Bonifacio Singh: Madrid Sumergida

Piel de elefante

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Madrid es una dama tierna en la batalla y una puta barata en la cama. La cama es el paraíso. No quiero salir de ella. Es el mejor rincón de Madrid, mi cama. Mi agujero. Pero hay una fuerza, extraña, y cada día más inexplicable, que me hace levantarme, y recorrer su cara de asfalto con zapatos de clavos para no resbalar. Pero siempre resbalas, sólo hay que darle tiempo, y te caes, te pegas un costalazo, o una gran hostia, te rompes la cadera o el fémur. Y entonces ya tienen esa excusa perfecta para introducirte en su universo paracetamol, su universo Diazepam, su universo Palexia, y de ahí ya no hay salida. En mi cama está el placer máximo, pero también esos perros negros que mordían por las noches a Churchill, son esos mismos putos perros negros. Pienso que cuando me tumbo del lado derecho se aparecen con mayor facilidad, debe ser por el tema de la circulación de la sangre, o por quién coños sabe por qué. Pero incluso esos perros negros tan cabrones son más tratables en el fondo que vosotros, al menos van de frente, hablan de la realidad sin engañifas, y cuando sus oscuros mordiscos sientes que se han convertido en cotidianos es que ya te han aceptado entre la jauría, y puedes vivir dentro de tu agujero mejor que en ninguno de vuestros chalets con piscina. Vuestros chalets con piscina son una mierda, tenéis al perro encerrado en el garaje, para que no manche. Mis perros negros cagan cuando quieren, ahí reside su encanto, hacen verdadera compañía.

Os corríais de placer enseñando las fotos de vuestros hijos corriendo(se) por Europa con becas que servían para emborracharse y para descubrir mediante grandes investigaciones por qué las moscas iban a la mierda. Todos regresaban siendo grandes científicos o politólogos de postín, que elaborarían grandes teorías sobre la grandeza de Europa, de esa gran Europa que grita por la igualdad pero que le hace la ola al jeque de Abu Dabi mientras se folla a sus hijas en sus palacios, esa Europa tolerante y acogedora que se escandaliza con la islamofobia pero hace la vista gorda cuando escucha que en Irán no hay maricones, esa gran Europa que confisca incluso las vacunas que iba a donar a los “países pobres” porque tiene miedo de morirse, esa Europa que se ríe y mira por encima del hombro al Reino Unido por mandarlos a tomar por el culo, esa Europa que es como el puto Titanic maniobrando hacia los icebergs porque tienen muy bonitas vistas. Tu Europa de chalet adosado con piscina. Tu democracia europea con toque de queda, especialista en creerse superior. Esa Europa tuya en la que te mean en la boca y dicen que te dan de beber agua de lluvia. Y tú gritas cada cuatro años, antes de ir a votar, ladras como un perro de patio de chalet adosado. Mundo Europa, mundo narciso.

Los hijos de puta son mucho mejores que los narcisos. Con los hijos de puta al menos te ríes un rato, y puedes aprender a defenderte de ellos, a comprarte un arma y pegarles un tiro. Pero con los narcisistas no, son invencibles Son un martillo pilón social. Van a estarte repitiendo sin cansarse lo que es bueno y lo que es malo, lo que debes hacer y lo que no, te van a decir una y un millón de veces si es necesario que cualquier camino que sigas que no coincida escrupulosamente con el suyo no es el correcto. Te van a enseñar fotos de sus vacaciones, de sus casas, de sus hijos, de sus coches, de sus plantas, de sus comidas, de sus amaneceres y anocheceres, de sus pies y hasta de sus almorranas para mostrarte la ruta precisa que quieren que sigas, que tienes que seguir por sus santos cojones. Te exigirán que les digas que son guapos y jóvenes aunque ya no sean más que putos carcamales. Y al final cederás, por pena o por asco. Tienes que pensar lo que ellos quieren que pienses, quieren ser los jueces de tu tribunal supremo porque ellos son los propietarios de lo bonito y lo feo, de lo bueno y de lo malo. Y, además, te lo venderán a un precio carísimo, pagarás tu vida a cambio. Pero, con todo y con eso, no se conformarán. Querrán que te incineres para no contaminar el planeta. Las tumbas ya no se llevan, porque los muertos no son ecológicos. Y querrán que tú pienses que formas parte de ese tribunal suyo, que cuelgues sogas de los árboles tú mismo para ahorcar, y que estés convencido de que eso es lo correcto, no vale con que digas que sí, sino que lo tienes que afirmar a ciegas y debes avergonzarte si piensas un segundo lo contrario o si albergas la más mínima duda, debes acostumbrarte sea como sea a afirmar que todo lo que ellos te dicen es cierto. Tienes que ser puta, abrir el culo y poner la cama, pero además tú pagarás, con tu vida y el sudor de tu frente, el precio de que te follen. Su bien común es un enorme vibrador que al final te encantará que te metan por el culo, y con el tiempo acabarás lubricando tú mismo tu orto. El nuevo mundo en el que el recto viene lubricado de serie.

