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Hipócrates

La imagen que tenemos del personal médico (englobando a los “médicos” propiamente dichos y al resto de trabajadores sanitarios) es un tanto sagrada, héroes, santos, ángeles intocables. Pocos nos atrevemos a discutir con ellos cuando acudimos a un ambulatorio o a un hospital a tratar de remediar nuestros males, aunque nos toquen mucho los cojones. Constituyen una especie de casta de magos y sus ayudantes aprendices de brujo a los que casi atribuimos poderes extrasensoriales. Pero, nada más lejos que la realidad, el humano tiende a fabular para alcanzar cierta seguridad ante la enfermedad y la muerte. Todos ellos son humanos, carecen del poder de la adivinación y no son capaces de ver a través de la piel de las personas por mucho que nos empeñemos en pensar que sí.

hipocrates4“Hipócrates” es una película de tono realista que, además de describir la vida en un hospital, llama a la reflexión del espectador sobre la carne y el hueso que en realidad hay tras la fachada de la medicina. El hospital parece un barco de guerra en medio del combate y se mueve como un Titanic lento y ciego. Los empleados-soldados que se suman al grupo preexistente entran en un mundo aparte, aislado, que los absorbe hasta el tuétano, penetran en una mini sociedad cerrada con sus códigos sólo para iniciados, sus luchas de poder, su burocracia y sus corporativismos. Humanidad en estado puro. Pero este barco de guerra no está destinado a matar, sino a salvar y a curar, de ahí el endiosamiento por el que vemos a sus personajes desde el exterior, los miramos con admiración como si salvaran cada día al mundo. Sí, salvan al mundo, pero son sólo personas ejerciendo un oficio, con todos los defectos y todas las virtudes que caracterizan a los seres humanos, son una especie de artesanos más, los artesanos del cuerpo humano, con sus aciertos y sus fracasos. Además, está la otra parte de la historia: los pacientes.

hipocrates8En medio de la guerra la disciplina es fundamental, el orden de batalla, la jerarquía en el mando, las tácticas. En los hospitales muchas veces los pacientes nos sentimos más como víctimas que como beneficiados, porque los protocolos hospitalarios parecen convertir a los enfermos en simples casos, en números, la frialdad prima sobre la empatía. Los clientes aquí no son más que seres humanos de carne y hueso luchando por vivir. Parece que los médicos y enfermeros tienen prohibido actuar empáticamente, tienen vedado el sentir algo por los pacientes, no pueden verlos como prójimo para no alterar los protocolos. Los libros prácticos de medicina, los que atañen a la actuación ante el enfermo, parecen tratar al paciente como carne de cañón, pero lo importante es cómo el personal hospitalario pueda interpretar ese texto para convertir al enfermo en un caso concreto e individual, para verlo como un prójimo más al que hay que tratar con condescendencia y cariño, huyendo de la interpretación al pie de la letra. Lamentablemente, el género humano aun no ha evolucionado hacia ver a los demás sujetos como semejantes a través de la propia individualidad, y eso también sucede en los hospitales, aunque para nosotros, en teoría, no debería ocurrir allí en la misma medida que en el resto de lugares, ya que los dotamos imaginariamente de perfección. El personal de los hospitales es reflejo del de la calle, con sus claroscuros más profundos, y es natural que esta tropa de choque vestida de blanco y verde no nos agrade en exceso. El hijo de puta y el santo que todos llevamos dentro también está en ellos.

hipocrates6La mayoría se impone siempre a la minoría en la sociedad humana. Es una cuestión de peso. La mayoría actúa como una máquina inexorable, y elabora mecanismos, conscientes o inconscientes, para perpetuarse o para no arriesgar. “Hipócrates” es una especie de “El enemigo del pueblo” de Ibsen. Me llama la atención la interpretación de Reda Kateb en el papel de Abdel, le recuerdo interpretando a un personaje totalmente distinto en la magnífica “Un profeta”, haciendo de desarrapado traficante gitano. Abdel es la voz de la razón, pero ésta es sólo una parte de lo humano. La tragedia que es la enfermedad, es vestida a retazos de comedia por la cotidianeidad hospitalaria y la fórmula funciona, creando la duda en el espectador sobre cómo juzgar los comportamientos humanos, porque en realidad siempre hay más de una respuesta válida a los problemas, porque todas las opciones tienen una parte de lógica aunque provoquen dolor.

