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¿Quién se acordará de ti?

Te levantas un día más por la mañana para enfrentar la rutina: el sueño, llevar a los niños al cole, tu trabajo, tu casa al retortero... Alfonsito hoy tiene fútbol, así que hoy tocará plancha después de acostarles. Esperas que no se hagan los remolones, que les cuentes el cuento por centésima vez y que se duerman rápido. Hoy no tendrás ocasión de ver mucha televisión; caerás rendida antes de la primera tanda de anuncios. De todos modos, para lo que ponen últimamente, mejor haces en dormir. A media noche, tras dejarte el cuello en esa postura que siempre coges, te irás a la cama a dormir, en ese colchón que prometiste cambiar pero que los ahorros se resisten a cubrir. Y con esto te despertarás al día siguiente para estar un día más cerca del fin de semana.

acordara2Sin embargo, hoy será un día diferente. Hoy te levantas con ganas de exprimir la vida, pero la vida decide exprimirte a ti en primer lugar. Este martes, paras tu faena para encender un pitillo y ver el horizonte que se disfruta tras el murete de las basuras. Hoy te caes desde la altura absurda de un bloque de granito para recibir un golpe seco en la sien, que no duele, pero mata; sin tener en cuenta el futbol del niño, ni la pila de ropa por ordenar, ni la de cacharros por fregar, ni la llamada a tu madre para preguntarle por el médico. En el instante de ese golpe único y definitivo no tienes ni tiempo de acordarte de tus hijos, mucho menos para que tus vivencias pasen por delante tus ojos como una película muda. No hay nada más. Dos días en coma profundo, crematorio y una urna conmemorativa ¿Qué queda de ti? Dos hijos pequeños y tu madre con esa cara de desconcierto que todavía no se ha borrado de un rostro ajado por las lágrimas. Tu madre. ¿Qué sentirá aquella que te dio la vida, que te vio crecer y sufrir en tu matrimonio roto?. Su niña se ha ido de este mundo y el dolor es un pitido sale por su boca y sus oídos.

Ya no podrás llorar más. Ya no tendrás que pensar en la comida para el miércoles, en la ropa que los niños arrugan nada más planchar, en la maldita baldosa frente al frigorífico con la mancha de sangre incrustada en los trozos de terrazo por un puñetazo de Pepe hace un par de años atrás. Y ahora… ¿qué haces? ¿A dónde se va tu alma? No existe el alma, tú no escribes esto. Lo escriben otros por ti. Unas teclas que se suceden para honrar tu vida normal, la de una chiquilla de barrio que le gustaba chupar piruletas subida en el muro del descampado donde los chicos jugaban al fútbol; una jovencita que recorría los bares y pensaba que podría comerse el mundo;  una mujer que decidió no estudiar y se juntó con ese tarambana de Pepe, que tanto le hizo llorar; una madre que sufre los estragos de la crisis mientras se cambia su mono de trabajo con ese tufo permanente a basura y se restriega con fuerza bajo el agua hirviendo de la ducha. ¿Dónde queda todo esto?

acordara4Lo que queda son tres almas partidas llorando mocos y sal y tú no sabrás nada. No podrás llorar lo que dejaste atrás. Te hubiera gustado ver crecer a tus hijos y a los hijos de tus hijos. Te hubiera gustado haber disfrutado aquellas veces en las que te enfurruñaste por nada. Te hubiera gustado haber elegido a otro en lugar de Pepe; no, a Pepe sí hubieras querido conocerle porque quieres a tus hijos por encima de todas las cosas. Te hubiera gustado no subirte a aquella piedra. Pero ya no puedes lamentarte. Tampoco hubiera servido de nada.

¿Quién se acordará de ti, además de los tuyos, sino estas cuantas palabras y los que las lean sobre el resplandor de una pantalla?

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