Wild

Pero, a pesar de estas inevitables comparaciones y similitudes, Vallée aporta cosas, importantes, se deja llevar por sí mismo. No es fácil de observar esos detalles a simple vista sin la mirada tamizada por la memoria. Son imágenes oníricas sueltas, flashes y flashbacks que inundan el subconsciente del espectador a través de esa parte oculta, Bergsoniana, de la protagonista. Lean algo a Bergson, si se atreven ustedes. Todos tenemos esas cargas bajo la superficie, esos lastres que hunden pero que, al mismo tiempo, alimentan la vida. “Wild” es así una película más de paisajes interiores que de exteriores y aunque una road movie montañera como ésta podría caer fácilmente en la contemplación paisajista Vallée elije no ensuciarse haciéndolo.

Asumir los fantasmas, convertirlos en parte del fluir propio de la vida, esa es la cuestión en sí de “Wild”, más que la aparente superación de los obstáculos físicos. La soledad es el Everest a escalar por el humano, la auténtica ruta insuperable, y por muchos libros de autosuperación que se lean y consejos que se reciban en algún momento hay que enfrentarse cara a cara con ella. Es un muro infranqueable al que sólo tus paisajes interiores y tu empatía hacia los tuyos pueden ayudarte no a rebasarlo, sino a conseguir vivir con él delante. Darse cuenta de que la batalla está perdida, de que la adversidad es una parte más, e inevitable, de la existencia, que la muerte es un elemento esencial de ella (tanto la propia como la ajena) es una asignatura difícil de aprender y una corriente interna casi imposible de domesticar para conseguir, al menos, un equilibrio interno suficiente. Y negar la evidencia, o apartarse de ella, tampoco es una solución, ni la mejor de las drogas le consigue un sueño eterno a los vivos.
Las miradas del caballo al humano, esos ojos enormes e inquietantes, sólo esos planos ya valen la pena por sí mismos para acercarse a ver esta película. En medio del frío y de la nada incluso hombres y animales domésticos son capaces de reconocerse como compañeros de viaje y fluir juntos. Ripple in still water, when there is no pebble tossed, nor wind to blow.