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Píldoras (XII): Almodóvar visto por Almodóvar

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Mi madre casi nonagenaria y sus amigas, me pongo almodovoariano, fueron a ver “Dolor y gloria” de Almodóvar la semana pasada. Contra todo pronóstico, porque son algo homófobas y cualquier besito o arrumaco entre gayers (maricones para ellas) les resulta poco digerible, la película les gustó mucho. Es cierto, también para mí es lo mejor que la ballena manchega ha rodado en los últimos tiempos. Su tono autobiográfico le añade morbo y autenticidad, por momentos recupera un poco el ritmo de sus obras antiguas no solemnes y no cae en las últimas pretenciosidades rococó habituales en este señor que aparenta estar tan pagado de sí mismo. Aunque, todo hay que decirlo, Almodóvar no defrauda en lo y se muestra a sí mismo, quizás pretendiendo parecer lo contrario, como lo que imaginábamos que iba a expresar: un ególatra que se cree un ser por encima del bien y del mal intelectualmente. Definitivamente, aunque por momentos parezca que cobra de nuevo la lucidez, ha olvidado por completo de dónde viene. No puede evitar soltar ese discursito sobre sí mismo de que ha viajado mucho por el mundo bla bla bla llevando la bandera patria por aquí y allá (manda cojones) y en un ridículo instante coloca si venir a cuento una canción de Chavela Vargas para hacerse el sentido y sensible. Puag.

pildoras123Penélope Cruz me parece siempre insoportable. No me pega como madre de pueblo por mucho que intente parecer borde. Las señoras de esa época eran unos adefesios, yo las vi perfectamente, y ella sonríe y se le ven todos esos dientes perfectos blanquísimos hasta la grima. Julieta Serrano sí que da el papel de madre del “artista”, pizpireta y con retranca, si bien contrasta de una a otra que la madre de Almodóvar tiene en la película los ojos marrones de joven y azules de mayor. Pero éso poco importa, porque al gordo director manchego debe perdonársele todo porque él es guay y su mierda no huele a hez. Al menos la película es divertida y no huele a naftalina como la terrorífica anterior “Julieta”, que de recordarla me entra un ataque de escorbuto.

Como actor, no me gusta nada Antonio Banderas. Creo que le debe más en su carrera cinematográfica, no de mucha calidad, al documental infame aquel en el que Madonna le tiraba los tejos que a las tres o cuatro películas con Pedrito. Ana Leza debió asesinar a la Ciccone para que no perpetrara más discos y para que Antonio no cayera en las garras de la arpía drogata de Melany. Sí, que si “La ley del deseo” y éso. Pero esa película es Eusebio Poncela y Carmen Maura mucho más que él. Me cae bien Banderas, pero en Hollywood no ha pasado de ser un galán de producciones comerciales. Aquí se le ha vendido como un artista con pretensiones intelectuales. Sin embargo, he de confesar que en “Dolor y gloria” Antoñito me gustó. Consigue dotar de humanidad, y buen aspecto físico no de ballenato como es en la realidad, al protagonista. Quizás sea el mejor papel que le he visto hacer al malagueño. Pedrito ha puesto para personificarlo a un hombre guapo. Manda cojones. Se miró en un espejo convexo. La copia luce mucho más que el ser real por muchos achaques que represente tener. Bravo aquí por Antoñito.

pildoras122A ratos la película resulta hasta graciosa. El protagonista se mete pastillacas por un tubo e incluso heroína suministrada por la personificación del yonki genial Eusebio Poncela, que es interpretado por el siempre sobresaliente Asier Etxeandía, que en una escena se marca un baile teatral que es lo mejor de toda la película. Etxeandía siempre sobresale haga lo que haga. Poncela le debió de meter alguna hostia durante el rodaje de “La ley del deseo” a Pedrito, merecida a todas luces. Quizás es eso, que necesita una hostia a tiempo que ya no es nadie capaz de darle para despertarlo.

