Bonifacio Singh: Madrid Sumergida
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Detroit (huir hacia delante)

detroit1

Madrid. Calor de mayo, después de junio, y hollín. Madrid es más fuerte que tú, y que yo, pero no creo que vaya a venir a salvarte. Thomas de Gendt se escapa por las laderas del Stelvio. Los sabuesos le siguen detrás, pedalean como locos, puestos a tope de EPO y Testosterona, pero él resiste, quizás milagrosamente, quizás por cojones. Y de repente pasa por un agujero negro espacio-temporal y vuelve a aparecer una década más tarde también escapado, con un pelotón de nuevos jóvenes culogordos a las espaldas, que tragan aire como podencos con la lengua fuera persiguiendo a un conejo cansado, pensando en su pescuezo y relamiéndose de gusto ante la posible presa. Pero al cabronazo no pueden alcanzarlo. Le gusta pedalear solo y siempre en cabeza, no importa cómo vaya el resto, si hace frío o calor, el marcha siempre a su puta bola. “Sólo” dejó de acentuarse en todos los casos por orden de la real academia. Caminar solo o sólo. John Wayne era un tipo un poco asqueroso. Pero cuando era Ethan en la ficción resolvía los problemas de los demás en “Centauros del desierto”, y cuando terminaba de hacerlo se marchaba por donde había venido sin hacer ruido, cerraba la puerta detroit2y nadie notaba su ausencia, ni recordaban que había pasado por allí para ayudarles a sobrevivir. No necesitaba hacerse notar, ni tuitearlo, ni colgar fotos suyas despellejando indios en Instagram, ni alardear de haberse follado a la madre de Caballo Loco en Feisbuk. Y Kirk Douglas, también solo o sólo, cortaba alambradas de los terratenientes en “Lonely are the brave”, terratenientes como Zuckerberg, Bezos o Musk, esa clase de hijos de puta atemporales, y peleaba con un manco atándose una mano a la espalda para no tener ventaja respecto al puto tullido. Y al final de la película, que se veía desde el principio que iba a terminar crepuscularmente mal, lo atropelló un camión al cruzar una carretera y mató a su yegua, que se llamaba Whisky. La pobre y simpática Whisky.

¿Por qué me gusta Detroit? No, nunca he estado allí. Posiblemente nunca viajaré hasta sus calles, o a lo que queda de ellas. En primer lugar me gusta porque allí vivían Ricky Mahorn, Billy Laimbeer, Dennis Rodman y Isaiah Thomas, que repartían hostias como panes a los rivales en el equipo de baloncesto de aquella ciudad tan pobre, esa que fue antes tan rica, y nadie pudo hacerles sombra durante unos años. Y todo el resto los odiaban, querían sacarles la piel a tiras, machacarlos. Eran los malditos por excelencia. Malditos. Malditos. Isaiah Thomas empezó a jugar al baloncesto con los únicos zapatos de vestir que tenía en el armario, que le estaban grandes porque eran heredados de su hermano. Y Rodman intentó suicidarse en el aparcamiento de un centro comercial porque nos sabía qué hacía en este mundo. Y Billy, el cabrón de Laimbeer, no dejaba que nadie los tocara un pelo de la ropa, les partía la cara a todos los enemigos. A Ricky Mahorn lo traspasaron los directivos cutres que mandaban en el club. Era el más malvado de todos. Vi un vídeo en el que a aquel negro hijoputa redomado se le saltaban las lágrimas al tener que marcharse a la fuerza de Detroit. Y Detroit también me gusta por la pareja, Adam y Eva, de “Only lovers left alive”. Porque tú y yo nos parecemos un poco a esos vampiros en Madrid. Me gusta cómo se mueven esos dos de noche por la ciudad en ruinas observando cómo los edificios se caen a cachos, y cómo visitan la casa natal de Jack White, el sexto de siete hermanos que nació en aquellas calles. Y porque veo en mi cabeza la imagen de Sixto Rodríguez, el hombre de azúcar, caminando entre la nieve, dejando las marcas de sus pisadas sobre esa sucia masa blanca, sin pensar que había triunfado hacía años en Sudáfrica con una canción suya totalmente desconocida sin embargo en Detroit. Pero esta ciudad tan lejana, tan maldita también, esa urbe ahora destrozada y casi despoblada, sobretodo me gusta por sus descampados, que se parecen mucho a los de esta otra ciudad achicharrada en la que nosotros nos criamos. Echo de menos los descampados arrasados de Madrid. Crecían en ellos perales salvajes y moreras, que nos daban sombra en verano y hojas ricas para los gusanos de seda que criaba Jose. La gente enterraba debajo de ellos, bajo la fina y sucia arena, a sus mascotas metidas en cajas de zapatos, y las ratas las desenterraban por las noches para comérselos y podíamos leer sus nombres en las tapaderas de aquellos ataúdes de saldo.

