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El hombre y el pollo mutante

Se conoce que hubo un hombre que, una vez, sostuvo un soliloquio (porque llamar a lo que tuvo "conversación" sería un tanto aventurado) con un pollo. No era un pollo cualquiera, claro está. Si no, habríamos empezado esto para mierda.

No me refiero a que el hombre hablase y el pollo observase con aire de quien espera a ver si cae algo de sus bolsillos, con la mirada absorta de las aves de corral. En aquella ocasión se dio una verdadera afinidad animal inter-especies (¡qué me digo, inter órdenes del reino animal!) entre un ave y un homo sapiens. Pero ese pollo no era cualquier pollo.

Ese pollo había había vivido el horror de Auswitzch. Ese pollo había escapado de un criadero de industrias EMC ("Eat My Chicken") y con esas patitas transgénicas que a duras penas le sostenían, había caminado hasta caer exhausto en una gasolinera BP de la N-II a la altura de Villapollas de Entoelmedio. Y allí, con el todoterreno arrancado y la puerta medio abierta, nuestro hombre, sudoroso y engominado, había contemplado al jadeante volátil (no por lo de volar, sino porque se estaba volatilizando) y por no se yo qué diablos de ciencia, sus mentes se conectaron a través de sus pupilas, unas con lentillas de 800 euros y las otras veladas por la proximidad de la muerte.

Quizá sus mentes no se llevaban tanto, al fin y al cabo él era abogado. Luego se ha hablado del hecho en sí como algo realmente notable, y se ha buscado explicación, pero como tantos asuntos se ha perdido en las hemerotecas. Estamos muy ocupados para atender a un único hecho milagroso, todo aburre a los diez minutos, deprime a los veintitres y genera un estupor pasivo la siguiente hora y media. Y luego se olvida.

pollo2Pero el hombre, un honorable abogado del Estado entrado en la cincuentena, con cirroris y enfisema, y el tabique de Iron Man, no olvidó tan fácilmente la anécdota, y así se la relató a su psiquiatra (bajo extricta hipnosis) un día, hará un par de años:

" - Don Abelardo, vamos a iniciar la sesión... -
- ¡Sí, por Dios, que lleva ya una hora dando vueltas con las preguntitas de los cojones y esto cuesta una pasta! -
- Por favor, Don Abelardo, trate de relajarse y de mirar al péndulo... -
- ¡Relajarme! ¡Relajarme! ¿Relajarme, no? A ver, señor "jodecabezas", ¿se relaja usted cuando su ex le exprime, sus hijos le sablan, hasta sus nietos le sisan de la cartera, y su puta hemorroide no para de recordárselo? ¿Hace falta que le recuerde lo que le pago por hacer su puto ritual de mierda? ¡Mueva la puta cadenita y deje de hablar, soplapollas!
- ¡Don Abelardo, qué pasa con vos! ¡Parecés más estresado de lo normal! -
- No se, no se, Heinrich... últimamente tengo sueños muy extraños...
- ¡Qué me vas a contar! El stress post-traumático nunca se olvida... y más en la guerra... vos no conociste la guerra, pive, yo hice la mili en las Malvinas...
- Sí, si, más bien en Polonia...
- Bueno, bueno, vamos, que luego no para de recordarme lo de la facturita...

El movimiento del péndulo desenfoca la habitación llena de diplomas CCC. El abogado Abelardo comienza a pensar en sí mismo como el Abelado Abogardo, y poco a poco una gran flema se va formando en su garganta... la sequedad ambiental le deja un enorme pollo que casi le provoca la asfixia, su caja torácica no puede más, y entonces escupe...

... y la blanda materia que emana de sus mucosas se transforma poco a poco en un pollo, en EL pollo... ese pollo gordo, informe, al que sus ridículas alitas y patas delatan como una criatura de semanas, cuando su lustre habla de meses... ese pollo lleno y rico, pero casi muerto de hambre y de penalidades... y ese pollo habla:

- ¿Por que? ¿Por qué? - se pregunta el gallináceo, sin duda condolido...
- ¿Por qué, qué? - pregunta a su vez Abolardo Agobedo.
- ¿Por qué este infierno en vida, es acaso saludable para vos? (curiosamente el pollo habla en dialecto porteño) ¿Merece la pena comer una carne tan llena de anabolizantes y esteroides? ¿En realidad ganáis algo con este sufrimiento, reboludito?
- No se... es lo que hay, supongo...
- ¿Y no te paraste nunca a pensar que de tanto oprimirnos habéis creado una sub-especie que en nada nos parecemos al pollo original? ¿Eh? ¿Cuánto hace que no comés un buen posho?
- Pues no se... no me acuerdo...
- No te acordás, típico... el ser humano es especialista en el "si te he visto, no me acuerdo"... pues yo te diré algo, viejito... el pollo pampero fue el rey hasta que llegó Burguer King.
- ¿Y la res?
- La introdujeron los españoles...
- Sí, nos gusta introducirla...
- Andate con la joda todo lo que querás, pero te digo que estáis acabando los de tu especie con el pollo tal cual es...

pollo6Y le contó una historia en la cual el pollo, antaño, tuvo brazos además de patas, y jugaba a pelota mientras ejecutaba a miles de ciudadanos en extraños rituales, en los que se corría como pollos sin cabeza. Contó cómo sus ilustres antepasados, los dinosaurios, les habían provisto de patas coriaceas y espolones para acabar con cualquier amenaza menor que una gineta, y que sus plumas habían lucido los colores del pavo real, antes de la producción en cadena. También le prometió oro y riquezas si le liberaba y le enseñaba a detonar una bomba termonuclear, a lo cual el abogado no accedió por falta de jurisprudencia al respecto.

El pollo le relató lo que es una vida sin esperanzas, en la que la única verdad es que la mierda de un día cubrirá la del anterior, y cuya única vigilia posible es esperar la muerte, gaseado o por aplastamiento. Le habló de los beneficios del alga en lo que concierne al aporte protéico, en fin, trató de hacerle sensible a su penosa existencia.
Finalmente, ante el silencio de Agobardo Ablanedo, planteó una única, candente y pulsátil cuestión:

- ¿Por qué nos hacéis esto?

A lo cual, Agropecuario Adedo contestó:

- Porque podemos...

pollo4Dos semanas después, el ilustre abogado del Estado Abelardo Díaz Del Corral abandonaba el tratamiento psiquiátrico que había seguido durante años, se declaraba curado, y pasaba a encabezar la lista de abogados jóvenes de menos de 80 años que más labia exhibían en las cortes patrias. Su terapeuta, el argentino Heinrich Schloringer, juró y perjuró durante años que seguía enajenado y que no debía dejársele ejercer la abogacía, que poseía testimonios grabados en los cuales se le veía cacareando durante sus sesiones de hipnosis...

Nada pudo la presión mediática, y al final de sus días, Don Abelardo llegó a Juez del Supremo. Y siempre hizo las cosas porque pudo, cagó donde comía y durmió entre sus heces. Porque podía.

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