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Atenas se impone a Esparta, la fragilidad de la 'Generación Z'

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Resulta difícil olvidar la histórica lección que nos brindan algunos de los acontecimientos de los últimos meses. Este verano, la campeona de tenis Naomi Osaka abandonó el Open de Francia negándose a soportar el estrés de las conferencias de prensa. Y la estrella de la gimnasia, ultrafavorita en los Juegos Olímpicos de Tokio, Simone Biles, renunció a competir para evitar la depresión que le produciría la presión competitiva. Estas dos deportistas se convirtieron, enseguida, en ejemplos para muchos jóvenes de la Generación Z. Su ostentada fragilidad constituye un gesto revolucionario que se opone a la lógica de la victoria a cualquier precio así como a la del equilibrio entre las esferas psíquica y física. Lo que estas chicas le han dicho al mundo es que vale más quererse a uno mismo que vencer ocultando lo que, hasta ahora, se percibía como una debilidad. Estos gestos se han transformado en una declaración política que puede hacer pensar que Occidente haya arribado al nivel evolutivo más noble, dejando atrás la milenaria mentalidad competitiva de los que desprecian a los débiles y premian a los fuertes. Osaka e Biles nos han dicho que los fuertes también tienen sus puntos débiles y que esconderlos cuesta demasiado en términos de sufrimiento emotivo y psicológico.

esparta2La popularidad y la aprobación alcanzadas por la decisión de las dos campeonas demuestran lo que sostienen los sociólogos estadounidenses, Bradley Campbell y Jason Manning en su ensayo The Rise of Victimhood Culture [El ascenso de la cultura del victimismo]: "En la jerarquía moral de hoy, vemos a las víctimas como seres moral y socialmente superiores. Presentarse como una frágil víctima le confiere a uno un estatus moral más alto, lo incentiva a hacer públicas las denuncias y las quejas sobre la presión que se sufre en nuestras sociedades." Sobre todo en aquéllas que nos quieren vencedores.

A estos dos sucesos de rendición pública podemos añadirles la decisión del campeón de salto de altura italiano, Gianmarco Tamberi, y su homólogo catarí, Mutaz Essa Barshim, de no enfrentarse en la final de los Juegos Olímpicos de Tokyo, abrazándose par compartir la victoria y demostrando así que no es verdad que haga falta vencer a cualquier precio. Podemos, entonces, conformarnos compartiendo la gloria sin que por ello debamos humillar al segundo: otra vuelta de tuerca contra la mentalidad de la victoria a como dé lugar.

La selección italiana de fútbol se llevó también, por su lado, el último Campeonato de Europa sin recurrir al al consabido fenómeno egocéntrico de turno: un Maradona, un Ronaldo, un Messi o un Ibrahimovic. Es decir, el típico ególatra mejor que los demás que con autoridad los humilla y para quien el equipo no es más que el acompañamiento necesario para permitirle al campeón hacer su magia frente a la portería contraria. Los azzurri ganaron sin primadonas.

Podríamos conjeturar que ha sido el trauma de la pandemia el que aceleró la fusión entre la aceptación de nuestra vulnerabilidad, típica de la Generación Z, y el rechazo a la competitividad en aras de un objetivo mayor. Así, salvaguardar el bienestar psicológico es más importante que quedar campeón sí o sí. Para un ejército de adolescentes y veinteañeros, éste es el mensaje transmitido por las retiradas de Osaka y Biles, el abrazo de Tamberi y Barshim, así como otras muchas victorias posteriores conseguidas por diversas y equilibradas selecciones italianas en otras tantas disciplinas.

esparta3Según el psicólogo cognitivo Steven Pinker, este estado de cosas se inscribiría e un opinabilísimo "proceso de feminización al que asistimo en muchos ámbitos, donde valores tradicionalmente asimilables a la masculinidad, como la capacidad de aguantar el dolor y la valentía, retroceden frente al sentimiento de compasión y la propensión a admitir nuestra propia debilidad. En el mundo del deporte, el estatus y el prestigio lo conferían la capacidad de superar las propias limitaciones o alguna enfermedad. La capacidad de jugar a pesar del dolor. Los héroes de la tradición deportiva eran atletas que seguían jugando lesionados o con fiebre. Ahora, asistimos a un cambio por el que se alcanza la nombradía al retirarse de una competición a causa de los nervios."