detroit2Salíamos aquel día del colegio. Un colegio rodeado de descampados. Cuando llegamos a la puerta allí estaba apoyado el Míguel sobre el oxidado dintel, él era el pequeño de Los Patatas. Fumaba. Tenía un año menos que nosotros, unos once, pero hacia tiempo que no iba al colegio. Pero cursaba ya sus estudios universitarios junto con sus hermanos en la calle, para qué doctorarse en otra cosa. Cuando nos vio aparecer tiró el cigarro y se plantó en el centro de la salida. Era bajito y desnutrido, pero con cara de hijo de puta desde la cuna. Sin mediar palabra le pegó un puñetazo con todas sus fuerzas en la cara al Ramiro. El Ramiro no era grande, ni fuerte, pero tenía muchos huevos, y comía mucho mejor que el Míguel, gracias al esfuerzo de sol a sol de sus padres. Cayó al suelo como un fardo. Se levantó rápido, le sacudimos de la ropa el polvo de Madrid, aunque es imposible limpiarlo nunca del todo. El Míguel balbuceó amenazas desde lejos, todo chulo, y se marchó doblando la esquina. No podíamos tocarle por una ley no escrita de la calle. Sus hermanos eran capaces de matar. El Ramiro no sabía el porqué de aquella hostia, pero tenía claro que no podía responder aunque fuese injusta o gratuíta. Daba igual. Se limpió la sangre de la nariz en una fuente de la que bebíamos nosotros y los perros, todos chupando del mismo caño, y nos largamos caminando hasta el peral que daba sombra en el descampado. Nos sentamos sobre una piedra. Nuestro Dallas Winston se llamaba Vicente, pero no estaba por allí porque había repetido curso mucho antes, ya no nos podía ayudar. Le echaban de clase todos los días porque era hiperactivo y resultaba muy molesto para los profesores. Los profesores siempre han sido todos un poco hijos de puta. Soñábamos con que él apareciera. Una pelea sin Dallas es una mierda. A él no le importaban las leyes de los descampados y era capaz de pelearse con cualquiera aunque hubiese peligro de muerte. Tenía muchos granos en la cara pero no tenía miedo de nadie. Le prohibieron comer dulces pero a él le daba igual, se compraba dos cuernos de chocolate todas las tardes en la panadería de La Catalina. Se rascaba los granos hasta con unas tijeras, le picaban mucho, pero devoraba sin control el chocolate que provocaba el picor. Nuestro Dallas Winston emprendió varios negocios hasta que se arruinó con la crisis. Había puesto como garantía de un préstamo la casa de su madre. Se la embargaron y ella terminó muriendo en una residencia de las que no tienen tele en las habitaciones y en las que los muros de separación entre los cuartos no llegan hasta el techo, donde cuando entras sabes que nunca más disfrutarás del silencio. Ethan y Dallas Winston. Río Bravo. Había ríos, pero de arena, en los descampados. Y lagartijas a las que les arrancábamos el rabo, pero que seguían sobreviviendo encerradas en cajas de cerillas, hasta que alguno les cortaba la cabeza.

Huir hacia delante. Quieren que no puedas huir de ningún modo, hacia ningún sitio. Quieren prohibir el huir incluso hacia delante. Llega un momento que de tanto hacerlo, que de correr tanto sin pensar que lo haces hacia el fuego, no te das cuenta de que ya casi está ahí delante, cada vez más cerca, más cerca. Para llegar hasta allí, hay que atravesar este enorme descampado ardiente, como un desierto, donde no se ve el final hasta que te estampas contra él. Fuimos a Charleville-Mézières y, al lado del río, estaba la casa natal de Rimbaud. Era una mierda de casa y los culturetas del lugar habían puesto cerca de la puerta, junto a la orilla, unas sillas ancladas en el suelo, individuales. Nada de bancos, sino sillas, para que los clochards como nosotros no pudieran tumbarse al fresco, como nos gusta. Rimbaud hubiera flipado viendo cómo muchos gilipollas vamos a la puerta de su choza solamente porque él puso allí sus pies una vez hace muchos años. Después de un rato pululando por la ribera y por la plaza del pueblo, que son dos pueblos en uno en realidad, cogimos mi vetusto coche. De repente el embrague empezó a sonar cada vez que lo pisaba como si arrugaras una lata, como un sapo afónico. Y comencé a sentir una tremenda desesperación y a imaginar que una de mis únicas posesiones en el mundo podía quedarse allí tirada, a miles de kilómetros de Madrid, porque no tendría dinero para repatriarlo si el embrague petaba. Se me saltaron las lágrimas de puro imbécil, no pude contener aquel afluente, a veces me pasa, que explota la represa en riada. detroit4Tras conducir unos kilómetros, el ruido se atenuó hasta hacerse poco perceptible. Entonces aparcamos y nos abrazamos, y sentir tu calor me calmó un poco. Siempre tu calor me calma. Sentirnos afortunados de estar allí y de visitar aquello sin sentido alguno más que para nosotros. Ser tan pobre es una putada. Aprender a controlar la ira y la frustración en los descampados. Nadie va a ayudarte, tienes que acostumbrarte a aguantar y a poner un pie delante del otro hasta que no puedas más, hasta que se rompa el motor. Siempre trato de contener las lágrimas porque me enteré que si me deshidrato en exceso hay más posibilidad de que se me produzcan concentraciones de oxalato cálcico en los riñones, piedras. Arena y después piedras. Y duelen. Por ese motivo, o también porque los de los descampados tenemos prohibido llorar.

