Bonifacio Singh: Madrid Sumergida

El útimo mohicano del 'fútbol calle'

“Dale, Lukita, suelta, Lukita, eso es, suéltala, bájala. Eso es. Es él, es él, joder, es él”. El último mohicano del “fútbol calle”. Uncas pegando balonazos en el aparcamiento de un hotel para refugiados lejos de la plaza de su pueblo. “El pony” saltando y soltando, pasando la bola de esa forma tan peculiar que te da la calle, el jugar entre coches, entre socavones, puñaladas, hombres de carne y hueso, y bombas. Le reconozco entre un millón, huelo ese toque descarado inconfundible, ese que en el último segundo deja la pierna a salvo del cabrón que acude a cazarla al oler la sangre. Decían algunos gilipollas que conozco que Luka Modric era un bluf. Tú sí que eres un bluf, payaso, tú no has pisado los descampados en tu puta vida, y no queremos que los pises, nuestra tierra es nuestra, sólo la caminamos nosotros.

Es el último morriqueño, el que dispara con esas pistolas caseras que tiran con una goma de la bala, con las que si te aciertan de lleno te dejan fiambre. El último del barrio de Carlito´s Way. Fútbol antitecnológico, el que sólo puede verse a pie de campo permaneciendo de pié, mirando con lo de dentro. Fútbol a ras de tierra, ese que es imposible de criar pastando sobre césped artificial. Los niños juegan ahora detrás de muros con árbitros dirigiendo que no les dejan echar la revancha a hostias como lo hacíamos en las calles de Madrid. Veo a muchos aficionados postizos pululando por ahí, forofos de salón que venderían a su equipo, a su pueblo y a su padre a cambio de una moda pasajera. Muchas camisetas de la moda colorín. Veo gilipollas que ven el fútbol a escondidas de sus mujeres porque les ordenan pensar que es un deporte poco civilizado, gafapastas que se criaron con un Spectrum entre las manos encerrados en su habitación que van a bares una vez al año porque han llegado a creer que el fútbol es sano como afición, instrumento y herramienta socializadora. Que os den. El fútbol no te deja sólo, el fútbol te acompaña siempre, el fútbol te arropa en tu cueva, en tu reducto, es la calefacción en invierno y la brisa en verano. El futbol sabe a arena masticada entre dientes, a sangre en las rodillas. Ocultábamos los moratones con los que volvíamos a casa para que no nos regañaran nuestros padres. El fútbol no se elige, entra en tu memoria cuando todavía no tienes memoria.

modric2Las porterías eran dos árboles, o dos piedras, o dos bolsas, o balones desgastados. En aquellos tiempos sólo veíamos porterías en el Bernabéu o en algunos colegios de pago. Nos saltábamos alguna valla para jugar en ellas, pero siempre nos echaba con cajas destempladas algún tío con gorra. Peleábamos a hostias entre los coches y sobre la tierra dura aún sin remover de lo que luego sería el Madrid de asfalto. Teníamos que soltar el balón rápido para no volar por los aires en los campos minados de adoquines o de cristales. Veíamos los límites de la ciudad a lo lejos, esas fronteras que hoy se han movido mucho más hacia el horizonte.

Por mucho que trates de fundamentar la vida racionalmente, por mucho que te esfuerces en buscarle sólidos andamios, teorías perfectas, escaleras hacia el cielo, cualquier chimpancé con algo de ingenio puede desmontarte con facilidad todos esos argumentos. En realidad todo es creencia, todo es fútbol, nada existe más que en tu imaginación. Suelen intentar fabricar el conocimiento perfecto metafísicamente, desde fuera, con fundamentos divinos, con lo que no conoce nadie ni conocerá, pero si realmente ello no parte de dentro por mucho que te esfuerces no tendrá sentido, será siempre reductible al absurdo, tiene los pies hundidos en el barro. Entre las lindes de la realidad el lenguaje no fluye, no es más que letras expresando números, se le escapa casi todo, es una red muy fina sustentada en la nada, pura paja mental. Seguramente un día el sol no saldrá por el Este, pero el “fútbol calle” seguirá existiendo si encontráis entre todos una nave espacial que os lleve a otro lugar. Yo no lo veré. Me quedo con Luka jugando entre los coches. No le podréis quitar el balón.

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