tilla
  • Home
  • Noctámbulos
  • PHD Tilla
  • Apostadando

Pequeñas historias (de mierda) sin importancia

Hoy no escribiré ficción. Porque no me da la gana. Tampoco sobre los acontecimientos "macro" como la debacle socialista en Francia, el avance del ébola en Guinea, el cruce de artillería entre las dos Coreas, el aporreamiento de fotoperiodistas en Atocha el pasado 22-M, o que en Alemania expulsen a los indocumentados y que se experimente con nanoesferas que vulneran la segunda ley de la termodinámica. Todo eso está pasando, y evidentemente es importante, pero hay otras realidades "micro" que afectan también a la vida de las personas (en este caso, a la mía) y no quiero perder la oportunidad de ponerlas de manifiesto. Son historias de violencia, de violencia a pequeña escala. Historias de mierda. Nada que deba preocuparnos. ¿O sí? ¿Son cuestiones aparte, esporádicas, o tienen su lugar en el tejido global de los acontecimientos? Juzguen ustedes mismos, y considérenme un quejica o un llorón por siquiera mencionarlas.

pequenashistorias2Lunes, 16:40h. Vuelvo de tomar unas cañas con unos amigos, voy camino de mi casa con mi perra y me faltan 20 minutos para recoger a mi hijo del colegio (sí, sí, va al comedor y a actividades extraescolares; se aburre en casa, es hijo único, qué le vamos a hacer...). En una plaza cercana a mi domicilio, asisto atónito a una increíble confrontación: un niño de unos ocho años insulta de forma absolutamente sonrojante a un yonki de más de cuarenta. El infame yonki replica como si se enfrentase a un hombre hecho y derecho. Se dicen de todo menos "bonito". Es una escena surrealista. Realmente me abochorna el comportamiento de ambos. Más el del niño, ya que me percato que va acompañado de un adulto que sonríe. Luego se montan en una moto y se van. El yonki se queda diciendo de todo, prometiendo violar al menor a la primera de cambio. No se qué habría que hacer en esos casos, si callarse, si reconvenir al adulto que acompañaba al niño y le dejaba proferir tales lindezas, el caso es que yo hice lo peor de todo: le dije al yonki que si le parecía bien tratar así a un niño, por maleducado que fuera. Su respuesta fue un cabezazo. Me enzarcé con él y le tiré al suelo. Me pateó la rodilla. Me quedé con su zapatilla en la mano. Intentó incorporarse y le volví a empujar. Me tiró una piedra. Le tiré la zapatilla. Luego me fuí a recoger a mi hijo al colegio mientras a mi espalda el yonki me gritaba "maricón". Mi perra ni ladró. Tragicómico. No me siento orgulloso, aún flipo. ¿Qué hubieran hecho ustedes?

Domingo, 17:30h. En un parque cercano a mi domicilio mi hijo y su amigo juegan a los robots gigantes (o algo así) mientras yo fumo en un banco cercano y les mando misiones (les gusta que un adulto les dirija el juego y sea cómplice de sus aventuras). Tienen 7 años. Yo digo que es normal que jueguen a cualquier locura que se les ocurra, que ya tendrán tiempo de experimentar la vida adulta. Hay quien me diría que estoy loco, que hay que meterles ya en vereda. Que vayan siendo máquinas de hacer dinero o que se preocupen de su aspecto. Que crezcan. Yo les dejo jugar, y hasta se lo potencio.