Bajábamos por el camino que llevaba a Ciudad Universitaria hasta casi los colegios mayores porque allí había moreras, y sus hojas les encantaban a los gusanos de seda que criaba Jose. Los tenía en una caja de zapatos. Comían hojas como cabrones y luego formaban un capullo acorazado. Cuando se rompía, salía de dentro una mariposa blanca que huía volando. Así, sin ningún sentido. La seda que los recubría no nos servía para nada, pero Jose los criaba hasta que se marchaban. Mi madre tiene desde hace cuarenta años tres tiestos con geranios. Geranios inmortales. Hace mucho que no los cuida, no se acuerda de hacerlo. Incluso a veces los recuerda y dice que los poda, pero en realidad los mutila. Ellos resisten. En verano nos íbamos de vacaciones y los dejábamos en la ventana bien empapados de agua, encharcados. Cuando volvíamos parecía que se habían muerto, secos como nuestra tierra, estaban pelados. Pero en cuanto los regábamos en unas horas revivían. Resucitaban a los treinta días, no al tercero. Mi madre los riega cuando de pascuas a ramos se acuerda de hacerlo, aparte solamente beben de la lluvia ácida de Madrid que cae sobre ellos. Este mayo ella me dijo: “mira, han vuelto a florecer los geranios”. Dieron unas flores de un rojo intenso, como pegando un corte de mangas a mi madre. Luego se secarán otra vez. Mi madre no los regará, pero lloverá de vez en cuando. Les gusta el hollín, el hielo seco y el sol achicharrante de Madrid. Sobre las mariposas de los gusanos de seda de Jose, él contaba que su padre le había dicho que solamente vivían un día. Volaban un rato y se morían.

¿Dónde estás? ¿Cuándo vas a venir a buscarme? ¿Dónde te has ido? Te reconocería entre un millón, o entre cien incluso, medio ciego y sordo. ¿Cuándo volverás, si es que lo haces? Me gustaba caminar toda la noche contigo por Madrid vacío. Escucho a mi madre que grita en el pasillo del hospital: “tu padre se ha muerto, se ha muerto papá”. Caminar por Madrid toda la noche. Hace fresco y apenas hay gente. Está todo entre muy gris y negro. Sentirse en casa entre lo gris y lo negro. Los descampados quedan cada vez más lejos. Personajes que llegan y se van, que viven un día, o menos. Madrid es más fuerte que tú y que yo, pero seguramente nunca vendrá a salvarte. O siempre lo hace. Madrid.

Detroit bajo los escombros y la nieve.
Huir hacia delante.
Corazón disléxico.
Amber Heard cagando sobre el centro geométrico de
su cama
y del mundo.
Defecar una especie de
gusanos de seda
que mueren nada más conseguir romper el capullo. detroit5
Geranios invencibles.
Charleville-Mézières son en realidad dos pueblos
separados por un río sucio.
Caminar por Madrid contigo toda la noche
y tu calor
me calman
por un rato.
Descampados
cada día más lejos.
Personajes que llegan
y se van.
Ethan centauro del desierto.
Thomas de Gendt se escapa
por las laderas del Stelvio.
Estoy aquí llueva o nieve,
aunque truene,
hoy, mañana, pasado, y al otro,
no temas,
o teme.
Amar lo que sueñas,
odiar lo que pisas,
pisar lo que sueñas.
Mejor que decir “por favor” es gritar: “joder,
sube la música”.
Gritar o dormir
esa es la cuestión.
Perderse hasta en los coches de choque.
La M-30 de tus venas empapada de colesterol del malo.
La M-40 de tus arterias en obras.
Las carreteras radiales, y tu polla, ya necesitan mantenimiento
pero ahorraros el cariño porque en
los descampados está prohibidodetroit6
lloriquear;
y muchos piden instaurar peajes
urgentemente
para entrar y salir de aquí
dentro.
Quieren prohibir incluso que huyas
hacia delante,
resulta agotador huir y dicen que es
muy malo para tu salud
y para la saturación del sistema sanitario colectivo.
No dejarte huir ni hacia Detroit
bajo los escombros y la nieve.
Gusanos de seda vivos por un día.
Geranios inmortales.
Los descampados cada vez más lejos.


