Bonifacio Singh: Madrid Sumergida
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Jesucristo Mahoma

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Quieren que estés en casa, todo el día, toda la noche, todo el año, incluso ya también las fiestas de guardar. Quieren que trabajes, si puedes hacerlo, desde tu puta casa también, que no salgas a la calle, para que no desgastes el asfalto. Quieren que pagues todo con tarjetas de crédito, o con tu mierda de teléfono móvil, controlar tus transacciones al milímetro, para que les pagues impuestos que abonen sus sueldos. Quieren saber siempre dónde estás, dónde compras, dónde cagas, dónde meas, dónde follas, aunque si lo haces todo en casa, pues mucho mejor, y si pagas por todo ello pues miel sobre hojuelas, quieren poner un impuesto por follar porque follar somos todos. Quieren que no tengas casa ni coche propios, ni perro que te ladre, que todo sea de alquiler, que les pagues alquiler por todo a ellos, a un módico precio. Quieren que te relaciones a través de sus pantallas, que veas su cine, su tele, incluso que viajes a través de la imaginación, la que ellos te ofrecen. Quieren que no contamines el centro de sus ciudades para que ellos respiren bien cuando hacen turismo, quieren que no vayas a sus campos para que cuando ellos deseen hacerse sus fotos allí todo esté inmaculadamente verde. Quieren que vivas donde no molestes. Quieren que no salgas por las noches, para que no robes en sus tiendas cuando no vigilan ni te mees en sus esquinas cuando no se pasean por ellas, para que no les atraques. Te quieren cobarde y cómodo. Quieren que te emborraches en casa, que te drogues en casa, que te hagas pajas en casa, que charles desde casa, que ligues desde casa. Para ello ya están inventando herramientas que te hagan feliz, a cambio de un pequeño diezmo. Quieren que no cojas aviones para no estropearles su bonita y jodida estratosfera con el humo, para que sus jets privados tengan espacio suficiente para circular. Quieren que te excites con escenas amables de sexo con amor, sexo con caricias, sexo limpio, no vaya a ser que un día te folles a hierro a sus hijas, y a ellas les guste. Quieren que tomes lexatín para dormir pero que no tomes alcohol, porque el sistema sanitario es muy caro de mantener si se nos dilata el hígado en grupo. Quieren que creas que los buenos y los malos existen. Quieren que tengas miedo, todo el que puedas soportar. Quieren que sientas que eres muy malo y que no respetas nada, que eres el culpable de todo lo que pasa, y que ellos van a salvarte, sobretodo de tí mismo. Quieren que veas que no mereces tu libertad. No quieren que se la chupes, no, sólo se conforman con que vayas a votar, es más que suficiente. Quieren que te incineres, que no dejes huella en el terreno con una jodida tumba, y que tus cenizas las eches al mar en una urna biodegradable, no vaya a ser que tú, hijo de puta, envenenes a algún celacanto.

Finales de marzo. Nieva unos copitos ligeros llenos de hollín. Todo está gris. Hago cola en la puerta de un supermercado DIA. Noto un golpe en mi espalda. Me doy la vuelta, es un tipo que va mirando el móvil y que ha chocado conmigo. Me mira raro. Le digo que por qué no se mete el móvil por el culo. Recula un poco. Entro en la tienda. Compro latas. Sigue sin haber leche semidesnatada, se la llevaron toda los primeros días, sólo hay leche entera y desnatada, unos pocos cartones abollados que la turba ha dejado abandonados a su paso. Apenas hay carne. Increíblemente hay papel higiénico. Acaban de traerlo. La cajera da órdenes de solamente dejar que la gente se lleve un paquete por persona. Un tipo tose en la cola. Me marcho hacia Mercadona, todos los desplazamientos tienen que estar justificados. Cuando entro en el imperio del señor Roch un empleado riñe a una chica porque solamente ha comprando una botella de ron, le dice que eso no justifica salir de casa para comprar. Le habla alto. Me dan ganas de meterle una gran patada en los huevos y huir con ella a vaciar la botella. Los empleados de Mercadona, también héroes, serán propuestos próximamente como autoridad pública, lo mismo que los policías, y si les metes una hostia o los grabas vas a la cárcel. Quemar un Mercadona, hacerlo arder hasta los cimientos.

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Principios de abril. Hago cola en la puerta de la panadería. Sale una mujer joven con un carrito cargado de pan hasta arriba, bollos y magdalenas. Se lleva hasta la última barra, ya solo quedan unos chuscos pasados de pan integral. Lo congelará todo por si acaso, y luego, al cabo de un mes, lo tirará todo a la basura porque el pan sabrá a hielo carbónico. Cuando estoy en la puerta veo a otra mujer en un balcón del segundo piso de enfrente, y a un hombre en el de al lado, hablándola. Ella friega su balcón mientras él le comenta, sin que ella parezca escucharle, que lleva veinte días sin mover el coche, porque pueden pillarte si lo mueves y echarte una multa, que no se atreve. Se escucha la charla desde la acera. Hace días que llevo unos salvoconductos para ir en coche. El primer día salí tenso y un poco acojonado, porque las fuerzas de seguridad del estado me dan asco y alergia a partes iguales, de toda la vida, y pasar un control de los suyos me revuelve el estómago. Me imagino con un cinturón de explosivos cuando me paran, y sonrío, y ellos no saben lo que estoy pensando, y también me sonríen. Mi sonrisa es pegajosa, incluso debajo de una mascarilla FPP2. Pero desde que salgo con el coche no he visto ni un sólo puesto de control. He recorrido calles y autopistas, mis salvoconductos han amarilleado sin ver a los uniformados por ninguna parte. Por una parte es una alegría no verles los caretos, por otra me hace sentir una especie de impotencia y odio, por la mentira que nos están haciendo vivir. Hay que tener miedo, mucho miedo, para ser de verdad bueno.

Mediados de marzo. Las ocho de la tarde. Sale el vecino balconazi, con perdón para Adolf, que ya hace tiempo que me he dado cuenta de que sólo fue un inocente visionario. Volvamos al balcón. Primero pone “Resistiré” en un bafle enganchado a la barandilla. Luego pincha tres o cuatro canciones guays más, de las que les gustan, nostálgicas, de amor, con ritmo, con raíces flamencas o celtibéricas. Poco a poco, día a día, a las putas ocho de la tarde, va enchufando unos minutos más de hilo musical, hasta pasar de la media hora, incluso de los cuarenta y cinco minutos. Un día saco yo un altavoz al balcón y pongo “Smoke on the water” a la vez que suena el Dúo Dinámico. Nadie parece escuchar a Deep Purple, siguen dando palmas al ritmo del enano Manolo y el follador alto Ramón. Quito mi música, derrotado. Los dos viernes antes el confinamiento en el mismo piso del balconazi organizaron fiestas hasta entrada la noche con la pachanga a toda hostia. Luego aprovecharon la coyuntura para hacerse los dueños de la cultura balcón. Gentes que salen a dar conciertos en las terrazas y en las ventanas, que tocan la guitarra, el piano, la bandurria, que inventan preciosas melodías y letras, gente que incluso rueda cortometrajes, o largometrajes, en su casa, para pasar el rato, y que aspiran a estrenarlos en Netflix, o en Amazon Praim, y ahí tienen posiblidades de verdad de hacerlo porque el mayor hijo de la gran puta del planeta, Jeff Bezos, tiene mierda para aburrir a las ovejas en su plataforma y es capaz de comprar todo al estilo José Frade, y que tú pagues por ello para verlo, gilipollas. Homenajes a los héroes en cada balcón, en cada comunidad, en cada bloque, en cada barrio, en cada pueblo, en cada ciudad, en cada televisión, en el interior de cada coño. Héroes y más héroes. En la tele se trata de vender la cultura de los héroes, del triunfo sobre el mal omnímodo. El estado triunfando sobre el mal. Europa triunfando sobre el mal. La ciencia triunfando sobre el mal. La ciencia más infalible que Jesucristo y Mahoma juntos. Europa es más lista que nadie, Europa es más civilizada y más inteligente que nadie porque sus muchachos salen de Erasmus por todo el continente, aprenden idiomas varios y todos se convierten científicos o politólogos, todos los jóvenes aprenden inglés y francés y eso hace que se vuelvan listos de cojones. Hay que invertir más en ciencia y en los jóvenes. Los científicos son todos sapientísimos y buenísimos, no hay ni un sólo idiota en sus filas y ni un sólo hijo de la gran puta. Los jóvenes científicos políglotas vuelven a sus casas por navidad y echan charlas a sus familias sobre lo maravillosa y solidaria que es la vieja de hija de puta Europa.


