Bonifacio Singh: Madrid Sumergida
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Humanismo en libertad

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Humanismo es positivismo radical. Las putas máquinas para ti son lo mejor, y piensas que llegarán a conseguir que viajes a infinita velocidad, para teletransportarte y que te hagas selfies el mismo día, porque te da tiempo, delante del Partenón, de la Torre Eiffel, del campo del Rayo Vallecano, de Angkor-Bat y del Big Ben, e incluso para introducirte en agujeros de gusano para que viajes al pasado y así poder subirte a las Torres Gemelas antes de que llegue Mohamed Atta montado en su Halcón Milenario. Pero siempre es tarde. Eres muy gilipollas, un gordo estúpido más, y te vas a morir igual, afortunadamente para mi, sin que nada de eso te ocurra, imbécil, que te mueras me consuela, mira tú por donde. Humanismo es decir que todo el mundo es bueno, buenísimo, y que la salvación es posible. Humanismo eres tú enviando washaps a las nueve de la mañana con las fotos de tus vacaciones, las de tu familia, las de tu cara de hez, fotos como napalm lanzado sobre Da-Nang antes de amanecer, a un grupo de gente que apenas conoces o, lo que es peor, que sí crees conocer. Antes nos martirizaban con sus putas fotos en sesiones de tortura de las que cada uno huía como podía, inventábamos excusas peregrinas más o menos creíbles, hacíamos eso o nos emborrachábamos previamente con el alcohol gorroneado al puerco exhibidor de fotos, y mirábamos al vacío mientras nos enseñaban aquellos papeles impresos o, años más tarde, mientras nos las ponían en la pantalla de la tele o de un ordenador hasta provocarnos un colapso o un ictus. Antes no tenían piedad, pero ahora ya no se puede elegir si quieres escapar, te las imponen a la fuerza en sus grupos de washap, te las envían a traición para que no puedas rechazarlas. El teléfono pita y tú les deseas la muerte con dolor, pero ellos continúan y continúan, y nadie les dice nada para que paren, a esos hijos de puta ególatras, nadie se atreve a relatarles lo gilipollas que son, por pura pena o asco existencial. Humanismo es querer que los demás piensen que eres más feliz que una perdiz. humanismo2Humanismo es mandar fotos de tu comida o de tus pies en la playa. Humanismo es organizar regalos de “amigo invisible” entre gente a quien le importas una puta mierda, que es casi toda la gente aunque parezca lo contrario. Humanismo es Fernández Liria hablando despectivamente de Gabriel Albiac cuando él sabe perfectamente que este último tiene razón en todo si ponemos pié en tierrra y nos olvidamos de las pajas lingüísticas, si nos apartamos del análisis sobre el hombre y su ruín existencia a través de la palabrería barata. El capitalismo va ligado ontológicamente al ser humano, mírate al espejo de una puta vez, cabrón, y lo verás. Humanismo es mandar a tu madre a un asilo voluntariamente, porque es lo mejor para ella. Humanismo es levantar la prohibición de un segundo hijo a las parejas Chinas, y animarles a que follen sin condón. Humanismo es la sana mezcolanza de culturas, impuestas unas a otras por la fuerza de las armas, del dinero o de follar más sin protección. Humanismo es ir a manifestaciones contra la guerra de Siria y al terminar tomarte un vermut en el Mercado de San Miguel con los que dicen que son tus amigos pero a los que dentro de unos pocos años, o meses, no volverás a ver, esos a los que en el fondo les das más igual que una mierda. Humanismo es masturbarte pensando en la mujer/marido de tu amiga/o y luego ir cacareando que la amistad es lo mejor del mundo delante de tu amigo/a o, en su defecto, por washap. Humanismo es no ver la tele si no te da la razón en todo. Humanismo es creerte mejor que los demás por leer tres o cuatro mierdas de libros que no entiendes ni sientes. Humanismo es ir a votar al menos malo y afearme a mi la sana costumbre de no votar a nadie. Sí, me paso por los cojones tus argumentos, esos de “si no votas no tienes derecho a participar”, pedazo de imbécil. Participo lo que me sale de los cojones, si me pongo lo hago a hostias, y tienes suerte de no cruzarte conmigo si me enfado. Humanismo es decir que la libertad existe, y que la felicidad existe, y que tu padre es tu padre, y que admiras a tu padre, y que tu padre es perfecto, y que tu madre no es o no ha sido alguna vez una puta. Humanismo es correrte en un vaso, no lavarlo, echar hielo dentro de él y servirle un cubata a tu amigo, y decírle lo que has hecho cuando ya ha apurado la copa.