¿Qué hacer ante el dilema de optar por la vida, con sufrimiento extremo, o la muerte? La tendencia dentro de la medicina, empapada de ideología cristiana (nadie es propietario de su propia vida como tal), es alargar la existencia hasta el límite. Ponerla fin se antoja impensable para la mayoría, “eutanasia” es una palabra sólo aplicable, con la connotación de la “piedad” suprema, a los animales domésticos. Es una palabra tabú en el ámbito hospitalario. Pero se va más allá cuando llegamos a los “cuidados paliativos”. El dolor extremo, en muchos casos, se ve como un mal necesario para alargar el tiempo de vida, incluso cuando esta ya se escapa del plano de la consciencia.

Los hospitales, odio los hospitales, procuro mantenerme lejos de ellos. No me gustan los médicos, secta de batas blancas supuestamente omnipotentes, no hay muchos que no se crean su sagrado papel. No me gusta ese olor a gasa y alcóhol. Yo quiero morir con las botas puestas, en la calle o en mi casa. Recuerdo a mi padre entrando en un hospitalmientras yo pensaba, y sabía, que de allí no iba a salir.

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Felices 140

El apellido Querejeta evoca, sobretodo, las producciones de Elías Querejeta, entre las que se encontraron en el pasado grandes obras del cine español. Tras él, siguiendo su estela, vemos a su hija Gracia, que se ha labrado una carrera como cineasta a base de títulos limpios y algo amables, pero para mi faltos de un toque final, de una chispa, esa que sólo vislumbramos en su ilustre apellido y en el alto presupuesto de sus obras. Gracia es muy respetada en el corporativista mundillo cinematográfico español, se ve a simple vista que incluso por la crítica, que nunca dice una palabra más alta que otra a cerca de sus películas. Pienso que su cine no está mal, pero me causa cierta indiferencia, es un “quiero y no puedo”, olvidable, y está mal visto hablar mal de ella, como si fuera un sacrilegio cuando, vista desde la distancia, su obra se torna claramente gris. En todo caso, no se le pueden poner excesivos peros más que el de una corrección pasada de rosca. Ella es una alumna que casi siempre aprueba, pero nunca pasa del “bien” en el boletín de calificaciones al final de la evaluación. Es de buena familia y la respeta todo el mundo en el colegio, está claro que no va a suspender nunca porque ha aprendido bien los rudimentos de su trabajo (porque ha tenido acceso a ellos gracias a cierto ventajismo de casta). Pero, ¿hubiese llegado a dirigir a grandes actores sin el apellido de su padre? Quién sabe.... yo creo que no.

felices5Hace unas semanas vi un documental sobre la inefable pareja Golan-Globus, propietarios en su día de la productora, por llamarla de algún modo, Canon. La citada productora fue hace unas décadas una picadora de carne de la que salían títulos infumables, desde las películas violentamente surrealistas de Charles Bronson (la serie “Deathwish” fue objeto de culto para mi grupo de compañeros de facultad mientras acudíamos a las clases de la pedante insoportable de Estrella de Diego, quizás porque soñábamos con que Charly apareciera y la pegase cuatro tiros) hasta los productos inclasificables de la época del auge del casposo break dance. Golan y Globus trufaban sus engendros con salvajadas gratuitas por doquier y con tías macizas desnudas sin venir a cuento, ahí residía, si es que lo poseían, su encanto. No tenían mayores pretensiones que divertirse, hacer dineros y desnudar a macizas por deporte, como hicieron con nuestro sueño erótico de la infancia Lucinda Dickey, una actriz que para nosotros, desde la soledad de nuestros cuartos de baño, estaba a todas luces infravalorada....

felices2¿Qué tiene que ver toda esta mierda de la Canon con “Felices 140“? Pues creo que en las pretensiones excesivas y excelsas de Gracia Querejeta. ¿Mea colonia Gracia Querejeta? Detesto a la gente que trata de dar lecciones de estilo, sobretodo si son impostadas y a la crítica las alaba desde su pedestal por puro derecho de herencia familiar. Me dan asco las dinastías cuando estas se basan en el humo, como en el caso la señora Querejeta o en el de los insufribles Trueba. Muchas veces leo una crítica positiva, la típica complaciente con el cine español por parte de los escribientes patrios, y creo por un momento que voy a entrar a la sala a ver una película interesante, pero al rato salgo muy cabreado porque parece que yo no he visto lo mismo en la pantalla que el puto crítico, aunque se trate de Carlos Boyero o Jordi Costa, tipos grandes por los que siento respeto y admiración. La vida es una jodida cuestión de gustos, ya lo sé, pero detesto la complacencia con los amiguetes y los embustes interesados o forzados por la cercanía o, lo que es peor, por la inercia con la que se trata a un nombre propio cercano para evitar problemas.

