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Bilingüismo y diglosia

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"Eres la mujer/el hombre de mi vida", "no soy nadie sin ti",  "con nosotros llegará el cambio" o "el partido del siglo" son expresiones hiperbólicas de las que solemos abusar porque, ya se sabe, los hispanófonos somos dados al exceso.

Pues bien, en el ámbito de la caracterización de la competencia lingüística, las instituciones y los particulares (generalmente en el marco de sus currículos) son demasiado propensos a emplear las palabras "bilingüe" y "bilingüismo" para vehicular disglosia2el mayor nivel de conocimiento posible en dos lenguas. Y digo bien "demasiado propensos" porque, si es cierto que esas palabras se refieren a una idéntica capacidad para expresar una idea en cualquier circunstancia en dos lenguas distintas, lo que ocurre, en el mejor de los casos, es que nos encontremos en una situación de diglosia.

Un diglósico es aquél que se maneja con soltura en dos idiomas diferentes pero, según las circunstacias (trabajo, vida privada, ocio, tema de actualidad, etc.) prefiere emplear una de las dos lenguas.

Yo mismo me califico como diglósico en francés y en español. Prefiero el francés para hablar de mi trabajo (en la Escuela y en el campo) y organizar mi pensamiento. Prefiero el español para sacarle punta a las cosas o comentar un espectáculo deportivo o artístico. No se trata de no tener el vocabulario necesario para ello sino de una particular querencia por una determinada manera de decir las cosas que encontramos, subjetivamente, más apta y/o placentera en una de las dos lenguas.

Por supuesto, el hecho de encontrarse en inmersión lingüística duradera en uno de los códigos puede influir para que uno de ellos acabe por "comerse" temporalmente al otro (el tiempo que dura la inmersión y una o dos semanas más).

El tránsito de una situación de predominancia lingüística a otra en la que se invierten los papeles puede resultar bastante molesto. Por ejemplo, en mi caso, necesito los cincuenta minutos de vuelta a casa en los que voy escuchando la radio en español para volver a aterrizar en suelo lingüístico hispano. Puede ocurrir que, al llegar a casa, esté puesta la televisión en francés y toda esa actualización precedente se vaya a la porra. disglosia4También puede ocurrir que los comentarios a una emisión en la lengua de Molière los hagamos mi madre y yo en francés o que realicemos observaciones en francés a un programa en español. En ambos casos, esta disintonía puede volverse a explicar por la querencia de marras: lo que vamos a decir creemos poderlo expresar mejor, porque se adecua más a la idea base que tenemos en la cabeza, en la lengua que hayamos elegido.

Pero, una vez más, cada vez que formulamos algo en una u otra lengua, en pureza y libertad y sin ningún tipo de condicionante social, lo volveríamos a volver a hacer en esa misma lengua. No podemos escapar a la particular tiranía a la que nos somete cada una de ellas en ese preciso territorio de la transmisión de la experiencia o el conocimiento.

Ser bilingüe es una quimera y quién sabe si indeseable porque en nuestra cabeza sólo cabe una manera de decir bien las cosas.

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