Eran las ocho menos diez de la mañana. Me despertaron unos golpes fuertes que retumbaban fuera de mi cabeza. Parecía que la pared se iba a derrumbar. Me puse los pantalones y me asomé a la ventana a pecho descubierto. La calle estaba semidesierta. Hacía fresco, la típica mañana del Madrid de finales de octubre de esta era nuestra en la que no existe el invierno. No veía nada, todo el estruendo procedía de la vuelta de la esquina, algún cabrón había allí detrás. Me vestí y bajé de muy mala hostia. Unos tipos gordos recolorados de faz vestidos con mono azul martilleaban contra la pared de un pequeño edificio adosado al mío. Uno de ellos hablaba castellano, al otro se le distinguía un acento ruso o algo así. Pararon la faena al verme aparecer, fantasmagórico y ojeroso. Me dirigí al primero y le pregunté qué coño hacían. Sonrió, yo no. Dejó de golpear el muro. Jocoso, me dijo que aquello no era nada ruidoso, que esperara al día siguiente, cuando vendría “la máquina” a tirar la casita. Sus afirmaciones me alarmaron.

Hicimos variadas indagaciones durante el día previo al derribo. Siempre hay que temer una cosa de estas cuando te toca cerca. Nadie sabía por qué al ayuntamiento le había dado por hacer aquello a aquel edificio enano olvidado y abandonado. Entonces me enteré de toda su historia. Aquella caseta era en la que se pesaban y se pagaban abastos por las mercancías que entraban a Madrid a principios del siglo XX. La gente acarreaba como podía lo que quería y podía vender en la sucia ciudad, y abonaba con desgana y mala leche un dinero a la ciudad por dar su autorización a la venta. La ciudad luego se gastaba ese dinero en mierdas. Unos metros más atrás, bajando la cuesta, estaba la entrada a Madrid, en el antiguo cruce entre el Paseo de la Dirección y Villaamil. Mi casa, en la que nací, me crié y moriré, está situada en la puerta de Madrid, prácticamente sobre ella.

humanismo4Tu libertad empieza donde acaba lo que yo te diga. Mata a un vegano atragantándolo con un filete, atropella a un ciclista fixero con un coche eléctrico, haz el bien común y no mires a quién, estúpido. Hazles construir una cueva muy honda a las afueras de Peenemunde, pero incluso allí te encontrará la muerte, no te molestes en fabricar misiles para defenderte, tontolaba.

Lo único cierto es que las uñas me crecen más en verano y que en invierno, algún día que otro, tengo ciática. Y que en las bodas y en los entierros veo siempre las misas caras aparentando felicidad y escucho los mismos discursos gilipollas.

¿Qué resulta más plausible o importante con el tiempo limitado que nos queda, alcanzar la velocidad de la luz o la vida eterna? Mi respuesta es clara: la vida eterna. La velocidad de la luz creo que es un invento positivista y, aunque se alcanzase, no aseguraría llegar a otro mundo habitable y perpetuar la puta especie. Sin embargo, la vida eterna nos otorgaría el tiempo necesario para conseguir abandonar el sucio planeta antes de que el sol lo achicharrase con todos dentro. Sin embargo, el ser humano todavía no está lo suficientemente evolucionado para llegar a un sentido colectivo de la especie, físicamente no ha superado el ansia individual de vivir, basta que necesite un teléfono móvil o con que tenga ganas de follar para tirar todo lo colectivo por la borda, es así de hijo de puta. Sólo con la vida eterna, que es el monolito de nuestra película 2001, podría el muy idiota comenzar a pensar en común. No, tú por mucho que digas no piensas en lo colectivo, crees que sí porque eres un pedazo de imbécil. La vida eterna no sólo permitiría viajar lejos y sin el límite que impone el tiempo, sino que castraría definitivamente a las religiones, casi terminaría con las creencias radicalmente para poner merecidamente al materialismo en el verdadero origen de las cosas. La carne del hombre es materialista, incluso la de los veganos. Pondremos huevos al sol unos cuantos días y les obligaremos a comérselos en tortilla.

