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La historia de la noche (XV)

sentimental115. La educación se(nti)mental.

Esteban sueña que es Casio Querea. Corre por el bosque de Teotoburgo guiado por un perro. La arboleda es espesa, llueve intensamente y resuenan a lo lejos los gritos de los bárbaros germanos. Corre como alma que lleva el diablo escapando de una muerte segura llevada a cabo mediante un previo empalamiento doloroso. Al fin vislumbra la luz del sol , un claro entre las nubes y el bosque se va despejando de maleza. Por fin ve la empalizada de una fortificación romana. Se acerca a la puerta. Grita y la golpea. Se abre una ventanita en el muro.

- Santo y seña.
- Culos arriba.
- No, esa no es la contraseña, Calígula aún no ha nacido...
- Abre la puerta, centurión hijo de puta....


Aguinaga despierta. Abre los ojos. Se distingue reflejado en el espejo del techo. En la cama, de dos por dos metros, descansa un amasijo de tres cuerpos. El que duerme a su lado lo hace de forma inversa a él, con los pies hacia el cabecero. También hay un tercero de rasgos orientales algo más a la izquierda en posición fetal. El cuerpo de su vecino de lecho es extremadamente delgado y está depilado totalmente, a conciencia, brilla como acero inoxidable sólo interrumpiendo su uniformidad cutánea un tatuaje tribal encima del cachete derecho del culo. Aguinaga empezó a acariciar aquel cuerpo con el dedo índice, de arriba a abajo, y éste despertó.

- ¿Qué tal, cariño?
- Pues ni bien ni mal, criatura.
- Me temo que el japo no va a despertar en un buen rato...
- No, demasiada mezcla, además creo que también toma Prozac....
- Joder, a ver si se nos va a morir...
- Naaaa, no te preocupes.
- ¿Te gusta mi culo?
- Por fuera huele a Armani, por la parte de dentro como a cloro....
- Es que ayer estuve nadando, y ese olor no hay quien lo quite, se queda en la ropa y en todos los rincones.
- Oye, y tengo una pregunta: ¿por qué te llamas Ian? No hablas con acento y no tienes la edad ni eres de la clase social para esas horteradas de nombres típicas.
- Es una larga historia, Bernardo.
- Llamame Berni, Ian.
- Pues resulta que mi abuela se marchó a Alemania durante la segunda guerra mundial para trabajar en la “Joy Division”...
- O sea, de puta.
- No exactamente, era una especie de madame. Pues bien, es la historia curiosa de la familia. Yo nací el 18 de mayo del año 80...
- ¿Y?
- Pues que ese día se encontraron colgado a Ian Curtis, se suicidó. Mi madre lo leyó en el periódico.
- ¿El cantante? ¿Por ese tipo te llamas así?
- A mi madre le gustaban esos colgados en la época after punk.
- Hay que joderse, Ian. Oye, ¿me puedes dejar tu móvil? Me he quedado sin batería.
- Cógelo sin problemas, tengo una tarifa plana que me sale gratis, un amigo me ha pasado uno de su empresa, luego dejaré al japo que llame a su casa si quiere también gratis jajaja.

Ian le pasó el teléfono a la persona que se hacía llamar Bernardo, pero que era Esteban Aguinaga, alias “la Trotaconventos”. Éste se fue al water y cerró la puerta. Marcó de memoria un número.

Argote estaba repanchingado en el sillón de su despacho viendo en el ordenador una película porno en la que una pareja hacía el trenecito con un transexual de enorme polla; una morena con grandes tetas y rabo ayudaba a una rubia a que una polla bastante grande de un tipo le entrara en el culo, sin duda la experiencia era un grado para aquellos menesteres. Sonó el teléfono, primero flojo, luego, poco a poco, más fuerte, mezclándose con los jadeos del film. César miró la pantallita y se sobresalto al observar que el número empezaba por 666 y terminaba en 18, como lo hacen todos los números asignados al CNI. Sin descolgar se levantó de un salto del sillón, abrió la puerta y casi despertó de un coma profundo a dos tipos que miraban sus ordenadores en la sala contigua.

- Armando, baja a datos y mira de quién es este teléfono -le enseñó la pantalla-, y que lo rastreen ahora mismo.
- Vale...
- Pero deprisa, me cago en la hostia, puto vago de mierda...
- Bueno, bueno, voy corriendo.