Pedrito deja libros por aquí y por allá en su casa, como si fueran decorativos catálogos de Ikea o libros de arte estratégicamente colocados para las visitas, para que el espectador vea que es muy culto y que lee mucho. Y de niño se pinta a sí mismo como genial, dando clases particulares a un mozo que le ponía palote. ¿Por qué tanta autocomplacencia? Sí, el tuvo una época de gran originalidad, con obras que destilaban gracia y sentimiento, pero por desgracia se tragó a sí mismo y empezó a creerse la hostia en bote, cuando lo bueno que tenía era su naturalidad y su capacidad para reírse de sí mismo y de su entorno. Una pena. Pero en “Dolor y gloria” consigue que veamos esa cara ridícula que él ve como sublime.

pildoras124La productora El Deseo ha inundado las salas. Bravo, Agustín. La labor propagandística siempre la hace magnífíca, tienen muy buen ojo para el tirón comercial supuestamente culto. Nos llamó nuestra amiga Susana, que va una vez al año al cine, pero sacó entradas para el Capitol a la misma hora que nosotros, la esnob. La película la va a ver todo el mundo como un rito de moda. También nuestros pazguatos amigos y algunos de sus adláteres reservaron sus tickets con días de antelación para acudir grupalmente a degustarla y hacerse los cool, con tan mala suerte que la sesión se fastidió por problemas técnicos (al enterarnos nos carcajeamos en la puerta) y yo, siempre amable, le dije a los del cine que no me extrañaba porque uno de ellos era gafe, que no deberían dejarlo entrar (les dije su nombre y todo). Por cierto, qué cartel más feo tiene la película.

Tranquilícense, me ha gustado, pero Pedro sigue sin tener abuela.


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Píldoras de cine (XI)

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El cine te sorprende casi siempre cuando te haces expectativas, tanto positivas como negativas. Tengo el vicio de leer las críticas antes de ir a ver películas. Me fío de algunos críticos, suelo coincidir con los que no hablan de lo bueno o lo malo, sino de lo que les gusta o no les gusta. La vida es una cuestión de gustos, y el arte no es en absoluto otra cosa. Mi acompañante habitual también influye en mis gustos y decisiones, quizás porque me gusta llevarle la contraria. Así fue el caso la semana pasada cuando decidimos ir a ver “Beautiful boy”, de Félix Van Groeningen.

Steve Carrell ha hecho mucha caspa, mucha. Pero también le he visto desempeñar papeles excelentes, como en “Foxcatcher”, donde estuvo magnífico. También lo recuerdo corriendo cómicamente en la maravillosa “Pequeña Miss Sunshine”, donde bordaba el papel. Pero sí, también ha perpetrado mierda por un tubo. Mi acompañante es de la misma opinión, pero más radical, y casi impide que viésemos esta oscura película. Aparte de Carrell, aquí Timotheé Chalamet ha hecho una interpretación memorable para mi gusto. “Beautiful boy” es una película de silencios, interior, a la que solamente reprocho la explicación final en texto sobre la adicción a las drogas, que sobra. Hay personas que nacen con un agujero interior, pildoras112me reconozco ahí. Es difícil, imposible, explicarlo. Esa cueva negra y escabrosa separa y une a los demás. Chalamet interpreta ésto de una forma sobresaliente para su corta edad. Puede parecer una historia tópica sobre las drogas, pero yo veo más cosas en ese paisaje interior.

Esta obra, además, huele a Charles Bukowski incluso antes de que pongan de manifiesto textos suyos durante la acción. La visión interior de este mito creo que se retrata muy bien en el universo interno de los personajes de la película. El sabor agridulce de la vida, más agrio que dulce, sin esperanza de salir del túnel más que al final, el intentar caminar hacia delante con mil preguntas y si saber hacia donde, intuyendo que el martirio es la vida misma y que no acabará nunca. La película se remata, al final tras los títulos de crédito advierto, con un poema de Bukowski. Os recomiendo, si no sois unos pazguatos, que alguna vez leáis a este señor que dentro de sus escritos esconde el resumen a dos mil años de filosofía.



