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Kubo y las dos cuerdas mágicas

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Kubo viene precedida por una excelente crítica y buenas puntuaciones en mi página de referencia habitual (7,5 en Filmaffinity) y, aunque iba predispuesta a que me encantase, tanto por la temática japonesa como porque adoro el género de animación, la película me ha dejado tristemente indiferente.

Básicamente, el problema que presenta la cinta es que está claramente descompensada. La enorme inversión que se ha realizado en el apartado estético es inversamente proporcional al guión. Es una verdadera lástima que los esfuerzos de la puesta en escena se vean empañados por la mediocridad del argumento y de sus diálogos.

kubo2Hay que reconocer que visualmente es sencillamente es-pec-ta-cu-lar: una película basada en la técnica del stop motion, cuidada con mimo y tan exquisitamente tratada que parece una mera película 3-D… pero trasciende la simple animación (¡la de horas que habrán echado a esto!). A destacar, las escenas del océano, bellísimas, y la ilustración de los créditos, una maravilla que me recuerda, en su elegancia, a los créditos de inicio de una de mis películas de animación favoritas, “La canción del mar”.

Sin embargo, aunque reconozco que el apartado visual ha sido original y muy bien ejecutado, el largometraje cojea en el pilar fundamental de una película: la historia. Poco importan los medios si la historia, y su desarrollo, merecen la pena. Pues bien, si esta película estuviera desprovista de tan bonita animación, no quedaría nada. Kubo nos presenta un guión plano y clasiquísimo: el tema de la búsqueda del tesoro como eje central, animales fantásticos que ayudan al protagonista, la lucha del bien contra el mal… vamos, lo de siempre. Pero, además, no se preocupa del desarrollo de los pocos personajes que presenta. No hay desarrollo psicológico y las escasas pinceladas que nos muestran nos revelan que estos personajes tienen poco de japoneses.

Es esto lo más me ha molestado de la película: el tratamiento físico y psicológico de los personajes, que me expulsaba de la historia una y otra vez. Se nota que es una película americana, para los americanos, en la que simplemente se ha decidido que las aventuras se desarrollen en un paisaje japonés. No hay nada de malo -pues la creatividad es libre- de mezclar lo que uno quiera. Pero como amante profunda de la cultura nipona me revolvía en el sofá mientras  reconocía atributos occidentalizados y actitudes poco verosímiles en la civilización japonesa.

kubo3Los rasgos de los personajes apenas parecen asiáticos, por lo que el resultado es que parecen individuos disfrazados de japoneses: el peinado, las ropas y un poquito de maquillaje no logran ocultar esas narices rectas y delgadas, labios finísimos y pómulos poco marcados. Cierto es que existirán japoneses así, pero también hay españoles rubios, con ojos claros y no son lo más representativo de la fisonomía de nuestro país. De hecho, la anciana que aparece en la película ¡me recuerda a mi abuela! que era castellana hasta la médula.

En cuanto a la forma de actuar y de sentir de los personajes y el tempo de la acción, denotaba su origen estadounidense. Dudo mucho que un director japonés hubiera rodado la cinta del mismo modo. Es probable que hubiera optado por una narración pausada, dando protagonismo a la naturaleza como parte esencial de la historia y una actitud de los personajes menos explosiva y más reflexiva. O quizás todo lo contrario, con ritmo trepidante y algo desquiciado (aunque en este caso no se habría elegido el stop motion).

En conclusión, se trata de un largometraje desaprovechado, algo aburrido pero tremendamente bello.  Buena elección para una tarde de otoño con palomitas. Mi puntuación, 5 raspado sobre 10 (no la puedo suspender, es demasiado bonita para eso).


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Almodóvar 2016

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Entramos a ver la película de Paco León, ante el que nos quitamos el sombrero, y, por el vestíbulo de los cines Princesa, deambulaba ese señor. Uno de mis acompañantes me comentó, como una portera: “conozco a uno que se ha tirado repetidas veces al novio de éste”. Almodóvar, un tipo que siempre entra el último a la sala y sale el primero para cruzarse con la menor cantidad de curiosos posible. Pero, ¿es realmente él? ¿Se trata de la misma persona que hace treinta años dirigió aquellas películas punkys tan graciosas y esos dramones gayer tan locos y sentidos? Puede que la respuesta no sea afirmativa, que un señor gordo se comiera hace años a Almodóvar y ahora viva, como un ultracuerpo, sobre él.

