Bonifacio Singh: Madrid Sumergida
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La isla de Karim (comanchería)

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Madrid sin fin, sin rumbo, sin sentido. Madrid páramo. Madrid comanchería. El calentamiento global es algo lógico e innegable. No podéis decir que no se ve a simple vista, ni que no os dais cuenta de la mierda que respiráis, del cielo lleno a tope de mierda. También nos hemos acostumbrado a ello y nos la suda, pero hay que ser consciente de que toda esa hez hará que el planeta se vaya a tomar por el culo, y da un poco de pena que los pájaros y otros animales así de nobles y bonitos desaparezcan. Cierto. Pero no penséis que por ello vamos a cargar con vuestros habituales brochazos, con vuestra ideas de mierda que no solucionan nada, que solo sirven para sentirse culpables y darse en la espalda con el cilicio a modo de penitencia. No, no se os pase por la cabeza que vamos a ser siempre los que carguemos con todas vuestras buenas ideas desarrolladas en estudios concienzudos en vuestras universidades para sabios de pacotilla, en esos templos del saber de esa ciencia que da grandes golpes de pecho para luego hacer el ridículo cuando nos damos cuenta de que ellos somos nosotros mismos y que casi no sabemos nada de nada sobre lo que realmente hace falta. No sabemos una puta mierda de nada, disimulad al menos un poco, hijos de puta. No vamos a lavar vuestras conciencias ni a pagar porque a vosotros se os antoje, ni lo soñéis. Antes que se muera el mundo, que os jodan. El paso del tiempo lo único que enseña, y deberíais saberlo, es que si os prohíben salir a la calle pero salís todos a la vez no habrá autoridad ni fuerza de lacayos que os contenga. La autoridad no existe, daros cuenta, si la turba, la masa, la muchedumbre, se harta no habrá presa que retenga tanta agua que sale a borbotones. Durante la puta pandemia hemos visto como nunca esta gran mentira de la autoridad, cacareaban mucho pero, en realidad, no estaban ni se les esperaba. Las carreteras no estaban bloqueadas más que ocasionalmente y los pitufos y maderos procuraban casi siempre mirar para otro lado cuando alguien hacía el cabra. Daros cuenta de que no están ni nunca han estado, que esos lacayos, que en realidad somos nosotros mismos disfrazados con gorra y sueldo del señor de turno, son cuatro gatos y solamente están para eso, para defender a sus amos de turno.

Madrid es una isla entre autopistas. A pie no puedes escapar, siempre te encontrarás un océano de carreteras que no puedes cruzar. Madrid es un archipiélago donde el único que está al volante es Karim Benzema. Karim es el rey moro que conduce a través de la M-40 sus Lamborllinis y sus Maseratis a toda velocidad, es el único que de vez en cuando viene a salvarnos, con su cara de gañán despistado. Sólo Karim y las golondrinas nos salvarán. Abres la ventana y respiras cuando las escuchas chillar, han llegado un año más para rescatarnos en medio de los cañonazos que se pegan unos a otros. Nos han abandonado una vez más bajo el fuego, han salido corriendo al estilo del hijo de puta de Largo Caballero en cuanto el cerco se ha estrechado, nos han dejado solos a nuestra suerte, les importamos una mierda y tenemos que ofrecerles reciprocidad y asco a cambio. Madrid es una isla sitiada por tierra, mar y aire, por dentro y por fuera, como Julio César en Alesia.

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El primer día que nos permitieron salir de la isla de Madrid atravesamos Somosierra y llegamos hasta Sepúlveda. Te conté que de allí era Vidal, el amigo de mi padre que murió este invierno pasado. Tropezó un día y calló al suelo, se metió un golpe en la cara que le partió la nariz. Lo llevaron a urgencias con miedo de que cogiera el puto virus, y los héroes que en ese momento despachaban en el hospital le curaron y enderezaron la napia con un apósito a toda prisa antes de empaquetarlo de vuelta a casa. No se dieron cuenta de que el golpe había sido mayor de lo que parecía, y unos días más tarde le atizó un jamacuco a causa de un derrame que le había producido la hostia. El pobre Vidal. Había sido repartidor y durante los veranos salvajes de los setente y principios de los ochenta cargaba a su familia en la furgoneta de reparto, ponía un colchón en la parte trasera y recorría las carreteras del sultanato de Hispañistán hasta sus confines. Mi padre y él quedaban en un punto determinado un día del mes de agosto y allí acudíamos a hacer guardia hasta que pasaba. Su mujer decía que a las niñas les daba leche en polvo, agua, y que con el movimiento de la furgoneta se agitaban solas y se hacía la mezcla. Íbamos a su pueblo a comer cordero a unos bares que no podríais imaginaros, más que restaurantes eran comederos, unos lugares en los que te ponían cantidades brutales de cordero y patatas y que eran baratos, esos locales que ahora en la época del cambio climático vas tú y te cobran lo que les da la real gana porque eres gilipollas y te mereces que te timen porque eres un mierda de ciudad que va los fines de semana a disfrutar de las delicias culinarias y a cagarte en los prados.