pildors113Yo había leído unos cuantos artículos sobre la película “Las herederas”, de Marcelo Martinessi. Es una película paraguaya con gran reconocimiento internacional, multipremiada, de la que podréis leer muchas buenas referencias. Casi obligué a que fuésemos a verla. Ana Brun ganó por su interpretación el oso de plata en Berlín. Todo buenas referencias. Leí sobre los tonos de la película, sobre la decadencia que muestra pero también sobre su, supuesto, luminoso final de “apertura a nueva vida”. Soy sincero: me aburrí como una ostra. No digo que la película sea una absoluta mierda como muchas veces sucede con productos sobrevalorados, no. Es una obra aceptable, que muestra claroscuros personales, muy previsibles eso sí, y con cierto aspecto conmovedor. Pero no me impresionan ni su guión ni sus imágenes. Resulta tediosa. La protagonista me deja frío con su rostro de palo imperturbable. Siento cierta simpatía, pero no pasa de ahí, estoy deseando que Ana Brun se largue con viento fresco de su prisión, pero para que la película se termine de una puta vez e irme a la calle. Exagero un poco, pero no me ha gustado la cinta paragauaya. ¿Cuántas películas paraguayas se estrenan fuera del país sudamericano?

Dejo lo mejor para lo último. También había oído hablar de la película “¿Podrás perdonarme algún día?”, de Marielle Heller, de quien creo que no tengo el gusto de haber visto ninguna obra antes. Melissa Mcarthy y, sobretodo, Richard E. Grant, me llamaban poderosamente hacia la sala de proyección. Grant me transmite siempre algo. Vi hace un par de años unos documentales sobre el tema apasionante de nada menos que hoteles, en el Canal Viajar, que él solo hacía graciosos, divertidos, el tipo tiene personalidad. Su mirada y su gesto en la genial “Gosford park” valen un Potosí, hay que verla aunque sea sólo por verle chistando durante dos segundos (vean la escena en la que pide silencio en la maravilla de Robert Altman). Entiendo las múltiples nominaciones de ambos protagonistas, “¿Podrás perdonarme....”, es una pequeña pero gran película sobre sentimientos.

Heller dota a la película con unos protagonistas poderosos. Mcarthy es antipática y solitaria de vocación, Grant opone una muralla exterior de alegría para afrontar la infinita desgracia vital. La acción está basada en hechos más o menos reales, y resulta, a pesar de cierta previsibilidad, divpildoras114ertida e ingeniosa. Pero es que la vida es previsible cuando vas hacia delante desatado y sin frenos, sin nada que perder pero tampoco con algo que ganar, la supervivencia a corto plazo es muy puñetera, hasta conllevar consecuencias inexorables.

Parece ser que a Melissa Mcarthy le tocó hacer este papel por casualidad, porque iba a interpretarlo la también brillante Julianne Moore, pero a esta última no la veo ni de lejos interpretando tan descarnadamente el papel de bollera madura fracasada insoportable, con todas las letras, pero cuya humanidad, su callejón sin salida, no nos deja ajenos a sentirnos como ella, un poco abandonados a nuestra suerte, un poco pagando los platos rotos de nuestra propia estupidez y cabezonería. Mcarthy lo borda. Encuentra en el camino, como casi siempre, acompañantes vitales en las personas que como ella se encuentran en el filo de la navaja existencial. Nunca te defraudan los débiles ni los perdidos cuando se trata de espantar juntos el miedo de caminar en solitario. Luego está el resto, los que creen haber ganado, los que piensan que tienen el Santo Grial. Lee Israel, el personaje protagonista de Mcarthy, sobrevive a corto plazo y se divierte metiéndoles goles por la escuadra a todos esos fatuos y rimbombantes memos que se creen reyes del mambo, aunque desde el principio sepamos que la cosa no puede terminar bien. Melissa Mcarthy está gorda, es fea y su personaje resulta incómodo a algunos espectadores que esperan un castigo final. Una tragicómica, pero tierna, mirada de Richard E. Grant, nominado al Oscar al mejor actor secundario por su personaje, vale más que toda la mierda de película de “Green book” a pesar de Mahersale Alí, que fue quien se llevó el premio en esa categoría.

