estela

El piano

La música le hizo despertarse de repente. Adormilado, echó mano del despertador. Eran algo más de las tres de la madrugada.

Miró hacia su izquierda. Su mujer seguía plácida y profundamente dormida. Parecía no escuchar aquella melodía.

Solo esperaba que los vecinos tampoco la estuvieran escuchando, ya que si no, a la mañana siguiente, le lloverían varias quejas de todos ellos.

Se levantó lentamente y, sin calzarse las zapatillas, se dirigió al final del pasillo, de donde provenían aquellas notas.

Allí pudo ver la larga melena rubia de su hija quien, de espaldas, sentada al piano que descansaba contra la pared, hacía sonar aquella dulce música moviendo ágilmente sus pequeños dedos sobre las teclas.

A pesar de que no eran las horas adecuadas para que la niña tocara, no solo por la molestia que podría causar a los vecinos, si no también porque debería estar durmiendo, ya que al día siguiente debía ir al colegio, no pudo evitar que una ligera sonrisa se dibujara en su rostro. Estaba tan orgulloso de ella...

piano4Desde que había sido muy pequeña, apenas un bebé que daba sus primeros pasos torpes, había demostrado su interés y su habilidad por la música, tanto que tenía una guitarra de juguete, una trompeta de juguete, un tambor de juguete y, por supuesto, un teclado de juguete.

La pequeña podía pasarse horas y horas aporreando aquellas teclas de colores, riéndose a carcajadas cuando lograba emitir los sonidos que iba buscando. Le gustaban más esos pequeños instrumentos de plástico que cualquier sonajero, peluche o muñeca.

Cuando cumplió tres años, a pesar de que todo el mundo se empeñaba en opinar que era demasiado pequeña, decidieron apuntarla a clases de piano.

Y acertaron de pleno.

Desde el primer día la niña dio muestras de un gran talento. Los profesores estaban completamente impactados con ella. No habían visto nunca nada igual, parecía que hubiera nacido ya con la habilidad de tocar el piano.

Aprendió solfeo mucho antes de aprender a leer, y pronto fue capaz de interpretar las partituras y plasmarlas con sus dedos infantiles sobre las teclas del piano, que parecía grotescamente grande para su corta estatura.

Pero, lo mejor de todo, era que la pequeña era inmensamente feliz yendo a esas clases y tocando aquel piano que no había sido pensado para alguien como ella.

Aunque de cara al exterior pudiera dar la impresión de que la niña estaba sobrecargada de actividades, ella no lo sentía así para nada.

Salía del colegio, donde obtenía estupendas notas, impaciente por ir al conservatorio y volver a encontrarse con su piano, que era su juguete favorito, por lo que sus padres hicieron caso omiso de las críticas del resto de progenitores, que no entendían que la niña disfrutara tanto con algo tan diferente a lo que hacía disfrutar al resto de niñas de su edad.

piano2Cuando cumplió seis años, tras haber superado más fácilmente que sus compañeros más mayores los primeros cursos del conservatorio, decidieron comprarle su propio piano.

Tras varias semanas de búsqueda, por fin dieron con uno que podían tener en su humilde casa y que se podía adaptar al crecimiento de la pequeña. Les costó una pequeña fortuna, pero no les importó. Al fin y al cabo, la niña nunca pedía muñecas o cualquier otra cosa. Era el único capricho que había tenido en toda su corta vida.

Lo colocaron al final del pasillo, justo en frente del cuarto de la pequeña quien, los primeros días, no era capaz de reprimirse y tocaba a todas horas, por lo que tuvieron que ponerle unos límites.

Quedaron todos de acuerdo en que antes de sentarse al piano, los deberes del colegio y las tareas que tenía asignadas en casa tendrían que estar terminados. Y, por supuesto, estaba totalmente prohibido tocar por la noche.

Desde entonces habían pasado cuatro años, y las normas habían sido respetadas...Si bien en algunos momentos ese respeto se había roto, como aquella noche en la que la niña había decidido de repente levantarse de la cama para tocar.

Hablaría seriamente con ella a la mañana siguiente. No podía consentirle ese comportamiento.

Pero no le diría nada en ese momento. No quería dejar de escuchar aquella melodía. No sabía por qué, pero le estaba produciendo una inmensa felicidad escuchar la música que la niña estaba creando.