karim3Te levantas por la mañana y ves a los gitanos búlgaros riéndose a grandes carcajadas en el bar de enfrente, bebiendo vodka con Redbul para desayunar sobre la mesa de fumar, todos sin mascarilla porque se la sudáis el virus y tú, antes de irse a trabajar robando tus coches, levantándotelos para ponerlos a la venta luego en Marruecos o en Ucrania. Son maravillosos salvajes comanches que reinan en tu comanchería, donde tú vives en tu casa como si fuera el fuerte Secúritas Direct en medio de su territorio, a merced de ellos y del séptimo de caballería de pitufos, maderos y picoletos, que si es menester acudirán a apalearte delante de tus hijos a las órdenes de los caprichos de su señor. Los comanches eran un noble pueblo guerrero de las grandes praderas. Llegaron del norte para echar una mano a su tribu amiga de los Utes esquilmando las tierras de las tribus vecinas. Muy pronto se hicieron independientes, eran demasiado fuertes para ser simples ayudantes. Nunca fueron derrotados ni siquiera por los blancos, aprendieron rápidamente a manejar los rifles cuando los arcos y las flechas se quedaron obsoletos. Se dedicaban a la caza del búfalo y al tráfico de seres humanos, a capturar esclavos, hablando el plata. Mediante la violencia extrema y el miedo, que aderezaban con la mutilación, despojaban a sus cautivos de su identidad y los convertían en comanches de tercera clase. Sus enemigos se convertían en sus sirvientes, les encantaba verlos transformados en zombis. Los comanches eran un gran pueblo guerrero invencible que vivía en paz en su comanchería manteniendo una próspera economía y un orden social estable.

A mi padre le gustaba emborracharse en navidad. Lo hacía una vez al año con sus amigos. Bebía hasta caerse de culo. Tenía un pedo muy gracioso, nada violento, al contrario que el mío a veces. El resto del año le gustaba estar sólo, a su bola, era lo que más deseaba. Los domingos salíamos de la isla de Madrid por aquellas carreteras que la cercaban, íbamos a lugares despoblados. Le gustaba pescar porque podía estar solo. Una vez nos dejó a la orilla de un río y se marchó a pescar a una garganta de un río. Apoyó la caña en una roca que hacía el modo de precipicio sobre un gran caudal bravo que circulaba por abajo, lanzó el sedal y se tumbó a la bartola. Lo despertó la cesta que tenía a los pies al golpearla. Se había arrastrado dormido hasta el borde de aquel acantilado, estaba a punto de caer al vacío sobre el agua. Se caía muchas veces por el campo, pero nunca se rompía nada, le veíamos regresar con costras en un brazo o en una pierna, pero no se quejaba nunca, siempre en mangas de camisa con aquellos pulmones enormes que le dejaban caminar sin rumbo por cualquier selva de las que entonces había alrededor de Madrid sin cansarse. Siempre nos ha gustado alejarnos de Madrid por sus carreteras y sus autopistas, alejarnos de la isla para luego volver a ella, que nos atrae como si fuera un gigantesco imán, un enorme Júpiter a sus satélites, no nos deja, no nos dejará nunca escapar.

Durante el confinamiento del año pasado cuando salía a la calle caminaba siempre por el centro de la carretera, puede ser que con la idea de que no me cayeran las miasmas que lanzaba la gente que escupía o tosía desde las ventanas y los balcones. Ahora sigo haciéndolo, como una extraña costumbre heredada. Me levanto por la mañana y me encamino hacia el puesto de periódicos. El último puesto que queda. Allí está Antonio despachando. Le compro el periódico y alguna revista solo por mantener encendida su llama, ya casi extinguida. Su madre tiene noventa años, le pregunté el otro día y ya la habían puesto la primera dosis antimiedo de la vacuna, parecía que estaba llegando a la playa después de nadar un largo trecho. Cuando llego al puesto veo que no ha abierto. Sobre la parte delantera un cartel reza: “cerrado por defunción hasta el martes”. Nadar para ahogarse sobre la arena de la playa. Pero aquí debajo de los adoquines no hay de esa arena, como decía el pijo rojo parisino que escribió sobre aquel muro, sólo hay huesos, tierra y mugre. Todos esos tiempos que vivimos se están muriendo, todos los días hay una baja que reseñar. Acabarán con el papel, no habrá ni periódicos ni billetes, a cambio llevarás tu alma en un teléfono móvil para estar siempre localizado, para que sepan hasta dónde cagas y cómo meas.

karim4Mi tío Pedro era comanche. Cuando terminaba la guerra su padre se largó, carretera y manta, los abandonó a él y a su madre porque iban a fusilarlo por político rojo. Huyó con el rabo entre las patas a Francia. Mi tío se crió como pudo en las calles de Madrid. Era amigo del boxeador Fred Galiana, con el que iba de vez en cuando a hacer guantes y a coger borracheras. Conoció a la gilipollas de mi tía y se casaron. Él tuvo siempre una doble vida, la de padre abnegado y la de bala perdida. Hacía reformas en locales en el centro, de algunas de ellas cobraba el dinero por adelantado y si te he visto no me acuerdo. Tuvo mil y una queridas. Mi padre lo odiaba. Era un tipo simpático y me contaba con mucho acierto cuales eran las porciones de poder a las que podían aspirar los partidos políticos a derecha e izquierda. Se enfadaba porque yo lo ganaba al ajedrez y él no se consideraba lo bastante tonto como para que le ganase un niño de nueve años. Su padre volvió a Madrid a finales de los 70, enfermo y pobre. Felipe González lo había apuñalado por la espalda en Suresnes y habían tenido que formar otro partido. Murió pobre y triste. Mi tío cada día fue teniendo menos trabajo y más pufos. Se arruinó. Tenía un Citroen GS con el que pululaba por todas las tabernas y puticlubs. Seguía teniendo una doble y hasta una triple vida por las calles de Madrid. Le compró un coche pequeño a mi prima e intentó reconciliarse con mi tía. Se fue por primera vez con ella y con su hija de vacaciones al pueblo. En la carretera de La Coruña dejó conducir a su hija. Su hija pegó un volantazo y dieron dos vueltas de campana y un palo de los que marcan los metros de autopista entró por su ventanilla. Murió en el acto. Mi padre y mi tía fueron a su despacho cerca de la calle Fuencarral. Descubrieron que al menos tenía otra hija más reconocida, muchas deudas y fotos con mil putas. Mi padre lo odiaba más que nunca, pero a mí y a mi madre siempre nos siguió cayendo simpático. Cuando introducían su ataúd en la fosa llegó un repartidor con un enorme cactus y lo introdujo junto a la caja, alguien lo había encargado para que acompañara al comanche en su último puto viaje. Sólo Samuel Colt y la muerte igualan a los hombres, todos tienen en el fondo la misma fuerza, ninguna.