almodovar2Almodóvar no es sólo una persona, es más bien una empresa. Pedro Almodóvar era aquel personaje iconoclasta, que no como ahora iconoplasta, surgido de aquella cosa llamada “La Movida” (que nadie sabe decir a ciencia cierta qué fue). Almodóvar, a secas, es ahora “El deseo”, la productora de comedietas y dramones de cartón piedra que explota la fama y los reconocimientos cosechados en el pasado por Pedro. Pero de Pedro ya queda poco. Leo una entrevista a Pedro, que se libera de vez en cuando del ballenato divo que le posee ahora, contando cómo conoció a Chus Lampreave y su conexión con ella. Revive por un momento aquel tierno, apasionado e inteligente Pedro, Leyéndolo parece resucitar, pero es un espejismo en medio de un desierto corporativista, en el centro de sus pretorianos incapaces de decirle a la cara que el rey hace años que está desnudo. Ya no queda absolutamente nada de la gracia de “Pepi, Luci, Bom...”, ni de la maravillosa locura de “La ley del deseo”, ni un ápice de la gracia de “Laberinto de Pasiones” o “Mujeres al borde de un ataque de nervios. Hace ya muchos años que la empresa Almodóvar lo vampirizó para dedicarlo a sacar réditos kitch de su fama y a vivir del cuento de definir lo que es bueno y lo que es malo en el cine, linea que hace traspasar automáticamente la frontera que separa a lo real de lo grotesco y lo pretencioso.

almodovar6El señor gordo se comió definitivamente a Pedro Almodóvar, ahora ballena varada, antes ágil corista afterpunk. Él se permite el lujo de encabezar manifestaciones y de dar lecciones de comportamiento, de ética, de autenticidad, cuando en realidad tributa hace años desde una SICAV y se descubren tangencialmente sus juegos sucios peligrosos en empresas panameñas, su facturación desmesurada y su negación ciega de la viga en el ojo propio. Almodóvar es bandera de España, por lo que fue su arte y por reflejo de nuestra sociedad panoli y esnob. Despotrica contra algunos críticos porque no alaban sus actuales dramones petarderos, estalla ante cualquier atisbo de incomprensión de su “obra” vanguardista. Hace años que sus películas, que antes admiraba, me dejan frío. Pero su entorno las defiende como si les fuera la vida en ello, como si se atacase a un colectivo en pleno. ¿A qué colectivo?  La única tribu a la que pertenece la tribu Almodóvar es a la de su propio bolsillo y ego. Y no sólo se atrinchera tras su entorno, como la Pantoja más rancia, sino tras sus fans más pretorianos, esos que lo señalan como un Dios vivo intocable. Vi “La piel que habito” y “Los amantes pasajeros” y no daba crédito ante esa inmundicia parida por quien en su día fue grande. Pero algunos siguen alabándolo, y no desde el gusto, sino desde la adulación.

almodovar5El día que le vimos en la puerta de la sala, yo pensé que él iba a ver la película de Paco León. Pero no, rápidamente salí de mi error, Paco León no es aun suficiente para él y los suyos, Paco todavía es una persona de carne y hueso. También se estrenaba ese día “Altamira”, en la que actúa Antonio Banderas. Antes de pasar a la proyección le comenté a un par de amigos que seguramente habrá ido a ver la película de su amigo oscarizado malagueño. Uno de ellos me comenta: “del hijoputa de Antonio Banderas, el facha”. Me sorprendo. “¿Facha Antonio Banderas? ¿Pero no era del PSOE de toda la vida?”. Me responden: “pues eso, del PSOE, un facha hijo de puta”. Me dejan perplejo. Qué tiempos éstos en los que sólo existe Podemos y el resto son las Juventudes Hitlerianas. Pero Almodóvar les sigue gustando, lo siguen viendo como perenne ejemplo de sensibilidad aderezada mediante graciosa y genial gilipollez. Al salir de la película afirman que Paco León ha copiado el personaje de María Barranco en “Mujeres...” para su película. Hay que joderse lo que hay que escuchar. Para sus seguidores Almodóvar no es facha por mucho que tribute al uno por ciento. Pero ese señor gordo, repito, ya no es Almodóvar, es un ultracuerpo del planeta esnob, que nos invade en silencio mediante washaps hipnóticos y sushi delicioso inyectado con cloroformo. El rey está en pelotas.


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Sunset Boulevard

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 Por algún extraño motivo, casi todo el mundo piensa en Billy WIlder como en un cineasta de comedia, olvidando que muchos de sus éxitos no pertenecen a este género.