Los domingos bajábamos por General Perón hasta el Bernabéu, nuestro templo pagano. Cuando terminaba el partido, retrocedíamos lo caminado y volvíamos a nuestro barrio, y nos metíamos en unos billares o nos sentábamos en un banco hasta que se hacía de noche y tocaba regresar a casa, entonces volvíamos a nuestras celdas para humanismo5que nuestros padres no echasen nuestro sucio olor en falta. Pero, antes de que cada mochuelo volviese a su olivo, recogíamos de la basura las cajas con los miles de boletos de quiniela sobrantes de cada jornada futbolística, esos que, caducados, tiraban en la tienda de las apuestas. Entonces, armados hasta los dientes con ellos, nos dirigíamos hasta la tapia del patio del colegio de curas y lanzábamos todos aquellos pequeños papeles por encima del muro, como bombas de racimo. Mezclábamos aquella masa con todo tipo de proyectiles accesorios, restos que encontrábamos en los contenedores, ya fueran botes de detergente vacíos o tubos fluorescentes fundidos y, de vez en cuando, nos llevábamos un par de almohadillas de plumas de las antiguas del estadio, las escondíamos debajo del abrigo al salir. Al llegar a nuestro campo de batalla, las rajábamos y, como un misil tierra-tierra, las encestábamos por encima de aquella pared dirigidas imaginariamente hacia la cara de aquellos hijos de puta de curas. Las almohadillas perdían todo su contenido en el aire, las plumas salían despedidas como la estela de un cohete espacial hasta que, ya casi vacías, golpeaban el suelo estruendosamente como si fuera la cabeza de algún futbolista criticado por el público tras una noche aciaga o como  el cogote de una repugnante rata arbitral (para ser árbitro de cualquier cosa hay que ser muy gilipollas) a punto de ser linchada. Soñábamos con que le atizara en la cabeza a algún cura desprevenido y se la abriera como un melón, y con que en vez de sangre saliera semen de la herida, porque ellos no bebían ni beben agua, sólo esa ambrosía del amor. Los curas de aquel colegio tenían las mismas aficiones que Jimmy Sommerville, del que se rumoreaba que después hacerle un lavado de estómago tras un desmayo que le dio (gilipollas voz de pito), le habían extraído de la cavidad gástrica litro y medio de semen recién ingerido.

humanismo6A la mañana siguiente, obsevábamos ufanos cómo el viento había cumplido su cometido, incluso a veces la lluvia también había ayudado, y el patio de los curas se encontraba lleno de papeles pegados, por todas partes, de cristales, de mierda en general, la inmundicia mundana que se merecían. Nos sentíamos satisfechos. Humanismo en libertad. Humanismo en libertad. Humanismo en puta libertad, gilipollas. Muchos de ellos, de esos asotanados serviles, afortunadamente habrán muerto, y con dolor, o pronto lo harán, imaginamos que con mucho semen endurecido en el estómago, porque hacían una muesca en el crucifijo por cada menor que violaban.

El sol se pone. Esperas ansioso al barco que te saque del sucio agujero de Porto Ercole antes de que te dé el jamacuco, pero nunca llega, ni el barco ni el perdón de tus pecados. Sudas y esperas, sudas y esperas. Tenebrismo. Al final Caravaggio estira la pata sólo, como un perro. Tiraron la caseta de abastos y pesajes, no dejaron ni un ladrillo en pie, los hijoputas. Madrid tiene miles de millones de deuda, pero da igual, ahora se plantean amurallarlo para cobrar a los coches que vengan de fuera, siempre hay que poner al otro una penitencia por existir para sentirte bien jodiendo al prójimo. Pero, tranquilos todos, pasará un poco, una mierda, un pedo de tiempo, y Madrid no se acordará de ti, ni de mi, sus descampados y sus calles están ahí para no pensar en nada, con memoria de elefante y de pez al mismo tiempo.

Haces que todo
valga la pena
bonita
aun cagando
haces que todo
valga
la pena.
Haces que todo siga rodando
aunque te pongas fea
apretando.
Meamos en su calavera
o yo lo haré
por ti
bonita
o tú lo
harás
por mi
en ausencia.
Haces que casi nada
me recuerde
el mundo
al menos por un rato
bonita
incluso a veces
antes de
ponerte
las bragas
haces que todo
por
un rato
valga la pena.


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Me vale

vale11

Hay una parte de ti, en mi. Y lo sabes. Me quito la ropa, duermo, amanece, me despierto, me pongo de pie. Hay una parte de mi, en ti. Y lo sabes. Respiro, o no sé si sueño que respiro. Anochece. Me quito la ropa, duermo, amanece, despierto tarde, me pongo de pie a duras penas. Hay una parte de mi, en ti, e imagino que de ti, en mi. Trato de no respirar para no hacer ruido y pasar de puntillas, sin molestar ni ser reconocido. Duermo con la ropa puesta, me levanto, miro alrededor. No fumo. Trato de respirar, pero no me sale del todo bien.

Todos ellos soy yo. Todos ellos y ninguno. Sois muchos y sólo uno.

Guitarrista zurdo que no necesita aprender.

No hay quien pueda contigo
ibuprofeno
has derrotado a Gelocatil
en mala lid
la puta cerveza Hacendado
tiene demasiado alcohol metilico
hijos de perra valencianos
con supermercados.