En Madrid no hay fiestas de pueblo, porque no tenemos pueblo, sólo tenemos a Madrid que es algo muy diferente a éso. Una niña de mi barrio escribió a Tierno Galván para que nos hiciera unas fiestas, las fiestas de La Bomba. Tierno Galván vino, el pobre viejo, y las organizó para contentar a la niña, y fueron una mierda de fiestas postizas, duraron apenas tres o cuatro años. Mi fiesta, mi verdadera fiesta, es poder disolverme en las venas de Madrid y que nadie me reconozca cuando camino por milmillonésima vez por sus calles polvorientas. La capa de invisibilidad divina que te regala Madrid cuando naces y que llevas puesta hasta cuando mueres. Madrid, tierra de promisión y hollín. Madrid en permanente estado de sitio, de alarma, de excepción. Madrid más intratable que indomable. Madrid.


Madrid, tierra de promisión
y virus.
Comanchería.
Madrid,
atravesar acompañado
este
brutal campo de estrellas
e incendios
sin más allá,
recorrer con absoluta falta
de esperanza
tus grandes llanuras,
tus sucios páramos,
tus calles infectadas
de enfermedad y gente,
enfermedad de gente.
Samuel Colt y la muerte
igualando las fuerzas de todos.
karim5Karim Benzemá
y las golondrinas chillando
acudiendo al rescate
de Madrid.
Pediste un gin tonic
y te trajeron anís del mono con RedBull.
Calderero, sastre, policía, sanitario
soldado y espía,
héroe de pacotilla.
Prejubilado
enviagrado
con un gps en la polla,
con su guasap destino metido en el bolsillo
iluminandole los huevos con coltán cuando
llegan mensajes de nadie.
Adorar al Dios Pfizer.
No te engañes,
sólo quiero ser tu ídolo
para follarte.
Atravesar este
brutal campo de estrellas
envenenado
sin un final
más que
el que tú tendrás
más temprano que tarde.
Pedro Sánchez Popeye
Ayuso Super Ratón.
Nunca sabrás
cuando será la última vez.
Es el regalo que te hace
Dios.


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Piel de elefante

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Madrid es una dama tierna en la batalla y una puta barata en la cama. La cama es el paraíso. No quiero salir de ella. Es el mejor rincón de Madrid, mi cama. Mi agujero. Pero hay una fuerza, extraña, y cada día más inexplicable, que me hace levantarme, y recorrer su cara de asfalto con zapatos de clavos para no resbalar. Pero siempre resbalas, sólo hay que darle tiempo, y te caes, te pegas un costalazo, o una gran hostia, te rompes la cadera o el fémur. Y entonces ya tienen esa excusa perfecta para introducirte en su universo paracetamol, su universo Diazepam, su universo Palexia, y de ahí ya no hay salida. En mi cama está el placer máximo, pero también esos perros negros que mordían por las noches a Churchill, son esos mismos putos perros negros. Pienso que cuando me tumbo del lado derecho se aparecen con mayor facilidad, debe ser por el tema de la circulación de la sangre, o por quién coños sabe por qué. Pero incluso esos perros negros tan cabrones son más tratables en el fondo que vosotros, al menos van de frente, hablan de la realidad sin engañifas, y cuando sus oscuros mordiscos sientes que se han convertido en cotidianos es que ya te han aceptado entre la jauría, y puedes vivir dentro de tu agujero mejor que en ninguno de vuestros chalets con piscina. Vuestros chalets con piscina son una mierda, tenéis al perro encerrado en el garaje, para que no manche. Mis perros negros cagan cuando quieren, ahí reside su encanto, hacen verdadera compañía.

Os corríais de placer enseñando las fotos de vuestros hijos corriendo(se) por Europa con becas que servían para emborracharse y para descubrir mediante grandes investigaciones por qué las moscas iban a la mierda. Todos regresaban siendo grandes científicos o politólogos de postín, que elaborarían grandes teorías sobre la grandeza de Europa, de esa gran Europa que grita por la igualdad pero que le hace la ola al jeque de Abu Dabi mientras se folla a sus hijas en sus palacios, esa Europa tolerante y acogedora que se escandaliza con la islamofobia pero hace la vista gorda cuando escucha que en Irán no hay maricones, esa gran Europa que confisca incluso las vacunas que iba a donar a los “países pobres” porque tiene miedo de morirse, esa Europa que se ríe y mira por encima del hombro al Reino Unido por mandarlos a tomar por el culo, esa Europa que es como el puto Titanic maniobrando hacia los icebergs porque tienen muy bonitas vistas. Tu Europa de chalet adosado con piscina. Tu democracia europea con toque de queda, especialista en creerse superior. Esa Europa tuya en la que te mean en la boca y dicen que te dan de beber agua de lluvia. Y tú gritas cada cuatro años, antes de ir a votar, ladras como un perro de patio de chalet adosado. Mundo Europa, mundo narciso.