Durante años, antes de dirigir su primera película, una comedia protagonizada por Gingers Rogers y Ray Milland en 1942, El Mayor y la Menor, cuyo guión nació de su fructífera colaboración con Charles Bracket, ambos cosecharon una reputación merecida escribiendo algunos de los mejores guiones de comedia de la época. De entre los dedos de aquel genial tandem surgieron joyas como Midnight, Ninotchka, La octava mujer de Barba Azul o Bola de fuego, escritas para ser dirigidas por Leisen, Lubitsch o Howard Hawks. Un guión detrás de otro, esta extraña pareja, de aspecto y carácter absolutamente opuestos, consiguió convertirse en el dúo de guionistas más inesperado y arrollador de la década de los cuarenta, "la pareja más feliz de Hollywood", en palabras del propio Wilder y de cuyas mentes surgieron también los guiones de Perdición, Días sin Huella, Cinco tumbas al Cairo o Berlín Occidente.

SunsetBoulevard4Sunsent Boulevard (Paramount, 1950) supuso el fin de su colaboración y la evidencia de que sus muchas diferencias creativas y de carácter ya no se solventaban en el equilibrio de un dúo de guionistas. La empezaron y terminaron en una continúa batalla desde el tono del guión, pasando por los planos de arranque y el cierre de la historia, hasta detalles concretos sobre los actores que pelearon hasta el último día. Y en esas batallas ganó casi siempre Wilder, al fin y al cabo, el dirigía.

Al inicio del proyecto, Bracket pensaba en Sunset Boulevard como en una comedia desternillante y disparatada. Esta historia centrada en las desventuras de una diva del cine mudo que pretende retomar su carrera tras años de retiro querían que la protagonizara Mae West, algo que ya daba de por sí un tono cómico y descocado al guión por escribir.

La actriz se negó rotundamente y mientras la búsqueda de una protagonista que cumpliese los requisitos del personaje se complicaba, la cabeza de Wilder empezó a trabajar en otra dirección. La deriva del hilo argumental terminó por transformar la inicial comedia frívola en un drama incisivo y con cierto tono morboso, muy del gusto de Wilder. Ahora el protagonista era un joven guionista que se aprovecha de la soledad y las fantasías de una vieja gloria del cine mudo que quiere recuperar su éxito en el nuevo Hollywood. A posteriori, hubo quien interpretó que el personaje de Joe Gillis estaba basado de alguna manera en el propio Wilder, que había reconocido abiertamente que durante una época en Alemania se había ganado la vida como gigoló cuando no encontraba trabajo como periodista, algo que el director negó rotundamente siempre.

Encontrar a los actores protagonistas fue complicado. Mary Pickford y Pola Negri fueron las primeras candidatas tras la negativa de Mae West, pero ninguna de las dos se embarcó finalmente en el proyecto y George Cukor vino al auxilio de Wilder intermediando para que Gloria Swanson aceptara el papel de Norma Desmond. Para el rol masculino pensaron en Montgomery Clift, en Fred MacMurray y hasta en Gene Kelly. Al final y a última hora, ya en el límite del comienzo del rodaje, fue William Holden quien aceptó el papel.

Según el guión, la diva debería doblar en edad al joven guionista, pero en la realidad la diferencia de edad entre los actores no era tanta, la Swanson parecía más joven de lo que era y Holden aparentaba más edad. Aún así, nadie le dio mayor importancia y la producción pudo por fin empezar ya incorporados en los papeles secundarios Erich Von Stroheim como el mayordomo y antiguo director de la diva, Cecil B de Mille y Heda Hopper, interpretándose a ellos mismos, y Buster Keaton como miembro del Gabinete de las figuras de Cera que acompaña a la actriz en sus partidas diarias.

La elección de estos actores aporta algo más que una mera interpretación a la película, historias cruzadas entre la realidad y la ficción que enriquecen la trama y suma un punto de reflexión más allá del argumento.

SunsetBoulevard3Toda la escenografía de la película tiene un tono macabro: el escenario de la vieja mansión, descuidada por fuera, recargada y tétrica en su interior, consiguen aportar un aire de barroquismo y exceso a todo lo que rodea a Norma Desmond, un personaje decadente, anclado en otro tiempo, cuyo cuerpo sigue moviéndose exagerada y dramáticamente como en una película de cine mudo.

Wilder se enfrentó a otros tantos problemas durante la producción. Para empezar, antes de cerrar el casting, habían decidido que la diva le pegaría un tiro al protagonista y que la narración correría a cargo del guionista, ya muerto desde el principio de la historia. Esto supuso uno de los contratiempos del guión que tuvo que resolverse tras los primeros pases de preestreno. En aquella versión la película comenzaba en el depósito de cadáveres de Los Angeles. Una ambulancia se detiene y deposita un cadáver junto a otros tantos tapados con sábanas blancas. Un empleado del depósito identifica el cadáver recién llegado colocando una etiqueta con el nombre en su dedo gordo del pie. Bajo las sábanas blancas, las voces en off de los muertos empiezan a conversar contando sus historias. Entre ellos, Joe Gillis relata la suya.