Otra consideración que inevitablemente hace el que piensa todavía como antes, el individuo que creció en medio de las obsesiones de la Guerra Fría o el enfrentamiento actual entre Occidente y Asia, es que esta novedosa propensión no es generalizada sino que se trata de un lujo que se pueden permitir el Norte global o las élites occidentalizadas del Sur. De este modo, no sorprende que la campeona de salto con pértiga rusa, Yelena Isinbayeva, nos haya recordado cuál es el verdadero espíritu "bélico" que preside las Olimpíadas al criticar la decisión de compartir el oro en la final de salto de altura: "En las disciplinas técnicas, tendría que haber batalla hasta el final." Y no es por casualidad que la retirada de Biles de la competición de gimnasia haya permitido que una deportista del Comité Olímpico Ruso (pues Rusia sigue apartada de los Juegos, precisamente por una especie de competitividad desleal) se haya llevado la medalla de oro que parecía estar destinada a la estadounidense.

Si todo el mundo evolucionara en el sentido que apuntan las vanguardias de la Generación Z, se podría dar de verdad un beneficioso salto de calidad en la vida de millones de personas, que se verían aliviadas de la presión causada por la competitividad a cualquier precio, de la idolatría de la victoria a costa del equilibrio físico o de la filosofía del "no pain, no gain", no hay victoria sin dolor. Sería, por fin, el final de la cultura de la típica ambición de los yupis de la Generación X, el estoicismo que se inspira en el lema del Ejército británico "never explain, never complain", nunca explicarse y nunca quejarse. Sería, por fin, el triunfo de la racionalidad de Atenas sobre la competitividad desenfrenada de Esparta.

esparta4Pero es que nuestro mundo tampoco está tan compenetrado. Y está cada vez más dominado por otras culturas en las que esta evolución anticompetitiva no cuaja. Además de la rusa, están la china y la india, donde la competición, la obligación de vencer en nombre del Partido, en nombre de la nación o del propio dharma están bien vivos. Vencer a toda costa. Y es por ello por lo que lo que aparece como un grandísimo progreso de la humanidad, la capacidad de decir "soy frágil, dejadme coger aliento" o "no quiero vencer contra mi adversario, sino con él", podrían revelarse como un fracaso para un Occidente cada vez más cansado, frustrado y atormentado en su lento declive.

Mientra muchos jóvenes occidentales se sumergen en el psicoanálisis para intentar comprender a sus propios demonios, reivindicando el derecho a la fragilidad y seducidos por la cultura del victimismo amplificado por los tranqulizadores abrazos virtuales cosechados en redes sociales, al otro lado del mundo tenemos a jóvenes japoneses formados en la competición desde la más tierna infancia, surcoreanos que crecen con el mito del éxito, chinos que trabajan hasta el extremo (como es el caso de la deshumanizadora práctica del "996": en la oficina de las 9 de la mañana a las 9 de la noche, 6 días por semana) e indios que, una vez se convierten en adultos, acaban ocupando, como lo documenta Forbes500, el 30% de los cargos de administrador delegado de las multinacionales más importantes. En estas culturas no se pueden permitir todavía el actual lujo de la fragilidad a riesgo de fragilizar, capitulación a capitulación, a todo Occidente.

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La drag queen india que transforma la danza en política

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La artista que se hace llamar Ejemplar del Arte Sofocado empezó a bailar a los cinco años. “Había visto una película en la que la heroína, rechazada por el héroe, grita como una loca y, luego, se pone a bailar. Comprendí que, para expresar tu propia rabia, tienes que bailar. Así que, cada vez que no me daban chocolate, chillaba y bailaba.”

drag2Desde que era pequeño, Patruni Sastry le robaba los vestidos a su hermana pero, al contrario que muchos otros niños, sus padres se lo permitían e, incluso, lo secundaban: su madre se ocupaba del maquillaje y su padre era el que le hacía las fotos. Con el paso de los años, estudió las danzas Bharatnatyam, Odissi, Butoh y la contemporánea. A los catorce, montó su primer espectáculo vestido de mujer. Al acabar los estudios, encontró trabajo en Hyderabad como analista para Deloitte. Y allí dio con el modo, en conferencias Ted X, de representar los gráficos de datos financieros a través de la danza para, con una coreografía ritmada, explidar las dinámicas de los negocios. Con apenas veintiún años, organizó los primeros espectáculos drag de la Hyderabad de nuestro tiempo. Y es que Sastry afirma que, en la India, las performances de hombres vestidos de mujer siempre existieron: “Hay quien dice que la drag sea una cosa de occidentales. No estoy de acuerdo. En la India, estas manifestaciones empezaron ya en el 2000 a. C, con una secta que se inspiraba en el Natyashastra, el texto teórico sobre el teatro clásico indio más antiguo e importante, danza y música incluidas. Los colonizadores británicos fueron los que nos lo robaron.”

drag4Lo que ha conseguido, pues, este joven de veintiocho años de Bengala Occidental es la deseada fusión entre arte y política. En los vídeos que ha colgado en las redes sociales (en Instagram, él es sas3dancingfeet) explica que el género "no es un continuum y tampoco un concepto binario que cree una fractura entre condiciones, sino que que se trata de algo fluido."