Los Guns and Roses fueron un grupo que tenía algo especial, a medio camino entre lo macarra y lo heterogay, pero con un toque de sucios drogatas tatuados. Axl Rose es un gilipollas, eso lo saben a simple vista hasta los sordociegos, y le dio por meter pianos estúpidos en sus canciones, le dio por ser bonito y suave para quitarse la fama de cocainómano violador. Se las ingenió para echar al resto, y cagarlo todo. Ni siquiera fue por pasta, fue porque es gilipollas y un ególatra incapaz de ver sus arrugas del tiempo cuando se mira al espejo. La cagó, la cagó y la cagó. Por mucho que miro por aquí y por allá no encuentro buenas versiones de Sweet Child o´mine. Es posible, muy posible, que Axl tenga que morirse para que otros puedan cantar esa canción sin cagarla tanto como él cuando echó a Saul Hudson de su lado. Gilipollas, gilipollas, gilipollas, pero único. Gilipollas.


El hijo del trapero va camino de los cien años. Por favor, señor Douglas, o Issur Danilovich Demsky, no se baje del burro todavía, o al menos tarde un poco más. Lonely are the brave.

Rick Harrison ya lo decía:
Chumlee come demasiadas
aceitunas folladas
con jalapeño.
Annie Clark
zorra anoréxica
blasfemando contra Cobain
¡aporrea tu guitarra!
porque me gusta que no tengas
ni puta idea de tocar.

vale2Levántate y anda. Es una orden atea. Levántate de una puta vez y camina. Primero un pie, después el otro. ¿Ves qué fácil? Y ahora trata de mantener la linea, el equilibrio. Parece una gilipollez, pero no es tan sencillo. Camina, anda, brilla en la oscuridad si es necesario, blasfema, no parpadees. ¿Ves lo que hay al fondo? Mejor que no lo veas.

Escucha, está ahí.... tienes que tratar de escucharlo sin fin y hasta el puto fin. Escucha, escucha, escucha, joder..


Me he propuesto escribir un libro
cada día
para que sea muy gordo
gordo, gordo,
y abrirte
de par en par
la cabeza con él
de un sólo golpe.
Novoselic toca el acordeon
putamente mal
pero me gusta
mucho más que tú
y tu cara
porque todo son excusas
cuando naces, vuelas
y te mueres.



Forrábamos los libros de religión con fotos de mujeres desnudas, bien abiertas de piernas. No guardábamos rencor, sólo queríamos matarlos con dolor.

Nunca llueve a gusto de nadie. Necesitaba tu sombra para crecer.

vale4No, no llevo tatuajes, gilipollas. No llevo tatuajes. Lo mejor es el sonido que se escucha de fondo. Escucha, escucha, intenta escucharlo. Give it away now, give it away now... escucha, escucha, trata de escucharlo. Está ahí, en el fondo, en el fondo del estanque, en el fondo de la piscina, no sé si puedes oírlo, pero tienes que intentarlo. Igual es que no puedes, escucha, está ahí.... tienes que tratar de escucharlo sin fin y hasta el puto fin. Escucha, escucha, escucha, mantra tibetano o de su puta madre. Escucha, escucha, escucha, joder...

Eres muy hijoputa
porque te marchas,
te esfumas
y yo no puedo hacer nada
más que comer y beber Hacendado
a través de los tiempos
mientras veo naves ardiendo
más allá de Charleville-Mezieres
entre recuerdos de infancia
y putas en el arcén.

Te odio, te amo, con las dos palabras podría estar diciéndote lo mismo sin decir nada. Sin hacer nada.

A John Frusciante se le cayeron todos los dientes. No le hacen falta dientes. El mundo de las bocas operadas. Prefería el tiempo de los dientes torcidos. Fundas de plástico. Prefería los dientes postizos de oro. Me colocaré un diamante falso en mi colmillo torcido para que me lo arranquen en la morgue. Se tarda en parir todo ésto, se tarda, y duele. ¿Vale la pena? No lo sé, no es fácil la respuesta. Sólo sé que duele y que se tarda, y que cuesta sudar sangre.

Poder sucumbir por las noches
sólo, en el paraíso
todo está oscuro
luz de la oscuridad
salvación
al otro lado de la muerte
perdidos en el espacio interestelar de las estrellas de la nada.


