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El club

Hace relativamente poco tiempo, por mucho menos que esta película miles de energúmenos católicos hubieran quemado cines y habrían clamado al cielo jurando venganza eterna contra Pablo Larraín. Tuve que frotarme los ojos mientras la veía para convencerme de que por fin alguien había tenido suficientes huevos para retratar a esta gentuza, tantos años privilegiada y protegida.

El mismo título define a la perfección la esencia de la institución a la que retrata: “El club”. La iglesia católica es un club privado, y por eso exige respeto. Pero ese mismo respeto no lo practica con sus semejantes. Son un círculo privado autoprotector, una familia putativa espesa e inmensa que ha calado en la sociedad como el agua sucia imparable vertida por un sumidero. Repitiendo sus mantras al infinito han conseguido creérselos con firmeza, y que muchos los crean. Piensan que en nuestro mundo sin ellos ya nada sería posible. Menudos hijos de puta.

club4A menos de cien metros de mi casa vive un tipo de mi edad que fue violado por un cura salesiano cuando era pequeño. Se cagaba encima para que no lo llevaran al colegio. Sus padres fueron convencidos por los curas para que el violador no fuera denunciado. Y había otros muchos casos, y en el lugar en cuestión al que íbamos al colegio existía una pequeña comunidad de curas pederastas recluidos en sus habitaciones procedentes de otros lugares, un grupúsculo protegido que sin embargo campaba por donde les daba la gana. También he escuchado historias de ciencia ficción, que no he visto con mis ojos, de padres vengadores persiguiendo arma en mano a violadores pederastas con sotana. Y el hijo de una de las mejores amigas de mi madre, adoptado, fue robado en la maternidad de O´Donnell por una mafia católica. Ellos siempre persiguieron ser juez y parte al mismo tiempo, en todo lo divino y lo humano. Les deseábamos la muerte todos los días.

La película de Larraín retrata además, fidedignamente, a otro tipo de cura que pudimos ver en primera fila durante nuestros años de escuela: el cura homosexual represor de homosexuales, el reprimido que trata de reprimir, el mentiroso compulsivo que se autoproclama como salvador y como ejemplo. Sin caer en la estúpida generalización, podemos afirmar por nuestra experiencia directa que su mundo, su club, vive en una permanente y repugnante mentira, en una falacia asesina que sostiene sus cimientos, en una burda patraña que han acabado creyéndose a pies juntillas y a crucifijo por el culo juntillas con dolor purificador, viéndose a sí mismos como portadores de la esencia del buen comportamiento y de la rectitud, de los valores eternos, como legítimos formadores y modeladores de la educación infantil y juvenil. Asco. Ganas de matarlos.

club2La iglesia católica ha delinquido por sistema durante muchos años, décadas, siglos, con el beneplácito del poder. Esta película es una patada en los huevos de ese poder protector, el que los salvaguardó de sus víctimas incluso por la fuerza. “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz”, proclama el cura moderno, “pero yo quiero a la iglesia y no quiero que le hagan daño”, aporta también como argumento para proteger a su club. El que mira para otro lado para no ver la injusticia o para salvar su culo es igual de cabrón, nunca lo olvidemos. Y eso es a lo que ellos enseñan, a mirar para otro lado, siempre.

Película oscura, rodeada de neblina y de frío, de suciedad por dentro y por fuera. Mis amigos, que entraron unos años antes que yo en aquel colegio, asistían a unas charlas en el despacho del tutor durante las que él disfrutaba cuando le contaban cómo se hacían las pajas. Nunca fui a confesarme, allí también había que contar las pajas mientras el cuervo se relamía dentro de la garita. Soñaba con incendiarla con él dentro. Ellos eran capaces de matar para perpetuarse, para conservar su estatus.

Un invierno, años después de marcharme de allí, leí en el periódico que alguien les había prendido fuego a la sacristía de la iglesia y se había cagado en la patena de las hostias. Tuve miedo. Seguro que sospechaban de mi. También intuyo, con regocijo, que esta película les jode soberanamente, pero ya no pueden hacer nada contra ella, nadie les cree. Se lo han ganado a pulso.

Engañabobos. Hijos de puta. Amén.



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