Sigilosamente, se acercó a ella.

La niña, al darse cuenta de su presencia, dio un respingo y paró bruscamente de mover los dedos, cortando la música, pero él, poniéndole la mano sobre el hombro, la calmó, y la instó a que siguiera tocando.

La pequeña, sonriendo aliviada tras el pequeño susto que se había llevado, volvió la vista hacia el teclado y continuó la música que había interrumpido.

Se quedó mirándola, embelesado. Era una niña preciosa, con su pelo rubio y sus ojos profundamente verdes. Su piel era muy clara, y tenía algunas pecas sobre la nariz.

piano77Podía creerse que se trataba de un ángel, si no fuera por los dos dientes que le faltaban en la boca, y hacían que su sonrisa quedara algo deslucida.

Estaba tan concentrado en ella, y en la música que estaba creando, que no se dio cuenta de que su mujer se había despertado y se hallaba al otro extremo del pasillo.

- ¿Qué haces ahí? ¡Son las tres de la mañana!

Se sobresaltó al oír su voz. Sin embargo, la niña pareció hacer caso omiso y siguió tocando, sin apartar la mirada del piano.

- Shhhh -le dijo, llevándose un dedo a los labios-. Déjala que toque un poco más. No pasa nada por una vez que lo haga...Y es tan bonita esta melodía...

La niña le miró, sonriéndole con ojos pícaros. Él le guiñó un ojo.

- ¿Cómo que la deje tocar? -contestó su mujer, aturdida-. ¿A quién? ¿De qué melodía me hablas?

Él la miró extrañado.

- ¿A quién va a ser? A la niña -dijo, acariciándole el pelo a la pequeña-.

Su mujer miró al piano y movió la cabeza lentamente hacia los lados. Se acercó a él, y cogió su cara entre sus manos, mirándole a los ojos.

- Cariño, tienes que superarlo de una vez -le dijo, con voz amable, que sin embargo mostraba un deje de cansancio-. Han pasado ya dos años.

Entonces, como si un calambrazo le hubiera hecho recuperar de repente algo que permanecía dormido en su interior, lo recordó todo.

La niña preparándose para ir al recital, ensayando hasta la saciedad las canciones que tocaría.

Su mujer y él enfundándose sus mejores galas, aquéllas que no utilizaban desde la última celebración de boda a la que habían asistido.

La niña cepillándose el pelo una y otra vez, hasta que le pareció lo suficientemente desenredado, a pesar de que no pudo lograr domar del todo sus bucles.

Los tres metiéndose en el coche, él en el asiento del conductor, su mujer en el del copiloto y la niña detrás, todavía sobre la sillita de seguridad que muy pronto no le haría falta usar.

La pequeña quejándose porque han salido demasiado tarde e iban a llegar con retraso.

Él poniéndose nervioso porque no quería llegar tarde.

Él apretando a fondo el acelerador.

Él adelantando al resto de vehículos a toda velocidad.

Él dándose cuenta demasiado tarde de que se habían encendido las luces de freno del coche que circulaba por delante.

Él escuchando los gritos de pavor de su mujer y su hija, conscientes de lo que estaba a punto de suceder.

Él dando un frenazo.

Él dando un volantazo.

piano8Él perdiendo el control del coche.

Él estrellándose contra la mediana.

Él truncando para siempre la vida de su hija....

Su mujer y él sufrieron graves heridas, que tardaron meses en sanar. Pero la niña, su pequeño ángel de sonrisa mellada, pero con manos de oro, no pudo sobrevivir a las suyas.

Nunca más había vuelto a escuchar ese piano que con tanta ilusión le habían comprado sin ser conscientes de que apenas lo utilizaría durante un par de años....Hasta esa noche.

Esa noche lo había vuelto a escuchar, por eso se había levantado. Y era la niña la que lo estaba tocando, él la había visto, había hablado con ella, la había tocado, estaba a su lado...

Miró una vez más a su derecha, a donde estaba la pequeña...Pero no había nadie.

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Se volvió hacia el piano. Tenía la tapa puesta, y una película más que considerable de polvo lo cubría por completo.

La niña no había estado tocando. La niña no estaba. La niña murió hacía mucho tiempo.

- Mañana mismo nos deshacemos del piano -dijo su mujer-. Ya no tiene sentido tenerlo aquí.

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