Los hijos de puta son mucho mejores que los narcisos. Con los hijos de puta al menos te ríes un rato, y puedes aprender a defenderte de ellos, a comprarte un arma y pegarles un tiro. Pero con los narcisistas no, son invencibles Son un martillo pilón social. Van a estarte repitiendo sin cansarse lo que es bueno y lo que es malo, lo que debes hacer y lo que no, te van a decir una y un millón de veces si es necesario que cualquier camino que sigas que no coincida escrupulosamente con el suyo no es el correcto. Te van a enseñar fotos de sus vacaciones, de sus casas, de sus hijos, de sus coches, de sus plantas, de sus comidas, de sus amaneceres y anocheceres, de sus pies y hasta de sus almorranas para mostrarte la ruta precisa que quieren que sigas, que tienes que seguir por sus santos cojones. Te exigirán que les digas que son guapos y jóvenes aunque ya no sean más que putos carcamales. Y al final cederás, por pena o por asco. Tienes que pensar lo que ellos quieren que pienses, quieren ser los jueces de tu tribunal supremo porque ellos son los propietarios de lo bonito y lo feo, de lo bueno y de lo malo. Y, además, te lo venderán a un precio carísimo, pagarás tu vida a cambio. Pero, con todo y con eso, no se conformarán. Querrán que te incineres para no contaminar el planeta. Las tumbas ya no se llevan, porque los muertos no son ecológicos. Y querrán que tú pienses que formas parte de ese tribunal suyo, que cuelgues sogas de los árboles tú mismo para ahorcar, y que estés convencido de que eso es lo correcto, no vale con que digas que sí, sino que lo tienes que afirmar a ciegas y debes avergonzarte si piensas un segundo lo contrario o si albergas la más mínima duda, debes acostumbrarte sea como sea a afirmar que todo lo que ellos te dicen es cierto. Tienes que ser puta, abrir el culo y poner la cama, pero además tú pagarás, con tu vida y el sudor de tu frente, el precio de que te follen. Su bien común es un enorme vibrador que al final te encantará que te metan por el culo, y con el tiempo acabarás lubricando tú mismo tu orto. El nuevo mundo en el que el recto viene lubricado de serie.

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Mi familia es un misterio. Nunca nos contaron sus orígenes, no sabemos más de cuatro cosas que no llegan más allá de mis abuelos. Mi madre no fue nunca al colegio. Creo que la llevaron un día, pero cuenta algo así como que se escapó. Su aprendizaje debió ser durante la guerra, a esos años corresponde la etapa de aprender a leer y a escribir. En la década de los cuarenta, cuando el lumpen desarraigado se trasladó en masa a Madrid, mis tíos y mi madre aprendían a leer y a escribir en casa gracias a una señora que les visitaba y hacía las veces de maestra itinerante. Mi madre leía más rápido que yo, escribía mal, y hacía las cuentas de muchos dígitos a la velocidad de la luz. Me enseñó a escribir y a multiplicar y dividir de cabeza con muchas cifras a la vez. Ahora lo ha olvidado prácticamente todo. Y ya no lee, solamente hace sopas de letras, una detrás de otra, sin fin. Además de leer, comprendía lo que leía. Se trasladaba, de una forma muy emocional, a los personajes. Cuando yo empecé a conectar con los libros le pasé los que más me gustaban, no precisamente los más blandos, y le llegaban, era maravilloso verlo. Ya no recuerda prácticamente ninguno. No ha perdido la memoria, su identidad, y tiene unas fuertes piernas, aún posee cierta agilidad, pero ha sido derrotada ya totalmente en esta puta batalla. Es la mujer que ya nunca ríe, y antes le gustaba reírse. Es la mujer que nunca lee y a la que toda la comida le sabe mal. No para de repetirme, como una condena hacia mí, que ya no quiere estar aquí, que su momento ha pasado, que tiene ganas de marcharse al otro lado, aunque la llama de vivir sigue viva y a ratos sueña con vivir eternamente, como todo puto mortal. Es lo más duro de ver en el universo, más duro que la piedra más dura, más fuerte que cualquier bombardeo, que cualquier bomba, es un implacable asesino en serie que flota sobre mi cabeza y que ya no se marchará. Es el Chomolungma sobre el que trepo cada día, escaso de oxígeno, sobre las grises aceras de Madrid. Yo le digo que Axl Rose sí que hace tiempo que está muerto en vida, pero que los que se ríen de él por ser un cadáver viviente son todos esos hijos de puta que luego van a los festivales a ver su decadencia, pero que él tocó Rocket Queen de aquella forma que lo hizo, puesto de coca hasta las trancas, hace ya treinta años y que ellos deberían todavía deberían lamerle su blanco culo lleno de cirugía estética por ello, porque cualquier cosa que salga de su orto es más digno que todos vuestros chalets adosados y no adosados del planeta juntos, hijos de puta.

Mi padre tenía piel de elefante. Resistía bien el dolor. En verano, cuando le daba mucho el sol la piel nunca se le ponía roja. Cogía rápidamente un tono agitanado. La piel se le agrietaba y nos encantaba quitársela, porque era más que como el papel como el cartón, le estirábamos y estirábamos y le quitábamos unas grandes tiras que se separaban de su cuerpo como si fueran enorme pegatinas. Resistía muy bien el dolor y el frío. Su mayor tesoro en el mundo era que le dejasen en paz. Me veo en el espejo y todo lo que antes me pesaba de él ahora lo reconozco dentro de mí. Su momento tuvo sus ventajas y sus inconvenientes, como el mío. Pudo ser testigo de un país todavía casi virgen, en el que los que se atrevían podían recorrer en coche, o al principio en Vespa, rincones por los que nunca había pasado el puto humano, sobre los que ni siquiera habían caído bombas. Llega un momento en tu sucia vida en el que ya no persigues alabanzas, ni premios, ni siquiera compañía, te defecas en la cabeza de todo ello. Sólo quieres que te dejen en paz, largarte a rincones donde solo escuchas el ruido de tu cabeza, con eso te conformas, pero sabes que ni siquiera eso van a dejártelo, ni siquiera esa mugrienta parcela que todo el mundo dice que no quiere y que tú suplicas que te cedan, pero que simplemente te van a negar porque no resulta apropiado.