En el mismo parque hay un chavalito de unos 25 años, le conozco de otras veces. Tiene un bulldog tuerto con collar rojigualda. Hemos hablado de perros. Yo he jugado con su perro y él ha jugado con la mía. Hasta ahí, todo correcto. En determinado momento, su bulldog se mete en un charco hasta la barriga, cerca de mi niño y su colega. Los críos tiran piedras al charco y el bulldog se ve salpicado de barro. El dueño viene iracundo y se lía a decirle vulgaridades al niño que tiró la piedra (no me importa si fue el mío o el otro, tanto da). Yo trato de frenarle, le digo que ya he regañado a los chiquillos, y que el perro se manchó antes del salpicón por su propia cuenta. Me dice que qué me parecería se coge él al niño y le tira al charco (palabras litarales). Yo opto por la vía de la tranquilidad, me le llevo aparte (no quiero líos con los niños de por medio) y le explico que son niños, que es cierto que no debieron tirar la piedra, pero que no se pusiese así. Me pide 22 euros para lavar a su perro, que (palabras literales) "duerme en un plumón blanco". Yo vuelvo a repetirle que no me la líe delante de los críos, con lo que nos acercamos al banco donde están sus amigos, dos personas con más dedos de frente que el susodicho. Tratan de calmarle, a él no le vale. Que me mata, dice. Que mata a los niños, dice. Que no sé lo loco que está. Yo sigo optando por la vía pacífica (aunque ya me hierve la sangre, quiero reventarle y además que le lave el chucho su puta madre) y me retiro, aconsejado por los amigos. A mis espaldas, el notas me grita "gilipollas" y que ya me pillará solo. Me vuelvo a ir, atónito. Evidentemente, me frena el hecho de ir con los críos. Evidentemente, me frena el hecho de sentirme adulto y no querer rebajarme a un canijo de mierda. Pero... ¿qué tienen en común estas dos lamentables y ridículas historias? Los niños, claro.

pequenashistorias3Porque aun a riesgo de que me consideren blandito, maricón, ingenuo o incluso gilipollas... ¿que lleva a un adulto, por fachita o yonki que sea, a amenazar a un niño? Es posible que solo sea mi puñetera percepción de las cosas, pero ¿tiene alguna justificación meterse con un crío? Yo he visto niños gitanos robando, niños magrebíes con la cara cortada robando, y sí, da rabia y en determinados momentos dan ganas de cruzarles la cara. Pero, ¿a un niño? A ver, pensadlo. ¿A un niño? Se que como padre no tengo imparcialidad en el tema, pero tiendo a pensar que amenazar con violar o matar a un crío es cruzar una línea (bueno, hacerlo es cruzarla pero solo decirlo ya te acerca al hecho en sí, ¿o no?), y esa línea es la que separa a un homo sapiens de cualquier animal irracional. El respeto a las crías. Ya digo y repito que cuando eres padre pierdes objetividad, la vida gira en torno a tus crías y cobran una importancia superlativa. Yo creo que puedo llegar a matar si hieren a mi hijo, lo creo en serio. ¿Cruzo yo esa línea con estos pensamientos? Al final, y según lo escribo lo veo claro, la animalidad está ahí. Luchas por tu vida, pero luchas más por tu prole. Como decía Evaristo: "Por los hijos, lo que sea". No soy violento, trato de no hacerme enemigos. Pero si llega el caso, la realidad "macro" me la va a sudar de lo lindo, me la va a sudar la política, la economía, el paro, lo que pase en Guam o el sexo de los ángeles. Llegado el caso, me van a importar los míos, y más aún los niños.

Soy un animalico... pero que no me toquen las crías. No soy mejor que ese yonki o ese quinqui. Pero juro por todo lo más bendito que no me conozco si me tocan a la camada. Mi humanidad a la puta mierda. No somos nada.


Imprimir

El año del dragón

¡Wantung pollo, malchando!

Sheng frotó su calva sudorosa con el mismo trapo hediondo por enésima vez en esa mañana. Los problemas, como cada día, se acumulaban uno tras otro en una larga sucesión, al igual que los clientes, los pedidos… “Como dice el proverbio: cada cosa a su tiempo, y un tiempo para cada cosa”. Pero estando solo tras el mostrador, no había forma de atender a todas las peticiones con un mínimo de profesionalidad, y eso perturbaba profundamente al anciano comerciante, que no tenía manos ni pies (ni, últimamente, cabeza) suficientes para atender a la creciente marea de trabajo que se acumulaba frente a él, y que no tenía visos de decrecer a corto plazo. Echó mano de la agenda electrónica para ir sacando envíos a la vez que cortaba verduras a toda velocidad y meneaba con un ritmo salvaje, cercano al Párkinson, tres o cuatro recipientes puestos al fuego.

