Bonifacio Singh: Madrid Sumergida
  • Home
  • Noctámbulos
  • Bonifacio Singh
  • Madrid sumergida

Vivir y cagar

cagar1

Madrid. Cada día me cuesta más dormir. Me arde el estómago y a mi cabeza le da por acelerar al máximo para no dejarme descansar. Acelerar y acelerar. Cierro los ojos. Madrugada debajo del cielo negro y sucio de Madrid, que no deja ver apenas las estrellas. Ayer lanzaron al espacio un cohete, hacia un meteorito. El pobre piñón de Gibraltar aeroespacial era inofensivo, pero los científicos, esa gente tan maja e infalible, querían probar que podían desviarlo. Así, en caso de ver que llegase una roca de estas pero más cabrona, lanzarían otro pepino y no caería sobre el puto planeta Tierra. Se frotaban las manos al lanzarlo. Dieron en el blanco. Ahora tardarán veinte años en saber si el puto misil fue eficaz realmente. Pero se sentirán muy bien, como dioses.

Francia ya es un poco para mí como Madrid. Hace décadas que, cuando Madrid ya casi no me deja respirar, nos marchamos allí a recuperar el aliento. Vamos siempre de cámping a Francia y nos gusta mirar las estrellas antes de dormir. Por las noches tenemos que guardar el azúcar en botes lo más herméticos posibles, porque las hormigas no se sabe cómo son capaces de penetrar cualquier defensa para acceder hasta esta materia maravillosa. Trepan por cualquier caja, para ellas como un Everest y se introduen por cualquier ranura, espeleología extrema, para suicidarse en el placer dulce. cagar2Tragan azucar hasta morir y las encuentras extenuadas en el interior. Sueles limpiar de cadáveres las primeras veces el recipiente, pero luego da igual, las hormigas también son proteínas. Ahora quieren prohibirte tomar azúcar. Es el próximo paso, que no tomes azúcar. Luego vendrá el que pagues todo con tarjeta de crédito, exterminarán el papel moneda, por tu bien. También para preservar tu salud no paran de repetirte que el azúcar es el demonio. Cualquier cosa que te resulte placentera van a prohibirla, incluso el sexo sin amor, habrá muy pronto un ministerio que velará porque folles siempre con consentimiento y con sentimiento. Tomarás el cafelito sin azúcar y sentirás que estás salvando al planeta, te hincharás de gozo y ya podrás mirar por encima del hombro a todos esos malvados que siguen fumando, bebiendo, disparando y tomando azúcar. Dentro de poco, cuando observes a alguien que paga con billetes o sucias monedas pensarás que es un defraudador, que tú también eres el estado, que el estado sois todos, y que él te está robando tu libertad de ser bueno. Irás a manifestaciones para salvar a la sanidad pública, contra el cambio climático, contra el maltrato animal. Te sentirás muy bien con todo ello. Hasta dejarás de comer gluten, que te irrita el intestino. Pasado mañana te encontrarán un cáncer, y los médicos te aconsejarán dejarte mutilar, para alargarte un par de años la vida, con mucho dolor, y tú te sentirás bien haciendo avanzar a la ciencia con tu cuerpo. Te dirán que podrías curarte, que hay esperanza. Pero al final irás y te morirás. El azúcar ya no tiene futuro. Ni tú, aunque no lo comas.