Consejos te vendo porque para ti tengo.
Jesucristo y Mahoma
son el mismo hijo de puta
con difernte cara:
Jesucristo Mahoma, Hossana en el cielo.
Celacantos
nadando
por las profundidades del Mediterraneo
cagándose en tu puta madre entre el silencio abisal.
Farolas meadas hasta su médula eléctrica.
Ayuso tiene cara de follar muy bien.
Solo sé que estamos solos
bajo el fuego,
Madrid sólo me duele
cuando respiro.
Héroes de mierda en cada balcón.
Héroes de mierda en los hospitales
y en las comisarías.
Cagadas de perro bajo la nieve
como minas antipersona.
Voy a hacer un ERTE
de amistades.
De algo tiene que servir la soledad.
Voy a hacerle un ERTE
a tu puta madre,
a todas vuestras madres
que son trabajadoras incansables
en la colonia Marconi para
su búlgaro benefactor.
Ejercer actividades esencialesjesucristomahoma4
como la de prostituta, esas
que sí salvan al mundo.
Madrid sólo me duele
cuando me río.
No hay leche semidesnatada en la
estantería de
Mercadona ni en el
Alcampo de
proximidad, dejaron solamente
un tetrabrik abollado de leche
seminal entera
y la cajera se niega a chupártela
aunque se lo ruegues.
Madrid sólo me duele
cuando respiro.
Tu mujer fue a manifestarse el día
de la mujer redundantemente coñazo y trabajadora, para
infectar a unas cuantas más a las que odia.
El suelo del supermercado DIA está lleno
de mierda
de la que mata todos los virus.
Croufindin para regalar
a los sanitarios
un crimpai
como gratificación
cuando no hay dinero
más que billones para expertos asesores en salud.
Intubar por el recto
para que respires bien.
Obligar a las enfermeras
a llevar minifalda
transparente.
Hay rameras nacidas en Wuhan,
putas amarillas
del lejano oriente,
tan lejos, tan cerca,
que se venden baratas en un puticlub
del barrio de Tetuán
de las Victorias;
que vienen desde el
otro lado
vírico del
universo para
hacerte pajas de
mala gana
y salvar al género humano
sin amor.
Cuando mueren son
recicladas por otras,
ellas contaminan menos que
Greta Thunberg.
Contenedores para vidrio,
para cartón,
para residuos orgánicos
y para chinos.
En el Cobo Calleja trabajan ahora a destajo
descuartizando chinos
para hacer pizzas barbacoa.
Madrid sólo me duele
cuando me río.
Los repartidores de Deliveroo y Glovo
ofrecen sexo con amor
a tu mujer.
Ella acepta gustosa y hasta
sueña con ellos
cuando folla contigo.
Los recibe directamente en pelotas cuando
traen tus hamburguesas del Burger King,
las que saben a mierda
que tú te comes.
Amancio Ortega
le gusta a tu madre
que se masturba viéndolo donar
mascarillas
a un módico precio de coste,
mientras tu padre, feliz,
cría malvas en el cementerio.
Madrid sólo me duele
cuando suspiro.
Las autoridades sanitarias
no dejan montar en bicicleta,
ni escalar montañas,
ni a los curas decir misa ni
follarse niños, todo es lastimoso, decadente
e insano.
Ha llegado la gran carestía,
la duodécima plaga,
porque se han agotado las pechugas de pollo sin grasa
en el Carrefour de proximidad que
abre 24 horas siete días a la semana.
Y a tu cuñado le empieza a dar tos y tos
pero se sigue encontrándose, desgraciadamente, muy bien,
no le hace falta ir al hospital porque dicen que
es un tío muy fuerte,
un gilipollas muy fuerte.
Y tu tía escupe en el vaso
de tu tío,
a ver si él se muere
pero tu tía empieza a toser y a toser
y se muere ella
y él llora su
muerte,
pero aunque
se masturba pensando en ella
luego se va al puticlub chino donde
trabaja tu madre para un búlgaro y
tu madre es trabajadora, muy trabajadora
pero ni siquiera es china, es solamente una zorra fea.
Madrid sólo me duele
cuando me río.
En Wuhan matan a los sanitarios
cuando acaba su jornada laboral y los
sustituyen por otros limpios, más nuevos.
Mundo ideal chino.
Wuhan está lleno de héroes
en los hospitales,
en las casas, en las comisarías y en
los campos de concentración de uigures.
Pedro Sánchez sale sin pantalones a la rueda de prensa,
se masturba en tu cara y
después
le caga en la boca a Pablo.
Celacantos
nadando
por las profundidades del Mediterraneo
cagándose en tu puta madre entre el silencio abisal.
Madrid sólo me duele
cuando me respiro.
Solo sé que estamos solos
bajo el fuego.

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Mi tía Feli, noventa años, pasó siete meses sin salir de casa sola con su marido, mi tío, algo demente ya, porque él no bebió lo suficiente en su juventud, lo hizo deliveradamente para intentar llegar a viejo o para tener un buen riego cerebral. Doble condena zombi. Un día ella se cayó en el baño. La llevaron a urgencias. Le hicieron unas radiografías. Los héroes del hospital le dijeron que era falsa alarma, que no tenía nada más que un golpe. Volvió a casa. Al día siguiente empezó a tener fiebre alta y tos. Volvieron a llevársela. Murió a los tres días. Mi otra tía que quedaba viva, Mari, ochenta y ocho años, casi no veía. Había tenido cáncer diez años atrás, y el corazón le funcionaba regular. Resistió. Desde marzo hasta finales de diciembre no salió de casa, su hija le llevaba la comida y se la dejaba en la puerta, y también hablaba con su vecina de un balcón a otro. Llamaba por teléfono a mi madre todos los días dos veces. A veces lloraba, pero siempre daba ánimos. Había empezado a echar un poco de sangre al mear, pero no le dio mucha importancia, no se lo contó a nadie hasta que aquello parecía una manguera. Una mañana se desmayó al levantarse. La llevaron al hospital. Murió a los cinco días, tenía un enorme tumor en el útero y otro en el pulmón, que no habían visto hasta entonces porque llevaba año y medio sin ir al médico. Afortunadamente no tuvimos que ir al tanatorio a escenificar paripés, porque ahora está prohibido festejar la muerte. Ella y mi tío se han encontrado al fin en la nada. Y han descansado de ver todo este espectáculo repugnante que se vive en Madrid con el coño de Ayuso chorreante y los huevos de Pedro Sánchez lefando sin parar.