-¡Vamos, viejo, que no tengo todo el día!
- ¡Ya tá, selvido!
-Pero esto no es lo que he pedido, yo quería los wailais con salsa de brounce, no esta mierda de color… de color… pues eso, mierda!!!
- No pleocupal, invita la casa…

El cliente partió a toda velocidad, no sin antes echar una mirada asesina al local. Pero al menos se había llevado la comida (gratis, sí, pero lo importante era “el recorrido del envase”, es decir, que los recipientes con el anagrama de “El Buda Sonriente” llegasen a todas partes y le hiciesen publicidad al negocio). Uno menos. Pero la fila no cesaba de crecer, y por más que llevase toda una vida dedicado a alimentar a tantas bocas, últimamente no daba abasto… “Si al menos Yi estuviese aquí…” Su nieta, Yi Ting, la niña de sus ojos, había partido hacía ya meses hacia lo que ella denominaba como “el resto de su vida”, una vida lejos de él, de ese antro, del olor a fritanga y el humo acre de los fogones. Cuando más la necesitaba, ella le había abandonado. Como su mujer, hacía siglos. Como su hija, hacía no tanto. Estaba solo. Total y absolutamente.

Miró con añoranza (mientras rebozaba gambas) los retratos familiares que adornaban el local. Generación tras generación, su familia había cocinado y servido a ingentes cantidades de seres humanos. Estaba en sus genes, tan profundamente impreso como el follar o el huir. Como el cazar o ser cazado. Pero veía claramente que él era el último de una estirpe, que tras él, nadie continuaría con el negocio. Cuando no le quedasen fuerzas para mover las sartenes, cuando la incipiente artritis diera al traste con la velocidad necesaria para servir comida rápida… Ese pensamiento le desasosegaba tanto, que inmediatamente incrementaba el ritmo de trabajo, sus manos parecían fugaces borrones sepia moviéndose a todo trapo y sus torpes pies ejecutaban un baile entre cocina y mostrador que a fuer de repetido prácticamente podía ser seguido por un bailarín algo experto, solo fijándose en las marcas que su recorrido de años había dejado por todo el suelo. Y, ¿qué otra cosa podía hacer? ¿A dónde podría ir, quién daría trabajo o alojamiento a un viejo que solo sabía cocinar y que ya no tenía la rapidez de antaño? Las nuevas franquicias solo aceptaban a jovencitos y jovencitas físicamente perfectos, como clones con gorrito. La artesanía, las recetas tradicionales… eso era cosa del pasado, como la gasolina, como las monedas de cobre. No, no tenía otra opción que seguir ejecutando ese baile diario entre efluvios y condimentos, poniendo la misma sonrisa arrugada al atender al cliente. I pin, lian pin, SA pin… y a por más carne, más pescado, más verduras, en una carrera desenfrenada hasta el día en que sus viejos huesos no aguantasen más. Quizá ese día reventase y sus vísceras alimentasen a la interminable fila de hambrientos por última vez.

Tuvo una remembranza repentina de su padre, Chen Pao, sirviendo mesas en ese mismo local hacía ya décadas (cuando el local disponía de mesas), con un trapo sucio como el suyo asomando del bolsillo trasero del pantalón y sonriendo como el gato de Cheshire a la clientela, frotando sus manos y dando gracias a su personal dios por otro día de ganancias. Y de él mismo de niño, jugueteando entre esas mismas mesas ya desaparecidas, corriendo como un loco entre el laberinto de piernas y patas de mueble, soñando con ser piloto de astronave y salir del planeta con rumbo a otros mundos, otras galaxias conocidas o por conocer. La ironía de la situación no se le escapaba al viejo, que reprimió una lágrima con el pico del delantal.

Un runrún empezó a sonar en la parte trasera del establecimiento, un molesto sonido crujiente que amenazaba con nuevos problemas, más graves aún, al pobre Sheng. “Otra vez ese maldito motor”. Puso más ingredientes a hervir, añadió otra media docena de salsas variadas y tras entregar otros tantos menús a los desesperados clientes, desapareció a toda velocidad tras la cortina de abalorios, dejando con la palabra en la boca al resto de la fila. Salió un minuto después, sucio de grasa de maquinaria y despeinado, tosiendo, pero con dos bolsas de muslitos de mar en salsa de… (taladrina?) para dos jovencitas rapadas a la última moda, a las que despachó con su habitual sonrisa. Al humo habitual del establecimiento se había añadido otro más oscuro y denso, aceitoso e industrial, que se quedaba pegado a la garganta como el hollín en una chimenea. Los clientes, mosqueados, empezaron a abandonar el local ante las súplicas de Sheng, que no dejó de entregar a cada uno de los que salieron un paquete de galletas de la fortuna por cortesía de la casa.

