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De re delicata

“Su IMC es de 17,78: delgadez aceptable”.

Todo haz tiene su envés, toda fotografía su negativo. La delgadez aceptable es a la falta de peso lo que el sobrepeso a su exceso. En la sociedad actual es habitual poner atención en los kilos de más, en los rebeldes michelines que impiden moverse con ligereza y que, según los cánones de belleza vigentes, afean nuestra imagen. Pero existe un reducto de personas, entre las que me encuentro, que tienen el problema inverso y que, a causa de la preponderancia de los problemas de gordura, somos relegados y despreciados con una suerte de envidia; porque nuestro estado es el que buscan los demás.

Permitidme que os abra los ojos. Especialmente a aquellos que nos miran con extrañeza o burla.

delicata4La delgadez no es un estado físico envidiable. El culto por el cuerpo magro es un dictado de una serie de artistas respaldados por los medios de comunicación, que lleva a la confusión de masas. Una visión subjetiva ha preponderado en estas últimas décadas con nefastas consecuencias. El físico envidiable es el saludable, y siempre teniendo de referencia nuestra complexión (quien tenga la cara redonda o las piernas especialmente gruesas debe aceptarse, hacer ejercicio u operarse si le traumatiza, no morirse de hambre). Cuando la sociedad deje de ser esclava de la estupidez mediática es posible que la salud prime sobre la apariencia forzada.

Cuando al mirarse al espejo se descubre un rosto cadavérico, la delgadez no es un atributo envidiable. Cuando la falta de masa corporal juega en contra en un accidente, la delgadez no es un atributo envidiable. Cuando la falta de reservas en el organismo juega malas pasadas, la delgadez no es un atributo envidiable.

¿Dónde está la virtud de la delgadez? Es una quimera que se vende con facilidad, quizá por el aura etérea y romántica que transmite. Particularmente, no entiendo el romanticismo de parecer un/a yonqui. Ha llegado el momento de desaprender (verbo de moda, por cierto). Lo que nos regalan los medios es una manzana envenenada. En su lugar, hay que comenzar a diferenciar entre la esbeltez deseable y la delgadez que impera actualmente. Creo que la diferencia entre estos dos términos es apreciable. Por no mencionar la exuberancia, que para mi gusto personal es el cuerpo más bonito. Christina Hendricks es todo un ejemplo.

La delgadez no tiene que estar indefectiblemente unida a un trastorno alimenticio. En ocasiones no se engorda por una cuestión de metabolismo, en otras por el estilo de vida que se lleva, otras veces por situaciones de estrés, otras por enfermedades…

delicata2Es habitual que la gente se abstenga de advertir a una persona entrada en carnes su gruesa condición, porque podría herir sus sentimientos. En cambio, como la delgadez es el objeto de deseo de la mayoría, señalar a alguien lo delgado que se encuentra no se autocensura porque no se percibe como una cualidad negativa. Obviamente, si el halagado es una persona que se somete a una dieta, estas palabras actúan como acicate. Ahora bien, si no se conocen las circunstancias personales, es conveniente que se guarde esa opinión. Imaginemos que nos encontramos con un caso de anorexia o bulimia: se estaría alabando una enfermedad grave y alentando la perpetuación de ese estado pernicioso. Pero además, en los casos de personas condenadas a la delgadez, puede surtir los efectos de insulto y ofensa. Este es mi caso. Cada mirada suspicaz, cada comentario al respecto, me hiere. En primer lugar, por la falta de confianza en mis palabras que explican la razón de mi escasez. En segundo lugar, porque me recuerdan una circunstancia que me es desagradable. En tercer lugar, porque propician que mi lucha sea más difícil ya que, por la inconsciencia del observador y mi subconsciente siempre alerta a las palabras ajenas,  mi objetivo parece situarse todavía más lejos.

No estoy proponiendo con esta reflexión que se abandone la sinceridad y se recurra la hipocresía, sino que se impulse la empatía y se imponga la prudencia. Recordad siempre que la vida debe estar marcada por la prudencia. Prudencia en las palabras, prudencia en los gestos, prudencia en las conductas, prudencia en las publicaciones.

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