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China en el centro de todos los corrillos

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 El último Congreso Nacional del Partido Comunista Chino abre las carteleras más leídas de la prensa española, como si se celebrara el del PP o el PSOE. El presidente Xi Jinping es presentado con todo tipo de epítetos negativos y como la gran amenaza futura. El nuevo coco asiático al que hay que neutralizar. Los europeos, desde que estalló la guerra ucraniana, siguen la senda marcada por Estados Unidos para trazar líneas divisorias en sus relaciones internacionales. Los que gobiernan el norte del continente americano tiemblan ante la alta posibilidad de que en menos de diez años, China pueda adelantar su primer puesto como potencia económica y, más tarde, como primer centro tecnológico del mundo. Mientras en el continente africano, donde se concentran la mayor parte de los recursos naturales necesarios para hacer funcionar las nuevas industrias tecnológicas que determinarán nuestras formas de vida y consumo futuro, buscan desprenderse del dominio norteamericano y Europeo para abrazar partenariados con la china liderada por Xi.

El presidente del partido comunista, y jefe del gobierno chino, no ha virado su discurso de la línea marcada en 2017. Cuando anunció que el socialismo con características chinas había entrado en una nueva era, durante el Congreso decimonoveno del Partido Comunista Chino (PCCh). La misión prioritaria de impulsar las fuerzas productivas y crecimiento de la economía, se dirigía ahora a rectificar el desequilibrio socio-económico entre zonas urbanas y zonas rurales, centrándose en una distribución más equitativa de ingresos de sus habitantes. chinasud4La economía sigue siendo el principal foco del discurso de Xi, “la innovación continuará siendo el conductor de la modernización de China”, con la inversión en áreas claves para el desarrollo de tecnológicas que “aceleren los esfuerzos para alcanzar una mayor independencia”.

Xi Jinping no se sale del plan iniciado tras su elección en 2012 como líder supremo del PCCh. La renovación de la fortaleza de un partido comunista que observaba su popularidad en descenso, mientras aumentaba el malestar dentro del país y en Hong Kong. Una organización con 96 millones de afiliados que reina sola en un país con mas de 1.400 millones de súbditos. El malestar y desconfianza entre esos súbditos es una amenaza existencial para mantenerse en el poder, ininterrumpido desde la instauración del regimen autoritario de partido único en 1949 por Mao Zedong. Las políticas gubernamentales aplicadas para maximizar el potencial de las fuerzas productivas, y generar un crecimiento económico acelerado, han dejado un sendero de perdedores dentro del extenso país. La desigualdad socio-económica entre el ciudadano chino que reside en el campo y la ciudad, así como los altos índices de corrupción producidos por la fiesta loca para hacer funcionar la fábrica del mundo, a bajo coste y altos rendimientos financieros, han cabreado a muchos millones de chinos.

Xi Jinping alcanzó el puesto más poderoso en la jerarquía del partido y del estado para poner orden. Re-centralizar la estructura del partido y el poder del estado bajo la tutela del PCCh. La anterior descentralización estratégica para apoyar la economía de escala produjo una pandemia de corruptelas a todos los niveles administrativos y dentro de las filas del partido. Junto a ello, la desigualdad en la distribución de la riqueza generada por el desigual crecimiento económico y comercial en zonas urbanas, híper desarrolladas económicamente y con concentración de servicios estatales chinasud2a su disposición, contrastaba con las paupérrimas áreas rurales. La guerra contra la pobreza rural y la corrupción dentro del partido y en la administración, sin desacelerar el motor económico y financiero, son algunas de las claves para entender las estrategias seguidas por el actual líder del PCCh.

La multiplicación y yuxtaposición de crisis que hemos experimentado en los últimos años son los desafíos que teme Xi. El cambio climático, energético, disminución de recursos naturales, crecimiento poblacional, inseguridad territorial, malestar ciudadano, son algunos de los peligros que Xi identifica en su discurso ofrecido en este último Congreso Nacional del PCCh. La receta mágica que el líder ofrece a los chinos y al mundo es: más partido. Fortalecer el poder de influencia de un partido que cumplió 100 años en 2021. Su objetivo es recuperar la confianza de sus súbditos en este extenso país. Que sigan creyendo en el partido como el único instrumento eficaz para mejorar sus vidas y así blindar la supervivencia del partido en el poder.