Finales de abril. Vuelvo a casa mirando alrededor como si me estuvieran vigilando o como si acabase de esnifar dos pollos enteros de cocaína. En la puerta hay un coche mal aparcado con los intermitentes puestos, y un agente de movilidad tomando nota. Le digo que creo que el coche es de un vecino, que espere un minuto. Me dice que vale, pero cuando me doy la vuelta pone la multa y se marcha corriendo en su moto. El dueño del coche fue amigo mío en la infancia, y está descargando comida para su madre en el portal de al lado, la mujer está muy enferma y aislada desde principios del confinamiento, porque es mejor vivir aislado, con miedo y bajo el yugo de los hijos de la gran puta de la policía municipal que salir a la calle a suicidarse. Ella morirá dos meses después, quién sabe si de soledad o del virus. Y la policía municipal, los pitufos, los guindillas, los héroes de mierda, los vagos de uniforme, siguen su labor asquerosa en la calle haciendo nada, jodiendo al resto y chupando las pollas de las autoridades de turno. Lacayos de baja estofa. Si algo he aprendido estos meses es a recordar cómo odiaba de joven a las fuerzas del orden, recordar de dónde vienes y lo que tienes que sentir por la gente que hace méritos y trabaja incansablemente todos los días para que el mundo sea una jodida mierda. Estamos solos bajo el fuego.

Desde el mes de mayo no compro mascarillas. Solamente robo FPP2 en los grandes almacenes, en paquetes de tres. He robado ya unos treinta. También unos cuantos envases de gel hidroalcohólico. Sienta bien ser como Robin Hood. La cajera panchita de DIA siempre está muy seria, casi nunca te habla. He visto en las redes sociales que la insultan, que la llaman maleducada. Sí, hay redes sociales de mierda en las que los hijos de puta dan su opinión hasta sobre los hipermercados de saldo para pobres. Los insultos hacia ella provocan que comience a caerme bien, empiezo a sonreír y a saludarla mirándola a los ojos cuando voy a pagar. Y por arte de magia comienza a sonreírme y a saludarme. Le pregunto que qué tal todo y me responde sonriendo que todo bien. Sonreír. No tener miedo. Nos vemos sonreír con los ojos, lo adivinamos por debajo de la mascarilla que ambos robamos. Quieren que vivas con miedo, con mucho miedo. Madrid, cuando el sol arde sobre tu sucio cielo azul eléctrico, no tengo nunca suficientes segundos, ni minutos, ni horas, ni días, ni meses para andar achicharrándome por tus avenidas, me falta tiempo. Y cuando la oscuridad invade todas tus esquinas y tus rincones, siempre me falta existencia para caminar invisible por tus calles. Madrid, eres el patio particular de mi casa y no eres de nadie más que de ti, aunque te reclamen para sí y te prohíban, Madrid. Desgastaré mis suelas hasta que me muera y nadie podrá pararme nada más que sacándome con los pies por delante, de ti. Madrid.


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Ratas de aeropuerto

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En el invierno de Madrid hay cuarenta días de oscuridad entre diciembre y enero, antes y después del solsticio. Como si fuera Suecia o Noruega. Anochece antes de las seis de la tarde y la luz que deja pasar el hollín es cada día más tenue. Las calles se vuelven silenciosas al caer la noche. Me gusta caminar por estas sucias calles a esas horas, sin rumbo fijo. Cojo la dirección Norte-Sur hasta llegar a Atocha y veo como ha cambiado Madrid casi de un día para otro. Entrevistan en el periódico a unos rusos y serbios indigentes que habitan en los bajos de AZCA, bajo los rascacielos. Dicen que no quieren ir al albergue a dormir, que prefieren esas calles subterráneas salvajes, que allí en invierno hace más frío pero que se está mejor. De vez en cuando entra a esa zona baja algún cabrón a mear, a beber, a robar a la gente o a follar, pero les dejan tranquilos allí. Ahora han elegido de alcalde a uno al que llaman Carapolla. Y tiene cara de polla. La anterior ratasde3alcaldesa era una vieja repugnante a la que nadie tocaría ya ni con un palo largo, ni siquiera su marido, que es un arquitecto venido a menos arruinado al que la vieja mantiene. Pero ahora la ha sustituído carapolla, que dicen que es guei, pero que yo creo que no, que no es guei, simplemente resulta que es feo el hijoputa y que no debe follar más que pagando mucho, pero que dentro de su secta ha trepado lo suyo. Carapolla. Y Carapolla es amigo de constructores y gente de bien, como lo era antes la vieja asquerosa pero que lo disimilaba, pero el susodicho Carapolla sólo se diferencia de la vieja en que a él le da igual disimular, y va a echar a los que duermen en AZCA para limpiarlo y hacer tiendas de ropa a las que tú irás a comprarte trapos caros. Los edificios de AZCA parecen gigantes en medio de la penumbra del invierno. Cuando éramos pequeños teníamos miedo de meternos por los subterráneos de esa mierda, pero ahora la verdad es que ya no me da miedo casi nada, y las calles cuando están desiertas, incluso los túneles, me gustan, me hacen sentir bien estas putas calles cuando están oscuras y carentes de humanidad, porque parece resultar tópico lo que voy a decir, pero es absolutamente cierto, no me dan miedo ya las sombras, me dan ya no miedo, sino algo de respeto, los hijos de puta, y esos no duermen en los túneles, sino sobretodo en casas, más grandes o más pequeñas, en todas esas casas en las que veo las ventanas encendidas cuando camino por Madrid a oscuras, todos esos hijos de puta que no salen a la calle de noche durante la oscuridad de los cuarenta días porque tienen frío o miedo, o frío y miedo a la vez. Y yo disfruto de de esa oscuridad larga porque Madrid ya no me da miedo sino que me envuelve, me acompaña otorgándome superpoderes, me regala su capa de invisibilidad. Y ya tampoco tengo frío. Cuarenta días de oscuridad caminando desde Plaza Castilla hasta Atocha. Invisible. Rodando por tus venas.

Corre el principio de los años ochenta, cuando el tiempo avanzaba mucho más lento. Jugamos al fútbol en un descampado irregular sobre el que hay unas porterías sin redes, en los confines de Madrid, en barrio ajeno. Nos damos hostias y hostias, se enfrentan dos grupos de niños con ferocidad de hijos de puta. Me gustaba golpear, entrar a ras de suelo. Era malo, siempre el más delgado y uno de los más pequeños, pero resistía el dolor y lo infringía con crueldad e injusticia, como debe ser. Me cebo con uno, le doy una y otra vez. Intimidación. Le doy patadas sin sentir lo que hago, sin sentido. Lo barro con las dos piernas y lo levanto en vuelo. Me llama hijo de puta. Quebranta un mandamiento y despierta un mecanismo ancestral irrefrenable que llevo dentro, ratasde2en el subconsciente y entonces le meto un puñetazo y una patada sin balón de por medio, y luego otro golpe con el puño cerrado sobre la cabeza, como si clavara un clavo con la mano, y después cuando se va agachando le voy repartiendo patadas por el cuerpo y golpes, hasta que cae y repite el hijo de puta casi mascullando y entonces le sigo dando en el suelo hasta que despierto del trance. Todos miran a distancia. Entonces salimos corriendo. No sé cómo se llama el otro, ni lo sabré nunca, ni lo volveré a ver.