En el año 2030 se consiguió por fin saber que a la medicina siempre le sería imposible conseguir la vida eterna. Junto a tal hallazgo, se confirmó también que la carne roja provocaba indefectiblemente cáncer, y que reducía unos diez años la vida de cada persona que la consumía. Sin embargo, durante los mismos experimentos se supo que los que no comían carne roja vivían diez años más que el resto, pero perdían la memoria por completo durante el transcurso del primer año y medio extra.

vale5El día de todos los santos, el primero de noviembre, es la frontera entre el invierno y el verano en Madrid. Esa noche comienza siempre el frío, nadie sabe por qué, pero es el día clave para que el hielo empiece a rascar la piel. Fui al cementerio con mi madre un par de días antes, para no aguantar atascos. Hacía quince años que yo no iba allí, a la ciudad de los muertos de La Almudena. Atravesamos Madrid por los túneles y los puentes hasta llegar a la calle de Alcalá. Luego tomamos la avenida de Daroca, mal llamada avenida por su estrechez, la avenida de los muertos. Llegamos a la puerta del recinto tétrico. Estaba todo como yo lo recordaba, aunque mi memoria ha hecho lo posible por olvidar el lugar. Entramos por un lateral. Seguimos la calle principal, esa sí que es una avenida de verdad. De repente, mi madre se dio cuenta de que no se acordaba de dónde estaban las tumbas. Paramos el coche en una calle y comenzamos a caminar. Se puso nerviosa, estaba acostumbrada a que la llevase alguien que sabía el itinerario de memoria, yo no era un buen guía. No es un lugar excesivamente desagradable, simplemente, su subsuelo, está lleno de huesos podridos. Recuerdo el sonido de la tierra cayendo sobre los ataúdes, el silencio brutal roto por alguna lágrima, de cocodrilo o no. Recuerdo la forma mediante la que, sin palabras, el enterrador dice a la gente que aquello se ha terminado, que ya pueden marcharse a sus casas. Al final, mi madre se tranquilizó y recordó dónde estaba la tumba. 288 126A. Limpiamos la lápida con un trapo del coche. Colocamos las flores de plástico a las que previamente cortamos las puntas con unos alicates. La pequeña urna de cristal que contenía las fotos de mis antepasados hace años que fue destruida por algún niño necrófilo ateo de los que a veces pasan las tardes por allí. No conocí a mis abuelos, murieron atnes de que yo naciera. Allí está también enterrada mi tía. Volvimos a coger el coche y fuimos a la otra tumba, la de mis abuelos paternos. A ella sí que la conocí, pero la vida me llevó a sentir indiferencia por ella. A él, que murió con sesenta y tres años, nunca llegué ni a olerlo. Pero llevo su nombre en mi carnet de identidad. No pusimos flores, sólo vimos lo abandonada que estaba la tumba, por el aspecto debía de hacer más de un año que nadie aparecía por allí. Cuando mi padre vivía íbamos siempre en coche el cementerio. Llevábamos a mi perra, que se subía en la lápida a tomar el frío sol de la primera mañana de noviembre mientras colocábamos las flores. Las flores del cementerio son siempre de plástico. Mi madre y yo nos montamos en el coche y volvimos por donde habíamos venido. Las cenizas de mi padre están debajo de mi mesa.

Me vale
me vale con escucharte
de vez en cuando
me vale
con rozar tu voz.
El hielo arde y
el fuego hiela
en Madrid
intento no mentirte
no quiero engañarte.
Me vale
me vale con caminar sus calles
oler su ruido
de vez en cuando
me vale
me vale con soñar
y despertar sin recordar.
Me vale
si tú eres valiente
y yo soy cobarde
pero el tiempo corre,
me vale
me vale con que no te marches
antes que yo.
Prometo aparecer en sueños
prometo volver
de vez en cuando
a rozar el hielo
que arde
y el fuego que hiela
y caminar sus calles
oliendo el ruido,
me vale
con que no te marches
antes que yo.

Lo mejor de todo es dejar que caiga la noche sobre Madrid, poco a poco. Entonces te paras a escuchar los gritos, el sonido, los chirridos. Madrid ensordece en el silencio. Escucha, escucha.... allí a lo lejos estás tú, y yo aquí suspendido en la nada, y medio sordo. Madrid merece unas cuantas misas ateas, unos cuantos agujeros en las aceras para tropezar. No mires al suelo, intenta caminar descalzo. Escucha. Está ahí fuera. Lo mejor de todo es esperar a que caiga la noche sobre Madrid sin tener la certeza de si el maldito sol se volverá a ocultar por el oeste, desear cada día que se largue para que aparezca la oscuridad sobre el silencio que deja sordo de Madrid.

Escucha, está ahí.... tienes que tratar de escucharlo sin fin y hasta el puto fin. Escucha, escucha, escucha, joder...Deja que a tu papá le duelan los oídos, y también a tu mamá. Respira, mira por la ventana y búscame allí a lo lejos, puede que yo esté despierto ahí en medio, en este momento, dentro de la oscuridad de Madrid.


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Madrid Cobain Monte Bondone

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No sé por qué no te quieren, Madrid. Quizás lo intuyo, pero sólo sé que no lo sé. Sé a ciencia cierta que no te quieren, porque yo sí los escucho, yo sí que escucho toda esa mierda. Son así de listos, así de necios, así de ciegos y así de afortunados, porque no te tienen y yo sí te tengo. Porque no te ven, porque ni te miran.

