morgade

Terrorismo lingüístico

Pongamos que Doc se hubiera dejado el DeLorean aparcado en mi puerta. Pongamos que empiezo a tocar todos los botoncillos y palancas a la vez con la boca abierta y los ojos como platos. Pongamos que, a base de trastear, acabo dando con la combinación que activa el cacharro y me permite viajar en el tiempo.

terrorismo3Llegados a este punto, ¿qué fecha elegir? ¿Decidirían ustedes viajar a épocas lejanas y experimentar en primera persona cómo era la vida en los tiempos de Jesucristo, por ejemplo? ¿O preferirían evitar que se produjeran ciertos desastres que han marcado el curso de la Historia?

Yo no haría ni lo uno ni lo otro. A mí me encantaría viajar al pasado reciente, no con el fin de enmendar errores propios, no, sino de echarme unas risas sembrando la confusión lingüística. Me explico: todos los años, decenas de términos nuevos se incorporan a nuestra lengua por moda, por la aparición de nuevas tecnologías o por simple vaguería a la hora de buscar un equivalente en español. Pese a su éxito inicial, algunas de estas palabras pronto quedan desfasadas y relegadas al olvido, pero otras triunfan y pasan a formar parte del vocabulario popular. Yo me valdría de estas últimas para causar extrañeza y propiciar escenas absurdas. Podríamos llamarlo terrorismo lingüístico.

terrorismo4¿Se imaginan viajar a los años 80 y emplear por primera vez el término “edredoning”?  ¿O el todavía más incorrecto “mamading”? Aunque, igual como ambos engendros se basan en la misma estructura híbrida que “puenting”, el español medio de los ochenta acabaría deduciendo lo que queremos decir más o menos rápido. Eso sí, quedaríamos como unos tipos muy ingeniosos y modernos, con un control increíble del inglés (no veas).

¿Y si nos trasladáramos esta vez a los 90? En este caso propongo algo más concreto: aterrizar en plena calle Preciados una mañana cualquiera e ir en busca de un grupo de reporteros de los que hay siempre al acecho. Entonces, cuando nos preguntaran qué pensamos de la sociedad actual, nos aclararíamos la garganta para proclamar que qué vergüenza, que está todo lleno de yayoflautas y de indignados de esos que por cualquier cosa te montan un escrache. Al reportero se le fundirían los cables y acabaríamos en todos los programas de zapping, eso fijo.

terrorismo2Por último, viajaría a mis años mozos, que podríamos situar vagamente a principios del milenio, no por reencontrarme con una versión más tersa y cándida de mí misma (¡cuidado con las paradojas espaciotemporales!), sino por revivir esos últimos años de inocencia colectiva poco antes del desastre. Mírenlos qué confiados y felices con sus trabajos y su educación y sanidad públicas, ajenos por completo a la que se les viene encima… ¡Ya lo tengo! ¿Y si fuéramos a la tele cual Fernando Arrabal a avisar de que la crisis va llegar y se avecinan años de terrible austericidio bajo la tutela de una nueva troika? ¿Y si les explicásemos por qué los partidos tradicionales son casta y por qué sus intentos de lucha contra la corrupción son mero postureo? ¿Y si…? Entonces caigo en la cuenta de que a nadie le gustan los aguafiestas y, seguro que a esas alturas del programa habrían aparecido un par de seguratas de dos metros invitándome amablemente a abandonar el plató, a riesgo de molerme a palos en menos de lo que se tarda en decir “selfi”.

Imprimir

lanochemasoscura