En la casa de enfrente de la mía hay tres balcones. En el de arriba vive un tío gay. Cuando le tocó hacer la mili tuvo que venir la policía militar a buscarlo, porque no quería marcharse a vivir esa experiencia con todos aquellos hijos de puta de uniforme. La gente se reía al verlo, pero yo lo veía lógico, yo siempre pensé que los militares eran unos ladrones, unos hijos de puta y que no quería ni en pintura irme a pasar esa temporadita de secuestro de uniforme. En el segundo piso habita un moro gordo con dos mujeres, la mayor sale a tender la ropa con velo, por si la miramos los de enfrente. Él se acuesta muy tarde y se le ve delante del ordenador del que salen voces extrañas en lo que debe ser porno para moros. En el balcón del primer piso vive el árbitro. No supe cómo se llamaba hasta muchos años después de verlo por primera vez. Se llama Carlos, pero todos lo conocen como el árbitro, porque cuando jugaban al fútbol en los descampados él era muy malo y le ponían a arbitrar, pero sospecho que mucho caso no le hacían. El árbitro es del Madrid. Lo vi hace años alguna que otra vez en el fondo Sur del Bernabéu, pero no le hablaba, porque aunque vivimos enfrente nunca nos saludábamos, hacíamos como que no nos veíamos ni nos conocíamos. Él tiene ahora unos ochenta años. Sus dos hijos se han ido de casa. A su mujer se le cayó el pelo por el tema hormonal y ahora lleva una peluca. Su mujer tampoco me saludaba nunca, hacía como que no nos conocíamos y no nos veíamos por la calle, hasta hace poco. Hace poco a él le dio un ictus. Pero no se quedó gilipollas, tuvo suerte, tuvo cojera durante un tiempo pero la solventó con un bastón. Cuando nos cruzábamos por la calle ella comenzó a saludarme. Me extrañó. Yo la devolví por primera vez el saludo. Entonces él comenzó a saludarme también, cojitranco con su bastón diciéndome hola. Ella me saludaba todos los días. Llevaba una peluca rubia con forma de tazón que le tapaba a la pobre la calvicie. Parecía otra persona. Entonces se lo comenté a mi madre, que me dijo que ella tenía alzheimer, que no conocía a nadie, ni siquiera a ratos al árbitro. Mi madre señala todos los datos con su crueldad de anciana habitual, con esa crueldad que sólo tienes pasados los ochenta a causa de que ya no te importa nada ni nadie. El árbitro ha seguido saludándome, pero ya no va con su mujer. Se lo dije a mi madre, y me contestó que ahora se la llevan a un centro de día. Me lo dijo con su retintín habitual. Mi madre se jacta de estar mejor que los demás, pero muchas veces se olvida de tirar de la cadena y de cómo quitar la calefacción, pero se jacta en plan mala hostia, se jacta de nada, porque ser viejo hace que te vuelvas cabrón también. El árbitro se asoma al balcón del primer piso. Tiene cierta dignidad, es uno de los últimos supervivientes del barrio. A veces lo veía en el fondo Sur, pero hacía como si no nos conociéramos. Gritábamos el mantra de “MADRID, MADRID, MADRID”, a voz en cuello. No es una palabra que signifique un equipo, sino que representa nuestra tierra, nuestro barrio y nuestros cojones. Los cojones de mis padres, del árbitro, los míos. MADRID, MADRID, MADRID. El mantra de tu nombre, el nombre de la ciudad bastarda y maldita que es mi ciudad. Madrid. Gritar MADRID nos teletransporta hasta el animal que fuimos y el que todavía somos dentro del puñetero inconsciente. Puede que la mujer del árbitro haya muerto, porque hace semanas que no la veo con él. El moro del segundo piso sigue haciéndose pajas delante de la pantalla hasta la madrugada mientras sus moras duermen ya bien folladas en las habitaciones contiguas. Y el hombre homosexual del tercer piso sigue odiando a los militares y haciendo como que no me ve. MADRID, MADRID, MADRID, gritábamos cuando cedió la valla del fondo Sur, se cayó la portería y tuvieron la perfecta excusa en sus manos para poner asientos y convertir nuestra tierra en la mierda de ópera que es ahora. El árbitro ya no va al Bernabéu, espera la muerte en su casa viendo los partidos en la tele.

Siguen corriendo los años ochenta y jugamos al fútbol en otro descampado. Dejamos las chaquetas al lado de los postes, y un baló viejo nuestro, porque jugamos con el del otro equipo, un tango España descascarillado pero algo más nuevo. Mientras jugamos y nos damos de hostias vemos que un grupo de kinkis del barrio Belmonte, kinkis hijos de kinkis, pasan mirando por alrededor del campo, pasan rápido y desaparecen. Entonces miramos y el viejo balón ha desaparecido. El partido para y nos vamos a recorrer descampados buscándolos por los confines de Madrid. Hasta que a lo lejos, al bajar una cuesta, vemos gente jugando con un balón. Nos acercamos. Es el nuestro. Son cuantro o cinco más que nosotros. El más grande los nuestros se acerca al más grande de los suyos y le dice que le devuelva la bola, que es nuestra. Se acerca y lo coge en las manos mientras nos metemos en el centro del grupo. Le dice al más grande de ellos que yo soy su hermano, y que si no devuelven el balón mi padre me va a dar una hostia por dejármelo quitar. Algunos kinkis gritan que el balón es suyo, pero mi amigo no lo suelta. El otro le dice que se lo deje un rato, pero él le contesta que no. Masculla un insulto y el de los míos se da la vuelta y le mira. Se calla. El de los nuestros ya tiene pelos en las piernas y es alto, luego parará de crecer y no lo será tanto, pero ahora tiene altura y huevos. A su lado llevamos al hermano del Pantera, el ladrón de pisos, que juega muy mal al fútbol, pero que nos acompaña siempre, y el Jesús, que tiene nueve hermanos y ha repetido curso ratasde4y no le lavan nunca la ropa, huele siempre fatal. Nos damos la vuelta y nos marchamos subiendo la cuesta. Una piedra me pasa rozando. Luego cae otra, y otra, pero vemos que nadie viene detrás de nosotros y desaparecemos tras una esquina. Caen piedras pero tenemos balón.