Qué buena música tiene “¿Podrás perdonarme...?”. It´s a perfect dayyyy. Lo mismo diría de “Beautiful boy”, buena música, aunque a mi acompañante no le guste nada Nirvana ni Neil Young, pero aquí parece que ni los ha notado. Salgo del cine y me encuentro con los pazguatos de mis amigos que han entrado a otra sala. Les cuento que estas películas me han gustado y aprovecho para insistirles en la pedazo de mierda que es “Green book” y los Farrelly en sí, me gusta herirles un poco por pazguatos. No se muestran muy receptivos ante mis afirmaciones, consigo ofenderles un poco (cómo me gusta hacerlo), y me cantan de memorieta las excelencias de esa mierda de película porque se sienten muy bien ante la tramposa representación que les han puesto ante los ojos para que aplaudan. Nunca leerán a Bukowski, ni falta que le hace, y si lo hicieran despotricarían durante semanas contra el santo bebedor. Y cuando les hablo, esta vez sinceramente, de la oscuridad que veo dentro de “Beautiful boy” me miran con cara como de estar escuchando llover. Gracias Dios por estos momentos en los que causo mediante el insulto velado confusión. Gacias, Dios, por dejarme ser practicante pero no creyente en nada ni en nadie.


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Píldoras de cine (X): los putos Oscars

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Los premios Oscar son una tomadura de pelo. Defecan sistemáticamente sobre la cabeza de los premiados y de los nominados, que acuden como corderitos al coñazo de acto de entrega luciendo estúpidas galas sobre una alfombra roja de pastel falso. Supuestos artistas yendo a autocontemplarse los ombligos y a decir lo buenos que son todos, lo solidarios y lo enfadados que están con el sistema político. En fin, con su pan se lo coman. Pero lo de éste año... ya ha pasado los límites incluso del ridículo y la desvergüenza.

pildoras102El caso de la mejor película de este año, “Green book”, del ínclito Peter Farrelly, pasará a los anales de la gilipollez. Nunca me ha gustado este señor director, por calificarlo de algún modo. Ha perpetrado una ristra de mierdas de campeonato mundial durante su carrera, a cual más majadera, a cual más insoportable y sin gracia, aplaudidas, eso sí, por unos cuantos gilipollas que sospecho que no han pisado un puto cine en su vida. Sin embargo, a ésta su última obra no se le puede negar que es graciosa. Para ello ha contado con un más que inspirado Viggo Mortensen, que lo borda en su papel, y con ese monstruo de la naturaleza actoril que es Mahershala Alí, que puede transformarse como camaleón en cualquier persona sólo transformando su gesto. Mortensen y Alí hacen dúo cómico bien empastado, porque ambos son grandes en sí mismos. Viggo nos cae muy bien desde que leímos en un libro de Javier Cercas que gracias a él el petimetre de David Rodríguez (Trueba) es un “cornutto contento” por obra y gracia del chocho de Ariadna Gil y de este señor con acento argentino. Es una larga historia de décadas pensando que éste enchufado director es un cretino integral como para no regocijarse ante el acto carnal de Mortensen. Y Mahershala destila una personalidad enorme en papeles como el de “Moonlight”, en la serie “Treme” o en la nueva temporada de “True detective”.

Pero la película en si es una puta mierda. Un producto teledirigido por tópicos desgastados y más vistos que el TBO. Da igual que pongas al pedazo de cañón de Linda Cardellini a hacer un papelito y lucir palmito para alegrarnos la vista con su sonrisa. Resulta imposible ocultar bajo cualquier capa de maquillaje que esta película nunca podría ser la mejor en ninguna clasificación porque es groseramente previsible, plagiadora de otras mil y que abusa del consabido final feliz sonrrojantemente idiota. Me río de verdad con alguna que otra escena en la que sé qué va a pasar, pero gracias al genio de Viggo Mortensen interpretando al gordo cínico de Franky Lip.

