla, vendía menos, y ahorraba menos. La fruta de Paco era más barata, lucía menos porque a él le importaba mucho menos el género que a Ángel. Si querías comer algo bueno se lo comprabas a Ángel, si querías hablar con alguien a gritos y carcajadas ibas a Paco, te vendía tres naranjas un poco pochas, te regalaba perejil, pegaba tres risotadas y te daba cuatro abrazos antes de marcharte. Me gusta el olor a coñac y a sudor, no me gusta el olor a colonia ni a maricón. No digo a homosexual, sino a maricón. Llegaron los años noventa y los hijos de la gran puta de los socialistas eran partidarios de abrir centros comerciales y supermercados. Alfonso Guerra es un patán ignorante que va de erudito, y no es más que un gilipollas más al que adulan porque es feo. Los socialistas tenían de socialista sólo el nombre, en realidad son unos hijos de puta más. Y las tiendas fueron cerrando, y los fruteros jubilándose, un poco a la fuerza, a la fuerza que marcan los políticos hijos de perra. Paco tuvo que cerrar porque no vendía casi nada. Siguió yendo con su mujer de pesca los fines de semana hasta que ella comenzó a sufrir Alzheimer. Ángel se fue a vivir a Pittis, a tomar por culo, somalia3yo creo que porque no le gustaba la gente del barrio, con razón, porque eran unos cabrones que decían que él era maricón y su hijo tontito. Me gustaría un día hablar con su hijo, de lo hijos de puta que fuimos con él. Paco sigue viviendo por aquí. Ronda ya los noventa años. Lo veo a veces caminando por la calle, siempre presuroso y a la carrera, como cuando era joven, sigue entrando en los bares a tomarse un coñac detrás de otro, abraza a la gente y pega grandes carcajadas. Cuando Paco cerró la frutería todos se preguntaban de qué iba a vivir, porque se veía que apenas había ahorrado. Le quedaban un par de años para cobrar una mísera jubilación. Se veía en sus maneras, en sus ropas que Paco no marchaba económicamente muy holgado. La gente murmuraba de ello como siempre, en plan hijos de puta. Hasta que una navidad le tocó la lotería. Un buen fajo. Un fajo gordo gordo. Porque Paco era de los que se compraba un número entero. Y desde entonces se ve que no le falta dinero. Se compró un Mercedes de los grandes. La gente flipaba viéndolo conducirlo. Es una de las cosas que me hacen sonreír en este jodido mundo, saber que Paco sigue bien rondando por los bares para tomarse su coñac, que está forrado y que se compró un Merceces para que os jodáis al verlo. Hijos de puta, ahora podéis hablar, de Paco, de Ángel e incluso de mí, todo lo que os salga de los cojones. Hijos de la gran puta. Vi a Ángel empujando por Bravo Murillo la silla de su hijo curentón. Tiene ya casi ochenta tacos pero sigue con su pinta aseada. A Paco lo veo de vez en cuando entrando y saliendo de los bares como un cohete. Pronto cumplirá los noventa años. Le pregunto a mi madre por él. Me dice siempre que su mujer está con alzheimer, que cuando la ve la abraza, y que le tocó la lotería, muchos millones, y que se compró un Mercedes. De Ángel me habla en tono más despectivo, insinuando siempre que es maricón y destacando que su hijo el tontito en realidad es muy listo. Siempre lo fue. En Madrid somos muy hijos de puta. La gente hija de puta de Madrid.

Miles de kilómetros.
Las putas calles ardiendo.
Puré de patatas
tortilla francesa con cebolla
y guisantes
rehogados.
Aunque yo quiera
y tu me lo pidas de rodillas
no podré hacerlo
nunca.
Somalia.
Mi hermana compra un perro
y cuando
se hace
viejo
yo tengo que ir a sacrificarlo.
Me acuerdo de su cara
mientras lo matan
me mira a los
ojos
hasta que se duerme
para siempre.
Océanos de tiempo
eterno
que pasa despacio
o muy deprisa.
Jugando a no ganar
aprendiendo a perder.
Sincéramente:
que os follen.

Miles de kilómetros.
Las putas calles ardiendo.
Espaguetis sin tomate
secos
con pimiento frito,
queso emmental semental
y taquitos de jamón.
Una doble penetración
te ha hecho
tu mujer con su nuevo
novio.
Soñáis con viajar a
Somalia.
Ella es feminista
de izquierdas y
solidaria
e hija de puta.
Con tu culo solidaria.
Solidaria rima con
Somalia
paraíso turístico en la Tierra. somalia4
Muy solidaria y muy
puta.
En los mítines y manifas
hay muchas
putas
así
y muchos hijos de
puta
como tú que
viajan,
cornudos,
en verano a La India
a hacer el bien y
selfis.
Haciendo turismo por los suburbios de Delhi
follándose putas sidosas en Mogadiscio.
Jugando a no ganar
aprendiendo a perder.
Sinceramente:
que os follen.