 Siempre que me levanto lo primero que hago mecánicamente es lavarme los dientes, enjuagarme con Oraldine, beber agua y mear, siempre por este orden sagrado. Al llegar al water y apuntar el chorro siempre veo que mi madre no ha tirado de la cadena. No se sabe si no tira por ahorrar agua o, como dice ella, por no hacer ruido. Creo que simplemente lo hace, o no lo hace, por vaguería, por desdén, por cansancio, como cuando de madrugada me despierto tirado sobre la cama con la tele puesta y mi cuerpo no tiene casi fuerzas ni para apretar el botón de apagar ni para quitarme los pantalones. Ese esfuerzo supremo casi de la nada se hace imposible, por un momento es como subir al Everest sin oxígeno. Ese esfuerzo de los ancianos a los que les queda poco tiempo y ya casi nadie conocido, que ven su territorio poblado por desconocidos y transformado en otro planeta diferente que ya no es ni mejor ni peor, pero sobre el que ya no pueden respirar, sobre el que no les apetece vivir, continuar vivos. Todos los días me siento a la mesa con mi madre delante. Vemos la tele. Ella quiere ver “La ruleta de la fortuna”, pero yo me opongo, prefiero el Telediario facha de Telemadrid. Es un telediario surrealista, cutre y salchichero. Conozco al subdirector de informativos del denominado canal autonómico y, aunque decíamos que estaba pirado, me sorprende que permita tanta basura. Pero ese telediario es como un informativo con síndrome de Diógenes, y yo necesito esa acumulación de basura rancia para sentirme un poco en el pasado, ese tono carca en las palabras y en la forma de tratar las imágenes, hacen que me sienta caliente. Si pongo otra cadena con sus ritmos desenfrenados y sus noticias políticas siempre mi madre y yo terminamos por llamar hijo de puta a cualquiera de los que salen, al presidente Pedrito, al carca rojo Pablito o a los fachos de los partidos de la derecha, porque todos son unos hijos de la gran puta. Y no nos gusta comer insultando, resulta desagradable, preferimos ver las noticias de sucesos que dan en Telemadrid con muertes por doquier, con peleas, choques entre coches, incendios, pero todo sucede muy cerca, y el subdirector de informativos de la cadena se debe descojonar cada vez que escucha y ve su obra diaria que no es más que un cuadro expresionista lleno de mugre pero que nos hace sentir calientes y todavía vivos delante del televisor. Mi madre me repite una y otra vez, un día y otro, el mantra de que quiere morirse pronto, que a ver si se la lleva ya su Dios pagano a tomar por culo. Y esa rendición me encrespa, no sé por qué en realidad, porque yo cada día pienso un poco de lo mismo sobre ese camino al que cada minuto me entrego un poco más, pero me jode que se rinda, aunque todos nos rendimos un poco cada día, pero bueno, me jode que se rinda porque escuchar a un anciano hablar de se modo es como verte en un espejo interior, como en una bola de crista, es vislumbrar el futuro de lo que será, de lo que en el fondo eres en realidad. El anciano es un vidente, un pitoniso, un augur, un viajero en el tiempo que viene de tu futuro para decirte la soberana mierda que te espera y lo que en realidad eres, el puto polvo que en en fondo llegarás a ser por mucho que te esfuerzes, por mucho que corras. Ese tiempo apisonadora que te persigue y que es mucho más rápido que tú aunque te creas, o seas, Usain Bolt. Usain Bolt también llegará un día a esa meta en la que deseará morirse. Los viejos son los Usain Bolt de la clarividencia, y puedes cabrearte con ellos, pero lo haces porque sólo dicen la verdad desnuda, y la verdad te jode. La verdad hollín, la verdad lluvia, la verdad viento sucio, la verdad que llega más tarde o temprano, pero que llega.

Llego a un aeropuerto. Islas Canarias. Por la calle y en el aparcamiento no hay casi nadie. Dentro se encuentra abarrotado. Juligans del aire. Gente de mediana edad que gasta el sueldo y la jubilación en hacerse selfis por el mundo. Encuentro un asiento que guardamos como oro en paño mientras mi compañera se va a mear. Pasan cientos de personas. Gordos sesentañeros con tatuajes dilatados con banderas de países sobre la piel. Señoras que no lubrican su vagina hace décadas. Señoras ultramaquilladas algo más jóvenes con aspecto de querer follar y no poder más que con la seta de su marido. Parejas que quieren aparentar que no han muerto todavía y que no quieren pensar que les queda poco y que ni el móvil ni los selfis ni los laiks de sus primos y de sus amiguetes les van a salvar de mearse y cagarse encima, en muy breve o quizás un poco más tarde, pero que la cosa de defecarse va a llegar, y la de no acordarse ni de cómo se llama el presentador del programa ese de la tele porque tu mente dentro de poco no va a dar para más por muchas vitaminas que deglutas. Y señores que sueñan con follar con chicas jóvenes que ven por la playa pero que ya no podrán tocar nunca a una ni pagando, porque pagar está muy mal visto pero si nadie los viera lo haríanratasde11 sin dudarlo. Y en medio de todo Dios, que es Ryainair, donde O´leary se ríe en sus, en nuestras putas caras de gilipollas haciéndonos el favor de dejarnos viajar a los confines baratos del mundo, esos lugares que no valen ni para tomar por culo pero delante de los que te harás fotos y alguna paja en los servicios del hotel de turno cuando tu señora está durmiendo. Subes al avión y ves cómo Ryanair ha colocado a las parejas desperdigadas para que paguen suplemento, algunos intentan cambiarse de asiento para estar cerca pero la mayoría se hacen los distraídos y distraídas para que les dejen un ratito en paz, para soñar mirando por la ventanilla o para quedarse dormidos con el runrún del motor del aparato y así descansar de la voz de esa puta sombra balbuceante que tienen al lado 365 días al año que es su pareja, a la que aguantan en parte por piedad y en parte por necesidad. Dios Ryanair, la compañía que nunca ha tenido un accidente y en la que nunca un moro ha estrellado uno de sus aviones contra una torre capitalista de oficinas, que si ocurriese aquello el olor que soltaría el incendio sería mitad a keroseno y mitad a mugre de pobre. Olor a rata quemada. Ratas de aeropuerto. Así en la tierra como en el cielo. Volamos un rato. Se hace de noche. Miramos para abajo y allí se ve su silueta. Mil putas bombillas entre la bruma del dióxido de nitrógeno y la mierda reconcentrada. El alcalde Carapolla mandando. Y luego vendrá otro, y luego otro, y otro hijo de puta, y otro más. Y tú ahí resistiendo conmigo hasta quedarnos sin memoria. Si pierdo la memoria o las piernas por favor pégame un tiro, o envenéname con lejía, o con lo que sea, cabrón, pero no me dejes aquí así, déjame irme primero que tú y prometo que me apareceré en tus sueños, en tus sueños de Madrid.

40 días de oscuridad
entre diciembre y enero
todos los años
antes del puto solsticio
de invierno.
Sobrevivir al jodido invierno
como obligación de
raza.
Permanecer erguidos
como homínidos superiores
que no tienen miedo.
Postureo desde el Valle del Rift
hasta que se ensanche el sol hacia Plutón. ratasde9
Fuimos lo que fuimos
somos lo que somos
o sea
nada
máquinas de huir hacia delante.
Ratas de aeropuerto
comentando lo mal que está el mundo
al verlo por la ventanilla.
Nunca tengo frío
pero he empezado a odiar el invierno.
Soñar con matar a todo el mundo.
A todo el mundo.
Mundo.
El mundo.
Despertar hecho un cuatro sobre el asiento.
Vuelo hacia todas partes y hacia ninguna
hacia donde te
cobran hasta por
cagar de canto.
Viajar por el mundo en Ryanair
dar la vuelta al mundo
para olvidar que
la muerte te ha cursado recibo
que la muerte te ha mandado su aviso legal,
que la muerte ya te ha metido cukis en el disco duro.
La muerte no respeta la política de privacidad promulgada por el parlamento europeo.
Soñé con estrellar sobre ese parlamento de mierda
este Airbus de mierda
mientras volaba junto a toda esta mierda
de pasajeros
sobre el Atlántico
y casi me corrí
al soñarlo.
Pensar que puedes caminar sobre las aguas
pero ahogarte.
Despertarse ya viejo después de haber soñado con matar
al presidente del gobierno
y al jefe de la oposición
a los líderes de los diferentes partidos bisagra
y a toda su flota de asesores a sueldo,
sicarios a sueldo.
Cegar a un vidente
Ensordecer a un oyente
Empupar a un leproso por todo
el cuerpo.
Despertarse en un asiento de avión con
400 juligans del aire
jubilados y gilipollas
o ambas cosas a la vez.
Sí matarás, sí robarás, sí cometerás actos impuros
pero no follarás
nunca más
puto jubilado de mierda.
Suicídate, tírate por la
ventanilla.
Todos somos la misma mierda mortal
en el avión
destino la muerte
por un módico precio
con suplemente por elegir
asiento.
Cuando un hombre cumple los sesenta
debe dejar de follar y de soñar.
Pero yo te daré mi santa polla
por mandato divino
la santa polla
hasta que tú quieras
hasta que te hartes de ella.
Santa polla bisturí.
Santa polla instrumental quirúrgico.
Santa polla centro del mundo
santa polla cinturón de explosivos.
Convertir el agua en vino.
Azafata gorda
sobrecargo chistoso
que le dice que la quiere,
le pide matrimonio
en directo
en el aire
O´leary sonríe.
Ryanair
O´leary riéndose en tu puta cara
de turista
rata de aeropuerto.
Resucitar al puto Lázaro y
volver a matarlo.
Ryanair como un palacio flotante del lumpen.
Así en la tierra como en el cielo.
Los hijos de puta de Adán y Eva eran
igual de hijos de perra ambos a pesar de
la diferencia de género
porque el género es uno sóloratasde5
el género hijoputa pero
el avión de Adán y Eva se estrelló
igual que el tuyo
lo hará al final.
Invitar a que los mercaderes entren en el templo.
Olor a rata
asada
con salsa caramelizada.
La vida es mucho más loca e hija de puta
de lo que tú y yo pensamos.
Pero podríamos seguir follando
hasta el final
si tú quieres
con tu consentimiento explícito
para que no lo consideren violación
y me metan en la cárcel.
Sagrada polla de jubilado
momificada.
Ratas de aeropuerto.
40 días de oscuridad
antes y después del puto solsticio
de invierno.