Billy se murió sin ver al Galgo. Fueron uña y carne durante mucho tiempo, pero en los últimos años apenas hablaron. Océanos de tiempo. No pudieron reencontrarse. Cuando me enteré de que Billy tenía cáncer de pulmón ya era inoperable, solamente le ofrecían radioterapia sin mutilación. Cuando no hay forma de mutilarte es que te vas a morir, los médicos entonces quieren probar suerte achicharrándote con radioactividad, a ver si te alargan el dolor extremo unos meses y pueden joderte bien para justificar su trabajo, su profesión y los avances de la ciencia. A eso le llaman esperanza. Y Billy palmó y no se vieron el Galgo y él, y solamente unos meses más tarde el padre del galgo se puso muy malito y el hermano de éste le llamó por teléfono preguntándole si era necesario ir a verle en ese momento o si había que esperar a que se muriera, para hacerlo todo más fácil, sin esfuerzo. Mi padre estaba moribundo y mi hermana me llamó por teléfono para preguntarme qué me parecía que fuese de fiesta con su novio de entonces en nochebuena y nochevieja, que se conocían hacía poco y había que aprovechar el tiempo para follar algo. No supe qué contestarle, ni hoy tampoco lo sé, llevo veinte años pensando qué contestarle. El galgo tiró las cenizas de su padre al mar y las del mío están metidas en una descalzadora debajo de mi mesa. El Galgo dice que ha empezado a pasar el duelo de Billy unos meses después, de pronto, pero yo pienso que eso no es más que de repente ha empezado a darse cuenta de que el tiempo corre como Usain Bolt y da vértigo solamente de pensarlo. Vértigo. Prefiero que no me mutilen y morir pronto. cagar3Prefiero el dolor a estar en el hospital. Odio al personal sanitario y los pasillos de esos mortuorios. Por favor, no tantas mentiras de hospital e inmortalidad, hijos de puta. Sin Billy hemos dejado de fumar porros y de beber hectólitros de cerveza, ya no vale la pena sin él. He dejado los porros, pero me dijo que siguiera robando por él. Llegué un día a su casa y había picado la pared para puentear el contador de la luz. Dejó una bombilla al otro lado para que corriera algo la cuenta de Iberdrola y no se mosquearan. Puto Robin Hood. Tu casa era el bosque de Sherwood.

Hace como siete años. Cogimos un avión a Roma en Ryanair. Desembarcamos en el mini aeropuerto barato de Ciampino, la chonera aérea. Cuando cogimos el autobús que llevaba hasta el centro de la ciudad nos metimos como es menester en un gran atasco a la italiana, miré por la ventanilla y vi un cartel con una tía rubia marcando tetas que rezaba: “Giorgia Meloni, Fratelli d¨Italia”. Me hizo gracia, una nueva Cicciolina para vengar a Iliona Staler, aquella ídola feminista. Hice una foto para Billy, porque siempre hemos adorado y admirado a esos políticos pintorescos del estilo putinesco, pena que como no votamos porque nos lo prohíbe nuestra religión no podemos apoyarles en firme con nuestro sufragio. A veces tengo la tentación de votar pero una luz viene hacia mí y me dice, como una zarza ardiendo, “cuidado con lo que haces, que les den por el culo a todos”, y entro en razón y no voto ni a Meloni ni a nadie aunque sea así de especial y maravilloso. Aunque si Iliona se hubiera presentado por Madrid las dudas hubiesen sido muy grandes aun siendo muy muy religioso en lo mío. Ella debería presidir el parlamento europeo y mearse en la boca de todos los parlamentarios. En una película Cicciolina se la chupaba a un caballo.

Llegamos a la bocana de la cueva de Niaux, un enorme agujero en un monte. Nos dieron unas linternas cutres y penetramos hacia el abismo negro. Caminamos un kilómetro y medio por la oscuridad detrás de la guía, una mujer rubia con cierto atractivo que no necesitaba ni encender la luz para manejarse por aquel mundo resbaladizo, se lo sabía de memoria. Anduvimos todo aquel rato y no sentí claustrofobia en ningún momento, me guiaba el culo de la rubia delante como un faro embutido de forma perfecta en unos pantalones del Decathlón, y ella no nos describía las estalactitas por su forma como “la virgen y el niño”, o “San José limándose los cuernos”, sino que permaneció en silencio en medio de toda aquella geología abrumadora hasta que llegamos a un recodo y alumbrando con las linternas pudimos divisar unos animales pintados en la pared. Los bichos habían sido dibujados hacía ochenta mil años y tenían caras burlonas como de persona. De hecho uno se parecía a Billy y otro al Galgo, parecían sonreír.

Mi madre ya ni se acuerda de que las cenizas de mi padre están dentro de la descalzadora. Se sienta en ella sin problema. Y hace un par de años que no quiere ir al cementerio de la Almudena por los santos, porque antes nos obligaba a acudir en tan señalada fecha porque quería que todos vieran que ella había limpiado la lápida mejor que el resto de sus hermanos, ahora que ellos han muerto no le queda ya ninguna razón para hacerlo, porque todo era un teatrillo en realidad. Los huesos que había dentro importaban poco, ahora me he dado cuenta, solamente era imperativo que la lápida brillase y cagar4que las flores de plástico de los chinos que ponía no estuvieran descoloridas, para no quedar mal ante el resto. Mi perra se estiraba encima de la piedra calentada por el sol cuando la llevábamos allí, nos observaba mientras echábamos el mistol y pasábamos la balleta, en una imagen de armonía familiar con la sociedad y la naturaleza.