César, volvió a entrar, se encerró en el despacho y descolgó. Una voz salió del auricular sin dejarle articular palabra primero.

- Hola, hijo de puta.
- ….........hola, Fondo Sur.
- ¿Sorprendido?
- Sí, Aguinaga, sí. ¿Qué coño haces llamando desde un teléfono marcado del CNI?
- Es una larga historia, estoy saldando unas cuentas pendientes, pero no tiene nada que ver contigo. Sólo te llamo para confirmar que has cerrado todo el tema de pasado mañana por la tarde con Candela y tu amiguito del alma.
- Lo tengo todo preparado, no te preocupes.
- No quiero errores, si pasa algo raro, aunque sea que les cae un rayo o un satélite sobre la cabeza tú serás el responsable, no me vengas con hostias. Y cuidado, el tipo ese no es un cualquiera, es duro de pelar, no dejes cabos sueltos.
- Vale, insisto, no te preocupes. Durante quince minutos estarán aislados, las órdenes van a ser confusas, luego llegarán los refuerzos, sólo le he pedido un favor a Candela y me ha dicho que no hay problema.
- ¿Favor?
- El destacamento aislado será el “Berserkers”.
- Joder, César, me cago en la puta.
- Es matar dos pájaros de un tiro, queremos eliminar al hijo de puta de Santos Ruz, está dando problemas y seguro que Juan va a disfrutar haciéndolo.
- Tú y tus “dos pájaros de un tiro”, me cago en las cien mil putas, César. Ibar y Santos Ruz eliminados con la misma bala.
- Y no tiene por qué haber muertos, sólo quiero dejar a ese hijo de puta de Santos fuera de combate para una larga temporada o para siempre.
- ¿Ibar no conocerá a Juan o a Candela?
- Tranquilo, es diez años más joven que ellos, no tiene por qué haber visto sus caras en ninguna foto en la academia, son invisibles hace más tiempo.
- Tengo que irme, César. Una última cosa: tengo un mensaje para ti que no puedo darte por teléfono.
- Dime.
- En la Casa de Campo, ya sabes dónde. El pájaro. Sube allí el sábado de la semana que viene, por la tarde, y haces lo habitual.
- Joder, ¿no puedes mandármelo de otra manera? Estoy fatal de tiempo.
- No, allí, bajo la encina. Es importante, es lo más seguro...
- Ok,
- Adiós, gran cipote.
- Adiós Fondo Sur.

Argote colgó el teléfono y, en ese momento Armando, entró por la puerta sofocado, sudando...

- Lo tenemos César. El teléfono es el número cuatro asignado a Arnaud Félix Dupré, un CNI protegido y la llamada la han hecho desde las coordenadas en las que se encuentra el Hotel Zouk, en la Nacional-II. ¿Mando a alguien para allá?
- …....Joder, uno de los teléfonos de Dupré, cago en san Dios bendito, ¿qué coños es ésto?. Manda ahora mismo a alguien y registra a fondo, huele raro de cojones....
- Ahora mismo.
- Si no.... mejor llama a los de la UCO de los  picoletos y les dices que se pasen, conociendo al que ha llamado aquello puede saltar por los aires cuando abran la puerta.
- Entiendo, Argote, voy a ello.

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Desde que me rasuré los pelos del chocho no controlo hacia qué dirección meo. Me siento en el water y el chorrito sale para cualquier lado. Antes el pelo parece ser que dirigía los orines hacia la dirección que toda niña buena debe mear, o sea, hacia abajo. Pero yo hace tiempo que por esta causa  orino como un camionero. Me subo las bragas y los pantalones y tiro de la cadena. Estoy en los pestilentes servicios del Brillante de Atocha. Juan me espera fuera, sentado en la terraza del bar mientras se toma una caña. Me siento a su lado. Observamos cómo la policía municipal va cortando el tráfico de Recoletos y se va montando el pifostio de coches alrededor. Y la gente va llegando en pequeños grupos, congregándose para la manifestación alrededor de la plaza. Llegan desde todas las direcciones. Pasa una hora y tenemos que levantarnos de las sillas, van a recogerlas porque los dueños de este templo del bocata de tortilla temen a la marabunta.

