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Crónicas berlinesas

Dice mi pareja que no le ha gustado Berlín. Admite que no conocía mucho sobre la ciudad, pero que no ha encontrado prácticamente nada que le haya atraído de allí. De acuerdo, se lo ha pasado bien y valora ciertos aspectos de la visita, pero no volvería, o al menos no pronto.

berlin2¿Que qué opino yo? Veamos. A diferencia de otras capitales europeas, Berlín no es una ciudad bonita, de la que te enamoras en cuanto pones un pie en ella. Teniendo en cuenta los destrozos ocasionados por la segunda guerra mundial y las posteriores reconstrucciones de la ciudad, Berlín no es fotogénica, o al menos no bajo los cánones de la belleza inmediata. Además, el aspecto desolador de los parques en invierno, con una ausencia casi total de césped y de especies de hoja perenne, así como las obras que se encuentran por doquier en el centro, no contribuyen a ofrecer una imagen amable de la ciudad. Pese a ello, sí que existen ciertos reclamos para contentar al visitante que desee alegrarse la vista:

- La plaza Gendarmenmarkt, con las catedrales francesa y alemana, dispuestas simétricamente en cada extremo, y la Konzerthaus en medio.

- El pequeño barrio de Nikolaiviertel, en el distrito de Mitte. Callejuelas con encanto, fachadas tradicionales y biergarten en la versión reconstruida de lo que fue el corazón de la capital alemana.

- La iglesia en recuerdo del káiser Guillermo I, en el barrio de Kurfürstendamm, de la que solo se conserva una torre. Pese a que el exterior no es especialmente llamativo, merece la pena pasar para contemplar sus preciosos mosaicos.

- El elegante busto de Nefertiti (Neues Museum), de una modernidad inquietante pese a sus más de 3000 años de antigüedad.

- La imponente puerta de Ishtar (Museo de Pérgamo), que apabulla al visitante nada más entrar al museo. Lamentablemente, el altar de Pérgamo, pieza estrella del museo, permanecerá cerrado al público hasta 2019.

- El Sony Center, en Potsdamer Platz, lugar de aspecto futurista con una cúpula que va cambiando de color por las noches.

berlin5También resulta muy interesante observar la ciudad desde las alturas. Para ello, lo mejor es subir a la cúpula de cristal del Reichstag, diseñada por Norman Foster. Se trata de una visita gratuita que conviene reservar con antelación. Ya en la cúpula, la audioguía va describiendo al turista los principales lugares de interés de la ciudad y la propia estructura de cristal a medida que va avanzando. Otro punto de observación impresionante, sobre todo en días claros, es la Torre de la Televisión, que ofrece un panorama de 360 grados de la ciudad.

Una vez hechas estas visitas casi obligatorias, yo recomendaría buscar las huellas del convulso pasado de Berlín. En lo que respecta al nazismo, conviene acercarse al Monumento del Holocausto, un desolador laberinto de bloques de cemento en recuerdo a los judíos exterminados por el régimen. Asimismo, en Scheunenviertel, antiguo barrio judío de la ciudad, hay placas doradas a la entrada de los portales en recuerdo de los vecinos que fueron apresados y enviados a campos de concentración. Finalmente, la Topographie des Terrors, centro conmemorativo emplazado en lo que fue el cuartel general de las SS, documenta con precisión las atrocidades cometidas contra judíos, gitanos, comunistas y homosexuales. La exposición está muy bien organizada para explicar sin abrumar. Eso sí, las fotografías y testimonios son impactantes y difíciles de olvidar.

Una línea doble de adoquines de 5,7 kilómetros recorre la capital como una cicatriz para recordar el trazado original del muro que dividió Berlín durante más de veinte años. A lo largo de esa línea, podemos encontrar diversos fragmentos del muro, con diferentes tamaños y estados de conservación. El fragmento más largo y artístico es la colorida East Side Gallery, que discurre paralela al río. Merece la pena contemplar unos murales que ya son míticos, como el del beso de Brezner y Honecker, o el del Trabant, famoso utilitario comunista, impactando contra el muro. Mucho más didáctico es el recorrido que encontramos en Bernauer Strasse, donde han colocado paneles con testimonios en vídeo y audio que ilustran las terribles condiciones de vida en el Berlín oriental y los intentos de fuga de sus vecinos.

En mi caso, además de los atractivos turísticos de una ciudad, hay otra serie de factores que me hacen amar u odiar un sitio. Uno de ellos es su gastronomía. Debo admitir que no tuve ocasión de probar nada típico de la cocina alemana, ni siquiera la omnipresente currywurst. Sin embargo, sí puedo decir que Berlín cuenta con una oferta de comida muy variada y a muy buen precio. Además, muchos puestos del metro permanecen abiertos hasta altas horas de la noche para satisfacer a los más trasnochadores. De entre todos los sitios donde comimos, recomendaría un indio, Sadhu (comida muy rica y barata y cócteles brutales), y Barcomi’s, un restaurante americano que ofrece zumos naturales, tartas deliciosas y comida sana (el plato vegetariano variado, con hummus, paté de judías negras, queso feta y tabulé, entre otros, es para llorar de felicidad).

Otro de esos factores que hacen que se incline mi balanza hacia un lado o hacia el otro es la red de transporte público de un lugar, sobre todo en ciudades grandes donde empiezas el día con toda tu ilusión, pero en las que acabas arrastrando tus miserables huesos al final de la jornada. En este sentido, Berlín es un diez. La red de autobuses, metro y tren funciona con una puntualidad inmejorable y llega a todos los rincones de la ciudad. El único pero es que el transporte no resulta barato…

Otros puntos que destacaría de la ciudad son su grado de limpieza y la sensación de seguridad y amplitud que tuve hasta en los lugares más masificados, donde no me sentí en ningún momento como parte del rebaño turístico.

berlin4Entonces, ¿podríamos decir que una ciudad limpia donde se come bien y barato, donde el transporte es eficiente y donde hay multitud de cosas que ver y que hacer me gusta? Yo diría que sí. Que conste que entiendo a mi chico cuando dice que no le gustó la capital alemana, pero creo que Berlín no puede mirarse con los mismos ojos que París o Roma porque es otra cosa. Berlín es una curiosa amalgama de monumentos reconstruidos, vestigios soviéticos y modernos edificios de cristal y metal y nada tiene que ver con otras capitales que conservan su patrimonio casi intacto y miran con recelo cualquier atisbo de cambio. Quizá dentro de un tiempo, aprovechando la reapertura del altar de Pérgamo, intente arrastrar a mi pareja de nuevo a Berlín. Pero en esa ocasión seré más lista: iremos en primavera o en verano, a ver si la belleza de esos parques, que en realidad son bosques, y la intensa vida callejera de la ciudad durante el buen tiempo le hacen cambiar de opinión. Yo, por mi parte, lo tengo claro.

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