Billy me contaba que le gustaba sentarse en la taza del water y que se pasaba allí muchos ratos, sin apretar ni nada, no lo necesitaba, simplemente descansando y echando con placer todo aquello fuera, sin prisas, no le gustaban las prisas. En el Water nadie entra a molestarte, allí puedes aflojar tu mierda como capa protectora sin que nadie tenga ganas de venir a contarte su vida, a enseñarte fotos de sus vacaciones ni a hacerse selfis contigo. Cagar es lo mejor de vivir. Cagar un meteorito, cagar trufas, qué más da. A ti te han dicho que tienes el colon irritable porque cagas tres o cuatro veces al día, pero en realidad querían decir que eres irritante a causa de tu colon. Se hace de noche sobre Madrid. Intento dormirme. Me acuerdo de tu cara sonriente. Cierro los ojos despierto. En Madrid siempre hay que tener un ojo abierto. Iliona Staler presidiendo el parlamento europeo. Nada de juegos, Cagar y vivir. Cagar y vivir. Cagar y vivir. Tal vez dormir. Madrid.

Cagar y vivir
todo el tiempo.
Soñar con cagar,
cagar despierto.
Hojas muertas,
gastritis,
colitis ulcerosa,cagar5
insomnio,
la noche ganando terreno al día
cada vez más deprisa.
Tu cara reflejada en un cenicero.
Sin tí no fumaremos más porros
pero te prometí no dejar de robar.
Cohetes espaciales
hacia vuestros culos
para desviar la trayectoria
de la muerte.
Prohibir el azúcar
y el papel moneda.
Cielo sucio y negro.
Salvar el planeta
chupándola como Iliona Staler.
Madrid Francia.
Billy se murió sin ver al Galgo.
Papá, tus cenizas están
todavía en la descalzadora.
Prisa por vivir.
Ganas de cagar
a todas horas.
Colon irritante.
Cada día me cuesta más dormir,
gracias al ardor de estómago.
Hay que aprovechar los días, las horas y los años
para follar lo más posible. cagar6
Nochevieja en el hospital.
Alta voluntaria del mortuorio.
Morir pronto
más que tarde.
No es lo mismo estar cagando
que vivir cagado.
Meloni zarza ardiendo.
Animales
pintados hace cien mil años con
cara burlona de
persona.
Tu casa es el bosque de Sherwood.
Limpiar las lápidas
con Mistol,
pasar balletas por encima de los muertos.
Sentarte en tu taza
a meditar.
Vivir y cagar todo el tiempo.


Imprimir

Mejor muérete después de comer

muerete1

Madrid. Mi madre se sienta a comer y siempre, todos los días sin excepción, todos los putos días de Dios o de la nada delante de mí, se queja porque no le gusta lo que hay en el plato, o porque no quiere comer tanto, o por ambas cosas a la vez. Siempre pone mala cara, de sufrimiento, ante la comida. Y cuando se da cuenta de que tiene que ceder y meterse la manduca por la boca y tragar, entonces dice su frase preferida: que quiere morirse, que quiere irse ya. Comimos los tres juntos, mi hermana, mi madre y yo. Pedimos una pizza a los pizzeros que han abierto hace poco enfrente en lo que antes era el bar de Antonio y Manolo. Nos hemos vuelto así de vagos. Compramos un sobre de lechuga iceberg, de esa tan artificial y crujiente ya cortada, para acompañar y que el pan de pizza industrial no nos hiciera tanto efecto atrancante en los intestinos. Pizza cuatro quesos, quesos que tienen de queso lo que yo de monje salesiano. Y peleamos un rato para que mi madre se comiera un par de porciones. muerete2Y terminó haciendo como que lloraba, pucheros, lloraba sin lágrimas, porque no quería comerse aquella imitación de pizza ni aquella imitación de lechuga. Llorar sin lágrimas. Es todo un arte. Hace poco me saqué el quinto dan del cinturón negro anti chantaje emocional, soy el Bruce Lee del anti chantaje. Pero sigue impresionándome verla gimotear aunque sea de ese modo, y también escucharla decir cien mil millones de veces al día, tantas como las asesinas estrellas del cielo, que quiere morirse, que quiere irse ya de una vez.