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Apnea del miedo

apnea1

Madrid. Sarampión. Neumonía. Rubeola. Escarlatina. Viruela. Peste, negra o blanca, a tu elección. Paperas. Gripe española, gripe asiática, gripe de su puta madre o del cabrón de su padre. Neumonía. Fibrosis pulmonar. Linfoma de Joaquín y de no Joaquín. Moquillo. Tosferina. Leismaniosis, los perros también juegan a este juego. Solo escuchar por las noches el ruido de los ronquidos de mi padre en la habitación de al lado me hacía sentir seguro. Apnea del sueño y del miedo.

apnea2Mi hermana y yo pasamos casi todas las enfermedades contagiosas para los niños posibles. Dormíamos en la misma habitación hasta que ella se marchó porque se casó. Nos pegábamos todos los males y hasta los piojos, porque la cabeza de mi cama dama en los pies de la suya. Mi madre llegó a pasar incluso la viruela en la postguerra. Tiene marcas en la tripa junto a las cicatrices de dos cesáreas. Voy a un supermercado y robo un par de paquetes de mascarillas FPP2. Vuelvo a casa. Me tumbo en la cama y pongo la tele. Noticias sobre cómo Zelenski se mide la polla con Putin. Sobre el precio de la gasolina. Sobre políticos de aquí y de allá haciendo como que quieren salvarte. Derechas e izquierdas. Pienso en Norberto Bobbio. Pienso en cinturones de explosivos anudados a mi cintura. Y en mis manos en tu cintura. Pienso en que si me diagnosticaran un cáncer terminal no deberían dejarme entrar en ningún mitin político, del color que sea, ni en el Camp Nou. Cambio de canal. Ponen “Hoosiers”. Es una película que habla sobre “el milagro de Milán”. Pero ese Milan estaba en Indiana, no en espaguetilandia. Un pequeño colegio gana el título de baloncesto estatal. Gene Hackman, que ya nació viejo, se liga a Barbara Hershey, que estará buena hasta en el ataúd, de cuerpo presente, y que a los treinta y pico estaba cañón. Recuerdo otra película, “El ente”, en la que una presencia del más allá le arrancaba la ropa y la obligaba a un coito salvaje tras otro sin que nadie pudiera evitarlo. También sale Dennis Hopper en la película baloncestística. Hace de alcohólico, de padre derrotado. Sus registros son siempre de borracho, de drogadicto o de loco, en este caso le da al frasco más de la cuenta. Pero el cabrón tiene siempre humanidad interprete a quien interprete. Le dice a su hijo que ninguna escuela tan pequeña ha ganado el campeonato estatal, que salga ahí y que acabe con ellos, con los bigardos del colegio grande. Pero en realidad no se refiere a todos esos, que son unos negratas de más de dos metros que amenazan con aplastarlo, sino que le sugiere entre lineas que gane para joder a todos esos blancos hijos de puta que le han hecho siempre la vida imposible en su pueblo solamente porque no quería ser como ellos. Yo tampoco quiero ser como vosotros.

Mi madre era pequeña y flaca, pero podía soltar golpes duros. Una vez que la intentaron robar metió una tremenda hostia con la cadena de la perra al ladrón y luego lo persiguió corriendo por la calle con el puño manchado de sangre. No tenía miedo, en la guerra vivió bajo las bombas, casi en el frente. Pero tiembla en la mesa mientras come delante de mí porque ahora teme no recordar. Ya casi no se acuerda de quién es ni de quién fue, ya ni sabe quienes fueron todos ellos. Ellos. Los suyos. Toda esa riada humana que se largó. Le tiemblan la cuchara y el tenedor como si tuviera el baile de san Vito. Es triste verlo, ver el miedo. Tifus. Difteria. Malaria. Artritis. Fascitis. Artrosis. Artritis. Cirrosis. Hepatitis. Cardiopatía. Infarto de miocardio. Dermatitis seborreica. Psoriasis. Disipela, mata o pela, decían los antiguos. Te han colocado dos muelles en el cuore y todo el mundo te dice que no pasa nada, que la vida sigue, pero no es así, son solo mentiras piadosas, vas a estar jodido hasta el día que te mueras, escucha la falsa piedad e intenta creértela, por tu bien, por tu cordura. Creer en toda esta mentira cuando no hay salida ni solución.