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Tienes que pensar lo que ellos quieren que pienses, quieren ser los jueces de tu tribunal supremo porque ellos son los propietarios de lo bonito y lo feo, de lo bueno y de lo malo. Y, además, te lo venderán a un precio carísimo, pagarás tu vida a cambio. Pero, con todo y con eso, no se conformarán, quieren que tú pienses que formas parte de ese tribunal, que cuelgues sogas de los árboles tú mismo para ahorcar, y que estés convencido de que ese es el camino, no vale con que digas que sí, sino que lo tienes que afirmar a ciegas y debes avergonzarte si piensas un segundo lo contrario o si albergas la más mínima duda, debes acostumbrarte sea como sea a afirmar que todo lo que ellos te dicen es cierto. Tienes que ser puta, abrir el culo y poner la cama, pero además tú pagarás, con tu vida y el sudor de tu frente, el precio de que te follen. Su bien común es un enorme vibrador que al final te encantará que te metan por el culo, con el tiempo acabarás lubricando tú mismo tu orto. El nuevo mundo en el que el recto viene lubricado de serie. Trabajar es bueno. El trabajo dignifica, ennoblece al hijoputa del hombre. El trabajo es necesario para vivir, para sentirse útil. El trabajo es adictivo. El trabajo desbroza el camino. El trabajo te integra en la sociedad. Ora et labora, folla y trabaja, o no folles, pero trabaja. Sin el trabajo no eres nada. Trabajar beneficia a la salud, tanto física como psicológica. Trabajar y trabajar, ai jou ai jou, a trabajar mientras la zorra de Blancanieves te espera en casa follándose a los otros seis enanitos. Y te haces viejo trabajando hasta que no te puedes mover y te jubilan y entonces te haces respetable. Los ancianos son siempre muy buenos y los jóvenes muy malos, porque los viejos siempre tienen cara de bueno aunque se comporten como unos hijos de puta, y los adolescentes siempre se emborrachan y se pelean, y tienes que llamar a la policía municipal para que los disuelva. La policía municipal acudirá solícita en tu auxilio, catorce llamadas y doce días más tarde, cuando los chicos ya hayan pasado la resaca y requetefollado. Cualquier hijo que no joda a su padre entre los dieciséis y los veinte es que no es un hijo, es que es un viejo de mierda y no merece vivir.

Llamé catorce veces y, a la decimoquinta, me cogieron, con algo de malos modos, el teléfono. Nos dieron cita para la segunda dosis de ese placebo sensorial anti muerte que es la vacuna. Cogí a mi madre el brazo y nos fuimos hacia el ambulatorio de la Seguridad Social, eso que ahora llaman “centro de salud” para que parezca más guay la muerte que tiene dentro. Llegamos a la puerta y una chica bollo nos atendió con amabilidad. Pasamos a una antesala en la que algunos viejos demacrados esperaban su dosis de vida. En pocos minutos accedimos a la habitación del pánico, donde ponen las banderillas. Mi madre se subió la manga, le enchufaron una aguja fina en el brazo. No le dolió nada, está muy acostumbrada al dolor, al físico y al más jodido, el de la ausencia de los suyos, casi todos muertos o dementes. Tras el pinchazo debíamos esperar quince minutos dentro del lugar, por si las moscas se moría de repente. Disimulé durante diez, y nos marchamos sin hacer ruido. Me acordé de Thomas Bernhard en el sanatorio para tuberculosos. Bendito Thomas, donde quiera que esté tu tumba, ruega por nosotros. Conté el cuento del visir a mi madre. El ayudante del visir le contó a su jefe que había visto a la muerte en la plaza, que ésta le había mirado amenazadora y que quería huir hacia Samarcanda. El visir le dio permiso para marcharse. Cuando el mequetrefe se había largado, el visir bajó disfrazado a dar un garbeo. Y de repente se encontró con la muerte, a la que reconoció entre la multitud, entre la que ella se ocultaba fácilmente, sin ser reconocida por nadie. Se acercó y le preguntó que por qué había amenazado al petimetre de su subordinado. La muerte le respondió que no le había amenazado, sino que solamente había sido un saludo, un hasta luego, porque aquella noche tenía que atenderle en Samarcanda. La existencia no es más que el proceso constante, continuo, imparable, sin freno, de demolición de la vida. Madrid de mis entretelas, de mis entrecojones, líbranos del mal y amén o lo que se diga, Madrid. Madrid, que un puto Dios ateo te salve. Madrid.