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39 chinos muertos

chinosmuertos1

Madrid. Me gusta pasear por las calles poco iluminadas y concurridas de noche. Hay una calle que a la gente no le gusta pisar. Está en medio de ninguna parte, entre el parque del Oeste y la Estación del Norte. Está ahí para que nadie pase por ella, porque en esa ladera apartada a la espalda de todo está el Albergue de San Isidro, donde van a pernoctar las escorias más arrastradas de Madrid. Van borrachos, van negros, van tullidos, van enfermos jomles sin casa y van yonkis y exyonkis a los que nadie quiere. Los coches pasan a toda velocidad por la calle para no verlos. Los coches deben pasar con cuidado, porque la escoria cruza sin mirar, sin miedo, la carretera, sin ningún miedo a la velocidad de los coches o de las balas, y se les puede atropellar si vas distraído conduciendo hablando por el móvil o guasapeando. Paso por allí y siempre están los mismos, hasta que se mueren. Sentados en el bordillo, meando en las tapias. Los negros se agrupan con los negros, los yonkis con los yonkis. Uno suele poner un cassette a todo volumen con flamenco del malo, y nadie protesta, no hay casas alrededor y nadie protesta por el ruido o por el olor a meado. En la calle de arriba está La Rosaleda del Parque del Oeste, y en la de abajo la Estación del Norte, pero la escoria nunca baja por allí o sube por allí, permanecen vegetando borrachos o drogados en esa calle larga del albergue. Me gusta pasar por allí. Me miran como si miraran al hombre invisible. Me gustan. Un día vi follar a una gorda borracha con un yonki apoyados sobre una barandilla de piedra, fornicaban a plena luz del día sin importarles quién miraba. Igual él le había pagado a ella cinco Euros por el polvo y a ti te parece una relación de poder de ésas que dices cuando te pajeas la mente. Ellos me caen bien y tú me pareces gilipollas. Ellos no tienen miedo, y tú sí, y quieres que los demás lo tengan como tú.

chinosmuertos2Sé muy poco de mis abuelos. Sólo llegué a conocer a mi abuela paterna, pero nunca sentí nada por ella, si acaso asco cuando palmó. Mi abuela materna murió casi al mismo tiempo que yo nací. De mi abuelo paterno conozco algunas fotos, y sé que vivió en Madrid durante la guerra, y que no era de ningún bando. Y luego sé que murió de cáncer de pulmón, o de fibrosis pulmonar o algo así, a mediados de los años sesenta, antes de nacer yo. Y que era bastante tacaño, pero que iba a su bola. Sé que era duro con mi padre. Mi padre trabajó desde los doce años con mi abuelo hasta que éste se murió. De mi abuelo materno no conozco casi ni su cara. Murió a los sesenta y pocos años de un derrame cerebral. Dicen que empinaba el codo. Cultivó la tierra, tuvo una posada en el pueblo, y luego reparaba camiones y coches en Madrid. Durante la guerra tuvo que escapar al monte, porque decían que en la república ponía el himno de Riego en la gramola cuando pasaban las procesiones por la casa. Escapó por la puerta del corral cuando vinieron a matarlo. Dicen que las marcas de los tiros siguieron allí hasta que tiraron al casa. También dicen que mi abuelo no se marchaba de casa durante los bombardeos, que se quedaba allí porque le daba igual volar por los aires, y porque pensaba que el índice de probabilidades de que le alcanzara una bomba era muy baja. Escapó corriendo al campo pero un año más tarde no se sabe si lo cogieron o se entregó y lo metieron en la cárcel. Condenado a muerte. Luego conmutaron la pena por treinta años. Y el 7 de octubre del 45 Franco claudicó ante los aliados y dieron una amnistía general. Mi abuelo salió del talego tras siete años y como le habían expropiado hasta los calzoncillos se vino a Madrid a trabajar, y a beber, y a beber y a trabajar, reparando camiones, o coches, y trasportando arena de los ríos para las obras de las casas del nuevo Madrid de después de la guerra. Mis tíos hicieron algo de dinero en Madrid y empezaron a votar al PP, y decían que Franco al final había sacado de la cárcel a mi abuelo. Mi abuelo siguió bebiendo y trabajando, y dicen que no se hablaba casi con mi abuela, a la que había preñado diez veces y con la que había tenido ocho hijos vivos y dos muertos. Un día a principios de los sesenta le dio un derrame cerebral. Nunca lo conocí. Hay una tapia en mi barrio que sigue en pie que él construyó. Me gusta pensar que no se escondía durante los bombardeos. Yo tampoco lo haría.

Al Bagdadi debería haberse suicidado en la cumbre del clima, con todos dentro. Se lo han cargado antes de tiempo. Tengo un sueño recurrente donde Mark Zuckerberg es secuestrado y torturado. Le sacan la piel a tiras hasta dejarlo en los huesos, pero con vida, como en la escena sádica del libro de Murakami. Murakami también es sádico, aunque no lo parezca. Después irán a por Llef Bezos, le arrancarán los ojos mientras grita desesperado ofreciéndoles dinero pero no tendrán piedad los asesinos y se los echarán de comer a los perros. Ojos con sabor a almendras caramelizadas. Ojos con sabor a chicharrones de Galicia de los que me trae Daniel Prieto. Chicharrones para no morir de inanición, chicharrones hasta ahogarme. Mi madre comenzó a decir croquetas en vez de cocretas. Ese es el mayor signo de decrepitud, la corrección gramatical. Veo una mariquita paseando por el cristal de la chinosmuertos3ventana del baño durante días. Bajo a la compra y traigo productos sublimes de Mercadona: fideos Yum-Yum y cerveza Black. Cuervo con sabor dulzón como a pis. Me gusta el cuervo que han pintado en la lata, y el “1895” como si fuera el año de creación que han dibujado debajo del grajo negro. Paseo por los pasillos de Mercadona, pero mi lugar favorito son los de el Alcampo por las tardes justo antes de cerrar, entre las nueve y las diez de la noche, cuando ya queda poca gente, cuando los que vamos sólo lo hacemos para pasear acompañados por las latas, las botellas y los envases.