Miles de kilómetros.
Las putas calles ardiendo.
Arroz largo
del que no se pasa
nunca
con un poco de curry,
cebolla y
chorizo en
lugar de pollo,
o de tu polla.
No hay que cambiarse de hemisferio
hay muchas muchas muchas
y muchos
hijos de puta
aquí.
Folladores prosoviéticos
en folladeros
de chalet adosado,
pajilleros sensibles de concierto de
Marlango con
la zorra de Jorge
Drexler
encantada de conocerse.
Encantado de conoceros.
Segunda copa gratis
en todos los bares de Mogadiscio.
Jugando a no ganar
aprendiendo a perder.
Sincéramente:
que os follen.

Miles de kilómetros.
Las putas calles ardiendo.
Concursos de la tele.
Todos sueñan con viajar por el mundo
para hacerse selfis y
soñar con follar con
el vecino.
Cuando tu marido te folla
piensa en sus tetas
y tú notas que
te pone otra cara
mientras se le endurece.
Soñar con
Somalia
destino turístico
solidario.
Dejas a los niños con los abuelos
tu padre de pequeña te
amaba y
te metía mano.
Has hecho lo posible por olvidarlo.
Dices que su semen sabe a
escalibada de castañas
caramelizada
y a trufas del Sur de Francia.
Campos truferos en
Somalia.
Hay que ser hijo de puta
para vivir en
Somalia.
Follando por las calles
de Mogadiscio.
Encantado de conoceros.
Jugando a no ganar
aprendiendo a perder.
Sincéramente:
que os follen.

somalia5Pero ahora que me acuerdo, sí que voté una vez. Una sola. Yo voté a Sid Vicious. Me gusta esa escena de “La mugre y la furia” en al que Sid aparece en un parque con una camiseta decorada con una esvástica y sobresalta a un tipo bigotudo que descansa sobre una hamaca. Vicious se parecía a Punkoi, aquel punki del fondo Sur del Bernabeu al que una vez vi lanzar una botella sobre la cabeza de un recogepelotas en el Parque de los Príncipes. Hasta los nazis que predominaban en nuestro estadio adoraban a Punkoi, deseaban ser como él. Nancy Spungen tenía una tremenda pinta de zorra y de guarra, por eso resultaba tan atractiva para él. Sid era guapo y sin ninguna neurona funcionando, era maravilloso, encantador, un líder nato. Y tenía una gran mujer al lado, como todo gran hombre. Todo cabrón tiene una gran puta a su vera. Si hubiese durado más tiempo sobre la tierra Sid y Nancy se hubieran comprando un chalet en La Navata con una garita de la Guardia Civil en la puerta. Pero ellos tenían la dignidad de ser yonkis, no un par de gilipollas con pretensiones de salvar al mundo. Si Sid hubiese sido homsexual hubiera tenido un romance con Santi Abascal, alias “bocachocho” en los bares de osos de Chueca.

Yo voté a Sid Vicious
para presidente del gobierno
para alcalde
para ser mi representante político
en toda la superficie de La
Tierra.
Yo voté a Sid Vicious
para que Nancy Spungen fuese
primera dama,
porque Nancy era como
Jackie Kennedy pero
en una versión mucho más
puta y cerda
si cabe.
No habría cáterings ni
alabanzas gilipollas estilo Podemos
en los mítines,
solamente chutes.
¿Por qué no se mueren todos
de una puta vez?

Yo voté a Sid Vicious
para que invitara a heroína
y cocaína
a los Voxemitas Keynesianos y a los Podemitas
soplapollas
porque era el único ser que
podría unirlos en una coalición
que fuese hacia la extinción,
el único capaz de comprarse una pistola y
matarlos a todos sin
odio ni conmiseración,
con la mente en blanco.
La solución final.
¿Por qué no se mueren todos
de una puta vez?

Yo voté a Sid Vicious para
que le vendiera droga
adulterada
a Iñigo Errejón
y se muriera
con dolor
el cabrón
y para que pasado de espid
se follara a Manuela Carmena.
Hay que tener el estómago que sólo
Sid tenía cuando
iba ciego
para tocar siquiera con un palo largo a esa puta y arrugada vieja. .
Manuela gozaría por última vez del
sexo
antes de morir
gracias a Sid
porque su marido
el tío feo y viejo ése
es
impotente desde que
perdió toda la pasta en un pelotazo inmobiliario
en China, el gilipollas.
¿Por qué no se mueren todos
de una puta vez?

Yo voté a Sid Vicious
para que un día puesto
de perico
se afiliara a VOX y
defendiera las corridas de toros
y las corridas en tu cara,
y la caza cinegética de jipis
en otoño.
Promulgarían un decreto ley para
torturar al cantante de Cold Play
descuartizarlo,
y sodomizar al de Arcade Fair
con una farola.
Nancy Spungen se parecía mucho a
Isábel Díaz Ayuso

Yo voté a Sid Vicious porque somalia7
Nancy Spungen era tan preciosa,
tan bella
como Inés Arrimadas y tan
puta como Irene Montero
sobretodo cuando
Nancy iba puesta de heroína
y se le extraviaba un ojo regañado con el otro.
Gracias a Sid y Nancy
hubiesemos visto practicarle la eutanasia a
Felipe González
ese viejo hijo de puta,
y torturar al comemierda de Aznar,
el David Koresh del PP;
prohibiría que
Albert Rivera se follara a Malú
amordazada,
que se joda y la escuche chillar,
le obligaría a descubrir que
sin maquillaje no es más que
otro transexual del montón.
¿Por qué no se mueren todos
de una puta vez?