apnea3Cuando tenía tres años tuve una extraña enfermedad. Fue una reacción a la penicilina. Se me llenó el cuerpo de llagas, por todas partes. Tengo alguna marca en los pies y en la espalda todavía. No me acuerdo de nada de ello. Tenía tres años. Mi madre me contaba que me puse como en coma durante mucho tiempo. A partir de los cuatro años sí recuerdo casi todo nítidamente, pero nada de antes de la enfermedad. Algunos días me dieron por muerto. Pasaron los meses. Solamente podían aliviarme el dolor con pomadas. Mi hermana lo sufrió especialmente también. Es siete años mayor que yo, y tuvo que apechugar con que yo absorbiera toda la energía de la familia. Un día, mi tía Antonia le dijo a mi madre: “parece que hoy está mejor”. Y mejoré. Y sobreviví. Resucité de entre los muertos. Mi hermana siempre me vio desde entonces como un rival, como un vampiro de atención. Nunca hemos tenido una gran amistad. Distancia generacional o como quieras llamarlo. Vivimos en planos de la realidad diferentes. Pero es que yo vivo también en un lugar diferente a tí, y a tí también, aunque estés ahí al lado, fui consciente de ello desde la primera vez que me vi en el espejo. Siempre admiré a mi hermana. Consiguió magníficos trabajos desde joven. Era la típica imagen de triunfadora. Pero no lo era tanto. Nunca dio con la tecla de la gente. A mí se me da mejor el trato con las personas. Es algo con lo que se nace pero que no da dinero, y además no me gusta ejercer ese superpoder, me estresa. De repente un día me quité la venda de los ojos y me dí cuenta de que mi hermana había desaparecido por completo de mi vida, de que era una persona extraña. Su marido perdió un millón de Euros e intentó suicidarse, y ella entonces desapareció del todo dentro de sí misma. Ya no está. Ya no queda nadie en mi familia. Se han ido todos. Mi madre también se ha marchado. Se pone a gimotear porque no se acuerda de las fechas de los cumpleaños. Solamente recuerda su número clave de la tarjeta de crédito. Yo podría reconocer a mi hermana por los ojos en una foto entre un millón de personas. Los ojos inconfundibles de mi padre, y los míos. Me empecé a dar cuenta de que mi padre no era tonto después de que muriera. Mi padre sabía situar muchas cosas en un mapa, y guiarse por el mundo sin mirar el puto guguel ni vuestros gepeeses. Sabía donde estaba el mar Adriático, y eso que apenas fue al colegio. Yo creo que incluso sabía situar Ucrania en un mapa, no como tú, ni como tú, ni como la mayoría de los que hablan de la guerra de Putin contra Zelenski en los telediarios, que no saben dónde está el mar Negro ni el agujero negro de su propio culo. Se me daban bien los mapas, porque me gustaban los atlas. Yo podía decir todas las capitales de los países del mundo y situarlos en un mapa. Y también puedo recordar la voz de mi padre cuando me levanto cada mañana para poner un pie delante de otro y sobrevivir.

apnea4Uno de nuestros compañeros de clase faltó a clase durante todo el primer mes de curso. Luego apareció, y nos contó que había cogido el tifus en su pueblo, por el agua contaminada de meados de los animales. Estuvimos otro mes sin acercarnos a él por miedo al puto tifus. Él llevaba un mugriento aparato corrector en los dientes, seguro que de allí había brotado el tifus, no de los animales. Su pueblo no estaba en Indiana. El niño baloncestista de un pequeño pueblo del interior cateto de los Estados Unidos de la mierda de América soporta los gritos de Gene Hackman, éste cada vez más excitado por Barbara Hershey, muy empalmado se le nota según pasa el metraje, y mete la canasta final y su equipo gana. Pero luego no le fichará ninguna universidad, se joderá y tendrá que quedarse en el puto pueblo de mierda trabajando de dependiente o de camarero esclavo, al estilo Daniel Prieto, y se convertirá en el borracho del pueblo, como su padre Hopper, que es el pirado del pueblo pero al mismo tiempo el más noble y el más majo. Cambio de canal. Un equipo de fútbol de monjas patrocinadas por El Vaticano juega en el patio de un colegio, controlan el balón de puta madre, y el papa va a verlas jugar, porque dice que a él le gusta el fútbol porque es hincha de San Lorenzo de Almagro, pero en realidad va a mirarlas para luego, con esas bizarras imágenes grabadas en la mente, masturbarse en el baño de su residencia de Castelgandolfo. En la Complutense había un equipo de fútbol sala de lesbianas que seguro que nos hubieran ganado por goleada. Me caían muy bien aquellas bollo. Ratzinger sigue vivo, y seguramente también se hace pajas, o se las hacen a cuatro o seis manos algunos monaguillos a los que atrae invitándolos a merendar hostias con burundanga. Cambio de canal otra vez. Ponen “Flashdance”, donde sale Jenifer Beals haciendo roles de hombre pero siendo la mujer más guapa del mundo. Nani Moretti se hacía pajas viendo esta película, hasta el papa de Roma se tocaría viendo a esta chica en la tele.