- ¡Vuelvan mañana! ¡Plóxima ólbita, todo mitad de plesio! La luz del sol empezaba a declinar tras la curva de la Tierra, entraba en la órbita oscura y tendría que ocuparse durante horas de arreglar ese maldito motor de fusión fría que mantenía todo su chiringuito flotando alrededor de su planeta natal, del que tanto había soñado en escapar durante su infancia, y del que finalmente el destino solo le había permitido alejarse lo suficiente para ver su eternamente azulada superficie desde la estratosfera.

- - -

Cuando por fin terminó el trabajo, a punto de echar el cierre ante el frío espacial que se avecinaba durante las horas de oscuridad, vio un punto de luz que se acercaba y saludó con la mano a Abdoul, que pasó a apenas unas decenas de metros orbitando en su badulaque, dispuesto a entrar en la zona de sol y empezar su jornada, con la fortuna de contar con una buena prole de hijos e hijas. Solo y pequeño, Sheng siguió mirando hacia el infinito durante un buen rato antes de bajar los escudos anti-tormentas y recluirse en su micro-mundo de metal.

Imprimir

Humanos 8.0



El sujeto se gira y observa por un momento un punto indeterminado que queda a su espalda. Luego parece retomar el hilo de un pensamiento perdido y sigue caminando por la acera abarrotada. Mira el teléfono en un par de ocasiones y luego lo embute en el bolsillo del abrigo, mientras atraviesa la bifurcación aprovechando un parón en el tráfico, y finalmente llama a un taxi. No es consciente de la cámara de tráfico que ha captado su imagen, y mientras prosigue su viaje sub-urbano por las entrañas de la urbe, como un Arcade de los ochenta poniendo puntos de luz sobre las calles ya recorridas, observadores impersonales analizan los detalles de su ruta, sus paradas, los gestos incluso… Es evidente un cierto deje de nerviosismo, que en los últimos días se puede apreciar en el individuo. Una cierta paranoia ha hecho presa en él (su capacidad de análisis no ha llegado a procesarlo, pero en su talo-encéfalo las imágenes de amenaza han empezado a palpitar y falta poco para que descubra que le vigilan). Pero sus invisibles “ojos de halcón” no son en absoluto ajenos a tal hecho, de hecho están hastiados de observar el fenómeno en los sucesivos sujetos de muestra, y además, el momento de implementación de la fase 2 es casi inminente…

- Señor Montalbo, me dice el chófer que no da con la avería…
- ¡Joder, pues que llame al seguro! ¿Yo qué coño he hecho para estar rodeado de tantos inútiles? Y tú, ¿has probado ya el teléfono, niña?
- Señor Montalbo, no paro de hacerlo cada treinta segundos desde hace una hora…

“No me lo puedo creer. Esto se lo cuentas a alguien y… Pero qué coño he hecho yo para merecer ésta… mierrrrda. Joder, piensa, Paco, piensa… esto solo es una puta pesadilla. No puede estar sucediendo. Encerrado en un túnel de la N-I con estos dos gilipollas, sin cobertura, el motor averiado… a altas horas de la madrugada… esa puta reunión en un chalet de Las Matas, esa mierda fuera de agenda…”
Por el rabillo del ojo observa unas luces multicolores que se reflejan en las paredes del túnel. No puede evitar un sentimiento de alvio que casi le hace mearse encima. “Por fin, una hora, una puta hora… se van a cagar… “

- Señor Montalbo, creo que el motor está lleno de agua… pegajosa…
- Déjalo, déjalo… si ya vienen…
- Pero, señor… es muy raro… yo no había visto nada igual…
- No seas cansino, Gustavo, vete a tomar un poco de por culo por ahí. Hay un puta comisario que va a comer mierda una temporada, vaya que sí…
- ¿Señorrrr?
- ¡Qué pollas quierrresssss!!! Tehh hleee dichsosooo queeee…
- ¿Clomooooorrr!!!???
- Shhhhhhh….llll…. Gggghhhh..hhhh.hh.h.h.h.h..h……..h

“´¿Dónde estoy?”
“¿Qué es esto?”
“¿Hay alguien ahí?”
…zzzzzzzzzzzzzz.zzzz.zzzzzz.z.z.zz..z.zz.zzzzz.z.z.z.zzz

- Agggg, aagggggh… aggguaaaa…. Agguaaaa, por faavvorrr…

- El sujeto muestra signos de recuperar la consciencia. Procedemos a hidratación.
- Gracias, puede retirarse, doctora.