Yo voté a Sid Vicious
porque prometió campos
de concentración
en Centroeuropa
para internar a judios
comunistas
y a los Ketama, a toda la familia
Carmona.
Y Nancy Spungen iba a
ser la primera mujer presidenta
puta
y yonki
al
mismo tiempo.
¿Por qué no se mueren todos
de una puta vez?

Madrid me guía, nada me faltará. En sus lugares grises me hace descansar, junto a las podridas mansas aguas de su río me conduce. Restaura mi alma, me guía por senderos torcidos por el amor de su nombre. Aunque pase por sus calles de sombra a la muerte no temeré, ni mal alguno, porque Madrid está conmigo, su vara y su cayado me infunden aliento. Madrid prepara su mesa delante de mí, en presencia de mis enemigos, ha ungido mi cabeza con aceite usado, mi copa está rebosando, soy capaz de beberlo. El bien y la misericordia me perseguirán sin alcanzarme todos los días de mi vida, y en mi cueva moraré hasta el fin, mi cueva es Madrid. Madrid. Cuando oscurece en Madrid me siento en casa y seguro, aunque todo arda. Yo soy Madrid y de Madrid.


Imprimir

Comer mierda (R.D.A)

rda1

Madrid. Pasear por las calles de Madrid cuando el sol se pone te viste con una capa de invisibilidad. Soy un fantasma por tus calles. Cuando muera me apareceré en tus sueños o escucharás el ruido de mis pasos caminando desde mi casa hasta Atocha, y luego tomaré el metro en la esquina de la glorieta para volver como el fantasma del vagón. Seré como una neblina que viaja en el metro, el fantasma del puto suburbano. La capa de invisibilidad me protege. Voy buscando a otros invisibles. No los encuentro. Busco a esos para los que los demás no son actores secundarios, esa raza para quien todos son protagonistas. Una pareja, amigos de amigos, se separa. Me lo cuentan bastante tiempo después cuando pregunto por ellos. Ellos no lo saben, pero para mí no son invisibles. La gente me dice que es algo natural, que las personas desaparecen así, que es ley de vida. Nacen y mueren. No puedo entender que para vosotros sean invisibles. Se rompe una pareja y uno de los dos deja de existir para el círculo de amistades. Uno de los dos deja de ir a las fiestas y nadie pregunta por qué. Lo dan por hecho, debe ser así. No puedo evitar sentir pena y asco. Busco por las calles a esas personas que desaparecieron en la oscuridad. Sé que están ahí pero aún no he aprendido a interpretar las señales. Vagar por las calles buscándolos es como andar por el desierto o caminar sobre las aguas. El asfalto se abre como el mar Rojo y te deja pasar. Sé que están ahí pero no sé hacia donde tirar. Pregunto por la segunda persona de esa pareja, me miran raro por hacerlo. Salgo a la ventana y grito silenciosamente hacia la oscuridad para que aparezca. Seguramente no volveremos a vernos, pero estás ahí, en mi memoria. Me da la impresión de que tú también tienes esa capa de invisiblidad. Vidas habitadas sólo por actores secundarios de los que no se saben ni el nombre ni el por qué caminan por ahí, El reino de los que dan igual. Todos dan igual en realidad. Todos sois actores secundarios para todos. Menos para mí y los míos. Durante toda la historia del mundo ha habido guerras. Ha habido genocidios. Ha habido asesinatosrda2. Ha habido crueldad. Ha habido maldad, a secas. Han habido hijos de puta y santos, y santos hijos de puta. Pero lo que menos soporto no es todo ello. Lo que no aguanto es a las personas que ríen cuando creen que deben reír y que no paran de decirme cuando yo debo hacerlo o cuando debo sentir algo. Personas que aman el carnaval, la máscara de a diario. Personas que dicen que se divierten, que tratan de aparentar disfrutar. Carnaval, carnaval, hijos de puta del carnaval. No me van los disfraces ni los disfrazados. Prefiero el genocidio al carnaval.