Mi hermana ha desaparecido, pero podría reconocer sus ojos entre los de un millón de personas. Veo sus ojos en una foto. Lo que fuimos y no volverá a ser, porque el tiempo corre hacia delante sin forma de pararlo. El tiempo no se arrepiente. Encefalopatía espongiforme. Horquitis. Mielitis. Bursitis. Sífilis. Neurosis. Meningitis. Hidrocefalia. Colon irritable.

apnea5Aguantar la respiración y el miedo. Hay una única misión en la vida de todos: ayudar a atravesar el miedo a los demás. El miedo, los momentos en que la vida da miedo. No hay fórmula exacta para lograrlo, solamente se puede permanecer al lado de alguien y rezarle a la nada para que se pueda aprender a sobrellevarlo. Apnea del miedo, no respirarlo, el miedo es como gas sarín. Jugábamos a churro va. Me había tocado hacer de mula de carga. Entonces Jose saltó y me dio una patada en la cabeza, sin querer queriendo. Quedé agilipollado al instante. La ceja comenzó a sangrarme a borbotones. En el baño, me colocaron un esparadrapo sujetando el trozo de carne. Me enfadé con Jose y le dije que le iba a partir la boca. Estuve semanas sin hablarle. Luego volvimos a ir a los bares juntos a jugar a las máquinas. Todavía tengo tu marca en la ceja. Moriste a los dieciséis pero yo llevo tu huella en mi cara, puedo verla, puedo verte, cada vez que me miro por la mañana en el espejo. Lo mismo que veo a mi padre, y a lo que fue mi hermana, sus ojos, y a mi madre, y seguiréis vivos mientras yo ponga un pie delante del otro por las calles de Madrid, aunque sea en mi puta sesera lo estaréis. Subo una colina de escombros en medio de un paisaje desértico, yeseras del sur de Madrid, pero, desde arriba de la montaña artificial de mierda, de repente veo sobresalir un inmenso campo rojo de amapolas. Dice Mercado Navas que crecen donde no se echan fertilizantes, en las lindes y en las tierras valdías o abandonadas, en los descamapados comanchería de las afueras de Madrid. Estar sólo, Respirar. Apretar los dientes. Correr sobre tu reseca superficie, hacia ningún lado, Madrid.

Sabes que nada
tiene remedio.
Aguantar la respiración
y el miedo.
Aguanta,
pero
es triste verlo.
Sus ojos siempre están ahí.
Linfoma de Hodgkin
o de Joaquín.
Sífilis, paperas, sarampión y cáncer.
Cartillas de racionamiento
de vida.
Apnea del sueño y del miedo.
Condena a muerte sin necesidad de prisión.
Los barrotes te los pones tú de serie.
Fraga camino de Palomares
folló con tu abuela
y podrías ser su bastardo.
Encefalografía espongiforme
tiene tu hijo de nacimiento.
Hijos de los hombres,
hijos de los cerdos.
Carretillas de Viagra en tu habitación
que no hacen ningún efecto.
Polla valdía.
Eres viejo y
asqueroso,
y sabes que nada
tiene remedio.
Apnea del sueño y del miedo. apnea6
Sus ojos siempre están ahí,
mirándote.
Tu mujer se masturba hasta pensando
en Zelenski,
ese enano cabrón ucraniano,
mientras Chanel baila en tanga
para el Batallón del Azov.
Luchas por un mundo libre
de fertilizantes, colorantes y conservantes,
y por tu vida.
La acerería de Azovstal está en tu
cuarto.
Túneles sin final y sin salida
llenos de heridos sin futuro.
La ciencia solucionará todo
menos tu muerte.
Campos de amapolas naciendo de
excrementos de cerdo.
Ratzinger sigue vivo
y pelea contra Mazinger Z,
el robot más hijo de puta del mundo.
Guerra sin cuartel de dibujos animados
que se destripan
con una sonrisa.
Enfermedad asesina
diosa de tus noches insomnes.
Jennifer Beals bendito sea tu nombre
en tu culo encomendamos nuestro espíritu.
Bendita sea tu voluntad,
muerte,
así en la tierra como en el infierno.
Peste, cáncer y difteria
de vida,
siempre mirando al cielo.
El pan nuestro de cada día
quítanoslo para que no nos engorde.
Y líbranos del bien
y del odio.
Aunque encajes bien todos los golpes
es triste verlo.
Sus ojos siempre están ahí.
Aguantar la respiración,
apnea del sueño y del miedo.
Sabes que nada
tiene remedio.