Mi tío Pedro era un tipo que llevaba siempre una sonrisa puesta en la boca debajo del bigote. Me contaba que entrenaba con Fred Galiana, el boxeador aquel del que sólo conozco el nombre y dos o tres fotos que he visto en internet. El padre de mi tío era del PSOE, el partido ese de traidores, cobardes e hijos de puta, era un personaje conocido en ese puto partido, y cuando terminó la guerra tuvo que salir huyendo. Se marchó a Francia, dejó tirada a mi tía y a su hijo en España, pasando hambre. Tuvieron pocas noticias de él. Cuando murió Franco el tipo volvió del exilio. Estaba enfermo. Regresó sin un duro. Se alojó en casa de mi tío. Mi tía, la hijaputa de mi tía, decía que aquel viejo cobarde le daba asco. El viejo cobarde y otros viejos cobardes que habían vuelto de la mierda del exilio se postularon como candidatos de esa mierda de partido, y los nuevos traidores que mandaban tras la transición democrática, joder qué gran mentira de expresión, les contestaron que allí no había nada que rascar. Se presentaron a las elecciones con otro partido que refundaron, el PSOE histórico, manda cojones histórico, y naturalmente no sacaron una mierda de escaño. El viejo murió al poco tiempo. Mi tío hacía reformas. Comercios y casas. Estaba especializado en decorar farmacias. Tenía un despacho cerca de la calle Fuencarral. Mi tío seguía siendo simpático. Soñaba con que su hija, mi prima, fuera muy lista, muy muy lista. Un día se enfadó cuando le gané al ajedrez dos veces seguidas. El a ratos también se creía muy listo, pero era simpático. Entonces nos enteramos de que habían empezado a irle mal los negocios. No llevaba dinero a casa y empezaron a pasar hambre. Desaparecía muchos días seguidos. La hijaputa de mi tía estaba que trinaba. Cuando lo veíamos lo notábamos más delgado, cada vez más, cada vez más. Flaco. Un tío antes corpulento y fuerte que ahora estaba flaco. No traía dinero a casa. Entonces mi padre bajaba a casa de la hijaputa de mi tía con bolsas de comida. A veces iba yo con él. Mi prima era lista, y gorda y fea, o corpulenta como mi tío, y no tenían dinero para pagarle los estudios, porque a mi tío ya he dicho que le iba mal, y habíamos empezado a escuchar por el centro que era un timador, que cobraba las reformas de las farmacias, o el anticipo, y no aparecía a hacer las obras, que llevaba dos años haciendo éso porque no tenía dinero para pagar a los obreros. Mi prima era la más fea, pero aprobaba los exámenes de ingeniería, y mi padre le pagaba la matrícula y les llevaba comida, todas las putas semanas. Entonces mi tío se quedó ya muy flaco, y volvió a casa. Estuvo unos meses en que volvió a casa, ya no desaparecía, se pasaba todo el día en aquella oscura casa interior del principio de la calle Fuencarral. Era una casa de las que tienen el water en la cocina, tienes que cagar mientras tu madre hace la comida. Mi tío había vuelvo a casa, bak jom, pero muy flaco. Tenían un coche muy viejo y se fueron de vacaciones a la casa del pueblo. No follaba con mi tía, pero eran felices. Debía ser muy difícil follar con mi tía, porque era muy hijaputa. Una vez dijo que yo la había disparado con la escopeta de perdigones en el pueblo. Yo sólo la había apuntado, soñaba con pegarle un tiro en la cabeza, pero no lo hice, por desgracia. Y a la vuelta de las vacaciones volvieron en el vetusto coche a casa y en la carretera de La Coruña volcaron, porque conducía la gorda fea y lista de mi prima, y mi tío, que iba de copiloto se clavo en la cabeza por la ventanilla un testigo de kilómetros de la carretera. Mi tía fue al despacho de mi tío y descubrió fotos de tías en pelotas hechas con Polaroid, y cintas de cassette donde mi tío decía borracho que en cuanto su hija se hiciera mayor se iría con su otra familia, con la que tenía otra hija. Se escuchaba por el barrio que pobre mi tío, que era simpático pero que iba con todas las putas de Madrid. No follaba con mi tía, pero se ve que sí con otras, y hay que alabarle el gusto. Mi padre lo odiaba, porque siempre se había olido la tostada sexual de mi tío. Mi madre seguía diciendo que mi tío debió ser un putero y un cabrón, pero que le caía mucho mejor que mi tía. Y mi padre tuvo que seguir bajando comida todas las semanas a su casa y pagando los estudios de mi prima hasta que ésta encontró trabajo. Y entonces la hijaputa de mi abuela se hizo muy mayor, casi cien años. Y murió, un día, sentada en una silla. Y mi padre fue al notario y descubrió que mi abuela había cambiado el testamento y que le dejaba casi todo a la hijaputa de mi tía. Mi tía la había llevado al notario unas semanas antes. Creo que mi tía sigue viva, en algún lugar de Madrid. Mi madre dice que es una hija de la gran puta, y que mi abuela también lo era. Y que mi tío era un putero, pero que era simpático y que ser simpático es lo mejor que se puede ser aunque se sea un cabrón fornicador. Cuando estaban enterrando a mi tío llegó un tipo con un cactus muy grande y lo introdujo en la tumba. Sabemos que tenía una hija bastarda, al menos una, y debía ser mucho más guapa que la pavisosa gorda de mi prima la ingeniera. Mi tío era majo.

Morir por guasap. Retransmitir la muerte por guasap. Contarlo a toda la familia y amigos, cómo duele, cómo jode, cómo te vas apagando, en vivo y en directo, o en muerto y en directo. Todos diciendo lo tristes que están, poniendo emoticonos con caritas con lágrimas, todos tratando de explicar lo bueno que eras, escribiendo jaculatorias a tu muerte mientras cagan en el water. Un grupo de guasap con toda la parentela, putativa incluida. Alguno se equivoca y cuelga las fotos de las vacaciones sin darse cuenta, o dándosela, otro tontea con su prima hermana en el grupo, y cuando ella le manda una foto de sus vacaciones en Bangladesh él se masturba mirándola. chinosmuertos4Y tú te mueres, pero eres feliz, porque la muerte no debería ser triste según las teorías de los grupos de autoayuda de internet, y los demás comen sandwiches de rodilla en la sala del tanatorio donde hablan de fútbol y guasapean, y algunos hasta se tiran pedos de esos que no suenan pero que huelen a muerto mientras te miran fiambre por la ventanita.

Me gustan las putas y los borrachos. Los puteros son sólo una pobre gente con ganas de follar, Karim Benzemá es putero y es muy buena persona, aunque le gusta pisar el acelerador a fondo a veces en exceso. Tú no pisas el acelerador ni follas, eres racional, y bueno, y todo éso. Al menos los puteros follan, tú tienes cara de hacerlo poco y mal, aunque no es nada de extrañar sabiendo la cara que tiene la persona con la que compartes cama, aunque ésto es un juicio de valor, como cuando tú dices que ser puta es malo, y yo te escucho tus teorías tontas y me das pena, pero no digo nada por educación, por no molestarte. Un mundo gobernado por putas. Ai jav a drim. Joder, sería cojonudo un mundo así. Con puteros de ministros. Aunque hay puteros que ya lo son, lo curioso es que tú les votas y estás en contra del oficio de sus madres. El oficio, dicen, más antiguo del mundo, y yo añado que el más noble. No hace falta eFePé de segundo grado para ser puta, sólo un coño, esa es la ventaja. Aunque todo se podría estudiar y crear un máster para perfeccionar el follar, a ti te hubiese venido de puta madre aprender éso en vez de toda la mierda que te enseñaron. Tus hijos tienen másteres rimbombantes, y caros, en su curriculum, pero este curso sería mucho mejor, y más rentable, y respetable, y haría mucho más bien a la sociedad que cualquier mierda que ahora imparten en esas universidades. Podrían impartir varios idiomas en el máster de puta, y financiar viajes de Erasmus a Amsterdam para perfeccionar el coito y los idiomas. Putas multilingües y cultas, con mucho mundo. Escuchar teorías feministas sobre juegos de poder del patriarcado se queda en una mierda al lado de estudiar para puta, esa es la verdadera ciencia. Y además resultaría más divertido que esas otras mierdas, follar puede ser divertido aunque no te lo creas, follar en realidad no es para tanto, no es un acto tan metafísico como tú dices. Un mundo lleno de putas en libertad, esa sociedad utópica perfecta nada distópica sería maravillosa, una gozada. Ya estáis tardando en rodar una serie sobre ésto, para HBO o Netflix, aunque los gilipollas del mundo se pondrían de uñas por su inmoralidad, pero lo que nos íbamos a reír no iba a tener precio viéndoles el jepeto asperger de acelga. Hay futuro para las putas, hay futuro, lo hay, porque además sus hijos mandan ahora en la política, y tú los votas, porque la democracia es maravillosa, tu democracia, pero una dictadura de putas y puteros sí sería un mundo ideal, un mundo cojonudo. Así que no me vayas diciendo que hay que acabar con las putas. Prueba a follar con una, igual cambias de opinión. Yo diría que, viendo tu percal, seguro que te marcharías.