En el piso de arriba de mi casa, el tercero C, habita un hombre peculiar. Cuando sus padres retornaron tras jubilarse al pueblo él se quedó viviendo en la casa. De joven coincidió con mi hermana en COU e hicieron selectividad juntos. Mi madre y yo lo apodamos “el mula”. “El mula” contaba a mi hermana y a sus amigos que quería estudiar para ingeniero agrónomo. No sé si aprobó o no selectividad, pero ahora reparte frutas y verduras a los bares en un camión. Ingeniero agrónomo. “El mula” cuenta la leyenda que tiene un sueño muy profundo. Es un ser asexual de más de cincuenta tacos y tiene un sueño muy muy muy profundo. Cuentas las leyendas urbanas, su compañero de piso en concreto lo cuenta, no se sabe si son pareja o no, creemos que no, pues eso, el cabrón cuenta de “el mula” que una vez tuvieron que tirar la puerta de una habitación de hotel abajo porque llevaba tres días seguidos durmiendo. Entraron con la policía y él se despertó, pagó los tres días de alojamiento y se marchó asegurando que se había quedado dormido, tres días. Yo no creo que “el mula” sea homosexual, es simplemente asexual. Nunca sonríe. Su padre tampoco sonreía nunca, era un tipo desagradable, pero “el mula” me provoca cierta compasión y ternura. Vende patatas y verduras con su camión frigorífico por los bares. Metió un compañero de piso cuando se fueron sus padres, el compañero de piso se ríe de él. Ingeniero agrónomo. Y entonces el otro día escucho decir en una sesuda conversación de gente muy inteligente, a otra persona no a “el mula”, que nunca habla ni ríe, que los controles de los aeropuertos son muy sexistas. Y se me va la pinza pensando mientras se explica, esta otra persona, sobre el tema, y sueño con meterle una patada en la boca y pienso en que si para ésto han servido sus becas Erasmus y sus carreras universitarias sin duda alguna “el mula”, aunque nunca sonría, es una persona mucho más útil a la sociedad con su camión de fruta que semejante gilipollas. Patada en la boca. Y después escucho otra conversación que habla sobre lo malo que es el azucar blando y se me va la mente pensando en lo bueno que era Mohamed Atta y sueño con las atletas de la RDA, que se pasaban el sexismo por la entrepierna tomando hormonas masculinas a saco y que se dejaban crecer aquellos felpudos en las axilas y que, aún así, Heike Dreschler nos ponía bastante. Mercadona no existía todavía, así que comían patatas empanadas empapadas con testosterona. Erick Honecker debía ser un cabrón, pero al menos no permitía que cuatro gilipollas fueran a Alemania a cursar becas Erasmus con la pasta de sus padres para luego hacerse los listos en el cuñadeo cotidiano. Meterles una patada en la boca es un sueño. Patada en la boca. Patada en la boca. Zas, en toda la boca. Me encuentro a “el mula” en el portal y me pregunta por mi madre, que qué tal está, me dice. Se lo digo a mi madre y nos reímos, porque nos produce ternura su bestialismo. Patada en la boca. Qué patada en la puta boca tienes.Hace algunos años comenzó la mierda esta de Feisbuk. La puta mierda ésta. Me metí la primera vez y creé una identidad que era una réplica de la de un antiguo amigo que trabaja en un telediario, bueno, esa es otra historia, ese hijo de puta que trabaja en un telediario al que cuando vuelva a verle le voy a abrir la cabeza por deporte. Otra historia. Bueno, pues ese tío denunció la identidad y la cerraron. La creé tres o cuatro veces y la cerraban, puse una cara de cerdo en vez de su foto, con su nombre debajo, su nombre de cerdo real. Repetí eso algunas veces con los hijos de mis amigos. Creaba su identidad cuando nacían, con su nombre. Uno de mis amigos me llamó y me dijo que su mujer exigía que yo cerrase la identidad, que la foca de su mujer iba a llamarme por teléfono y a mandarme a tomar por culo. Me hizo gracia. La verdad es que cambié de nombre la identidad pero dejé el apellido de ella. Ella tiene cara de cerdo también, en la vida real digo, no en la foto. A otro de mis amigos le hizo gracia el perfil de su hijo, se rió, pero esa es otra historia porque ese tipo es la sal de la tierra. Pero bueno. Entonces comencé a abrir identidades de dos tipos: tías buenas y personajes conocidos. Las tías buenas tuvieron resultados, buenos resultados. En pocos días llegaban al tope de cinco mil amigos, salidos que les pedían amistad y les escribían para babear. Tías buenas, tías buenas, más tías buenas. Abría una y zas, cinco mil amigos salidos, en un santiamén. El segundo tipo de identidades eran personajes conocidos. Abrí el de una política socialista, el de un miembro de la familia real, el de un líder ultraderechista, el del yerno de un antiguo presidente de gobierno, el de la mujer de un antiguo persidente de gobierno y el de un gran empresario presidente del club de fútbol más grande del mundo. A la política socialista la pedían muchos amistad y la escribían. Yo les contestaba siempre con educación, pero cuando iba a terminar la perorata siempre añadía que me ponía cachonda uno de los ministros socialistas de entonces, que me ponía el clítoris como una chistorra al verlo y remataba dicienrda3do que era un hijo de puta, el ministro, porque no me hacía caso. Este final causaba sensación y cabreaba a la mayoría. Conseguí varios miles de amigos, pero finalmente denunciaron el perfil y lo eliminaron. Una amiga me dijo que el yerno del expresidente era un hijoputa y denunciaba a quien le suplantara. No me denunció, pero eliminaron el perfil, a la identidad de su suegra también, tenía ya varios miles de amigos, pero los eliminaron los esbirros de zuckerberg. Lo que más me dolió fue cuando, tras varios años, se cargaron el perfil del presidente del club de fútbol más grande del mundo, también empresario de éxito. Le tenía cariño. Rápidamente consiguió cinco mil amigos. Y la gente lo amaba. Puse su foto, su nombre y un rótulo de presentación que decía: “no se engañen por mi asepcto, soy asquerosamente rico”. En la foto señalaba al frente con los dos dedos mientras hablaba a un micrófono. La gente lo adoraba. La gente lo apreciaba. La gente le escribía, a mi identidad falsa, pidiendo trabajo. Le contaban su vida y acto seguido le pedían trabajo. Todos los días alguno le pedía una oportunidad en sus empresas. Le mandaban cartas haciéndose los buenos, las buenas personas, para pedirle trabajo, un puto trabajo. Yo no contestaba a ninguno. No contestaba a nadie. Veían la foto y le escribían cartas. Asquerosamente rico es el tío y presidente del mayor club de fútbol del mundo, que curiosamente es el equipo de mi barrio, joderos, porque en mi barrio está el mejor equipo de fútbol del mundo. Pero lo mataron, su identidad falsa, no al magnate, sino que un día de buenas a primeras enchufé la cosa y ya no estaba. Y también me ofrecieron administrar la cuenta de Feisbuk de un aspirante a alcalde. La administré. Ganó por mayoría absoluta. Meses más tarde le metieron en la cárcel. Tengo muchos más amigos en Facebook que tú y que tú. Tengo como unos cien mil. Cien mil gilipollas como tú que se hacen fotos de los pies, que cuelgan fotos de su comida, que cuelgan demagogia política de izquierda y derecha para sentirse mejor, que cuelgan solidaridad y buenos pensamientos, que cuelgan fotos de sus hijos, de su familia, que cuelgan fotos de sus vacaciones en Thailandia, que se quejan de la insolidaridad social, que dicen a quién van a votar porque es la opción más justa para todos, que cuentan lo buenos que son, que se apuntan a causas nobles y que cuando cambian de pareja se hacen fotos con ella alrededor de una mesa de un restaurante chino sonriendo mientras se envenenan con sushi con anisakis y glutamato a gogó para que la persona a la que han dejado se joda viéndolo. Cien mil gilipollas como tú.