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Los muertos primero

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Madrid. El Borussia Monchenglaghbach resistió todo el partido nuestras acometidas encerrado en su área. Aguantaban los golpes agarrándose a las cuerdas del cuadrilátero. Habíamos perdido por cinco a uno en la ida. Alemania estaba helada, pero aquí el hielo da calor. Soportaron el acoso durante todo el partido, pero al final cedieron, aplastados por la cretina masa que somos. Teníamos que demostrar que podíamos gritar más que ellos. Estábamos roncos y nos sabía la boca a sangre. Cuando cayó el cuarto gol la avalancha me bajó por lo menos diez filas hacia el césped, aplastado. Nos abrazamos y gritamos. Allí seguimos esperando. Pasaron los años. Derribamos la portería del fondo Sur y Karembeu metió un gol de puntera sin apuntar que rebotó en el palo y entró llorando. Si los goles no entran llorando es que no son goles. Aunque se nos ha olvidado llorar, ya casi no me sale por tristeza, solo por ira o desesperación.

muertosprimero2Ahora quieren cobrar a la gente por saltar de un puente, sin goma elástica y sin colchoneta debajo. En el viaducto de Bailén pusieron unas barreras de metacrilato en teoría para que la gente no pudiera suicidarse. Por los laterales no resulta difícil burlar estas estúpidas barreras que lo único que consiguen es no dejar ver bien Madrid. Una vez pasábamos por debajo de este puente de los suicidas y había alguien tapado por una sábana espachurrado en el suelo. Era un doble para escenas difíciles al que durante el rodaje de la película “Canícula” le midieron mal la cuerda de la que dependería, o pendería, su vida. La cortaron demasiado larga, y se estampó. Fue una casualidad que lo viéramos. Lo mismo que aquella vez que vi a una anciana atropellada en la calle Francos Rodríguez. De debajo de la manta sanitaria brillante que la tapaba sobresalían un charquito de sangre y un brazo con una bolsa de la compra de la que escapaba también la cabeza de un pollo, muerto como ella. Me impresionó, se me grabó en la retina. Pasé rápido por la acera para divisar la escena lo menos posible mientras una muchedumbre se arremolinaba a repartir morbo en sus seseras. Me recordó a la imagen de Jose que vi en el periódico, boca abajo, ahogado, sacado del Tajo por la lancha de la Guardia Civil.

Billy se llamaba Gabriel. Le gustaba disimular, hacerse el tonto. Lo vi hacerse el dormido cuando una chica se le acercó para llevárselo al huerto. “¿Se ha ido ya?”, nos preguntó a mí y al Galgo cuando ella desapareció por la puerta, e inmediatamente saltó de la cama y se puso a fumar y beber. Iba a lo suyo, nunca quería molestar ni que lo molestasen, no necesitaba a nadie más que a sí mismo. Me dijo antes de navidades que nos veríamos, pero, como siempre, puse su afirmación en cuarentena. Pensé que lo mejor era dejarle que él apareciera, como a él le siempre le apetecía hacerlo, por sorpresa. Cuando le apetecía venía y nos tomábamos unas docenas de cervezas y nos fumábamos una enorme cantidad indeterminada de porros de maría o hachís que él siempre llevaba encima. Incluso en los días en que no tenía un duro en el bolsillo Billy era capaz de invitar a todo sin pensárselo. Entonces recordábamos mil batallitas, porque el tío era gracioso. Nos parecíamos en que no nos molestábamos por casi nada, y, aunque él decía que era creyente, en el fondo no creíamos ninguno de los dos en dioses ni en nadie. Billy se llamaba Gabriel. muertos primero3Lo de Billy se lo puso al parecer una prima suya con la que cometió incesto, o a lo mejor otra prima suya con la que pudo cometerlo pero que no lo hizo por puro azar, porque era capaz de multiplicar los panes, los porros y los peces, y de follarse a cualquier tía que se le cruzara. Con el paso de los días tuve mis dudas, como siempre, siempre el como siempre, de que apareciera. Pensé en dejarlo a su libertad, así, cuando nos encontráramos, la cosa nunca sería forzada. La libertad como cadena. No nos llamó. Esperé hasta el siete de enero para enviarle un mensaje, para no obligarle a una visita. Me respondió con un wasap, me dijo que había pasado por Madrid a ver a sus padres, pero muy poco tiempo, volando. Siempre volaba a ras de suelo, como un pájaro o un Dios, que en realidad son la misma cosa. Se hizo el silencio durante unas semanas, un silencio extraño. Nos llamó un mes más tarde, de repente. Nos contó en crudo que tenía un cáncer de pulmón con metástasis, que había soportado dolores fuertes de espalda todo el invierno y que, tras mucho darle la brasa, los suyos habían conseguido que fuera al médico. Escuché sorprendido el ruido de fondo de un mechero, me dijo que se estaba encendiendo uno de los últimos. Le dije, mintiéndole a la cara, que había esperanza, que había que jugar el partido hasta el final, que la cosa se cronificaría tras el tratamiento. Él sabía de sobra que yo le estaba mintiendo y me contestaba que sí a todo, lo hacía para no herir. Nos despedimos hablando de Karim Benzemà, nuestro tema favorito en los últimos tiempos, sus carreras suicidas por la M-40, sus regates y goles imposibles. Fue la última llamada. Continuamos enviándonos mensajes durante ese mes en que en la tele elogiaban el carácter de Vladimir Putin como filántropo pacifista y el de Karim como follador de moras. Lo escuchaba con la voz cada vez más apagada. Aguantó unos días el fuego de la radioterapia, lo soportó solamente para ayudar a los suyos a seguir viviendo, hasta el último aliento abrasador. “Qué bien atraviesas el fuego, hombre Dios”, le dije en el penúltimo mensaje. Y en el último le conté cómo Luka Modric se escapaba corriendo de siete tíos como si jugara en el parking del hotel de refugiados cuando era pequeño. Billy dejó de respirar. Billy se llamaba Gabriel.