Entre los cinco y los ocho años fui a un minicolegio de esos que había en los barrios de Madrid antes de que abrieran en masa los colegios nacionales, la gran obra de caridad de la transición hacia el lumpen. Los viernes por la mañana nos llevaban a la Dehesa de la Villa y nos soltaban a nuestro libre albedrío en el interior, a hacer lo que nos diera la gana. Pasaban de nosotros, era maravilloso. Los primeros días yo lloraba por el camino, no se sabe muy bien por qué. El colegio lo llevaba una familia de tres hermanos. Donato, el mayor, nos conducía en fila de a dos hasta el parque, y yo lloraba y lloraba, y él me decía que así era mejor, que se ensanchaban los pulmones y que se meaba menos. La Dehesa en primavera se convertía en una sabana de margaritas altas hasta la rodilla. Jugábamos al fútbol en una hondonada y nos peleábamos a pedradas y empujones. La mañana pasaba rápido y me fui acostumbrando y dejé de llorar y se convirtió en mi lugar preferido en este puto mundo. Cuando tengo que escapar me voy allí y me tumbo en el césped y me siento un poco feliz. Es como mi casa. Y cada día me cuesta más llorar. Siempre he llorado más por desesperación que por tristeza. La tristeza se vive por dentro. Las ganas de matar que da la desesperación se arreglan a golpes y a lágrimas.

En tercero de EGB juntaron dos de estos minicolegios y en uno. Pusieron juntas las clases de tercero, cuarto y quinto. Cuando me subieron de curso me sentaron con Javi, que venía del otro mini colegio. Mi padre me preguntó que con quién me habían puesto en la clase, y cuando se lo dije se rio. Todo el mundo sabía que el padre de Javi robaba, sobretodo bancos, sucursales bancarias, a punta de escopeta o de lo que fuera. Y Javi era un tío espabilado, con una sonrisa siempre de oreja a oreja. Durante algunas temporadas su padre llevaba buenos coches y sus hijos buenas ropas, pero en otras lampaban y llevaban los zapatos, los únicos que tenían, gastados. Javi tenía muy buenos puños y muy mala hostia, y siempre me cayó simpático. Años más tarde él le pillaba coca al mismo camello que vendía heroína en la gasolinera del barrio a Antonio Vega. El otro día vi el documental sobre la vida de Antonio Vega y me sentí muy cercano a él, a su soledad, y me acordé de dónde pillaban los dos, allí abajo del todo de la calle. En nuestra clase del colegio había un chico que se llamaba Alfonso que era muy zote, y uno de los profesores, Amiano, que era ingeniero pero daba clases a niños, le pegaba con una correa de cartera en las manos y en la cara para hacerle aprender mejor. Y una vez simuló incluso que le ponía una inyección, con aguja armada con jeringuilla y todo, para acojonarle, y le hizo unos pinchazos por las piernas y los brazos, y Alfonso lloraba a lo bestia, con lágrimas, y se le veía sentir mucho miedo a Amiano, que era un pedazo de hijo de la gran puta al que teníamos miedo. Su hermano Donato también nos daba una hostia de vez en cuando, muerete6y había un tercer hermano, Jose Ramón, que era el director del colegio, y ese no pegaba porque era más pacífico. Y un verano volvieron de las vacaciones, muy morenos, y tuvieron que cerrar el colegio porque todos nos habíamos marchado a los colegios nacionales que habían edificiado nuevos y que eran gratis. Se acabó el negocio. Y los echamos de menos, porque nos llevaban al parque los viernes y no hacían caso cuando llorabas y así consiguieron que no llorásemos nunca más.

