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Píldoras de cine (XIII)

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Netflix. Hbo. Filmin. Toda esa mierda despreciable que tanto os gusta. Toda esa hez que te aísla, que cambia el mundo para mal. Entiendo que, fuera del móvil económico hollywoodiense, se les haga la guerra a muerte. Terminarán consiguiendo cerrar todas las salas, esos paraísos donde por un rato nos refugiamos. Panda de hijos de puta que sirven mierda a cretinos. Sí, tú, cretino. ¿Cuántas veces vas al cine al año? Yo te lo calculo fácil. Cincuenta y dos semanas de las cuales acudo una vez pongamos que cuarenta y cinco. Para equilibrar la periodicidad semanal, digamos que diez de ellas lo hago en dos ocasiones. Redondeemos en cincuenta veces, calculando a la baja. Así ha sido durante los últimos veinte años. Mil películas en la sala de cine. Postureo, sí. Jódete si no puedes o si no quieres hacerlo. Yo disfruto con ello. Durante unos años tuvimos la oportunidad de ir a pases de preestrenos gratuitos, estábamos en la lista de una gran distribuidora gracias a una amiga que trabajaba allí. Perro los horarios eran infames, y casi ni utilizamos el privilegio, porque soy de esos raros que prefieren pagar a cambio del privilegio de elegir.

Esta primavera la verdad es que no hemos visto mucha mierda en las salas de cine, casi todas las películas, malas o buenas según el gusto, han tenido algo que no las convertía en del todo despreciables. Incluso Almodóvar ha estado bien, ya lo conté. Voy a tratar de hacer memoria de lo más destacado o, al menos interesante.

pildoras132La semana pasada fuimos a ver “Hermanos sisters”, de Jacques Audiard. Adoro a este señor frances al que doy las gracias por “De latir mi corazón se ha parado”, “De óxido y hueso” y, sobretodo, por “Un profeta”. Es un autor singular. Su penúltima obra, “Dneepan” resultó un poco más fría. Pero siempre aporta algo, una mirada especial. Dando una vuelta de tuerca se traslada al western crepuscular en “Hermanos sisters”. A mi acompañante no le gusta nada Joaquín Phoenix, pero siendo la pelícu8la de Audiard sucumbió finalmente y accedió a que fuéramos. Como siempre, esta obra porta su aire de cierta tristeza interior de los personajes. John C. Reilly está llegando con la edad a la categoría de actor colosal. La acción, el escenario, saca a Audiard un poco de contexto, y eso se nota, pierde en ello naturalidad, pero el paisaje interior del autor permanece. Al principio la película parece una comedieta contemporánea del oeste más, pero poco a poco los actores van dando matices humanos a lo que sucede. Ahí está este gran autor. Aún así me quedó algo coja la cosa. Cualquiera de los matices de las películas de Audiard resulta más profundo al verlo en una sala de cine que las mierdas que te vende a mansalva HBO en tu puta tele. Pero tú sigue ahí, enclaustrado.



pildoras133Denis Arcand ha vuelto también esta primavera. Se prodiga demasiado poco el genio minimalista canadiense de “Jesús de Montreal”, “El declive del imperio americano” y “Las invasiones bárbaras”. Ha resucitado una vez más con una nueva continuación de su serie analizadora de la humanidad contemporánea, visualizadora de ese ser humano perdido en el interior de la tribu que no tiene rumbo. “La caída del imperio americano” reivindica la ética y al ser humano desde la visión del prójimo. Arcand hace ganar en su derrota a los débiles, sus personajes encuentran siempre la victoria dentro de la derrota, hallan la clarividencia dentro del sufrimiento. Arcand presenta la vida como un dilema del prisionero sin final en la que el mono agarra el plátano con fuerza para morir sin poder sacar la mano mientras que el humano reconoce que debe cooperar para salvarse. Acompañado como siempre por Reny Girard, cuenta una historia de vencidos vencedores. Por encima del buen atolondrado protagonista interpretado por Alexandre Landry, destaca la maravillosa por su luminosidad Maripier Morin. Es una película esperanzadora donde los buenos están condenados a encontrarse en medio de la jungla de asfalto moderna. Si no has visto las cuatro películas que digo de Arcand es obligado que las piratees de Emule y las degustes, si no eres idiota no te defraudarán, son mucho mejor que cualquiera de las mierdas de series de Netflix. Pero tú continúa haciendo el pazguato delante de tu televisor sin pisar calle, que así yo no tengo que hacer colas ni me molestas.



pildoras134Pero si hay una película que ha quedado indeleble estas semanas en mis retinas ha sido “In the Aisles”, de Thomas Stuber. Aparentemente es una obra pequeña, pero atesora esos sabores fuertes que atesoran los pequeños envases. Es una pequeña lata de caviar el Caspio. Una historia mínima sobre personas que viven en el pequeño universo de la impersonal trastienda de un supermercado. Pero detrás de toda esa frialdad que representa este entorno hay mucha carne y mucho hueso. Stuber deja al espectador adivinar y observar desde el hueco de su cerradora, deja deducir la acción y el fuera de cámara sin trampas ni voces idiotas en off, suelta el hilo poco a poco para atraparnos descubriendo semejantes tratando de sobrevivir, confusos. A Franz Rogowski no le hace falta hablar mucho para decirnos lo que piensa. Sandra Hüller aparece como una princesa en medio de la monotonía del lugar. Tiene algo esta actriz a la que conocíamos de “Toni Erdman” que sale por sus poros, por sus ojos, que nos hacen adivinar a su personaje a través de la simple expresión. Y también se nos deja observar la historia del paisaje a través de lo que cuenta Peter Kurtz. La difícil transición de las personas en la época de la caída del muro en la Alemania del Este, la confusión de una generación ante el derrumbamiento de sus modos de vida, duros, pero que eran en definitiva su mundo. “In the aisles” es una película árida pero esperanzadora. Nos acerca a la realidad de cada día con transiciones muy bien expresadas. Hay mucho en los planos de Stuber traído del genio Kaurismaki, en su esperar, en su fuerza, en sus rayos de sol a través del hollín y de las nubes grises. Es una de esas películas que se recuerdan y que podrían proyectarse en bucle sin cansancio. Es encontrar belleza en lo aparentemente intrascendente de la existencia.

Cenamos antes de entrar en la sala. En un infame restaurante chino que hemos ido a explorar porque muy pronto cerrarán el nuestro del subterráneo de Plaza de España, y estamos buscando sustituto temporal, al menos hasta que nuestros chinos de cabecera se instalen en un nuevo local. Cuando le comento a uno de nuestros adláteres habituales que hay que probar otro sitio, que este es una puta mierda, me dice que tenemos que ir más a cenar y menos al cine. Él suele dormirse en la sala. Si se aburre debería comprarse un mono, no ir al cine. Yo no soy de la cultura restaurante actual, me repelen las fotos de comida y la charlas sobre comederos deliciosos, yo como para echar gasolina al cuerpo. Le respondo al pazguato de turno dormilón que el cine los viernes es sagrado, que ni de coña voy a faltar a mi próxima sesión semanal, y le animo a que se abone a Netflix, a HBO o a Filmin y deje de decir monsergas y de roncar en mi oído.


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