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Mi familia es un misterio. Nunca nos contaron sus orígenes, no sabemos más de cuatro cosas que no llegan más allá de mis abuelos. Mi madre no fue nunca al colegio. Creo que la llevaron un día, pero cuenta algo así como que se escapó. Su aprendizaje debió ser durante la guerra, a esos años corresponde la etapa de aprender a leer y a escribir. En la década de los cuarenta, cuando el lumpen desarraigado se trasladó en masa a Madrid, mis tíos y mi madre aprendían a leer y a escribir en casa gracias a una señora que les visitaba y hacía las veces de maestra itinerante. Mi madre leía más rápido que yo, escribía mal, y hacía las cuentas de muchos dígitos a la velocidad de la luz. Me enseñó a escribir y a multiplicar y dividir de cabeza con muchas cifras a la vez. Ahora lo ha olvidado prácticamente todo. Y ya no lee, solamente hace sopas de letras, una detrás de otra, sin fin. Además de leer, comprendía lo que leía. Se trasladaba, de una forma muy emocional, a los personajes. Cuando yo empecé a conectar con los libros le pasé los que más me gustaban, no precisamente los más blandos, y le llegaban, era maravilloso verlo. Ya no recuerda prácticamente ninguno. No ha perdido la memoria, su identidad, y tiene unas fuertes piernas, aún posee cierta agilidad, pero ha sido derrotada ya totalmente en esta puta batalla. Es la mujer que ya nunca ríe, y antes le gustaba reírse. Es la mujer que nunca lee y a la que toda la comida le sabe mal. No para de repetirme, como una condena hacia mí, que ya no quiere estar aquí, que su momento ha pasado, que tiene ganas de marcharse al otro lado, aunque la llama de vivir sigue viva y a ratos sueña con vivir eternamente, como todo puto mortal. Es lo más duro de ver en el universo, más duro que la piedra más dura, más fuerte que cualquier bombardeo, que cualquier bomba, es un implacable asesino en serie que flota sobre mi cabeza y que ya no se marchará. Es el Chomolungma sobre el que trepo cada día, escaso de oxígeno, sobre las grises aceras de Madrid. Yo le digo que Axl Rose sí que hace tiempo que está muerto en vida, pero que los que se ríen de él por ser un cadáver viviente son todos esos hijos de puta que luego van a los festivales a ver su decadencia, pero que él tocó Rocket Queen de aquella forma que lo hizo, puesto de coca hasta las trancas, hace ya treinta años y que ellos deberían todavía deberían lamerle su blanco culo lleno de cirugía estética por ello, porque cualquier cosa que salga de su orto es más digno que todos vuestros chalets adosados y no adosados del planeta juntos, hijos de puta.