El público empezó a caerse de la risa en la sala en cuanto colgaron la identificación del dedo gordo del pie del guionista muerto y ya desde el principio las reacciones del público no fueron las correctas. Wilder no tuvo más remedio que buscar otro principio para la historia, rodando finalmente ese sorprendente plano de William Holden boca abajo flotando en la piscina mientras su voz en off empieza el relato.

El morboso inicio original había sido uno de los desencuentros entre Bracket y Wilder, pero no el único. Tanto fue así que la película acabó con uno de los dúos de coescritores más famosos de la historia de Hollywood.

SunsetBoulevard5A pesar las continuas diferencias entre los coguionistas, Sunset Boulevard es uno de los trabajos magistrales escritos por ambos y dirigidos por Wilder. Constituye un relato revelador sobre una realidad desoladora: la levedad y lo efímero del éxito. La historia de Norma Desmond es un fiel reflejo de una situación que arrolló Hollywood con la llegada del sonoro. Muchos de los grandes y míticos actores del olimpo holliwoodiense de los primeros años vieron derrumbarse sus carreras, algunos con consecuencias terribles y el público que los adoraba no tuvo compasión. Los estudios tampoco. Actores que no pudieron hacer frente a películas sonoras: algunos ni siquiera sabían hablar correctamente el idioma, no les había hecho falta; otros no tenían el suficiente dominio de la declamación y su acting quedó anticuado, excesivo, obsoleto. La industria cambió y muchos se quedaron atrás.

Las reacciones ante la película no se hicieron esperar, ni el éxito de crítica y público tampoco. Algunos miembros de la comunidad cinematográfica se sintieron ofendidos, como Louis B Mayer quien le recriminó a Wilder querer desprestigiar a la industria. En realidad, todo lo relacionado con ella está tratado con bastante exquisitez y la crítica va más allá de los estudios. La película trata de la propia naturaleza humana, de la vida. ¿Es acaso una crítica al público que encumbra y deja caer ídolos con la misma facilidad que cambia de ropa? ¿O a los propios artistas que se dejan embaucar por el éxito? ¿O a los medios de comunicación?

Todo esto no es más que una parte de la historia. Más allá y leyendo entre líneas hay otros subtextos más intricando realidad y ficción. En una extraña y maliciosa coincidencia, algunos de los actores que terminaron por protagonizar la película, tenían infinitas interconexiones entre sí.

SunsetBoulevard6La propia Gloria Swanson, retirada del cine desde la llegada del sonoro, había sido una de las primeras estrellas de la Paramount, los estudios que ayudó a crecer. Para poder encarnar el papel de Norma Desmond la obligaron a realizar una prueba y ella se sintió ofendida, pero al contrario que otras actrices accedió a ello, consiguió el papel y estuvo espléndida, maravillosa, encarnando a la perfección y sin miedo el papel de una actriz que representaba a las de su época pero con la que en realidad tenía poco que ver. Contra todo pronóstico, ella seguía en activo en televisión a sus cincuenta y un años de edad.

Su fiel mayordomo, interpretado por Erich Von Stroheim, director de cine y americano de origen austriaco, como Wilder, había dirigido a Swanson en La Reina Kelly, el último gran proyecto de ambos antes del sonoro, inacabado. Las imágenes que aparecen en Sunset Boulevard de la Swanson actuando son de aquel proyecto. Stroheim sólo dirigió una película más, pero siguió trabajando, sobre todo como actor (seis años antes interpretó a Rommel bajo la dirección de Wilder en Cinco tumbas al Cairo), tanto en Hollywood como en Europa.

Y Cecil B de Mille quizás accedió a aparecer en Sunset Boulevard por acompañar a Swanson o por la suculenta cantidad que le abonaron por un solo día de rodaje. Él fue quien la descubrió. Confundador de la Paramount y director, la arropó y realizó con ella sus primeros films, encumbrándola en su carrera. Fue uno de los pocos supervivientes del cine mudo, como en la película.

Joe Gillis no hubiera podido escribir un guión así ni en sus mejores sueños. No era un buen guionista. Intentó sacar partido de una actriz retirada, rica y solitaria pero le salió el tiro por la culata. Al final, Norma Desmond, ese personaje excesivo, incapaz de aceptar su triste realidad, ensimismada en sus propios recuerdos, termina por llevarse nuestra simpatía. Ella, al menos, no intenta engañar a nadie más, sólo se engaña a sí misma.


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