Subimos por el lateral del paseo del Prado y paramos a esperar en el punto convenido. A los diez minutos, entre la riada humana, observamos que llega un grupo compacto fácilmente reconocible. Son unas cincuenta personas, todas ellas con cascos de moto en la mano, mochila y empuñando tapaderas de contenedor partidas por la mitad como si fueran escudos, y muchos de ellos con visibles bufandas al cuello del Rayo Vallecano. En medio de ellos lo distinguimos. A pesar de la barba su nariz de boxeador es inconfundible, las fotos no mienten. Le conocemos, pero él no a nosotros. Nuestro disfraz es bueno, aunque a Juan no le pegan, con su pinta de Luz-bel rubio asesino, los atuendos mugrientos. Nos ve y se nos acerca.

- ¿Sois Arantxa y el alemán, verdad?
- Sí, encantados de conocerte, Morgache. Hans no habla apenas español, no te molestes, yo te traduzco.
- Coged un casco cada uno y un escudo. ¿Qué tal por el norte? ¿Todo muy parado, no?
- Pues  imagina, guardando las apariencias hasta que nos toque volver a la lucha.
- Eso está bien. Bueno, Arantxa, vamos a subir hasta casi Neptuno, por Alcalá bajarán los que te dije por teléfono del Black Block, girarán a su izquierda nos encontraremos junto a la fuente, ellos llegaron hace unos días por carretera para no llamar la atención y es mejor que partamos de varios sitios diferentes. Cuando nos fundamos en uno los dos grupos, entonces atacaremos con todo lo que tengamos a mano, además hemos preparado otra sorpresita por allí.....

Caminamos juntos hasta la plaza del Dios de los mares. Nos paramos. Por una calle lateral surgen unas cien personas ataviadas todas con sudaderas negras. Por el centro de la avenida, un coro de muchachos cantan eslóganes pasados de moda. Una vieja baila al son mientras se le levantaban las faldas. Las tribus ocultas de Madrid brotan, como afluentes corriendo hacia el sucio río, desde cada bocacalle. Y, al llegar a Neptuno, vemos a un jovencito con pinta de peligroso, que hace gala del orgullo local empujando un carro de supermercado cargado hasta las trancas con algo oculto cubierto mediante una tela de rafia. Es uno de esos punkys que tiran cócteles molotov para que nunca se acabe la manifestación, para que sude el madero ambulante en su furgón su condición de vagabundo guardian hijo de puta del sistema. Nada más ver a lo lejos Morgache, el chaval se nos acerca corriendo.

- Morgache, cabrón, aquí estoy.
- Hola, sapo. Veo que lo traéis todo.
- Todo el cargamento.
- Luisito, cómo te quiero.

Luis “el sapo” lleva un tatuaje en forma de tela de araña sobre la sien izquierda que le sube hasta tocar una incipiente cresta punky decolorada de rubio platino. Saca unas pastillas del bolsillo y se las ofreció a Morgache, y éste a nosotros.

- No gracias.
- Es amanita muscaria pura cocinada. Probadla, es muy buena, te hace inmortal.

La gente intenta subir por la carrera de San Jerónimo hacia el parlamento. El objetivo es sitiar a aquellos políticos hijos de la gran puta y si es preciso prenderlo fuego a todo con todos dentro. Pero las tropas de descamisados son muy bisoñas para enfrentarse a los cuerpos de élite de los antidisturbios, que entre sus filas cuentan con los cabrones más salvajes de todo el país, reclutados expresamente entre la escoria para los menesteres de descabezar manifestaciones de paleo-progres. Suena mi teléfono.

- Dime, César.
- Candela, vais a tener una ventana de unos minutos para embestir. Se van a quedar solos, confirmado. Y los refuerzos Beta los hemos desperdigado un poco, pero llegarán, tenéis que ser rápidos y golpear.
- Va a ser divertido...
- Ya, sobretodo para el amiguito Juan, el cabrón disfruta haciendo ésto.... ya sabes, os espero en Duque de Medinaceli...