felices44Felices 140” cuenta con un guión absurdo que no alcanzan a salvar sus buenos actores. Antonio de la Torre pone una cara perfecta de hijo de puta desde el principio, sale muy bien peinado al estilo de los neocons de las viñetas de Forges. Pero dentro del contexto de la acción no caben tantos cabrones o tantos locos como él representa, y Querejeta los pinta a todos así o peor. La trama está estirada hasta romperse. La historia pretende crear antipatías profundas dentro de un cuadro de comedieta estúpida, buscando argumentos y justificaciones prácticamente gratuitas, de esas que Golan se hubiera inventado sin rubor, pero que aquí buscan una supuesta moraleja o un reflejo social, y sólo despiertan perplejidad e incredulidad. Todo es una tomadura de pelo que busca un disfraz Shackespiriano, culto, con un bonito decorado que huele a copia barata del cine coral francés o, sin ir más lejos, del cine “grupal” de alguna de las magníficas obras de Cesc Gay. Gracia Querejeta, a un tema francamente explotable, no le saca partido ninguno por pura... torpeza o autocomplacencia.

felices6Mis gustos femeninos fueron discutidos muchas veces por mi grupo de amigos durante mi juventud. Detestaba el físico de Maribel Verdú, ese estilo de jamelgas no me iban, ellos adoraban sus carnes tolendas. Ley una vez en una entrevista cómo decía: “de joven tenía las tetas como piedras”. Sin embargo, a medida que ésta fue haciéndose mayor fue ganando para mi atractivo, su físico se fue estilizando con la edad. El otro día, viendo “Felices 140” quedé horrorizado. Maribel de repente parece la momia de Tutankhamon. Me da la impresión de que se ha operado la cara, de que se la ha estirado la piel hasta casi volvérsela del revés ¿Por qué?. Para mi la arruga, y más a su edad, resulta atractiva. Maribel no mataría a alguien lanzándole una botella a la cabeza ni aunque se lo propusiese, con esos brazos de palillo.

Estuve un rato retorciéndome en la butaca rumiando mala leche, esperando a que la película terminase. Por fin salieron las letras con el reparto. De repente todo cobró sentido y explicación: Gerardo Herrero era el productor. Yo no lo sabía. Ese ser.... Habría que intentar que Wert impusiese una prohibición sobre este señor, que alcanza un nivel del noventa por ciento de producciones fallidas y el cien por cien cuando se ocupa de la dirección. Dios santo, Gerardo Herrero es la antítesis de Elías Querejeta.


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Maps of the stars

La semana pasada recomendamos a unos amigos (que seguramente leeran ésto) ir a ver la película “Maps of the stars”, de David Cronenberg. Lo hicimos con buena intención, no como en otras ocasiones en las que intentábamos tomar el pelo a la gente recomendando cosas que nos habían resultado insoportables (incluso una vez llevamos a un amigo a ver “Bailar en la oscuridad” sólo para reírnos un rato, y el muy cabrón se puso a hablar por teléfono en plena proyección). Nosotros, a la misma hora, entramos a ver “Calvary”, la semana anterior ya habíamos visitado a Cronenberg. A la salida nos esperaron, de lejos me sorprendieron ciertas sonrisas y rostros de desaprobación. La cara de Ulises 6ïé era un poema, medio enfadado, medio adormilado. Su compañera de al lado había salido de la sala cuando la proyección llevaba apenas veinte minutos. Ulises es un hombre aparentemente serio, pero en el fondo retorcido y malvado, así que pensamos que le iba a gustar la cosa tanto como a nosotros. Pero no fue el caso.