Perros negros que muerden a Churchill por las
noches.
Lluvia purificadora
dorada
en tu boca.
Caminar sobre brasas
sin saber cuándo puedes quemarte.
Molesta que alguien
sea feliz,
denúncialo desde tu balcón.
Sólo puedo desearte
piel de elefante,
salud y libertad,
no tener frío,
y ver a Thomas Bernhard,elefante4
bendito sea,
defecando sobre sus cabezas.
Cojones de rinoceronte.
Mundo sanatorio para tuberculosos.
Eres ladrido de perro de chalet adosado,
tiro al aire,
ancianos buenos y jóvenes malos,
solidaridad
de ático en el centro,
de chalet con piscina,
de odiar a los borrachos.
Tu hijo hace
investigaciones importantísimas
sobre cómo las moscas van a la mierda.
Todo lo tuyo es
perfecto pero
lloras y vas al
psicoloco a pedir
celemines de litio.
Campeones del mundo en todo,
recordmans y recordguomans de la decencia y la ética.
Los mejores
yendo
con la mejor de sus sonrisas
hacia el cementerio.
Piel de elefante,
y lluvia refrescante
dorada
sobre las cabezas.
Siempre buen rollo
y huir del anonimato
sin conseguirlo.
Mundo narciso.
Paralíticos emocionales y tú
mastín de ciudad finamente castrado,elefante2
pastor pastoreado.
Síndrome de Stendhal
imaginando su coño.
Libertad para ti son dos cañas, una de bravas
y una papeleta manchada de mierda
por mi culo
en tu urna.
Refranes infalibles metidos en un ataúd
para quemarlos y
lanzarlos a pudrirse al Mediterraneo,
ese mar lleno de mierda al que a ti te gusta
cantar
la mentira de que tu naciste en él.
Lo hiciste en este puto desierto te
guste o no.
Sabiduría
hija de puta
popular
siempre mintiendo o
equivocándose.
Te deseo
Paracetamol y memoria,
pero sólo te quedará
Palexia y Viagra
a partes iguales
dentro de muy poco.
Atasco de barcos en el canal de Súez
atasco de pollas en tu culo y en tu boca,
meada constante,
lluvia dorada sobre
tí,
gustoso con la explicación
de que llueve.
Marido heteroanal.
Cagar encima de tu papeleta,elefante5
eyacular dentro de tu urna,
quemar con napalm tu colegio electoral
contigo dentro.
Terrorismo emocional,
chantaje mediante lo bueno y lo malo,
hacer que te sientas mal
como único objetivo en la vida.
Secuestro exprés pidiendo como rescate
tus huevos.
Agárrate a la mentira que quieras
para poder atravesar tu propio
desierto
de Gobi
pero que sepas que
no es más que eso,
una mentira y un
puto
desierto.
Perros negros que muerden por las noches a
Churchill.
Lluvia purificadora
dorada
en tu boca.
Piel de elefante.

<<<<A Martín Prieto, a Roque Prieto; a Steven Adler; a Marta Vázquez de RockFM; a Ignacio Mincholed, a su perro y a su bote de mermelada.>>>>


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Satanás Madrid que estás en los cielos

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Madrid interminable. He caminado kilómetros y kilómetros por Madrid desde que nos metimos en estos tiempos jaula. Salgo a la calle y camino hasta que me agoto. He visto que mi familia se extingue, que no hay nada detrás. Todos mueren o están muertos. Solo quedan, y quedarán, estas calles. Desgasto las calles de Madrid bajo la luz gris de las sucias farolas, esa iluminación mortecina que nos acompaña como una lluvia pesada. Madrid, varios millones de moscas posadas en la misma mierda. La isla de Madrid acogotada, arrinconada. Madrileñofobia, madrileñitas. Madrid hasta en la sopa picante china. Madrid recalcitrante. Madrid ciega y sin piedad. Madrid pegada en tus zapatos, en tu cáncer y en tus cojones. Madrid, anoréxica de culo gordo grasiento. Madrid a la parrilla, Madrid alta en colesterol y grasas trans. Madrid taponando nuestras venas.

Dijeron que la gran nevada terminaría el sábado a las cuatro de la tarde. Subí a la azotea, empalmé varios cepillos con cinta aislante y quité el hielo de la antena de la tele, porque se había acumulado tanto encima que no se veía la mierda que emitían. Mientras daba golpes en la antena los copos dejaron de caer. Entonces bajé a la calle corriendo a quitar nieve del coche antes de que se congelara. Me hundía hasta la rodilla en aquella mierda blanca. Me llevé un recogedor de polvo de plástico y uno de los cepillos. El coche estaba sepultado por completo. Comencé a apartar primero la nieve del techo, que parecía un poco aplastado, y después a cavar con el recogedor los laterales, para poder abrir una puerta. Y entonces comenzaron a salir los gilipollas. De cada puerta, de cada casa. Fue un espectáculo cómico. Bajaban con esquíes, con raquetas de nieve, los más graciosos eran los gilipollas ataviados con ropa de alta montaña, esos a los que se ve muchas veces paseando con bastones por los parques emulando a Reinhold Messner en el Annapurna.. En cada familia hay un gilipollas que usa bastones para caminar por los sucios jardines de la ciudad, en cada familia hay siempre un idiota con seis años de carrera unviersitaria. O más de uno, o de dos. Las estanterías del supermercado se vacíaron de leche semidesnatada. La leche entera se quedó ahí, huérfana, porque la nata les da asco, pero les hacen gracia esos anuncios en los que a un niño soplapollas se le queda posada en los labios. También quedaba leche desnatada del todo, esa que dicen que les sabe a poco. Oigo toser por la ventana a la mora de enfrente. Tiene coronavirus y además a un moro que debe pesar ciento treinta kilos por lo menos para ponérsela encima y asfixiarla cada noche. Seguí cavando. Pasaba gente a mi lado y me daba consejos sobre cómo quitar la nieve, les preguntaba si no tendrían una pala, pero nadie tenía una, y los que sí que guardaban una no te la prestaban ni a regañadientes. Y una y otra vez te daban consejos sobre cómo quitar la nieve sin que les cayera a los pies mientras hacían muñecos de nieve, bolas de nieve, pollas de nieve, de nieve dura para las pollas duras, de nieve blanda o primavera para las pollas blandas. Muñecos de nieve con cara de buen rollo modelados con un hijo de puta dentro escondido, como sus espontáneos escultores. Pasaba gente con sus perros, que cagaban y meaban en la nieve como posesos, los dueños estaban felices, porque pensaban que no había que limpiar aquello, que se iría solo. Volví a casa. La tele ya funcionaba. Salía el alcalde Carapolla con su campaña de márketing incesante, con su cara de feo bueno, haciendo como que trabajaba para la ciudad. Es tan despreciable como la vieja anterior alcaldesa, él tiene cara de no haber follado nunca y mal y la vieja aquella sigue dando consejitos de la abuela mientras cobra una pensión de dos mil y pico Euros y vive en una casa de un barrio pijo, la hija de puta. Los partisanos deberían salir a las calles de Madrid, sacarlos de sus casas y obligarlos a follar juntos en público. Tras la nevada salieron todos los gilipollas del mundo, del país, de la ciudad, del barrio, a la calle. Todos los gilipollas. Cuando la nieve empezó a chorrear y ese agüilla sucia se congeló sobre las aceras y las calles y toda la panda de gilipollas se caía al suelo y a romperse los brazos y las piernas y a llenar las urgencias. Y los políticos comenzaron a hablar de cosas como el “confinamiento natural meteorológico” al que estabas sometido. Y hasta que el sol no derritió el hielo y la nieve nadie vino a ayudarte a quitar aquella capa de mierda blanca. Nadie va a ayudarte. Bendito seas, Satanás, que estás en el cielo.