Cuelgo el teléfono. Enfilamos hacia el congreso. La trifulca ha comenzado ya. Allí, más arriba, dominando la colina como marcan los cánones de Sun-Tzú, se encuentran los Berserkers, esa panda de hijos de puta sádicos vestiditos de azul. Pero estan, efectivamente, en solitario, en inferioridad. Se les ve inquietos, confusos, nerviosos. Cuarenta tíos formados en linea lanzandos pelotazos de goma a media altura hacia al multitud que los increpa. De vez en cuando, tres o cuatro salen de la formación y meten fuertes golpes en la cabeza o en las piernas a los primeros incautos que se encuentran, y después les patean en el suelo hasta dejarlos inmóviles. En medio del grupo, puede observarse a un tío muy alto, casi dos metros, con un ancho corporal enorme. Este dispara certero las pelotas a la altura de la cabeza y pisa sin miramientos los cuerpos de los manifestantes que caen inconscientes a su paso, se ve que disfruta ensañándose. Me aparto un poco y le susurro a Juan:

- Ahí lo tienes.
- Ya lo veo.
- Vamos a atacar al estilo de Alejandro en Iso.
- Sí, es lo mejor, golpe fuerte al centro de la formación, pero nosotros vamos a ir por el flanco izquierdo hasta llegar al hijo de Santos-Ruz.
- Ten cuidado, ponte el casco.
- Ten cuidado tú, y no me sale de la polla ponerme esa mierda....

Luis “El sapo” se saca un mechero del bolsillo y prende fuego al carro de Carrefour. De dentro comienzan a saltar chispas, como fuegos artificiales, hacia los cuatro puntos cardinales. Entre unos diez bukaneros y punkys lo empujan corriendo cuesta arriba a toda velocidad, hacia los antidisturbios, a modo de ariete esquivando los pelotazos de goma, que son parados por subalternos que les cubren por delante. Los maderos se prepararan para encajar el golpe. Embisten por el centro de la formación mientras sacan de dentro de sus mochilas cócteles Molotov y se los lanzan sin miramientos al cuerpo. El carro pega como un estallido y la formación de los Berserkers se divide en dos partes. Los del Black Block se enfrentaron al flanco derecho, y nosotros nos dirigimos a por el izquierdo. Juan corre como un loco en cabeza esquivando pelotazos hasta que engancha al primer uniformado. Esquiva un estacazo de porra y golpea salvajemente con la barra que llevaba en la mano sobre la tibia de su adversario. Este cae al suelo, y Juan le atiza otro mandoble sobre el casco. Después, gira a la derecha y embiste sobre otro madero, dándole un golpe en el cuello justo donde terminaba el plástico de la junta del casco. El tipo se desploma tras el impacto, y al verlo caer otros dos llegan en su ayuda, pero Juan golpea a uno de nuevo salvajemente en la tibia y, tras parar un fuerte golpe del otro con el escudo, le da con tanta fuerza de arriba a abajo en la base del casco que se lo saca a media cabeza. Un segundo hachazo lanza la protección de sesera por los aire y entonces Juan le da un golpe con el puño cerrado que le manda varios metros hacia atrás hasta caer al suelo como un fardo.

Por la parte derecha de la escena surge el hijo de Santos-Ruz. Es una mole. Intenta darme directamente en la sien, pero paro la porra con mi palo de hierro, y en el siguiente giro le impacto sobre el casco. Se trastabilla, y yo aprovecho para golpearle en la entrepierna con todas mis fuerzas. Noto cómo la coquilla que lleva cede con la tremenda fuerza de mi pie. Le doy otro mandoble en el mismo sitio con la barra. Entonces llega Juan. Le pega varios golpes sobre los costados. Se defiende con algún puñetazo que roza a Juan. Pero este le agarra del cuello y le saca el casco como si fuera el tapón de una botella de champán.

- Hola, Santos, me reconoces...
- Joder, eres... Sans....hijo de putaaaa
- Esto es porque eres un indio de mierda, no por otra cosa.... no te confundas, me la suda que pegues a la gente hasta reventarlos en las manifas, pero no soporto a los del puto Atleti, y recuerdos al hijo de puta de tu padre.

Le derriba y, en el suelo, le pone un pié sobre una de las rodillas y la gira hacia delante con todas sus fuerzas tirando con los brazos hasta partirla en dirección contraria a la articulación. Santos se desmaya. Cuando está ya inconsciente, Juan hace lo mismo con la otra pierna, y de deja en el suelo en una postura rara, parece un pollo asado.

