La historia de la noche (IV)
(4). Santos o demoños
Mi hija mira hacia mí arrastrándose por el suelo con los ojos desorbitados. Le han volado la mandíbula inferior de un tiro, con una recortada. Ellos. Mi hijo yace decapitado a los pies de la cama. Han metido su cabeza en su pequeño orinal. La moqueta verde ahora es toda roja. Siempre odié esa moqueta. Mi mujer también ha muerto, está sobre la cama abierta en canal. Han sido ellos. Los hombres de negro. Son tres. Siempre actúan encapuchados. Me han atado a una silla tras amordazarme. He visto cómo lo hacían todo. Las paredes, antes blancas, parecen una exposición de esas para imbéciles de arte contemporáneo. La serie roja, se podrían llamar estos lienzos. Sesos y vísceras pegados al techo. Ellos. Son implacables. Les llaman “los tres de Leganés”, los tipos duros del CNI, el secreto mejor publicitado del espionaje patrio, los que sacan la basura. El más alto se agacha para coger a mi hija por el pelo, tira de ella hacia atrás, con violencia, y le descerraja un tiro en la cabeza. Ella sigue mirándome mientras la sangre le sale a borbotones de esa masa informe que antes era su boca. Ha muerto pero continúa mirándome cuando la dejan tirada en el suelo. Entonces ellos se aproximan hacia mí y despierto sobresaltado, empapado en sudor. Llaman por teléfono, siempre el puto teléfono. Es César.
- Ven a comisaría cagando leches. Nos han enviado un vídeo precioso. Tienes que verlo.