Mi padre tenía piel de elefante. Resistía bien el dolor. En verano, cuando le daba mucho el sol la piel nunca se le ponía roja. Cogía rápidamente un tono agitanado. La piel se le agrietaba y nos encantaba quitársela, porque era más que como el papel como el cartón, le estirábamos y estirábamos y le quitábamos unas grandes tiras que se separaban de su cuerpo como si fueran enorme pegatinas. Resistía muy bien el dolor y el frío. Su mayor tesoro en el mundo era que le dejasen en paz. Me veo en el espejo y todo lo que antes me pesaba de él ahora lo reconozco dentro de mí. Su momento tuvo sus ventajas y sus inconvenientes, como el mío. Pudo ser testigo de un país todavía casi virgen, en el que los que se atrevían podían recorrer en coche, o al principio en Vespa, rincones por los que nunca había pasado el puto humano, sobre los que ni siquiera habían caído bombas. Llega un momento en tu sucia vida en el que ya no persigues alabanzas, ni premios, ni siquiera compañía, te defecas en la cabeza de todo ello. Sólo quieres que te dejen en paz, largarte a rincones donde solo escuchas el ruido de tu cabeza, con eso te conformas, pero sabes que ni siquiera eso van a dejártelo, ni siquiera esa mugrienta parcela que todo el mundo dice que no quiere y que tú suplicas que te cedan, pero que simplemente te van a negar porque no resulta apropiado.

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Tienes que pensar lo que ellos quieren que pienses, quieren ser los jueces de tu tribunal supremo porque ellos son los propietarios de lo bonito y lo feo, de lo bueno y de lo malo. Y, además, te lo venderán a un precio carísimo, pagarás tu vida a cambio. Pero, con todo y con eso, no se conformarán, quieren que tú pienses que formas parte de ese tribunal, que cuelgues sogas de los árboles tú mismo para ahorcar, y que estés convencido de que ese es el camino, no vale con que digas que sí, sino que lo tienes que afirmar a ciegas y debes avergonzarte si piensas un segundo lo contrario o si albergas la más mínima duda, debes acostumbrarte sea como sea a afirmar que todo lo que ellos te dicen es cierto. Tienes que ser puta, abrir el culo y poner la cama, pero además tú pagarás, con tu vida y el sudor de tu frente, el precio de que te follen. Su bien común es un enorme vibrador que al final te encantará que te metan por el culo, con el tiempo acabarás lubricando tú mismo tu orto. El nuevo mundo en el que el recto viene lubricado de serie. Trabajar es bueno. El trabajo dignifica, ennoblece al hijoputa del hombre. El trabajo es necesario para vivir, para sentirse útil. El trabajo es adictivo. El trabajo desbroza el camino. El trabajo te integra en la sociedad. Ora et labora, folla y trabaja, o no folles, pero trabaja. Sin el trabajo no eres nada. Trabajar beneficia a la salud, tanto física como psicológica. Trabajar y trabajar, ai jou ai jou, a trabajar mientras la zorra de Blancanieves te espera en casa follándose a los otros seis enanitos. Y te haces viejo trabajando hasta que no te puedes mover y te jubilan y entonces te haces respetable. Los ancianos son siempre muy buenos y los jóvenes muy malos, porque los viejos siempre tienen cara de bueno aunque se comporten como unos hijos de puta, y los adolescentes siempre se emborrachan y se pelean, y tienes que llamar a la policía municipal para que los disuelva. La policía municipal acudirá solícita en tu auxilio, catorce llamadas y doce días más tarde, cuando los chicos ya hayan pasado la resaca y requetefollado. Cualquier hijo que no joda a su padre entre los dieciséis y los veinte es que no es un hijo, es que es un viejo de mierda y no merece vivir.