Esto de internet es una mierda muy grande, pero tú yo yo nos conocimos aquí. No sé ni cómo ni por qué. En este nuevo mundo de putas pantallas. Y es un amor muy puro el nuestro, porque no nos mueve un fin sexual, que es lo que en realidad mueve el mundo, porque nunca follaremos, porque ni me atraen los tíos absolutamente nada ni en mis fantasías salen nunca pollas. Algo bueno tiene que tener esta dimensión podrida humana de las pantallas y los hierros fritos con ventiladores cuando nos hemos conocido en ella, con lo difícil que es encontrar semejantes que no sean gilipollas y que no te mueva hacia ellos el móvil sexual. Y escucho tu voz por el puto guasap y me siento un poco mejor cuando me invade esa sensación de no poder respirar y de que no hay salida al agujero por ninguna parte. Algo jodidamente bueno tiene que tener ésto, tío, Prieto. Pero da igual toda esta mierda, toda la mierda del mundo. Y somos como Caetano y Gil. No me conformo con menos. Guitarrazos y cantar Tierra. Caminar, un pie delante del otro, un día y otro más, hasta que nos mantengamos de pie. Siempre vamos a ser como los personajes de Pekimpah. Soñamos con salir al tiroteo a pesar de que no haya esperanza de terminar vivos, venganza contra el mundo. Alardeamos de que nada nos importa, de que no tenemos nada que perder, de que nadie por mucho dinero y poder que tenga puede decirnos lo que tenemos que hacer si no nos sale de los cojones. Es un poco mentira y un poco verdad al mismo tiempo. No me conformo con menos que con pegar guitarrazos y disparos sobre la tierra. Fuimos Mar y yo a Marciac y entramos al concierto en aquella carpa que construyen una vez al año entre un maizal y un pequeño cementerio. Marciac. Afortunadamente no conocéis ese paraíso y nosotros sí. Y salieron al escenario Caetano y Gilberto Gil y se pusieron a tocar “Tierra”, o “Terra” para ellos, y solamente con su voz me sentí un poco mejor y lloré por dentro y lloro por dentro para que no me vean. Y el sonido sale por ese campo y cruza el mundo de arriba a abajo y de izquierda a derecha, y de norte a Sur, y el tiempo se detiene. Y no sé por qué me salen esas lágrimas, pero salen. Quizás es porque yo también me encuentro preso aquí dentro y algunas cosas me hacen tener ganas de seguir caminando o respirando, quizás como tú dices, Prieto, que me cuentas que siempre hay un rayito de luz y de esperanza en el hombre. Yo te constesto que no, que no lo creo, pero debe ser que en mi subconsciente continúa alguna bombilla de esa gilipollez verde encendida.

Mi madre no puede abrir la cerradura de la puerta. Y llora otra vez. El marco se ha abombado con el calorazo que hace en Madrid y con las décadas que tiene ya la madera y presiona el cerrojo y mi madre ya está perdiendo toda su fuerza. Primero perdió la sonrisa, ahora poco a poco la fuerza. Y no hay manera. Intento enseñarle a hacer más fuerza, maña, pero no puede. Ahora tiene miedo también de no poder abrir la puerta de su casa y quedarse a dormir en la calle o en el descansillo. Y llamo al cerrajero, que viene y me cobra cien Euros. Llega un chico ecuatoriano. Le doy la mano y me presento. Una de las misiones en el mundo es intentar que los demás pasen un rato agradable a tu lado, incluso a los cerrajeros urgentes. El tipo me sonríe, le cuento la historia de mi madre y la puerta y me sonríe, y lija una y otra vez la cerradura pero continúa estando dura, así más de media hora hasta que se harta y me dice que tenía que haberme cobrado ciento cuarenta en vez de cien como va a cobrarme, y lo dice en serio, pero yo no pienso pagarle más, por lo menos hay que echarle  más cojones para pedírmelo. La cerradura se ablanda al fin y sale mi madre e intenta abrir, y ya le parece más blanda, pero se pone a hacerlo compulsivamente, una y otra vez, sin parar, hasta desesperar al tío. muerete11Le cuenta lo mayor que está mientras gira la cerradura hasta desgastarla y le dice para rematar que ya no sabe por qué está en este mundo, que ya nada sirve de nada. El tipo cobra y se marcha aliviado.Ponemos la mesa para comer y se repite el proceso de no querer deglutir y el de desear morir. Y a la cuarta vez le digo: “vale, muérete, pero mejor después de comer”.

Hay noches en que me despierto, me levanto, y no puedo respirar, y entonces pienso en ti, en ti, y en ti, y se me pasa, y entra el aire en los pulmones otra vez, el sucio aire de mi ciudad que necesito para respirar. Cuando me encontraba preso me eché a correr por tus calles, cubiertas de nubes de hollín, Madrid, y no eres precisamente la Tierra de Caetano, eres dura y muchas veces cruel, pero aunque me haces daño siempre estás dentro de mi quiera o no quiera. Masoquismo de tu asfalto. Cuando me marcho lejos me deshidrato de ti, Madrid, aunque sé que siempre volveré a beber tu agua que da sed. Y te vi aquella vez desde la ventanilla del avión, Madrid, desde tu cielo azul sucio, y te vi tan pequeñina, tan desvalida, con lo grande y fuerte que eres, y juré que nunca te dejaría sola. Prometí que caminaría por tus calles hasta que se acabasen, o ellas o yo, me dije, y prometí no llorar nunca sin lágrimas. Y que siempre diría tu nombre en vano, que siempre lo blasfemaría, como a tí te gusta. Madrid.