Un día llamó mi tía por teléfono a casa. Yo tendría ocho o nueve años. Mi tía vivía sola, en todos los sentidos. Cogí el teléfono y le dije todos los insultos que me había aprendido en el colegio. Insultos muy infantiles. Imbécil, idiota, asquerosa, subnormal, cosas así, riéndome. Pensaba que iba a reírse, que íbamos arda4 reírnos de las gilipolleces que había aprendido a decir en el colegio. Cuando terminé de insultarla colgué el teléfono entre carcajadas. Al rato volvió a llamar. Se puso mi madre. Mi tía lloraba como una fuente. No decía que yo la había insultado, sólo lloraba y lloraba, como un río, porque creía que yo se lo decía todo en serio. Mi tía era analfabeta, intentaba aprender a leer de mis libros de preescolar. Desde que su hijo se marchó de casa vivió en la más absoluta soledad, pero la soledad no le gustaba en absoluto. No puedo olvidar que se la escuchaba llorar al otro lado del teléfono, a distancia. Mi tía tuvo tres hijos y dos murieron muy pequeños. Su marido la medía el lomo. Mi tío, el hijoputa de su marido, murió de tuberculosis con menos de cuarenta años. No llegué a conocerlo. Ella fue viuda joven, pero nunca volvió a casarse, aunque un frutero y un huesped que tuvo la pidieron matrimonio. Cuando durante la guerra la tortilla cambió de lado mi tía tuvo que escapar al campo para que no la cortaran el pelo, y le llevaban a mi primo a escondidas para que mamara. Mi tía sufrió mucha soledad durante su vida. Pensaba en alto, parecía que hablaba sola. No puedo olvidar sus lágrimas al otro lado del teléfono, llorando con mucho ruido y como un torrente porque creía que yo pensaba que era imbécil, idiota y asquerosa. Ese llanto que escucho dentro de mi cabeza hace que camine conmigo por las calles de Madrid, que me haga compañía y que en vez de volver a mi casa en linea recta dé siempre un rodeo y pase por su puerta, aunque ya hayan tirado su casa hace muchos años.


No puedes detener lo que vendrá,
las cosas no esperan a nadie,
eso es vanidad.
Debes entender
mi pereza
como gasolina.
Comer mierda
cagar gloria.
Repetir tu plato favorito
una y otra vez,
saborear
todos la misma hez
con diferente nombre.rda6
Muerte.
República Democrática Alemana.
Drechsler, Gohr, Koch.
Salto de Longitud
y velocidad
al follar.
Follar no como tú
que lo haces de
forma frutal,
de uvas a peras.
Echar de menos tu coño
que nunca he violado
echar de menos tus tetas
que jamás he magreado.
Echar de menos tu culo
porque nunca podré
hacerlo filetes
ni
congelarlo
ni
degustarlo en porciones
ni
masticarlo a bocados
pequeños
lentamente para
que siente bien la comida,
hacer bien la digestión de tu culo
y el resto
venderlo a Mercadona
para dar vida
a
hamburguesas mitad
ternera,
mitad
cerdo y mitad
cerda.
No comas tan rápido
que sienta mal
devorar
hijos e
hijas
de puta.