La gran putada, la mayor de todas, la supermegaputada, es que tus sueños se hagan realidad. Porque los sueños tienen su parte buena, pero también su mala, su porquería, su pesadilla, y cuando se hacen reales cambian por completo su cara y te das cuenta de que, como cada cosa en la vida, no siempre es oro todo lo que reluce, sino que también es mierda pintada de purpurina.

Todo son excusas. Casado. Enterrado. Ojala fuese como tú.

Madrid no es nada en concreto, Madrid no es ni tú ni yo, Madrid es todo. Es algo que no cambia aunque les parezca siempre cambiante, es pura mugre y puro cielo, es un lugar por el que fluyes, es el camino por el que caminas cojeando o el viento incendiado que respiras para quemarte los pulmones. Pero en el fondo no es nada. Nada. Nada. Es sólo Madrid. Porque todo es nada. No puedes ni podrás explicarlo. Es tu sitio o no lo es, y eso sólo se distingue si estás dispuesto a morir aquí. O lo amas o no lo amas. No lo amáis, y yo sí, y me mata y me muero, pero me da la vida, y lo odio con todas mis fuerzas porque no puedo salir de su callejón sin salida.

Charly Gaul era vigesimo cuarto en la clasificación general a 17 minutos del líder. Entonces comenzó a nevar.

Si no estás cuando te necesito de verdad, entonces es que no existes.

bondone2Empecé a ir al colegio a mediados de los setenta. Fui unos meses a un sitio. Me sacaron rápido. Me sacaban al patio en invierno para que vomitara la leche, la leche siempre me ha sentado mal. Me llevaron a otro. En Madrid había pequeños colegios. Nos subían a la azotea a jugar. Era como la de mi casa, las juntas de dilatación de alquitrán parecían cuerdas de equilibrista. Jugaba a ser equilibrista, o algo así. Las señoritas, llamábamos así a las profesoras, me vieron allí sólo y pusieron al resto a hacer de equilibristas. Dejó de hacerme gracia. Nos llevaron a una clase en la que estábamos los de tercero, cuarto y quinto todos juntos, algo apiñados. Muchos ya han muerto, pero recuerdo sus nombres y apellidos. Aquel verano acabé tercero, y yo fui feliz, porque siempre odié el colegio, y en septiembre, cuando debería empezar mi cuarto curso, empezamos a escuchar rumores de que cerraban el colegio. Las madres del barrio apuntaron compulsivamente a sus hijos a dos colegios nacionales nuevos que habían construido cerca. Resistimos unos cuantos sin matricularnos en aquellos nuevos edificios horribles, nos caían bien los profesores de nuestro pequeño colegio, algunos daban hostias como panes, incluso vi a uno pegar con una correa en la cara a un compañero, pero nos caían bien. El quince de septiembre volvieron a abrir el colegio, para sorpresa de los murmuradores, pero ya apenas quedábamos. Vaya cagada, mayúscula. Cerraron apenados. Nos matriculamos todos en los colegios nacionales. Ese verano cerraron casi todos los colegios pequeños de los barrios. Vaya cagada, vaya cagada. Nos gustaban aquellos putos colegios, aunque los odiáramos por ser colegios.

Madrid es lo que imaginamos que sea. Pero ni siquiera invertís un sólo minuto en imaginarlo. No tenéis ni puta idea de lo que es Madrid, pero tenéis la puta indecencia de escribir sobre la ciudad.

No sé dónde nacen los pájaros. Los patos vienen aquí en otoño, y aparecen algunas garzas a las que les gusta comerse la mugre del río. Pero no sé dónde nacen, ni dónde mueren. Sólo, muy de vez en cuando, se puede ver alguna paloma aplastada. El resto de pájaros parece ser que no mueren en Madrid.

Villaamil, Francos Rodríguez, Bravo Murillo, Fuencarral, Montera, Sol, todo seguido. Que os den a todos mientras estas calles sigan vivas, aunque sea en mi imaginación, aunque sea en mi retina.

Proyectan dietas, maravillas, edificios, paraísos, comida sana, amor. Sueñan con marcharse lejos, unos lo hacen con vivir cerca del mar, otros dicen que desean ver las montañas desde las ventanas de sus casas. Tengo que cogerte distancia de vez en cuando, pero no puedo alejarme demasiado. Es algo que no se elige, se gana, o quizás te cae encima. Hubo un tiempo en que podría haberlo intentado, haberme largado, pero por unas cosas o por otras no pude o no me atreví a esfumarme, o no quise, por unas razones o por otras, o por ninguna. Ahora ya es imposible, ya sé qué es lo que sucede cuando no te marchas a tiempo, ocurre que ya no tienes elección, que tienes que quedarte por cojones aquí, que ya no hay salida, ni vuelta de hoja. Es ese diablo que te está esperando en Samarcanda, inexorable. No se elige, no se elige, no se elige en realidad nada.