Noto un golpe en mi costado. Son las cinco menos cuarto de la mañana, lo veo en el reloj de enfrente al despertar. Otro golpe. Es mi madre que me golpea. Enciende la luz y me dice que se muere. Mi madre es como Pedro de “Pedro y el lobo”, y nunca podré saber cuándo viene de verdad el lobo. Me hace dudar, ni siquiera funciona esta vez el decirle que voy a llamar a una ambulancia para calmarla por puro miedo al ridículo. Dice que se muere, que se muere, que se muere. La tumbo en la cama, casi a la fuerza, dice que la cabeza le va a estallar. Llamo al 112. Les explico mientras escuchan sus lamentos casi a gritos por el auricular. Tras unos minutos de conversación absurda me dicen que mandan una ambulancia. Mi madre se pone cada vez peor, dice que no puede respirar. La mantengo tumbada e intento que no se asfixie, que  trague aire y lo expulse acompasadamente. Llaman al telefonillo, a las seis menos cuarto de la mañana, los de emergencias. Llegan una enfermera y una médico. Y bingo. Resulta que la médico es una entre un millón, un ser de luz. La presencia extraña tranquiliza a mi madre, que resucita de un tirón. Alien de los años treinta resurrección. Tiene la tensión normal, las pulsaciones normales, la temperatura normal. El diagnóstico es claro: tiene miedo a morir. Charlo un rato con la médico de urgencias que me dice que para qué coño mi madre toma todas esas pastillas, que si fuera ella le quitaba la de la tensión y el omeoprazol, que es un veneno que dicen que provoca Alzheimer, porque el estómago, los jugos gástricos y el cerebro están mucho más relacionados de lo que creemos. La acompaño hasta el portal. Nos despedimos en la puerta de la ambulancia, me dan ganas de quedar con ella más tarde para dar un paseo y hablar de ésto y de aquello. Hay personas con las que es mejor hablar incluso que follar. Pero no volveremos a vernos nunca. La ambulancia se marcha. Hace fresco. Las calles de Madrid ya están puestas, como cada día, las colocan cada mañana de madrugada, las calles no se irán a ninguna parte, permanecerán inmóviles ahí, eternas, inmutables con su olor a hollín y a pis, mientras tú y yo tratamos de calmar el miedo a morirnos cada día, intentamos aguantar el tipo y parecer erguidos, hasta que al final nos vayamos al otro barrio más o menos asustados, incluso aterrorizados. El barrio de al lado, el de la muerte, también está en Madrid. Madrid solitaria de madrugada. Madrid fresca presagiando calor. Madrid víctima y verdugo. Madrid atestada. Madrid aterrada queriendo parecer valiente. Madrid.

39 chinos muertos en un camión frigorífico.
39 putas enterradas en el polígono industrial Cobo Calleja
aún por encontrar
sus hijos son candidatos al congreso
el próximo domingo.
Al-Bagdadi se suicida como un
héroe
en la cumbre del clima. chinosmuertos5
Matar dragones.
Cataluña es como la franja de Gaza
y tu coño como la Antártida ardiendo.
No quiero ser un jubilado
que baila salsa,
prefiero morir con dolor,
dolor y sombras.
Nunca he ido de putas, nunca
pero
tu mujer me llamó una tarde
mientras se hacía una paja metida en el baño
caliente.
Sueño con un mundo lleno
de putas
y borrachos y con
escalar el Everest cotidiano
inhalando no oxígeno sino
gas butano de bombona.
Echábamos mercromina a las chicas en la Coca-Cola
en vez de burundanga
por ver si era verdad eso que decían que se
excitaban
pero todo era mentira.
Ya no hay mercromina en
las farmacias.
No te fíes de nadie
no te fíes de mí.
39 chinos muertos
39 putas muertas en un polígono industrial
aún por encontrar
lloradas por sus puteros
enamorados
y por sus hijos
candidatos al senado el
domingo próximo.
Madrid me habla cuando camino
sobre su lomo,
es mejor que follar y que comer
es como correr volando.
Morir por Guasap
resucitar en Instagram,
matar a Zukerberg en directo por feisbuc.
El día que nos conozcamos
físicamente
te decepcionarás,
porque aunque tengo grande la polla
en comparación con un chino
soy de un color sucio de carne y hueso
en toda su plena mugre.
39 chinos muertos en un camión frigorífico,
39 putas muertas en un polígono industrial
aún por ser halladas
sus hijos llorarán su desaparición mientras
juran sus cargos de ministro,
secretario de estado o
simplemente de asesor de gabinete ministerial,
todos ellos tienen una madre puta muerta aún sin encontrar su cadáver.
Me conocerás, nos conoceremos y
te acostaré sobre una cama de omeoprazol y rosas y
me ayudará algo el clonazepam
para darte placer en sueños
narcotizada.
Dios omeoprazol.
Rey ibuprofeno.
Príncipe paracetamol.
Zarina Burundanga.
Llamar al 112 por un ataque de ansiedad
pensando que es un ataque al corazón, jart atac.
Si te excedes con el clonazepam velaré tu sueño hasta el cementerio
y cerraré la sala del tanatorio para que no entren
todos esos hijos de puta que detestas,
para que no pasen a llorarte y a comer
los sandwiches de Rodilla que traerá tu familia
para el deceso
pagados a 2 Euros con cincuenta céntimos la unidad.
Retransmitir la muerte
por Guasap
la tuya o la de
39 chinos en un camión frigorífico
o la de 39 putas enterradas en un polígono industrial chinosmuertos6
aún no encontradas
madres no de
39 eurodiputados sino
de muchos más porque
esas putas con hijos políticos
suelen ser muy fértiles.
Volar todos los bancos de semen del mundo.
Volar la cumbre del clima
con todos dentro.
Al Bagdadi,
Al Zarqawi,
Al nosequé
Al nosecuantos
Mohamed Atta,
Bin Laden,
putos héroes
que nunca fueron de putas
o al menos eso decían.
La tierra fue creada sin duda por un
hijo de la gran puta
bastardo sádico
que
nunca te deja ver cuándo es
el final del camino.
Debes saber que el momento en que todos se largan lo hacen para
no volver.
"La muerte viene"
grita Pedro en el cuento de
"Pedro, el lobo y la muerte".
39 chinos muertos en un camión frigorífico
39 putas muertas enterradas en el Cobo Calleja
aún no encontradas
se toman la revancha porque
sus hijos serán elegidos este domingo para el congreso
de los diputados.

<para Eva Santos del Cuervo>


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