Mejor Muerete
después de comer.
Muere y vive
todo lo que puedas.
Algo jodidamente bueno debe tener éstomuerete3
aunque no te lo
creas.
No me gusta ya nada ni nadie
hasta tu nombre me sabe
a mierda.
Llora que así no
meas.
Llanto sin lágrimas,
combustible infinito del mundo.
Correr por el parque
todo lo que puedas
mientras puedas.
No querer comer
ni beber.
Tristeza
maravillosa consejera.
Tu tristeza es la mía
aunque no quiera.
Me deshidrato de ti
porque necesito tragarte
todos los días.
Fuiste siempre
mi único oxígeno
y aire.
Si lloras se te ensanchan los pulmones,
entonces hazlo muy fuerte,muerete5
todo lo que puedas.
Respirar no es gratis
aunque no te lo creas.
Despachar heroína y cocaína en tu gasolinera.
Si dudas mejor no mires
hacia delante,
mejor salta.
Todo es una mierda muy grande
pero estamos en ella.
Un pie delante del otro todos tus días sobre
la tierra.
Si vas a morirte hazlo
después de comer.


Imprimir

Devenir

devenir1

Madrid, me sumerjo en tus aguas secas. Aguas profundas en las que ahogarse para sobrevivir. A principios de los años 80, durante los meses de julio y agosto las tiendas comenzaron a cerrar por las tardes en Madrid. Fue una bendición para mi padre, porque eso le dejaba desarrollar la mayor de sus aficiones: dormir. Dormir y huír, la misma cosa son. Llegaba a casa a mediodía, comía con ansia y después de tomarse el café, se ve que no le hacía ningún efecto la cafeína, y la copa de coñaz Terry 1900 se tumbaba en la cama y dormía a pierna suelta roncando y sudando como un gorrino. Podía pasarse así varias horas. Dormir es la mejor manera de matar el aburrimiento. Cuando despertaba, ya con el sol cayendo, cogíamos el coche y nos marchábamos un rato a El Pardo, a Ciudad Universitaria o a la parte baja de La Dehesa de la Villa. Si alguien le preguntaba dónde íbamos él le respondía que nos marchábamos a “La Finca”, un lugar imaginario del que presumía. En la zona baja de La Dehesa enchufaban los aspersores que había delante del reactor nuclear experimental en el que franco intentó fabricar la bomba atómica española, y hacía fresquito. A principios de los 70 hubo un escape nuclear allí y los científicos patrios pensaban que con regar abundantemente aquello estaría superado sin problemas. Mi padre murió de cáncer. La incidencia del cáncer dicen que es alta en la zona. Lo llaman "incidencia", los hijos de puta.

Tengo una imagen grabada del verano. Llegamos con el coche al final de un camino. Nos bajamos al borde de un interminable campo en barbecho. El sol pega como un mazo. A lo lejos, casi perdiéndose de la vista como si fueran hormigas, divisamos una estrecha fila de árboles. Mi padre me dice “si quieres quédate aquí, pero si te vienes uno no puede quejarse”. Accedo. Arrancamos. Son varios kilómetros de tierra suelta en la que se te hunden los pies. Sudor. Nadie habla. Tras una hora y pico caminando, los árboles se ven cada vez más cerca. Llegamos al fin. Hay un riachuelo. Nos refrescamos. Mi padre y sus dos amigos sacan unos cuantos reteles del agua llenos de cangrejos. Echamos a esos pobres en bolsas, sumergen otra vez esas trampas y volvemos caminando a los coches otra vez bajo el sol. Cangrejos negros que parece que te miran asustados. Son cangrejos que fueron exterminados más tarde por otros cangrejos de río, los rojos americanos, que los mataron a todos. Alguien los trajo de lejos y los soltó para que criaran, eran más fuertes y voraces, y terminaron con sus parientes negros en poco tiempo. Escondimos a los bichos en el maletero por si aparecía la guardia civil, que esos hijos de puta podían estar escondidos en cualquier sombra. Al día siguiente vendieron los cangrejos, pero nos quedamos con uno que conservábamos en un barreño. Parecía observarnos al acercarnos. Los cangrejos negros de río eran muy pacíficos, no te clavaban nunca las pinzas, eran simpáticos. Se murió un par de días después, igual que los pollitos que criábamos en invierno, que morían aunque los pusieras en una caja encima de la calefacción. A veces te los vendían pintados de rosa o de verde. Sabías que nunca sobrevivirían. También íbamos de caza. Atravesábamos rastrojeras kilométricas sin una sombra, caminando durante horas. Marchábamos separados por pocos metros, niños y padres, esperando a pegar un tiro a algún pobre conejo o perdiz, que luego mi padre devoraba en casa. Mis padres habían probado el gato frito durante la postguerra. Mi abuelo se lo dio una vez a probar a mi madre y le preguntó “¿qué tal, está bueno?”. Y estaba bueno, sabía a conejo. Mi abuelo compraba también ratas de agua para comérselas. Las ratas de agua no se parecen en nada a las ratas de tierra, de hecho la mayoría de los diputados actuales, o todos, se parecen mucho más que ellas a las habitantes de las alcantarillas. Matábamos conejos y no éramos conscientes de caminar en un constante peligro de muerte, porque la tentación de tu padre de dispararte a ver qué pasa debe existir en muchos momentos. O la de disparar a tu vecino.