6 de abril de 1994. Me despiertan, tengo resaca. Kurt se ha suicidado, me dicen por el auricular. Me vuelvo a la cama. Dices que no te gustan los borrachos, resulta que a mi sí, gilipollas.

Os lo diré mil veces. Vale la pena repetirlo. Las palabras son un mapa, sólo un mapa. Primero están las palabras, luego la referencia, siempre vaga. Luego lo recubrís todo de chocolate y avellanas, o de sucedaneo de cacao y miel. El mapa no es la carne, es sólo papel. El mapa miente siempre porque sólo significa lo que quieras ver en él.

Los animales que he atrapado se han convertido en mis mascotas. Y yo vivo de la hierba y de lo que gotea del techo.

El 16 de julio de 1958 comenzó a caer una lluvia glacial sobre Aix les Bains. Y charly Gaul apareció sólo por delante de todos, como un ángel exterminador, en medio de la cortina de agua.

Nunca tomé litio.



Llegué a aquel otro colegio. Durante los cinco años que pasé allí no puedo decir que tenga en la memoria ni un recuerdo bueno, ni un segundo ni un minuto de duda a la que asirme para añorarlo. Me junté allí con mi medio hermano y con Miguel. Hay personas que te ayudan a andar, que surjen de la nada y a la nada se van, pero que te empujan a seguir adelante. Son pocos y son como el oro. Apréndelo, trata de no olvidar lo que te digo. Caminábamos por el patio en círculos, como si fuera una cárcel, tratábamos de pasar el rato intentábamos atravesar el tiempo hacia el futuro, el futuro que no existe. Un mañana, años más tarde, me levanté con esfuerzo de la cama, como siempre, y leí el periódico. Salía la foto de Miguel. Hacía años que no lo había visto. Su familia a través de las páginas hacía un llamamiento porque él había desaparecido. Lo encontraron dentro de una alcantarilla muerto.

Cuando la puerta del infierno parece que va a abrirse salgo de mi cueva y camino por tus calles. Aquí no voy nunca sin rumbo, siempre hay un principio y un final. Recorro Madrid en vueltas cíclicas. Visito el lugar donde se encontraba la casa de mi tía, la que enviudó a los treinta y pocos con lo puesto y un hijo, donde pasó gran parte de su vida en solitario y tratando de bregar con la idea de que del polvo venimos y al polvo iremos. Recuerdo su cara cuando una tarde bajamos a su casa y estaba postrada en la cama, con el pelo encanecido, casi sin recordar quién era ni quién éramos, se había meado encima y al fin se había liberado de todo y de todos. La casa ahora la han derribado y construido bloques de pisos, pero cuando paso sé exactamente dónde estaban las puertas y las ventanas, y podría entrar dentro y todavía oler su olor y ver su rostro.

Puedo jurarte que no tengo un arma. No, no tengo un arma.

Date cuenta de que nunca fui un chico de los que iban a las bodas con corbata, y de que no lo voy a ser nunca, no me da la gana, ponte como quieras, me la sudáis tú, tus bodas y tus corbatas. No he llevado corbata ni aunque me pagaran por ello. Quizás sea absurdo, sí, lo es. Pero siempre queda ese regusto de que te miren con desprecio, a mi me sabe bien, queda ese regusto de ver los ojos que te dicen que te odian por no pasar por el aro, y es impagable. Además, si me pongo podría estrangularte con tu corbata, no me costaría excesivo esfuerzo, y te mearías en los pantalones mientras te asfixias, antes de fallecer sin aliento... No, no soy el chico que se pone traje para ir a las bodas y así pasar desapercibido. Que os den, básicamente, eso es lo que pienso sobre éste y sobre otros muchos órdenes de la vida, aunque creo que hace mucho que sospechabais que pensaba ésto. Pero yo lo digo por si acaso, y por si os jode, porque que os joda me divierte. No, no tiene sentido, pero... en fin, divierte...