Llamé catorce veces y, a la decimoquinta, me cogieron, con algo de malos modos, el teléfono. Nos dieron cita para la segunda dosis de ese placebo sensorial anti muerte que es la vacuna. Cogí a mi madre el brazo y nos fuimos hacia el ambulatorio de la Seguridad Social, eso que ahora llaman “centro de salud” para que parezca más guay la muerte que tiene dentro. Llegamos a la puerta y una chica bollo nos atendió con amabilidad. Pasamos a una antesala en la que algunos viejos demacrados esperaban su dosis de vida. En pocos minutos accedimos a la habitación del pánico, donde ponen las banderillas. Mi madre se subió la manga, le enchufaron una aguja fina en el brazo. No le dolió nada, está muy acostumbrada al dolor, al físico y al más jodido, el de la ausencia de los suyos, casi todos muertos o dementes. Tras el pinchazo debíamos esperar quince minutos dentro del lugar, por si las moscas se moría de repente. Disimulé durante diez, y nos marchamos sin hacer ruido. Me acordé de Thomas Bernhard en el sanatorio para tuberculosos. Bendito Thomas, donde quiera que esté tu tumba, ruega por nosotros. Conté el cuento del visir a mi madre. El ayudante del visir le contó a su jefe que había visto a la muerte en la plaza, que ésta le había mirado amenazadora y que quería huir hacia Samarcanda. El visir le dio permiso para marcharse. Cuando el mequetrefe se había largado, el visir bajó disfrazado a dar un garbeo. Y de repente se encontró con la muerte, a la que reconoció entre la multitud, entre la que ella se ocultaba fácilmente, sin ser reconocida por nadie. Se acercó y le preguntó que por qué había amenazado al petimetre de su subordinado. La muerte le respondió que no le había amenazado, sino que solamente había sido un saludo, un hasta luego, porque aquella noche tenía que atenderle en Samarcanda. La existencia no es más que el proceso constante, continuo, imparable, sin freno, de demolición de la vida. Madrid de mis entretelas, de mis entrecojones, líbranos del mal y amén o lo que se diga, Madrid. Madrid, que un puto Dios ateo te salve. Madrid.


Perros negros que muerden a Churchill por las
noches.
Lluvia purificadora
dorada
en tu boca.
Caminar sobre brasas
sin saber cuándo puedes quemarte.
Molesta que alguien
sea feliz,
denúncialo desde tu balcón.
Sólo puedo desearte
piel de elefante,
salud y libertad,
no tener frío,
y ver a Thomas Bernhard,elefante4
bendito sea,
defecando sobre sus cabezas.
Cojones de rinoceronte.
Mundo sanatorio para tuberculosos.
Eres ladrido de perro de chalet adosado,
tiro al aire,
ancianos buenos y jóvenes malos,
solidaridad
de ático en el centro,
de chalet con piscina,
de odiar a los borrachos.
Tu hijo hace
investigaciones importantísimas
sobre cómo las moscas van a la mierda.
Todo lo tuyo es
perfecto pero
lloras y vas al
psicoloco a pedir
celemines de litio.
Campeones del mundo en todo,
recordmans y recordguomans de la decencia y la ética.
Los mejores
yendo
con la mejor de sus sonrisas
hacia el cementerio.
Piel de elefante,
y lluvia refrescante
dorada
sobre las cabezas.
Siempre buen rollo
y huir del anonimato
sin conseguirlo.
Mundo narciso.
Paralíticos emocionales y tú
mastín de ciudad finamente castrado,elefante2
pastor pastoreado.
Síndrome de Stendhal
imaginando su coño.
Libertad para ti son dos cañas, una de bravas
y una papeleta manchada de mierda
por mi culo
en tu urna.
Refranes infalibles metidos en un ataúd
para quemarlos y
lanzarlos a pudrirse al Mediterraneo,
ese mar lleno de mierda al que a ti te gusta
cantar
la mentira de que tu naciste en él.
Lo hiciste en este puto desierto te
guste o no.
Sabiduría
hija de puta
popular
siempre mintiendo o
equivocándose.
Te deseo
Paracetamol y memoria,
pero sólo te quedará
Palexia y Viagra
a partes iguales
dentro de muy poco.
Atasco de barcos en el canal de Súez
atasco de pollas en tu culo y en tu boca,
meada constante,
lluvia dorada sobre
tí,
gustoso con la explicación
de que llueve.
Marido heteroanal.
Cagar encima de tu papeleta,elefante5
eyacular dentro de tu urna,
quemar con napalm tu colegio electoral
contigo dentro.
Terrorismo emocional,
chantaje mediante lo bueno y lo malo,
hacer que te sientas mal
como único objetivo en la vida.
Secuestro exprés pidiendo como rescate
tus huevos.
Agárrate a la mentira que quieras
para poder atravesar tu propio
desierto
de Gobi
pero que sepas que
no es más que eso,
una mentira y un
puto
desierto.
Perros negros que muerden por las noches a
Churchill.
Lluvia purificadora
dorada
en tu boca.
Piel de elefante.

<<<<A Martín Prieto, a Roque Prieto; a Steven Adler; a Marta Vázquez de RockFM; a Ignacio Mincholed, a su perro y a su bote de mermelada.>>>>


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