Es por ello por lo que ha fundado el movimiento Dragvanti, inserto en la línea de las representaciones drag conocida como Tranimal. Se trata de un movimiento anti-glamour y anti-chic, que se manifiesta contra los privilegios y la ostentación de artículos de lujo y juega a sabiendas con los conceptos de rechazo, fealdad e identidad deformada. “Creo un look que descalifica lo binario. Un hombre que se viste de mujer es una drag queen; una mujer que se viste de hombre es un drag king, pero, si te vistes de manera abstracta como yo, eres un drag no binario. Con las cosas que tienes a mano, creas un nuevo look no binario, sin género ni privilegios, porque no haces ostentación de artículos lujosos.” Es, pues, una idea que se compadece con un país que tiene todavía más de 600 millones de pobres y con la que se deslinda la libertad de la fluidez de género de la clase social a la que uno pueda pertenecer.

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La abuela viajera 'low cost'

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Abuela, esposa, madre, hija, cocinera, niñera, trabajadora. Basta. Después de una vida aguantando las quejas constantes de un marido rácano y machista, Su Min, le ha pegado un giro a su vida a los 56 años y se ha hecho famosa en pocos meses. Metro cincuenta, coleta y zapatillas de felpa cómodas, Su creció en el Tibet ocupado y, cada vez que perdía la camioneta escolar, tenía que atravesar abuela215 kilómetros de territorio montañoso, envidiando a los camioneros que la adelantaban a toda velocidad mientras soñaba con salir de ahí como fuera. A los 18 años, se muda al Henan para trabajar en una fábrica con su padre. El matrimonio me concederá la libertad, piensa. Así, a los 23, se casa con alguien a quien había visto sólo dos veces. Pronto llegarán los gritos y los golpes. Él desaparece días enteros y, si ella le pregunta dónde, la cose a puñetazos, guantazos y sillazos. Un día, le rompe la nariz de un escobazo. Lo único que hace la pobre es cobrar. Cuando la hija empieza a ir al colegio, la pareja decide vivir en camas separadas. Con el tiempo, nacen dos nietos gemelos y, entonces, se mudan a la casa de la hija para dormir en una misma habitación pero en una litera: ella arriba y él debajo. Cascos y teléfonos móviles. Su Min ha ahorrado lo suficiente para comprarse un utilitario blanco. Y todavía le quedan tres mil euros en la cuenta. En el transcurso de una enésima discusión, se desmaya. El médico le diagnostica depresión y le receta psicofármacos. Su se aficiona a las novelas de ciencia ficción y a las telenovelas de Corea del Sur, pero también estudia vídeos sobre cómo viajar en solitario y encarga por Internet una tienda para montar en el techo del coche, un hervidor de arroz de viaje y un frigobar. Cuando, el pasado mes de septiembre, los nietecitos entran en la guardería, anuncia a los suyos que el ángel de los fogones los manda a freír monas. Y decide, en primer lugar, visitar su país. Sola. Empieza una vida en la carretera, al volante de su utilitario. abuela3Y le dice adiós a los psicofármacos. Con una pensión de 300 euros al mes, se paga el carburante y la comida, duerme en los aparcamientos, evita los peajes de las autopistas. Y filma con su celular la aventura de una "Cincuentona viajando en coche”, canal YouTube con más de 1,6 millones de seguidores. Recorriendo China desde hace ya seis meses, de las playas tropicales a las selvas de montaña, es la inspiración de muchas mujeres con su vídeo-diario íntimo sobre los abusos y las frustraciones de la vida doméstica y los gozos de la libertad recobrada. El 8 de marzo, día de la Mujer, la página de productos de lujo Net-a-Porter la contrata para que dé su testimonio pues Su integra dos fenómenos contemporáneos: el impacto de Internet y la asunción de la igualdad de géneros. A quien le pregunta: “¿Dónde está tu marido?” Su Min le responde radiante: “Está en casa jugando al ping-pong. Tenemos aficiones diferentes.” Y sigue adelante. Porque ha redescubierto un antiguo secreto: la mejor venganza es encontrar su propia felicidad.

>>Publicado en italiano en “Specchio,” suplemento dominical de La Stampa y de los diarios del grupo Gedi.<<

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