Comer gloria
cagar mierda.
No puedes detener lo que vendrá
las cosas no esperan a nadie,
eso es vanidad.
Irse por
la pata abajo.
Debes entender a
esa puta,
la pereza
como gasolina.
Disolverte en ácido.
Erick Honecker
Cocinando tu hígado.
Muerte.
Heike Dreschler no llevaba bragas.
Marlies Gohr con sus
bellas y peludas axilas,
y la hijaputa de
Marita Koch
corren y corren
pero de tí
echo de menos ver cómo te corres
porque nunca he visto ni veré
cómo lo haces.
Filetes de pollo
con sabor a plástico.
Pollos que nacen
desplumados
criados con
amor.
Violados y castrados
saben mejor. rda7
Tripas.
Carne congelada
y descongelada
cien veces
rompiendo la cadena del frío con
calor,
carne mezclada con
heces de rata, con
restos orgánicos y con
fécula.
Amor fecal y fecular
secular y secularizado.
Colorantes y conservantes
que aportan buen sabor
Vitaminas y proteínas
venenosas.

No puedes detener lo que vendrá
las cosas no esperan a nadie,
eso es vanidad.
El cabrón
de Superratón te lo decía
que no olvidases vitaminarte y supermineralizarte
comiendo mierda y
cagando gloria.
Marco
follando con
Heidi
filmados por el abuelito
pederasta y maricón
héroe de los Alpes.
Debes comprender que
la pereza es gasolina
de tres mil quinientos octanos.
Que es keroseno de
mi cohete
dentro de mis podridas
arterias.
Comer gloriarda5
cagar mierda.
Repetir tu plato favorito.
No puedes detener lo que vendrá
las cosas no esperan a nadie,
eso es vanidad.
Llevo una semana sin ducharme
y no huelo mal
del todo,
y por mucho que te bañes
que te duches
que te desinfectes
no te vas a escapar
de la muerte.

Cuando atraviese las aguas caudalosas alimentadas por la torrencial tormenta del tiempo, Madrid estará conmigo en la memoria, y no me ahogaré en los ríos si pienso en volver a caminar por tus calles, Madrid. Cuando pase por el fuego, las llamas no me abrasarán, porque ya me quemé en tu asfalto, que arde en invierno y hiela en verano. Madrid. Madrid cuna y Madrid tumba. Madrid a secas, Madrid inundada, Madrid reseca, Madrid polvorienta. Madrid.

<para Daniel Prieto, María y Martín>


Imprimir

Vida hijaputa (Uzbekistán)

uzbekistan1

Madrid. De noche y de día Madrid. Pasa el tiempo en espiral. Me duelen los oídos cuando hay silencio en Madrid. Silencio atronador. Madrid es un túnel de viento que arrastra el tiempo. Madrid hermanada con Uzbekistán Gente que salta en las fotos. Gente que se hace fotos de los pies. Gente a la que atropellan con el móvil en la mano, mientras hablan con su suegra o con su cuñado, que es la peor muerte que se puede tener, la más indigna, hablando por teléfono y que te atropelle un taxi, o aún peor, un hijoputa de un Uber. Vivimos aquellos tiempos en los que podíamos conducir borrachos. Y no nos pasó nada. Para probar que habíamos bebido nos bajaban del coche y nos hacían caminar por una ralla imaginaria, o guardar el equilibrio con un pie, o tocarte la nariz con los ojos cerrados. Pero podíamos apretar el acelerador borrachos sin la amenaza de arruinarnos. Conducíamos sobre dos ruedas si era preciso. No temíamos a la Guardia Civil y mucho menos a los cretinos enchufados de la policía municipal. Me hicieron soplar por el tubito antes de ayer. Dio cero punto cero. El policía municipal me lo uzbekistan2enseñó como con orgullo. Yo soñaba con sacar una pistola, ponérsela sobre la cabeza y apretar el gatillo. O acelerar a tope para arrasar el puesto de control. Mi barrio fue legendario en los setenta porque dos calles más abajo nació y vivió, poco, El Jaro. Aún quedan casitas bajas en Tetuán, sólo tienes que sumergirte un poco en su lumpen. A mí me envuelve, me protege. En la calle donde vivió El Jaro todavía quedan en pie las fachadas de algunas casitas, sobrevivieron al pelotazo inmobiliario a causa de la crisis. Bendita crisis. Una crisis de vez en cuando no hace mal a nadie.

Nací la semana que el hombre llegó a la luna. A mi madre le hicieron una cesarea, porque yo era un niño enorme. Dicen que pesé seis kilos. Mis padres tenían una tienda en el barrio heredada de mi abuelo. “La bomba” era un mercado al aire libre junto a la puerta de Madrid, donde se pagaban abastos por entrar las mercancías. Empecé a ir al colegio y cuando salía debía esperar en la calle a que mi madre terminase de trabajar para darme la comida en casa. Me sentaba un en escalón con una bolsa de Cheetos. Me compraba una bolsa en la tienda de ultramarinos de enfrente. Me daban una moneda y me compraba aquello que sabía a gloria bendita. Cheetos Matutano. Los degustaba con placer. A veces no me daban el dinero y el tendero, amigo de mi padre, me decía que entrara y me daba una bolsa. Una bolsa de ganchitos. A mí me daba vergüenza no pagar la bolsa. Prefiero los cheetos al caviar iraní o a la puta mierda del sushi.