- ¿Q-qué es esto, d-donde estoy?
- Tranquilícese, tómese su tiempo… está usted recuperando muchas de sus funcionalidades en un tiempo record para un ser humano. Hasta hace un rato no era más que información contenida en un hiper-enlace cuántico que ha recorrido un gran trecho del universo… comparado con eso, despertar de la peor de las resacas en pleno desierto con una zarza enredada en las pelotas es una experiencia relajante…

- P-perooo… ¿quién es usted? ¿Qué hago yo aqúí? ¿Qué me está contando?
- Calma, a su tiempo tendrá todas las respuestas. Ahora debería esforzarse en recordar quién es usted.
- ¿Yo? Puesss, Adoflyo Mmbotalo…
- No, no, no intente usted acceder a todos sus recuerdos a la vez, pruebe solo con su nombre…
- Adolfo Montalbo.
- ¿Ve usted?
- Pero, ¿qué está pasando? ¿Qué hago aquí? Estaba en un túnel, en el coche… No recuerdo nada más.
- Mire, señor, le seré totalmente franco. Ha sido usted abducido.
- Abdu- ¿qué?
- Ha sido teletransportado a un punto a 800 pársec de su planeta nativo, por una raza alienígena que se extiende por infinidad de galaxias y que busca desesperadamente el encuentro con otras inteligencias… y que hasta el momento, lo único que ha encontrado medianamente potable (a excepción de unas babosas extremadamente irritables en un sistema que los humanos tardaremos mil años más en localizar) somos nosotros… los humanos.
- ¿Qué?
- Ha oído bien, nosotros. Yo también soy humano, y fui abducido como usted… solo que yo me quedé para colaborar con el programa, y usted será re-insertado en la sociedad humana con algunas modificaciones…
- ¿Qué está usted diciendo? ¿Qué coño me van a hacer?
- ¿No ve usted la televisión?
- No
- Pues debería, sabría un poco más de esto… En realidad, se lo cuento porque da igual, ya que su memoria será borrada antes de la reinserción. Le vamos a extirpar una parte pequeña de su cerebro, básicamente y sin demorarme más, la que le hace ser tan hijo de puta. La insatisfacción. Una vez “satisfecho”, volverá a formar parte de la sociedad, pero ayudará a conformar un mundo en el que el encuentro con otras civilizaciones alienígenas sea posible. Digamos que así entraréis más mansos… y perdona que ésta vez no me incluya en tu grupo humano, pero es que yo ya he sido “satisfecho”, y estoy tan a gusto.
- ¿Pero de qué cojones me está usted hablando? ¡Suéltenme! ¡Exijo que me suelten inmediatamente! ¡Quiero un abogado, un policía… un jodido teléfono!!!
- Tranquilo, el sedante ya empieza a hacer efecto, y en unos segundos olvidará toda nuestra conversación. Yo pensaba como usted, ¿sabe? Me resistí, eso me ha contado mi supervisor. Me resulta gracioso pensarlo. Yo, resistiéndome. Aquí he encontrado el sentido de mi existencia, de toda la existencia. Lo que el programa intenta lograr… la unión de todos los seres inteligentes en la mansa satisfacción grupal… ese éxtasis diluido… la negación de nuestra individualidad insatisfecha y perpetuamente anhelante. Es lo único y principal. Y está en marcha. ¿Sábe? Es curioso, pero si yo no hubiese pasado por el proceso de satisfacción, quizá nunca hubiese podido hacer lo que estoy haciendo ahora mismo… con mi propio padre. Es irónico y estimulante. Saluda a mamá.

Imprimir

lanochemasoscura