devenir2

A mi madre le dio por matricularme en los curas en el último curso de la segunda etapa de EGB. Le habían dicho que de allí salían personas de provecho, pero yo había escuchado que eran unos hijos de puta. La segunda versión fue la cierta, y lo siguen siendo, sueño siempre con que se mueran todos, con dolor. Cada día que amanece el número de hijos de puta crece, porque ellos mantienen muy bien los criaderos de la especie. Los asquerosos curas daban francés en vez de inglés a los de mi curso. Un francés muy peculiar, porque ninguno de ellos sabía hablarlo en realidad ni habían estado ni por el forro en Francia. Mi madre me puso una profesora particular duante el mes de julio, una chica jovencita que estaba buena, a la que pagó una mierda de dinero. Y ella me enseñó cuatro palabras para defenderme e intentar aprobar con aquellos cerdos. Y me llamó la atención el verbo “devenir”, que significa al parecer “llegar a ser”. Es una palabra irónica. Porque en realidad nada llega a ser nada, ni nadie lo consigue, es todo una ilusión en realidad, una mierda efímera. Yo había sido mucho más feliz lejos de aquellos reprimidos represores. En tercero entré en una clase de un colegio en el que mezclaban a los de tercero,cuarto y quinto, y me sentaron con Javi, hijo de un tío que todo el mundo sabía que atracaba bancos. Y en sexto me llevaron a otro sitio y detrás de mí se sentaba el hermano del Pantera, que era un tipo de apenas diecisiete años que robaba pisos. Y en séptimo me colocaron con Jesús, que era el pequeño de nueve hermanos, que tenía casi dos años más que el resto. Olía mal porque no le lavaban la ropa y siempre llevaba el mismo chándal azul claro con propaganda en la espalda. Solamente tenía unas zapatillas y robaba todo lo que podía en el colegio. Al año siguiente lo echaron porque pasaba el límite de edad. A veces nos daba miedo. No creo que él siga vivo, aunque sueño con que haya sobrevivido. Tenía los dientes amarillos y torcidos, uno de los incisivos partido por una punta. No se me olvida su cara ni su olor.

No puede ser cierto que Amy haya muerto. Deberíamos habernos conocido. Me gustaban sus dientes torcidos separados y su voz de perra ladradora que aúlla como nadie. Me gusta la gente que tiene la piñata imperfecta. Me dan asco las sonrisas Profiden. Los yonkis de los años ochenta y los noventa eran buena gente, con sus dientes amarillos. Les tuvimos miedo hasta que nos dimos cuenta de que de una sola hostia salían volando. Eran peligrosos, porque su vida era suicida y les daba igual ocho que ochenta, no conocían ni a su padre cuando tenían el mono, pero en realidad eran seres débiles, unos hijos de puta a los que una simple ventolera se los llevaría lejos. Ya no queda ninguno por aquí, cuando paseo veo sus caras reflejadas en los muros como si fueran fantasmas. Se sentaban en aquel banco de al lado de Lope de Haro a maquinar cómo robarnos al más mínimo descuido. Caminaban por la calle hablando solos. Ya no queda ninguno. Los cocainómanos de ahora no son ni una sobra de ellos, son unos mierdas acelerados con dinero en el bolsillo. Yo te voy a decir por qué bebía y se drogaba Amy Winehouse: para huír. Porque no bebemos para saborear licores, ni nos drogamos para experimentar en paraísos interiores, lo hacemos para huír, para no recordar durante un rato, para colocarnos y escapar del agujero de los recuerdos y del espejo revelador. Por eso bebía y se drogaba Amy, porque hay un precipicio aquí dentro al que asusta mirar, y aunque solamente sea por un ratito nos gusta ponernos para aligerar la cabeza y olvidarnos de todo ello, de todos vosotros, de toda la mierda del universo.