Dices: “¿Por qué tengo las tetas frías y sudo al mismo tiempo por el cuello?”. Te respondo que es la respuesta de siempre: el tiempo que pasa, sobre tus tetas y tu cuello. El tiempo es un hijo de puta, pero da para componer frases muy bonitas y evocadoras.

Cuando éramos jóvenes teníamos simpatía por la Unión Soviética. Era aquel estado inefable con imagen de ser de acero donde gobernaban ancianos y que se oponía a Estados Unidos, un país que nos caía pero que muy mal. Mi padre leía periódicos viejos que le traían, los compraba para envolver el género. Llegaba incluso el “Mundo obrero” usado, el periódico comunista que era un coñazo de leer. Nos gustaban aquellos viejos que gobernaban con puño de hierro la Unión Soviética. Cada vez que nombraban uno era más viejo y decrépito que el anterior. Breznev, Andropovo, Chernyenko, cada vez eran más ancianos con pinta de borrachos. Hasta que llegó Gorbachov, con su mancha en la cabeza, y su mujer, Raysa, que era fea como pegar a un padre pero que decían que era muy maja. Gorbachov era un tío un poco inocente, que dejó que se la metieran por detrás. La señora Tatcher, esa hijaputa, decía que era un tío simpático, pero Ronald Reagan, el señor ese tan gracioso y tan gañán, no se fiaba del ruso. Se la metieron por detrás a Gorbachov. Luego nos enteramos que la Unión Soviética era una mentira enorme sobre la tierra, que estaban arruinados y que iban en casi todo de farol. Pero nosotros creíamos en la Unión Soviética, que uzbekistan3tenía un himno nacional muy bonito. Cuando vimos a Vladimir Salnikov, que nadaba como un salmón, o como un esturión, ganar los 1500 metros libres y pusieron aquel himno daban ganas de llorar de emoción, porque el himno de España es la puta mierda más grande de la historia de la música, en comparación con aquel himno comunista el de España es un truño te pongas como te pongas.

Las tías con maquillaje me dan dentera, como las macetas rotas. Es una manía. Macetas rotas arrastrando por el suelo como tizas chirriando sobre una pizarra. Me hacen rechinar los dientes. Dentera, dentera. Se pintan los ojos unas para parecer mayores y otras para que creamos que son más jóvenes. Los hombres son superiores a las mujeres en éso, cuanto más mugrientos y más arrugados parecen mejores. Pero las mujeres se ponen máscaras para pasear por las calles. Los ojos los llevan con grandes capas oscuras alrededor para resaltar una mirada interesante que no poseen. Se pintan las pestañas. Se pintan los mofletes. Se pintan los labios, eso es lo que más grima me da, que se pinten los labios. Luego las besas y saben a vaselina. La vaselina para metértela doblada. La vaselina para camuflar heridas en la boca. La pintura, la laca, las uñas postizas. Los tacones. Siempre los tacones. Los tacones me bajan la erección al instante. Los pelos bien cuidados y largos, lavados ocho veces al día, con extensiones. Cuatro capas de pintura para aparentar ser saludables y buenas personas.

Vida,
qué
hija de la gran puta eres.
Vida
hijaputa
hija de puta
de color de
rosa
con olor a mierda.
Mujeres abstemias
El sushi sabe a podrido como
tu coño.
Tu suegra era prostituta
muy barata
en la Casa de Campo.
Y tu mujer es una
gran
hija de puta
que folla con el vecino.
En el krusty krub se la chupa
fenomenal
a Bob Esponja.
No tememos a nada porque no tenemos nada
Espejos vendo, para mí no tengo.
El pasado siempre volverá
el hijoputa.
Vida
qué
hija de la gran puta eres.
Vida
hijaputa
hija de puta
de color
mierda
con olor a rosas.
Juré que sólo brotarían
muertos
de mis cojones
que me exinguiría
en silencio.
Siéntete como te sientas
no como te digan que debes
sentirte
cabrón.
Vida puta
Coprófaga insaciable
degustadora de mierda.
Vida saliendo
de tu culo
a presión,
diarrea de color,
vida para
disfrutarla
cuando me
corro sobre tu cara
mientras te estrangulo
con cartas de amor.
La única
solidaridad
es la puta lealtad
cerda
esa que no practicaste ni dentro del chocho
de tu madre.
Siéntete como te sientas
no como te digan que debes sentirte.
Vida
asfixiada de placer
en la horca,
vida de color de gris.
Vida con olor a pis
de gato
hedor a esquina meada.
Tu maravillosa
vida.
Vida
qué
hija de la gran puta eres.
Vida
hijaputa
hija de puta
de color de
rosa
con olor a mierda.
Uzbekistán.
Madrid.
Samarcanda
espera allí la muerte al
muerto viviente
pollo con almendras
sin pollo ni almendras,
caminando muerto
sin cabeza
como el hijo de la gallina.
Guoper a la parrilla.
Echan sal sobre las calles
anticongelante
antinatural
prefiero la noche
y salir de casa con amor
y un lanzallamas.
Vida
qué
hija de la gran puta eres.
Vida
hijaputa
hija de puta
de color
mierda
con olor a jazmín.
La guerra llegará hasta
Uzbekistán
hasta Samarcanda
y Madrid
ciudades y países patrimonio de los hijos de
puta de la humanidad.
Feminismo patrocinado
por Coca-Cola,
Patriarcado saliendo
de mis huevos
con sabor a Pepsi
hasta su cara
por un túnel de viento
que es un túnel de tiempo
que termina
siempre igual
contigo muerto
fiambre.
Vida, hija de puta.