Sí, muchas noches necesito una cerveza, o dos, quizás sea cierto alcoholismo arrastrado desde la juventud, no lo sé, pero sí, necesito una cerveza, o dos, aquí metido en la oscura cueva en medio de las entrañas de Madrid. Una cerveza o dos para colocarme, porque no bebo para saborear, sino para colocarme. Necesito esas cervezas lo mismo que tú, aunque ahora las necesito aquí sólo, prefiero estar acompañado de unos cuantos videos del youtube que de todos aquellos de los que estuve acompañado bebiendo. Sí, un par de cervezas, o tres. Pero a la mañana siguiente, tanto tú como yo, nos daremos cuenta de que tampoco vale la pena, que son otra puta mierda esas cervezas, sólo una anestesia breve, leve, como casi todo, que sólo hay una cosa fija e inmutable, más allá y más acá: oscuridad.

bondone4Creciendo en tu sucio útero. Creciendo y creciendo para nada. Vagabundeábamos aquella tarde de principio del verano por los descampados de nuestra periferia, la que ya se estaba convirtiendo en menos periferia. Las hierbas habían crecido altas, casi no dejaban ver el horizonte. Salimos a un claro y escuchamos que algo se acercaba corriendo. Era un doberman. Les dije que no corrieran, que era peor correr ante los perros. Yo me quedé atrás. En cuanto el puto perro llegó a mi altura me mordió en la pantorrilla. Dicen que los perros huelen el miedo, y entonces se sienten confusos y atacan. Pero yo no les tengo miedo, no sé que coño olió el cabrón. Cuando llegué a casa me tapé la herida para que no la viera mi madre, porque si se enteraba de que me había mordido un perro me daría una hostia para que no me volviera a dejar morder por ningún animal tuviera el número de patas que tuviera.

En Madrid sólo hay una cosa cierta que define todo: Charly no hace surf. Piensa en ello, filosofa y saca conclusiones. Y cuando hayas hallado esa piedra filosofal ven y cuéntamelo para que me descojone de ti, para que te cuente que todo sistema se basa en sí mismo, y que por ello todo lo que pienses es reductible a la mierda del absurdo. Te lo voy a contar otra vez, otra jodida vez para que te entre en la sesera: algún día tendrás que comprender a fuerza de hostias que las palabras sólo son un puto mapa, y que el mapa, si no miras hacia el terreno, no sirve para nada. Fuera de las palabras, lejos de su red, está todo lo que ellas no pueden definir, o sea, el resto del mundo.

Soy de esos que establecen relaciones eternas en un instante, vínculos hasta la muerte. Esto no quiere decir que no sea algo hijo de puta, un hijo de la gran puta, que lo soy, sí. Pero, si sirve de algún mérito, en mi descargo, sólo me valen esos vínculos, el resto me la trae floja, no me importan nada. Aunque les sonría, aunque me pase la vida intentando no ser el aguafiestas de las fiestas, pues no olvido. Si te sonrío, ya sabes, igual en realidad te odio. Ellos no me importan nada. Pasan y se van, pasáis y os vais. Podéis hacer lo que queráis con vuestras vidas, de verdad os lo digo, a veces tengo ganas de que os lleven a campos de concentración al oeste de Polonia, pero es sólo a ratos, el resto del tiempo me producís un asco indiferente, ni siquiera puedo sentir empatía ante el dolor que sale de detrás de vuestras sonrisas de plástico, de vuestras comilonas y de las imágenes de vuestros pies fotografiados en la playa. Yo sé que no hay nada detrás de todo ello, ya ni lo dudo. Vosotros tenéis todavía un rayito de esperanza, ese que yo no he tenido nunca, que no es más que la gran puta de esta historia, de esta historia universal. Es esa mentira que os cuentan y que creéis, esa mentira de la vida eterna y la felicidad. Lo digo sinceramente, lo único que tenemos en común, vosotros y yo, es la muerte, sólo la puta muerte. Y eso por una parte me jode, pero por otra me hace gracia, porque al final del día, en cada cueva, vuestra esperanza no sirve para nada, lo mismo que la mía.

Me decías que cuando hablo de gasear a unos cuantos en realidad lo digo de verdad. Te respondí que no era para tanto, que sólo lo digo en sentido figurado, aunque me repito mucho en ello, todos los días. Pero tú insististe que sí, que en verdad, si pudiese, gasearía a unos cuantos de ellos, o más que a unos cuantos, que no era sólo pura palabrería, no sólo washaps como pedo al viento, que sí, que si pudiera los asesinaría con dolor, a un número bastante alto incluso. Me puse a pensar en ello mientras conducía a tu lado. Pensé, pensé a cerca de ello. Y acabé por darte la razón. Y no sentí pesadumbre, ni remordimiento, ni siquiera un leve peso sobre los hombros, nada de nada...

Masticar la comida por ti. Pasártela de atrás a delante en un beso apasionado, de mi boca a la tuya, porque me gustas. Y tener más cojones que Charly Gaul en el monte Bondone. Apretar los dientes y resistir. Caminar por Madrid en pleno invierno en mangas de camisa. Encender hogueras con astillas de huesos entre los escombros. Madrid ensombrecida. Madrid seca a causa de la humedad. Madrid, hijo de puta feliz el día del padre.

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