muertosprimero4Día del padre. Día de la madre. Día del niño. Día de los enamorados. Día de la mujer trabajadora. Día del hombre hijo de puta. Día mundial contra el cáncer de colon, de próstata, de mama, de pulmón, de hígado, de páncreas, de polla, de coño. Día de la curación mundial. Día de la inmortalidad. Día sin IVA en Mediamarkt. Día de aguantar la respiración todo lo que puedas sin ahogarte. Putin llegará desde los Urales y se follará a tu madre. Y a ella le gustará, porque tendrá el primer orgasmo de su vida. Mi madre se levanta de la cama y llora porque no recuerda cómo se hace la tortilla de patatas. Se levanta como sonámbula, me despierta intentando que me dé un ataque al corazón, zarandeándome, chillando, son las cuatro de la mañana. Le digo que vuelva a acostarse pero me responde que está asustada, que no se acuerda de cómo hacer la comida, que quiere morirse, que quiere marcharse de una vez. La escucho gimotear debajo de su manta. Me tumbo en mi cama y trato de bajar las pulsaciones.  Tengo las mandíbulas apretadas y los hombros contraídos hasta casi no dejarme respirar. Pienso en caminar por Madrid en la oscuridad, cuando no haya nadie por las calles. Poco a poco me voy relajando. Me duermo. Nunca recuerdo lo que sueño ¿Queda algo ahí fuera? Sí, estás tú, Madrid.

Billy se llamaba Gabriel.
Cobrar a la gente por saltar de un puente.
Muerte, alégrame el día.
Follar debajo de un paso de semana santa.
El Borussia de Monchenglaghbach
encerrado en su área hasta el minuto noventa
para al final siempre perder.
Molto longo 90 minuti en el Bernabéu Vida,
y aprender a decir que no
como la más difícil de las carreras universitarias.
Estudiar es para vagos.
Mandarte a tomar por culo
es aprender física cuántica.
La certeza es la peor prisión,
caminar sin zapatos sobre brasas y pinchos
resulta mucho más fácil
que estamparte un no rotundo
en tu puta cara.
Atarse al cuerpo una goma elástica
y saltar al vacío
sabiendo que es demasiado larga
o no queriéndolo saber.
Nietzsche volviéndose loco
de cordura.
Barrera antisuicidas de metacrilatomuertosprimero5
que cualquier cojo saltaría.
Metralletas sin balas
fusiles con flores en el cañón.
Putin follando con tu madre
consiguiendo que tenga su primer orgasmo.
Agarrarse a la vida sin querer hacerlo
con uñas y empastes dentales podridos.
Dentistas y veterinarios
inundando las ciudades de clínicas de saldo.
Seguro médico con tarifa plana para perros, gatos y hamsters.
Tu padre en un geriátrico drogado con pegamento Imedio o Supergen.
Soñar con volar,
vivir reptando,
pasar el tiempo aprendiendo a decir que no
sin que salga de tu boca más que un
sí bwana Vida.
Kunta Kinte siempre se la chupa al amo,
se traga todo el lefazo con sabor a whisky y miel.
Atrapados a la fuerza entre tu enredadera ecológica de
alambre de espino.
Calentamiento global
en tu culo
que solo con verlo pone las pollas como piedras.
Meterte el menhir y verte jadear
es el paraíso.
Quimioterapia penalti Panenka.
Karim Benzemà todavía no estaba
cuando el Borussia de Monchenglaghbach ya se encerró en su área,
90 minuti molto longo en el Bernabéu Vida
para terminar siempre perdiendo.
Comer chorizo por el día durante el ramadán.
Hacerse pajas bajo un paso de semana santa
después de haber bebido y esnifado lo suficiente.
Siempre es tarde,
la dicha no suele ser duradera ni buena.
Colocarse para no recordar lo gilipollas que eres.
Cobrar a la gente por saltar de un puente.
Muerte, alégrame el día.
Billy se llamaba Gabriel.


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