En este lado del mundo, en el continente africano, los desafíos y amenazas no sólo se circunscriben a las estipuladas por oficiales que controlan las instituciones Bretton Woods y son miembros del Club de París. A la amenaza que predice la desertización del más del 80% del continente africano, se entrecruza con el desafío de crecer económicamente y trasladar esa riqueza a la mayoría de los residentes en sus territorios. La ayuda al desarrollo es uno de los ingredientes de la receta ofrecida a África por el Club de París, pero ya no convence. Tras el evidente fracaso del efecto positivo de la ayuda al desarrollo, como mecanismo para generar prosperidad y capacidad de resistencia contra crisis multivariables en los países africanos. Las instituciones de Bretton Woods todavía son las mayores fuentes de financiación de ayuda al desarrollo mundial. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, son las agencias que siguen vinculando transferencia de capital con condicionalidades a la “gobernanza”. El Banco Mundial ha asignado transferencias de capital a 78 países de bajos ingresos con prestamos, teniendo como referencia para su concesión el índice Country Policy and Institutional Assessment (CPIA). El CPIA tiene 16 indicadores necesarios para que se concedan préstamos a un país, entre ellos la presencia de derechos de propiedad privada, de estados de derecho, así como instituciones de rendición de cuentas, mecanismos de transparencia y control de la corrupción del sector público. Los indicadores CPIA incluyen alguna protección chinasud3de los derechos humanos (en particular derechos de la mujer), pero no existen referencias a indicadores de democracia como elecciones multipartidistas o derechos a la libertad de asociación política. La justificación ofrecida por el Banco Mundial es que en sus estatutos se prohibe la interferencia en los asuntos políticos del país o tomar decisiones basadas en el carácter político de un país miembro. El Fondo Internacional Mundial tiene restricciones similares.

A ese modus operandi, la diplomacia china responde con la promesa de trato de iguales, barra libre y autodeterminación. Aunque normalmente se menciona al gigante asiático como un donante emergente de ayuda al desarrollo, China inició su programa asistencial al desarrollo exterior en los años 50. Egipto fue el primer país africano en recibir ayuda china en 1956. Estos programas de ayuda al desarrollo chino se conceden casi automáticamente para todos los países africanos con relaciones diplomáticas formales con Beijing. Todos los países africanos son beneficiarios de ayudas chinas, con la excepción de Eswatini (antigua Swazilandia). A pesar de no tener una agencia central de ayuda al desarrollo como el USAID de Estados Unidos, la asistencia al desarrollo de China se distribuye a través del ministerio de comercio y el ministerio de exteriores. China no ha dejado de mantener un modelo estratégico de relaciones bilaterales con una clara apuesta por África. Este continente es el segundo mayor mercado de proyectos de infraestructuras internacionales chino.

El partenariado entre países africanos y China, desde la creación del Foro de Cooperación China-África (FOCAC), se ha traducido en la construcción de más de 10.000 km de red ferroviaria en África y casi 100.000 km de carreteras, creando más de 4,5 millones de puestos de trabajo. Algunos de los nuevos proyectos en marcha tienen la alta tecnología como protagonista, como los proyectados trenes de alta velocidad de Johannesburgo-Durban, en Sudáfrica, el Metro Express en Nairobi, en Kenia, o la nueva linea ferroviaria en Tanzania. En un informe publicado por la revista inglesa, The Economist, señalaba como las empresas chinas habían transformado el mapa del continente con la inversión de proyectos como la línea ferroviaria de Lagos-Ibadan en Nigeria, así como en el Congo occidental y remodelación de aeropuertos en varios países como en chinasud5Mozambique, Zambia o Uganda. El vanguardista edificio que acoge actualmente la sede actual de la Unión Africana en Adís Abeba, Etiopía, fue construida y donada por China. Otro ejemplo de las donaciones chinas en el continente es el nuevo Parlamento de Zimbabwe.

Desde Sudáfrica las relaciones con China se entienden desde el pragmatismo de un buen socio para hacer negocio. El pasado mes de mayo, el ministro de transporte sudafricano presentó el nuevo libro blanco para rediseñar el transporte público en el país. El anuncio de la viabilidad de un nuevo trayecto de tren de alta velocidad que conecte dos centros, financiero y comercial, en el país: la capital financiera de Johannesburgo y el mayor puerto comercial del continente africano, Durban. Las miradas se dirigen hacia un socio que facilite la financiación de este tipo de proyectos de infraestructuras en el continente, la China de Xi. Para los sudafricanos es imprescindible ampliar sus tramos ferroviarios de alta velocidad para revitalizar una economía anclada en la extracción de recursos naturales. El país triplica la extensión territorial de España, pero solo cuenta con poco más de 21.000 km de línea ferrocarril, España tiene 16.000km, en un estado obsoleto y con graves problemas de mantenimiento. Este tipo de inversiones en infraestructuras son costosas y tienen poco atractivo para los acreedores que analizan sus inversiones en rentabilidad a medio plazo. En este tipo de inversiones de alto riesgo y largo plazo para recuperar la inversión, China es el alumno aventajado. El pasado abril, el embajador de China en Sudáfrica, Chen Xiadong, expresó la voluntad del gobierno chino de ayudar con la financiación de la línea de ferrocarril de alta velocidad que unirá Johannesburgo con Durban, proyectada para ser finalizada como muy pronto en 2025. Xi lo tiene claro, ser un coco en territorio norteamericano y europeo y el invitado preferido en África, y quizás pronto en Latinoamérica.


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