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Mi madre pasa el día diciendo que quiere morirse. No lo hace porque lo desee, en realidad le gustaría vivir eternamente en esta mierda colectiva y en su mierda particular, lo vocea a los cuatro vientos cincuenta veces al día como venganza por hacerse vieja, venganza hacia mí y hacia todos, venganza contra los que se han marchado. Se han muerto casi todos, van desapareciendo uno a uno, la vida los mata a buen ritmo, como en “La chaqueta metálica” se cargan a los Charlys. Hay que ir muriéndose hasta que esta mierda de moda de vivir se pase. Es duro ir viendo cómo todo lo que eras desaparece, sin dejar rastro, sin explicaciones, simplemente se va a la puta mierda sin que puedas hacer nada. Y todo esto no creas que es cosa de mi madre, de los viejos, no no no, también es cosa tuya, te está sucediendo a ti ahora mismo, lo que pasa es que no te das cuenta, y mi sucia labor en este mundo es despertarte y que lo veas, y que quites esa puta sonrisa de tu cara. Te estás muriendo pero, lo que es mucho más jodido, los tuyos también. Esos a los que llamas por teléfono a ver cómo están y los ves una vez cada quince días, o cada mes, o cada año, o cada no sé cuánto, esos a los que dices tanto que les quieres y luego cuelgas diciendo que estás ocupado pero vas y te haces una paja, esos se van a morir más pronto que tarde, y no hay más allá ni nada que se le parezca. Y tú tienes muchas papeletas para tener cáncer y, de ese mal no se sale, no se le vence, como dicen los gilipollas que ves por la tele, sino que se sufre con él hasta que estás tan jodido que no aguantas más y te mueres, y eso les va a pasar a tus padres, a tus tíos, a tus conocidos, aunque si ya tus padres te importan más bien una puta mierda de tus tíos y de tus conocidos ya mejor no hablar, porque te asusta más cuando ves que has cagado blando u oscuro que pensar en que ellos pueden estar sufriendo. A mi madre la llaman sus amigas por teléfono para que vaya a misa. Le dicen que allí no hay peligro de virus, que está cerrado aquello y que hay más mierda y miasmas que en el palo de un gallinero pero que allí no pasa nada porque está protegido por el Dios del cielo, que vaya, que allí todo es bueno, que es como el cine, pero sin una recua de actores diciéndote lo que tienes que pensar para sentirte bien, que le cura lanza el ensalmo y te sientes mejor, que no, que no que no, que no hay virus allí, que nadie va a morir por ir a ese espacio cerrado a cal y canto con olor a pedo y a cera, que son falsos rumores que los virus mortales para los viejos se transmitan por el aire cuando cantan sus himnos, que allí todo es maravilloso, que ningún viejo ha palmado días más tarde por asistir, y que si alguno se jode y muere los rastreadores no dan nunca con el resto, porque Dios protegió a los viejos librándoles de los esmartfons, porque no saben manejarlos. En misa se les da la vida y se les da la vida a la vez a los viejos, metiéndoles miedo a vivir, se les invita a vivir en un permanente toque de queda, y eso es bueno. Bueno para todos.

Los perros no cagan en los anuncios de la tele. No mean ni cagan. Y siempre son muy simpáticos. Los gatos salen en la pantalla siempre como seres muy inteligentes y amorosos, nunca joden nada en las casas, y cuando lo hacen siempre resulta gracioso, y sus cajas de mear no provocan que huela a meado desde un kilómetros tu casa. Pero los gatos no salían a cagar en la nieve durante la meada. Viven presos en las casas, todos tienen cadena perpetua dictada por sus amos. Los perros tienen libertad condicional, pueden salir con su amo policía al lado, y eso es muy jodido, todo el que tiene un policía al lado tiene que revelarse contra él, odiarlo a muerte, porque no está para ayudarte, sino para joderte, para imponerte algo, y los perros están condenados a tener siempre al hijo de la gran puta de amo a su lado, para darles de comer esa mierda que fabrican para ellos y para que caguen en la calle o en el campo. Y cualquiera que está preso como los perros se vuelve gilipollas, al menos un poco. Perros cagando en la nieve. Cuando la nieve se derritió afloraron toneladas de mierda congelada, que a su vez se reblandeció, y las calles estaban todas llenas de caca, y menos mal que la policía o el presidente del gobierno o el alcalde no ordenaron que os comierais toda esa hez a bocados, porque seguro que lo hubieseis hecho sin rechistar, lo mismo que cada día os tragáis todas esas mentiras en plan bukkake que os lanzan. Os gusta mucho el bukake. Y cuando vais a votar os hacen un crimpai. Coprófagos.