stars4David Cronenberg es un tipo especial. Salta a la vista en sus películas que es un ser oscuro y peculiar, acostumbrado a ir a su bola. Sus historias y personajes siempre aparecen dislocados hasta el extremo, el tipo no tiene medida, es totalmente cierto. Le gustan las situaciones violentas y las contradictorias relaciones que las personas tienen consigo mismas en su propio interior. Recuerdo en especial “Una historia de violencia”, en la que Viggo Mortensen (Vigo es otro tipo que nos cae especialmente bien, posiblemente por haberse tirado a la mujer del cretino estomagante de David Trueba) interpreta a dos personas diferentes dentro de un mismo cuerpo humano. También tengo en la retina la rara, rara, rara, “Spider”, con un Ralph Phiennes atontado como nunca. O “Crash”, en la que Elias Koteas se excitaba teniendo accidentes mientras fornicaba con la inquietante Deborah Unger.

stars2Aquí, para mi gusto, el descoque alcanza un punto muy bueno, me descojono con David desde el primer minuto. “Maps of the stars” hace sangre en el mundo de Hollywood. Dice Cronnenberg que él no vive allí y que apenas conoce a sus habitantes, pero ello no le frena para darles leña por los cuatro costados, hasta en el carnet de identidad. En la película, el bueno de David dibuja un submundo de pirados y endiosados, de gentes que se han creído al pie de la letra sus papeles vitales hasta no dejarles poner ni medio pie sobre la tierra. En su endiosamiento, viven existencias paralelas muy diferentes a las del común de los mortales, obsesionados con su propio yo creado artificialmente y con cómo mantenerlo, aunque, al mismo tiempo, estos anhelos son muy humanos, comunes a todas las clases y condiciones sociales. Es un universo vacuo el que pinta, donde el cartón piedra es el material del que se construyen las propias personalidades y las vidas, y tanto es así que esa burbuja les atrapa a todos y les enclaustra en una cárcel a cielo abierto de la que nadie se escapa.

La cárcel es uno mismo, ni todo el dinero puede comprarle una fuga al carcelero. Hay que huir de intentar darle una explicación lógica a todo, si lo haces estás perdido con Cronenberg, te metes en la misma prisión que los personajes. Si quieres buscarle las vueltas al absurdo humano es mejor hacer como mi amigo Ulises en el cine: dormirse. O meter mano a la persona de al lado. “Maps of the stars” cumple el cometido al que sospecho siempre quiere llegar el autor con sus películas: hepatar y desconcertar, incluso cabrear a algunos. Liberarse del absurdo existencial, esa libertad pura, está en la muerte, invocada y recitada como paraíso en esta película. Es la única forma y manera de largarse con viento fresco de ese cuerpo, no hay otro camino, ni las drogas y el alcóhol, ni las falsas religiones zen-gimnásticas (yoga, pilates y su puta madre ocupando un piso en Alcobendas), ni el lujo, ni las mansiones, ni los coches caros, es imposible escaparse.

stars6Dice John Cusack que él de pequeño era como Benjie Weiss, el personaje del niño prodigio adolescente que precozmente se suma a este universo fatuo. Cronenberg y sus actores construyeron el guión improvisando a partir de un eje central aportando un poco de sus propias vidas invadidas, para lo bueno y para lo malo, por ese star system hollywodiense. Especialmente histérica está en la película la incombustible Julianne Moore, recientemente oscarizada por un amable papel de enferma de Alzheimer, que aquí no duda en sacrificar su propia cordura a cambio de un papelito a modo de último tren artístico que alimente su ego. Dice que no vale para boyera, pero es capaz de comerse algunas pollas para conseguirlo. Casi todos los personajes tienen una cara oculta despreciable donde el fin justifica los medios de su actitud.

Todos estos ingredientes los adereza el chef David con su habitual dosis de salvajismo, sexual (el sexo como medio para trepar) y sangriento (siempre hay algún tiro suelto que revienta la cabeza a personas o animales, o a ambos, en el universo Cronenberg). Que alguien abandone la sala durante una película es una especie de gesto en sí violento, de desaprobación, que muestra cierto enfado contra el autor, es como darle una lección por ser tan malo, una hostia sin mano. Yo nunca me he salido de ninguna película en mi vida, ni siquiera de una de Jim Carrey que entré una vez a ver por casualidad con el objetivo de contentar a una moza para luego llevarla al catre, y no me largué aunque Jim Carrey y, sobretodo, sus fans me provocan profundas nauseas. Pero es que ni siquiera Lars Von Trier puede enfadarme hasta ese punto, no me marcho, no me da la gana, y tampoco puedo dormirme sentado, mucho menos con gente al lado. ¿Soy retorcido? Sí, me gusta David Cronenberg, los de “La noche más oscura” nos lo llevaríamos, sin duda, a tomar unas cañas.


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