Maimane se fue
Mmusi Maimane, la cara negra exhibida por medios europeos como la esperanza negra para recuperar el poder de la minoría blanca, ha desaparecido del mapa político sudafricano. Cuatro años de sueños rotos por el terremoto Helen Zille. La mujer que pone y quita a sus marionetas dentro del partido Democratic Alliance (DA). Mmusi, hasta hace una semana líder del DA, ha dimitió de su cargo y de su escaño, tras el golpe en la mesa de decisión ejecutiva del partido mayoritario en la oposición. La vuelta a casa de la mujer a la que sucedió y a la que debe su carrera meteorítica dentro de las filas del DA, ha supuesto el fin de su sueño político. Helen se retiró de la política para pasar el testigo a una joven promesa negra, dentro de un partido al que le cuesta quitarse el sambenito de defensor de los intereses de los blancos en el país.
Mmusi tuvo un estreno electoral glamuroso en política: las elecciones municipales de 2016. El Gobierno y el partido gobernante, ANC, se encontraba en sus horas más bajas. La cleptocracia y la corrupción describían su imagen. Los resultados de esas elecciones locales fue un hito electoral para el partido del DA. Ganaron por primera vez el ayuntamiento de Johannesburgo, capital financiera del país. La maquinaria de propaganda del poder económico y político de los antiguos mandatarios, bajo el régimen autoritario, se puso en marcha. Mensajes mediáticos para alzar al partido del DA como la nueva esperanza política para el país del arco iris. En el diario español El País, John Carlin, antiguo corresponsal de la prensa británica durante los años 90 en Sudáfrica y autor del bestseller Invictus, titulaba un artículo en el 2016 “Sudáfrica derrota el racismo una vez más”. Un nuevo joven pastor evangelista negro, casado con una mujer blanca, simbolizaba la promesa para una futura Sudáfrica próspera, en el que reinaría el “pragmatismo” político y el racismo sería derrotado, por fin. Carlin asestaba que “la nueva tendencia en Sudafrica, particularmente entre los sudafricanos negros, es votar con la cabeza, no con el corazón. Con pragmatismo, sin dejarse llevar por los que apelan cínicamente a la división racial.”. Ay esos negros irracionales.
Les faltó tiempo al DA para atribuir las victorias electorales a esas nuevas caras de colores distintos al blanco. Creyeron que su menosprecio por la cordura de los no blancos era acertada. Pero llegaron las elecciones generales del 2019 y el espejismo de la soberbia blanca volvía a despertar del ensueño. EL DA perdió fuelle. A pesar de sus caras negras y coloured, el partido perdió votantes blancos que se decantaron por partidos nacionalistas afrikáner. Y el número de votantes negros no arrancó. Ante el fracaso de la estrategia de maquillaje, Helen y sus hombres azules decidieron castigar a esos hombres negros que empezaban a ganar espacio de poder dentro de la ejecutiva del partido. Hasta ese momento con su beneplácito, gracias a los réditos electorales que aportaban al partido, pero con el fracaso electoral de 2019, la cosa cambió. Se acabó la barra libre para los nuevos hombres no blancos en el partido DA.
¿A quién quiere representa el DA?. Un partido que cuenta con el beneplácito de la prensa europea, liderada por los medios ingleses. El DA se presenta como estandarte del liberalismo y de la decoloración en el sistema político sudafricano. Pero quiénes están representados en su lista de beneficiarios. Repasamos su historia para intentar descubrirlos. El DA se fundó hace casi veinte años, tras fusionarse los partidos Democratic Party (DP) y el New National Party (antiguo National Party). El primero era un partido que tiene sus raíces en la época de la Unión sudafricana, cuando el país dejó de ser una colonia inglesa y los partidos, leales a la corona inglesa, mantenían una representación mayoritaria en el parlamento. Los partidos pro-ingleses se mantuvieron en el poder hasta la llegada de un partido nacionalista afrikáner, el National Party (NP). Los Boers tomaron el barco inglés. Y todo cambió. El PP, después PFP, más tarde DP, fue perdiendo gas en el parlamento sudafricano. Su pérdida de escaños, y poder en el parlamento, fue tal, que en las primeras elecciones democráticas no alcanzaron el 2% de los votos. A pesar de ello, supieron rentabilizar su carácter liberal y posicionarse como una alternativa al dominio del ANC y NP. En los primeros parlamentos democráticos, consiguieron pasar de ser la quinta fuerza parlamentaria a la segunda fuerza parlamentaria con un 10% de los votos. En esa carrera corta cayeron los obstáculos que bloqueaban los primeros puestos. Los dos partidos nacionalistas, más populares, se derrumbaron electoralmente. El partido afrikáner, NP, y el partido de los zulús, Inkatha Freedom Party sucumbieron sin, hasta el momento, volver a levantar cabeza.
El partido que representaba la idiosincrasia inglesa del Cabo, liberal y moderada, pronto entendió que parte de su supervivencia recaía en posicionarse como un partido de defensa de los privilegios de ciudadanos de ascendencia europea, pero disfrazando al partido de liberal y de eficiente por encima de cualquier identificación racial. A pesar de haber representado la mayor fuerza opositora parlamentaria al Gobierno nacionalista afrikáner, durante el régimen Apartheid, en el 2000 se aliaron con el NNP y de su fusión nació el DA. Las fricciones internas para ajustar dos ideologías tan opuestas como liberales abanderados del estado mínimo y nacionalistas intervencionistas estatales, han desechado un reguero de víctimas. Mmusi Maimane es su última víctima, la promesa negra ya ha desaparecido del mapa político y de la vida pública sudafricana.
La estrategia de maquillaje impulsada por Helen se ha estrellado contra el muro de la arrogancia sudafricana. La decoloración de partido con una cara amiga negra, junto a otros hombres y mujeres, como el último alcalde de Johnannesburgo, Herman Mashaba, o la antigua alcadesa de Ciudad del Cabo, Patricia de Lille, no ha acabado bien. Ninguno de ellos ha sobrevivido al poder blanco dentro del partido. Sólo queda de ellos dimisiones y denuncias de racismo dentro del partido, muy presente y dominando las entrañas del partido DA.
En lo que vamos de historia electoral democrática en el país, el DA sólo ha podido alzarse con el gobierno de una provincia, de las nueve en las que se divide la administración territorial sudafricana. El DA ha gobernando, la mayor parte de la era democrática, la provincia del Western Cape. En donde se ubica Ciudad del Cabo, su santo grial. En esta provincia y ciudad gobernada por el DA, la segregación espacial y socio-económica de blancos y negros ha sido una constante. Es el único barómetro que tenemos para identificar a los verdaderos beneficiarios de las políticas del DA. Una ciudad en la que sólo los ricos son bienvenidos y a los pobres se les invita, forzosamente, a retornar a sus zonas de residencia, a muchos km de la ciudad, después de finalizar sus jornadas laborales. La promesa de un líder de la oposición sudafricana libre de identificación racial y representando a todas las comunidades del país del arco iris, fue sólo un espejismo. Un golpe de efecto para sobrevivir en un país, en el que casi el 90% de la población pertenece a una circunscripción a la que no evocas confianza y a la que quieres mantener en una situación socio-económica paupérrima y al aislamiento espacial urbanístico. Dilema difícil de solventar.