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Maps of the stars

La semana pasada recomendamos a unos amigos (que seguramente leeran ésto) ir a ver la película “Maps of the stars”, de David Cronenberg. Lo hicimos con buena intención, no como en otras ocasiones en las que intentábamos tomar el pelo a la gente recomendando cosas que nos habían resultado insoportables (incluso una vez llevamos a un amigo a ver “Bailar en la oscuridad” sólo para reírnos un rato, y el muy cabrón se puso a hablar por teléfono en plena proyección). Nosotros, a la misma hora, entramos a ver “Calvary”, la semana anterior ya habíamos visitado a Cronenberg. A la salida nos esperaron, de lejos me sorprendieron ciertas sonrisas y rostros de desaprobación. La cara de Ulises 6ïé era un poema, medio enfadado, medio adormilado. Su compañera de al lado había salido de la sala cuando la proyección llevaba apenas veinte minutos. Ulises es un hombre aparentemente serio, pero en el fondo retorcido y malvado, así que pensamos que le iba a gustar la cosa tanto como a nosotros. Pero no fue el caso.

stars4David Cronenberg es un tipo especial. Salta a la vista en sus películas que es un ser oscuro y peculiar, acostumbrado a ir a su bola. Sus historias y personajes siempre aparecen dislocados hasta el extremo, el tipo no tiene medida, es totalmente cierto. Le gustan las situaciones violentas y las contradictorias relaciones que las personas tienen consigo mismas en su propio interior. Recuerdo en especial “Una historia de violencia”, en la que Viggo Mortensen (Vigo es otro tipo que nos cae especialmente bien, posiblemente por haberse tirado a la mujer del cretino estomagante de David Trueba) interpreta a dos personas diferentes dentro de un mismo cuerpo humano. También tengo en la retina la rara, rara, rara, “Spider”, con un Ralph Phiennes atontado como nunca. O “Crash”, en la que Elias Koteas se excitaba teniendo accidentes mientras fornicaba con la inquietante Deborah Unger.

stars2Aquí, para mi gusto, el descoque alcanza un punto muy bueno, me descojono con David desde el primer minuto. “Maps of the stars” hace sangre en el mundo de Hollywood. Dice Cronnenberg que él no vive allí y que apenas conoce a sus habitantes, pero ello no le frena para darles leña por los cuatro costados, hasta en el carnet de identidad. En la película, el bueno de David dibuja un submundo de pirados y endiosados, de gentes que se han creído al pie de la letra sus papeles vitales hasta no dejarles poner ni medio pie sobre la tierra. En su endiosamiento, viven existencias paralelas muy diferentes a las del común de los mortales, obsesionados con su propio yo creado artificialmente y con cómo mantenerlo, aunque, al mismo tiempo, estos anhelos son muy humanos, comunes a todas las clases y condiciones sociales. Es un universo vacuo el que pinta, donde el cartón piedra es el material del que se construyen las propias personalidades y las vidas, y tanto es así que esa burbuja les atrapa a todos y les enclaustra en una cárcel a cielo abierto de la que nadie se escapa.

La cárcel es uno mismo, ni todo el dinero puede comprarle una fuga al carcelero. Hay que huir de intentar darle una explicación lógica a todo, si lo haces estás perdido con Cronenberg, te metes en la misma prisión que los personajes. Si quieres buscarle las vueltas al absurdo humano es mejor hacer como mi amigo Ulises en el cine: dormirse. O meter mano a la persona de al lado. “Maps of the stars” cumple el cometido al que sospecho siempre quiere llegar el autor con sus películas: hepatar y desconcertar, incluso cabrear a algunos. Liberarse del absurdo existencial, esa libertad pura, está en la muerte, invocada y recitada como paraíso en esta película. Es la única forma y manera de largarse con viento fresco de ese cuerpo, no hay otro camino, ni las drogas y el alcóhol, ni las falsas religiones zen-gimnásticas (yoga, pilates y su puta madre ocupando un piso en Alcobendas), ni el lujo, ni las mansiones, ni los coches caros, es imposible escaparse.

stars6Dice John Cusack que él de pequeño era como Benjie Weiss, el personaje del niño prodigio adolescente que precozmente se suma a este universo fatuo. Cronenberg y sus actores construyeron el guión improvisando a partir de un eje central aportando un poco de sus propias vidas invadidas, para lo bueno y para lo malo, por ese star system hollywodiense. Especialmente histérica está en la película la incombustible Julianne Moore, recientemente oscarizada por un amable papel de enferma de Alzheimer, que aquí no duda en sacrificar su propia cordura a cambio de un papelito a modo de último tren artístico que alimente su ego. Dice que no vale para boyera, pero es capaz de comerse algunas pollas para conseguirlo. Casi todos los personajes tienen una cara oculta despreciable donde el fin justifica los medios de su actitud.

Todos estos ingredientes los adereza el chef David con su habitual dosis de salvajismo, sexual (el sexo como medio para trepar) y sangriento (siempre hay algún tiro suelto que revienta la cabeza a personas o animales, o a ambos, en el universo Cronenberg). Que alguien abandone la sala durante una película es una especie de gesto en sí violento, de desaprobación, que muestra cierto enfado contra el autor, es como darle una lección por ser tan malo, una hostia sin mano. Yo nunca me he salido de ninguna película en mi vida, ni siquiera de una de Jim Carrey que entré una vez a ver por casualidad con el objetivo de contentar a una moza para luego llevarla al catre, y no me largué aunque Jim Carrey y, sobretodo, sus fans me provocan profundas nauseas. Pero es que ni siquiera Lars Von Trier puede enfadarme hasta ese punto, no me marcho, no me da la gana, y tampoco puedo dormirme sentado, mucho menos con gente al lado. ¿Soy retorcido? Sí, me gusta David Cronenberg, los de “La noche más oscura” nos lo llevaríamos, sin duda, a tomar unas cañas.


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