Vergonzoso Oscar a la mejor película. Mortensen no recibe un posible premio al mejor actor pero el señor comemierda Farrelly sí que es coronado con uno que no merece. Cualquiera de las otras películas nominadas eran a todas luces obras muy superiores.

Un misterio: ¿Cómo Olivia Colman puede estar nominada a mejor actriz y sus dos compañeras, Rachel Weisz y Emma Stone, a actriz secundaria? Resulta absurdo, insultante e inexplicable. Ambas realizan papeles más importantes en la película que la agraciada con la estatuílla. Otro misterio: ¿Cómo puede alguien catalogar como superior a “Green book” que a “Roma” de Cuarón, a “La favorita” de Lanthimos o a “Cafarnaúm” de Nadine Labaki. Que venga Dios y lo vea. La dignidad y la credibilidad de unos premios se demuestran por la valentía a la hora de esquivar modas y políticas, por mucha férrea corrección con la que la sociedad las marque.

pildoras103Hablando de una película realmente grande deberíamos hablar de “Cafarnaúm”, de Nadine Labaki. Ella ya me había gustado mucho en “Caramel”. Pero en esta película de enorme dificultad, cruda y sincera, riza el rizo. El niño Zain Al Rafeea interpreta el papel más impresionante del año. Su mirada, su gesto, valen todos los premios posibles. Su caminar solitario por esas calles que son metáfora de lo que es el mundo y el género humano. Las calles de Beirut son un escenario donde el perro humano come perro, donde siempre hay un pobre más pobre que otro que por su supervivencia te puede robar la cartera o la vida. Donde sólo puedes confiar en los que no tienen absolutamente nada que perder. Me cuentan que esta ciudad, amalgama de pueblos y culturas venidos a menos, es un mundo aparte de contrastes ya no sólo económicos, sino raciales. La metáfora vital de la película se fusiona con unas imágenes enormemente poderosas que son cine puro. Labaki es sincera hasta la blasfemia, se siente su ternura hacia las personas que habitan su tierra ancestral, hacia esa torre de babel habitada por pobres y apátridas camino de ninguna parte. Esta película sí que merece premios y halagos.



Si uno quiere fiarse, recibir referencias creíbles sobre películas, no puede fijarse en los premios Oscar, que se han abandonado a la mierda y a la autocomplacencia, puede que para nunca volver. Siempre miraría los palmarés de Cannes, de Venecia o de Sundance para aconsejarme ir a ver películas determinadas al cine sin que me engañen o me digan lo que debo pensar u opinar. En el caso de Sundance destacó otra película, en este caso un documental: “Tres idénticos desconocidos”.

pildoras104Esta cinta de Tim Wardel analiza el caso de tres gemelos idénticos separados al nacer en virtud a un experimento genético maquiavélico. La historia es para mear y no echar gota, sobretodo pensando que la trama experimental fue urdida por unos supuestos científicos judíos muy pocos años después de sufrir los mismos males por parte de los nazis durante la segunda guerra mundial. Cuando menos resulta curioso que los que fueron conejillos de indias de tipos siniestros como Josef Mengele se dedicaran a planear tres cuartas de lo mismo. Además, hay que destacar que la película juega a ser testigo de una época, los años 80, que documenta con gran brío mediante la ilustración de la vida de los trillizos tras reencontrarse. La película consigue hábilmente dejarnos intrigados al final, con un desenlace sin respuestas y dejando ver la patita de la ruindad humana mientras destapa esa parte de la ciencia que nos deja ver que lo humano tiñe de mugre incluso algo tan supuestamente categórico y limpio como ésta.

Las personas salen de la sala de ver “Green book” con cara de gilipollesca felicidad, sintiéndose mejores, cómplices de un supuesto buen rollo que trata de que nos creamos que el mundo funciona, que todos llevamos un buen animal dentro y que todo es chachi piruli. Al final el buen blanco invita a cenar al pobre negro solitario y cantan todos juntos himnos navideños a la paz y al amor. Que os den por el culo, Oscars.


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