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Veo videos del rapero este que han metido en la cárcel, raperos que se hacen llamar a así para no aprender a tocar un instrumento, porque es muy cansado hacerlo y lleva mucho tiempo, le escucho hablar y es cierto que es gilipollas y todo éso, pero es que además os quieren hacer creer que es malo, os lo quieren hace creer esos que os están dando por el culo cada día. Y pedís más y más anal, doble penetración anal. El rapero es como el dillei, que merecen la muerte, pero por su música, no porque digan que se cagan en la boca, en su boca, en la del fiscal y el juez, sino por es mierda que hacen que cantan. Pero que conste que el dillei es peor que el rapero. Sólo hay una persona decente en este país, un tipo admirable, que es el comisario Villarejo, un pícaro que pasea en Ferrari por Madrid y que os molesta mucho porque roba dinero y graba videos porno con cámara oculta de la gente a la que os gusta votar para poner en las instituciones. A los raperos también hay que meterlos en la cárcel por todas las gilipolleces que dicen a cerca de la revolución, porque nunca habrá revolución, porque nunca saldréis a la calle más que para comprar teléfonos móviles, y ya ni eso, porque os los llevan a casa, y ya ni eso, porque no os dejan salir y os lleva la comida de mierda precocinada a vuestra puta casa para que no molestéis fuera, y los raperos hacen la revolución a través de la pantalla de su móvil y mientras todos esos hijos de puta se ríen en su, en vuestra, cara, porque nunca sucederá nada que pueda cambiar nada porque tú no harás nunca nada porque te gusta que te lleven la compra a casa. El toque de queda permanecerá por los siglos de los siglos porque es muy cómodo así. Y la única forma de que cambies algo, la única barricada, es que apagues el puto móvil. Apagad el móvil. Todos a la vez. Nadie lo dice, nadie lo cuenta, pero si apagaseis el móvil a la vez sería como si todos los putos chinos pisotean el suelo al mismo tiempo, que tu sucio mundo se iría a la mierda. Tiene más dignidad y ética la secta Boko Haran, que tú cuando te veo a través de la cristalera correr sobre la cinta del gimnasio. Cuando vas allí a mirar culos para luego inspirarte para hacerte una paja en el water de tu dormitorio mientras tu mujer está durmiendo.

Llegaron las vacunas al viejo mundo. Primero dijeron que compartirían un cupo con los pobres, pero acabaron robándoselas los unos a los otros en un infinito sálvese quien pueda, los hijos de puta. Unión Europe de Mierda. Por la mañana salí a comprar el anacrónico periódico de papel para dar aliento a mi kiosquero. Luego caminé todo el día por las calles del puto Madrid y por la noche compré empanadillas chinas a la camarera que siempre se acuerda de ponerme un tenedor de plástico en vez de la mierda de palillos. Nos miramos a los ojos. Es una chica joven que siempre va en chándal, con el pelo estilo casco de solado imperial. Mapear el cerebro de las moscas para saber por qué van hacia la mierda salvaría al mundo. Apagar los móviles como barricada. Madrid cómo me pones. Madrid siempre sabes a algo, el hollín y la mugre nunca son insípidos ni asépticos. Madrid.

Duelen las manos y
no hay tiempo para correr.
La playa queda siempre muy lejos
y no fuimos nunca a natación.
Bentido seas Satanás
que estás en los cielos
pero vives en Madrid.
Que Dios te guarde
de
remedios contra la acidez estomacal,
de lubricantes vaginales y
de los tónicos limpiadores de colon,
de los gilipollas esculpiendo
pollas de nieve.
Nieve blanda, nieve dura, nieve polvo, nieve primavera
nieve en el coño de alguna,
de tu mujer
aunque no es la tuya.
madridsatanas4Madrid Kentaki fraid chiken
Macdonals
y burrikín
de la vida y la muerte
a granel.
Oh Satanás en el cielo.
Duelen las manos y
no hay tiempo para correr.
La playa queda siempre muy lejos
y no fuimos nunca a natación.
Cavar un agujero que llegue hasta Australia
y marcharse por él
para darse cuenta
que los de ahí abajo son igual de gilipollas e
hijos de puta.
Tus hijos ya están aprendiendo a follar
espiándote.
Aprender a follar mal por las noches
y matemáticas y lengua
telemáticamente
por las tardes.
Y pasa el tiempo y
luego cáncer de esófago
cáncer de pulmón
cáncer de cérvix
cáncer de teta.
Bentido Satanás que estás en el cielo.
Pablo Hasel sodo
mi-
zado
en la cárcel
y tú en tu casa.
Cuando el orto de tu vecino veas
follar
pon el tuyo a lubricar.
Duelen las manos y
no hay tiempo para correr.
La playa queda siempre muy lejos
y no fuimos nunca a natación.
Preferíamos mirar sus culos
que apuntarnos a kárate
y no aprendimos a defendernos.
Marcharon haciendo blitzkrieg
sobre los supermercados,
compraron rollos de papel higiénico de seda y harina de masa madre
para hacer su mierda de pan,
hacer pan está de moda,
y hacer pasta integral,
hasta agotar
todas las putas harinas
y la vieja y el negro que
piden en la puerta
se pelearon por tu moneda,
solidaridad,
de cinco céntimos.
Satanás que estás en los cielos.
Duelen las manos y
no hay tiempo para correr.
La playa queda siempre muy lejos
y no fuimos nunca a natación. madridsatanas5
Tengo esa puta sensación
de llegar siempre tarde a
todo.
Aunque el tiempo no pasa
ni para atrás ni adelante
en estas calles.
Sigue parado contigo desde hace
siglos
sin intención de arrancar.
Volvimos a seguir nuestras huellas
que no llevaban hasta donde creíamos,
nos vendieron las mismas motos averiadas
y las familias se fueron muriendo,
una escabechina sin fin
que terminará contigo
ardiendo
en un horno al lado de
la M-30.
Duelen las manos y
no hay tiempo para correr.
La playa queda siempre muy lejos
y no fuimos nunca a natación.
Bendito Satanás Madrid
que estás en los sucios cielos.


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