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Pornografía, política y dietas de adelgazamiento

Pornografía, política y dietas

En la comida, he hablado con Fabrizio de pornografía, de política y de dietas.

La pornografía puede servir para reanimar las cansadas fantasías sexuales de las parejas demasiado acostumbradas a la convivencia. Sin embargo, también puede arrastrarlas a un especie de abstracción y a un ensimismamiento presa del cual pueden obsesionarse de manera enfermiza por el icono e, incluso, llegar a preferirlo al estímulo real. La pornografía es capaz, asimismo, de estimular la capacidad de imaginarse a uno mismo desempeñando un papel distinto, lo que podría, incluso, salvar un matrimonio. Es por esto por lo que, decía Fabrizio extrapolando conclusiones, la Iglesia no se ha opuesto nunca de manera seria a la prostitución o a la pornografía. Porque, precisamente, las putas y las estrellas del porno desarrollan el papel de salvadoras, de recuperadoras del vigor sexual de las parejas. Se trata de operarias de gran utilidad social. En cualquier caso, mucho mayor que la de los parlamentarios.

En Italia, la obsesión por el debate político se vive más o menos de la misma forma: aumenta la audiencia de las tertulias televisivas, procura lectores a algunos diarios y consigue que se batan records de visitas en los superblogs. En todos estos debates, el espectador-lector-usuario proyecta una parte de sí o una imagen de sí más o menos del mismo modo en que lo haría ante un espectáculo pornográfico, sólo que, en este caso, se identifica con una toma de posición política determinada. También se excita en estas circunstancias cuando, en pleno ensimismamiento, se convierte en 'un político'. Ocurre, no obstante, que en este contexto y al contrario de lo que ocurre con la pornografía, el espectador se considera mejor y más capaz que los 'actores' que contempla y, entonces, se enfada con ellos, le grita a la televisión, escribe comentarios furibundos e iracundos en los blogs y fulmina con la mirada al lector del periódico adverso en el cercanías, en el autobús, en el metro o en la sala de espera.

La obsesión por las dietas reproduce el mismo mecanismo mental. La gente se proyecta en esas 'chocolatinas', en ese culo marmóreo. Se excita imaginándose mejor, o distinta, o más atractiva, más próxima a un canon de perfección generalmente inalcanzable. En este caso, el individuo es presa de una obsesión maníaca con el concepto abstracto 'peso-forma', se lanza a la conquista de la presunta perfección representada por una cifra mágica que se espera aparezca entre los dedos gordos de los pies posados sobre una balanza.

El cuerpo y la mente se hacen añicos ante la imagen que de éstos se fabrica. Y no se trata de qué medios habrá que emplear para alcanzar el objetivo sino más bien de la manera en que se habrán de utilizar para lograr esta realidad fantasmagórica.

La sexualidad, la presunta colaboración para el bien común, la salud y la consciencia de uno mismo se ven dislocadas por una especie de atracón de excitantes iconos que dan la impresión de estar verdaderamente inmersos en la realidad, de participar en ella, de estar informados.

De hecho, lo estamos. Estamos in-formados. Estamos clavados a unos esquemas mentales construidos que nos atrapan mediante el eros, el pathos y el oneiros, el sueño.

(Fabrizio Andreella, editorialista del diario mejicano La Jornada, experto en comunicación, ha publicado una investigación sobre la relación entre cuerpo y gesto, lenguaje y sacralidad, alma y rito, titulada El cuerpo suspendido: los gestos de la danza entre código y símbolo; Ed. Moretti e Vitali [2012]).

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