En el primero A vivía una vieja hija de puta. La llamaban “la bordadora”. Tenía el pelo gris desde que cumplió los veinte años. Sus hijas eran más feas que pegar a un padre. Su marido era un sosías calvo con cara de imuzbekistan4potente al que nunca escuché hablar. Acusaba a la vecina de arriba, testiga de Jehová, de tirar basura a su patio interior, papeles, trapos, pinzas de la ropa y compresas usadas de sus hijas testigas de Jehová. Puede que las odiara por ser testigas de ese Dios, porque ella era atea, porque todas las brujas son ateas. Sus hijas eran unas putas muy feas. Comenzaron a insultar a otros vecinos. Algunos decían que eran gitanas, pero no bailaban flamenco, sólo sucedía que iban muy sucias, sucio el pelo, sucia la piel, sucias se adivinaban las bragas. Eran mujeres antilujuria, imposibles de follar para cualquier humano. Insultaban a los vecinos con cualquier excusa. Cotilleaban rumores sobre los vecinos. No debían follar mucho, quizás no follaban nunca, ni siquiera por el ano. Insultaban también a mi madre. Golpeaban las puertas al pasar, juraban y perjuraban. Un día bajaba mi madre conmigo a cuestas. Yo era un pequeño gran cabrón que nació con casi seis kilos de peso. No volví a crecer. Esperaban las tres a mi madre en el portal. Buscaban gresca, con quien fuera. Mi madre me dejó en el suelo. Las tres la encararon. Mi madre se arremangó. Entonces apareció mi tía por la puerta. Mi tía vivía sola y siempre debía dinero en la tienda de ultramarinos. Mi tía nació en 1916, ahora tendría más de cien años. Mi tía venía a visitarme. A mi tía se le murieron dos hijos de pequeños en la posguerra. Mi tía le atizó la primera hostia a la gitana mayor mientras mi madre dejó inconsciente a otra en el suelo con un pie sobre su cuello y la mano derecha estrujando el cuello de la tercera. Acudieron varios hombres, la policía y una ambulancia, que llevó a la casa de socorro a las tres heridas, magulladas, dos de ellas en estado de semiinconsciencia a causa de los golpes recibidos. Siempre me dijeron que pegara primero y después preguntara, que nunca pusiera la otra mejilla. La casa se pacificó y años más tarde mi madre firmó la pipa de la paz con “la bordadora”, que incluso me regalaba bolsas de gusanitos cuando me veía. Un día abrieron la puerta de su casa y la robaron el dinero que guardaba bajo el colchón, a la antigua usanza. En todo el barrio se dijo que había sido uno de sus yernos. Cuando se hizo muy vieja volvió a su pueblo natal a pasar los últimos años. Su sosías marido murió, y luego ella perdió la cabeza, o eso dicen.

Llaman al timbre del portal. Mi madre lo coge y grita que quién es tan fuerte que se debe escuchar por toda la calle. Contestan que son policías. ¿Policías? Nos preguntamos. uzbekistan5La policía no suele venir por aquí. Puede que sean falsos policías en todo caso. Pasa el rato y llaman a la puerta. Abro. Son cuatro tipos con pinta metrosexual, uno me pone la placa en la cara. Me explica que busca a un vecino, al tapicero del bajo. Sale mi madre y, ante mi asombro, les dice que ya no viene por aquí. Mi madre miente a un policía en su cara. Se nota que miente. Nos piden un teléfono del vecino. Mi madre dice que no sabe si dárselo, e insiste, mintiendo sin rubor, en que el vecino ya no viene por aquí. Que no viene, que no. Los policías se aburren y se marchan con cara de pazguatos. Se dan cuenta de que aquí no se debe preguntar por un vecino que podría tener a alguien descuartizado en un congelador, pero al que hay que proteger por ser vecino, porque el vecino es un cabrón pero es vecino, y tú eres policía. Aquí la policía nunca ha sido muy bienvenida. Es mi barrio. Es Madrid. Y en Madrid las noches oscuras son muy largas, hasta que te largas al cajón de madera que ahora vale casi tres mil Euros para enterrarte. Te venden caoba cuando es contrachapado. Madrid, capital de Uzbekistán. Ésto es Madrid, señor mío. Madrid.

Imprimir

lanochemasoscura