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Valdagno en la novela 'Criminàl'

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"No fue por casualidad que Ulrik escogiera a San Clemente como santo protector de Valdagno, patrón a quien el noble teutón le dedicó la primera iglesia en Val d'Ayni, el Valle del Alisio, de donde, según algunos estudiosos locales procede el nombre del valle, el Valle del Agno. San Clemente es el protector de los pobres y los débiles pero, sobre todo, el de todos aquéllos que están amenazados por las aguas.

valdagno2Hay que drenar estas tierras, pensaba Ulrik Drexen mientras se acariciaba la pelirroja barba contemplando el valle cubierto de broza, zarzas y todo tipo de verdes árboles sobre cuyas copas despuntaba una cadena de montañas cubiertas de nieve.

Una de las cimas recordaba a una silla; otra, a un colmillo; otra, a la joroba de una marmota; otra, en fin, a uno de los cuernos del Diablo  -das Horn des Teufel-. Tierras donde moran los demonios y los lobos: Bolflant, territorios del lobo. Y de arroyos infestados de osos: Barlaite.
 
Parajes, pensaba Ulrik, que necesitaban, como ocurría con el resto de Europa, que se consolidara la cristianización en ellos.

Nueve siglos después de que Ulrik Drexen conquistara esos pantanos, el agua sigue amenazando la vida de los hombres y las mujeres de Valdagno. En todo esto iba yo pensando mientras el tren proveniente de Roma me devolvía al Véneto, una vez concluída mi visita a los Museos Vaticanos.

valdagno3En ese tren que me conducía a Vicenza, me senté en el lado derecho del vagón para así poder observar hacia el norte, más allá de la preciso mosaico de los verdes prados, el perfil de esas montañas domeñadas por Drexen, de quien estaba yo leyendo una crónica local para averiguar qué es lo que habría podido empujar a Gregorio XIII o a Egnazio Danti a marcar con el sobrenombre de "Criminal" el valle en el que yo había crecido.

Iba, pues, admirando la silueta de los Pequeños Dolomitas donde emprendí con Ezio nuestra última expedición de esquí alpino unos meses antes, cuando mi hermano me entregó en silencio esa nota. En los orígenes de Valdagno podía encontrarse la explicación que me ayudara a comprender por qué mi hermano me habría dejado esa pista.

Como en los tiempos de Ulrik Drexen, el Cuerno del Diablo (o Monte Cornetto) y el Bolflant (deformado en Baffelan, "Tierra de lobos") son dos montes que siguen presidiendo la vida de los pobladores del segundo valle más lluvioso de Italia, del lugar donde vive el ciudadano con la declaración de la renta más alta y donde está establecido el mejor sistema de recogida diferenciada de residuos de todo la nación.

Para los habitantes de Valdagno a la descripción del lugar se la puede acompañar con el sonido de una bucólica flauta que subraye con su música la postal de un sereno Edén de provincias, que aquí se conoce como la Cuenca de Esmeralda, donde los niños se hacen mozos jugando al fútbol, al baloncesto y a los videojuegos en el Oratorio, lugar en el que todo el mundo, después del trabajo, está dispuesto a regalar una sonrisa de cortesía mientras pasea por la vía principal. Todos van vestidos de "gente decente". Unos cubiertos con loden de colores militares para subrayar su pertenencia a una determinada clase o la asunción de determinadas ideas; otros se enfundan una parka con capuchón y colores militares para proclamar su afinidad con los movimientos obreros; otros, en cambio, prefieren cubrirse con una blusa el jerselito oscuro que llevan debajo para dar a entender su preferencia por los llamados "grupos" de Don Pino, pingüe secuaz de la Teología de la Liberación. Ese Don Pino que hilaba el pensamiento de Marx con el del "Che" Guevara y Jesucristo. Y en los muros de la iglesia la pintada: "Cloro al clero, Don Pino negrero".

Embozados en esas ropas grises, verdes y azules, los hijos de esas familias decentes -que se hacían luego ingenieros, abogados, empresarios, arquitectos o abrían un gimnasio delegando un poco de responsabilidad a sus mujeres- hablaban de política cada vez que se encontraban al cabo de largos paseos después de haberse tomado una pizza en esa pequeña ciudad que, más allá de ostentar el título de segunda localidad más húmeda de Italia, podía presumir de otros records provinciales como el de la mayor concentración de monjas, curas, alcohólicos, suicidos y locales de lap-dance.

valdagno4Hablaban de política. De eso es de lo que hablaban los lugareños. Y a pesar de que la política nunca les hubiera aportado nada. Pero lo que se dice nada de nada. Ni siquiera una carretera nacional decente que los uniera al resto del mundo, algo que había conseguido con mayor facilidad Ulrik Drexen nueve siglos antes.

Hablaban de política. Más adelante en sus vidas, discutían de política y de dinero. Y, al final, sólo de dinero, como cantaba el poeta Noventa: "Dinero, dinero y venga dinero. Me quieres vender y comprar. Y comprar tanto vino como para una nación emborrachar". Y por mucho tiempo aún hablar de dinero, ya sin mención alguna a la política, que, mientras tanto, se había convertido en dinero. "Os diré unas palabritas que se os quedarán en la cabeza tras la borrachera: a vuestros hijos los espera el mismo destino."

Al final de sus días discutían de nuevo sobre Dios. Sí, volvían a hablar de Dios como cuando eran pequeños o, mejor, cuando sólo eran unos niños. A medida que iban chocheando, que volvían a la niñez mental, volvían a tratar ese concepto abstracto al que posiblemente estuvieran regresando y del que posiblemente hubiesen venido. Es decir, Dios, lo que para Ezio era y seguía siendo una simple hipótesis científica que había que demostrar."

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