devenir5

Doy gracias a Dios y a la nada, que son lo mismo, porque todavía se me salten las lágrimas escuchando a algunos, leyéndolos, imaginándolos dentro de sí mismos mientras viven con este mismo run.run interno como el que yo tengo las veinticuatro horas del día trescientos sesenta y cinco días al año dentro de la cabeza. Sois fáciles de reconocer entre los millones y millones, aunque nunca lleguemos en realidad a conocernos. Doy gracias a la virgen mancillada María por poder sentiros y por querer acompañarme, aun sin estar, toda esta vida tan fatigosamente larga y tan corta. Y también gracias a esa voz interior que es el mejor de los refugios, y a mis dos pies que tanto caminan por tu sucio suelo. Vivo en un continuo agradecimiento a todos vosotros que nunca me encontraré pero que me mantenéis de pie. Putos héroes de ahí dentro ahí fuera. Llegamos a Auvers sur Oise. Caminamos hasta la iglesia, que parece anclada en el tiempo. Miré el mapa y había que subir aquella cuesta. Tú te quedaste atrás, como siempre, porque tengo las piernas y los pulmones de mi padre. Llegué a la tapia del cementerio, la puerta estaba abierta. A la derecha encontré las tumbas, Vincent y Theo. Son como tú y como yo. Nadie había dejado nada encima de las lápidas como en la de Jim Morrison, parecía que allí no iba nadie a visitarles. Me quedé ensimismado, porque por alguna cosa que se me escapa noto a ese tipo mucho más cerca, después de muchos años muerto, que a tí, a tí o a tí. Salí por la puerta y a la izquierda estaba la explanada del trigal con cuervos. Cerca de su tumba. Trigal con cuervos. Siempre trigal con cuervos. Hemos visto en realidad las mismas cosas, debe ser eso. Aunque yo nunca me arrancaré una oreja. Llamadme pedante o gilipollas. En esto es en lo único en que tengo suerte. En ellos.

Pusimos la película “Happiness” de Todd Solonz. Vivimos un rato, o siempre, dentro de ella. El niño se corre al final, es su fin en la vida, el hacerse una paja y correrse, y el perro lame el semen, contento de servir a su amo. Y el padre del niño, el pederasta, sueña con disparar a la gente, a sus vecinos, con un fusil de asalto. Noble y sincero criminal. ¿Dónde estás, felicidad? Vamos a buscarte a ninguna parte. Vamos a dormir, que allí detrás seguramente estás, felicidad. Soñar. Dormir. Soñar con dormir. Sudar la camiseta de la felicidad. Felicidad es sumergirte en Madrid aguantando la respiración hasta ponerte morado, hasta el final. Calor. Cada vez me gusta más el calor, tu calor. Madrid.

Devenir.
Calor.
Cada vez me gusta más
tu calor.
Llegar a ser.
Trigal con cuervos.
Dientes torcidos.
Rastrojeras kilométricas. devenir6
Conejos muertos.
Cangrejos de río,
cangrejos
negros
asesinados por otros cangrejos
rojos
mucho más fieros.
Vamos, talibán,
estréllate
en la cumbre de la OTAN.
Joe Biden
se corre en la cara de Pedro Sánchez y
le cura las marcas del acné.
Fóllatelos Vladimir.
Cada vez me gusta más el calor,
tu calor.
Aguantar la respiración
sin gritar.
No asustarse
de vivir,
o intentarlo.
Levantarse.
Sudar
la camiseta
o sobre tu cuerpo.
No vale quejarse si ya te
has puesto a andar.
No vale más que continuar,
respirar
y transpirar. devenir7
Barbecho
en el que se hunden los pies.
Disparar a tu padre o a tu
vecino
para alcanzar la
felicidad.
Cada día que amanece
el número de hijos de puta crece.
Yo no tengo pueblo
más que tú.
Atracar bancos,
robar a ricos y a pobres
a partes iguales,
salomónicamente.
Calor.
Cada vez me gusta más
tu calor.
Tus dientes torcidos.
Devenir.
Llegar a ser.
Trigal con cuervos.


Imprimir

lanochemasoscura