Aquello dura lo prometido por Argote. En pocos minutos, llegan seis furgonetas blindadas de la policía desde Sol. Se bajan varias dotaciones abriéndose paso a sangre y fuego entre el gentío. Me voy hacia Morgache-Ibar, que trata de contener la avalancha de maderos.

- Vámonos por esa calle, esto se pone feo. Síguenos... corre...
- VOY.

Se desembaraza de un madero que intenta agarrarle con un golpe certero en las costillas y corremos los tres hacia el lateral de la calle. Entramos por Duque de Medinacelli entre el humo lacrimógeno que apenas deja ver nada. Al llegar a la confluencia con la calle Cervates, hay un coche parado ocupando el centro de la calle. Cuando llegámos hasta él se abren las puertas. Argote y otros dos tipos se bajan y agarran a Ibar por el cuello. Argote abre el maletero.

- AYUDADME, ARANTXA.
- No me llamo Arantxa, gilipollas, y no sé si sabes que este no se llama Hans, sino Juan, Juan Sans, ¿te suena?
- Cago en Dios, ¿cómo que Juan Sans?


Lo derriban y en el suelo le atan con cinta de sellar, y le tapan la boca. Lo lanzan al maletero en plan fardo y cierran con fuerza mientras se escuchan sus jadeos.

- Imagino que te lo has pasado bien, Juanito.
- Sólo ha faltado patearte a ti la cabeza, César.
- No, que me da dolor de cabeza. Os lo dejo en el Pasaje de Bellver. Este hijo de puta nos va a aclarar muchas cosas, entre otras quién le ha puesto al frente de los putos Bukaneros.

….......................................

La furgoneta estaba cargada. Pusieron un CD de reggaeton a todo volumen en la radio y salieron. Hacía calor húmedo. El GPS les marcaba el camino, porque aunque la entrega era sólo a diez kilómetros los dos panchitos no conocían de nada la zona, llevaban allí trabajando pocos meses. Enfilaron hacia el puerto por una rotonda y vieron la torre antigua de los altos hornos. Salieron a la avenida del Mediterraneo del Puerto de Sagunto, la atravesaron entera. Después pasaron por el cauce seco del río Palancia tras leer en un cartel: “peligro, zona inundable”. Atravesaron el pueblo de Canet de Berenguer hasta llegar a la zona de playa Corinto a través de cañaverales. Era una zona de gola, una marisma cultivada desde tiempos inmemoriales ahora plagada de urbanizaciones casi vacías crecidas al son del pelotazo inmobiliario. Pasaron por la puerta de un cámping y de un vetusto circuito de karts. Delante de otra rotonda estaba el lugar, la antigua discoteca Casablanca, un antro infecto situado entre alquerías y fábricas abandonadas y arrozales. Los panchitos se quedaron un minuto parados frente al edificio con el motor en marcha.

- Aquí no hay nadie, esto está abandonado, huevón.
- Vamos a llamar a ver.

Uno de ellos se bajó, abrió la puerta de la furgo y cogió el paquete. Se dirigió la puerta, que aporreó.
Al cabo de unos segundos se abrió y apareció un tío alto y calvo vestido de traje oscuro.

- ¿Qué coño quieres?
- Traigo un paquete para el señor Dupré, somos de SEUR.
- ¿Cómo que un paquete? Y tú cómo sabes que está aquí Dupré.
- Es lo que pone en la dirección....
- Déjame el paquete.
- Pero tiene que firmar y poner su DNI..
- Trae para acá, pasa adentro.

Entaron a una especie de recibidor a oscuras. El calvo encendió una lamparita. Firmó el resguardo. Sacó un cúter. Abrió con pericia el embalaje por la parte de arriba. Miró dentro. Pegó un respingo. Metió la mano y sacó el contenido. El panchito salió corriendo como alma que lleva el diablo por la puerta, se subió en la furgo de un salto, y él y su compañero salieron chillando ruedas, haciendo un trompo hasta casi volcar. El reggaeton a todo volumen siguió resonando a lo lejos hasta que dejó de oírse en la distancia. El calvo entró en la parte trasera del local con aquello en la mano. Pasó por medio de dos matones que hacían guardia junto a una puerta, que le miraron con cara alucianada, y entró a una habitación enorme con las paredes pintadas de negro, en el centro de la cual había un jacuzzi orientado hacia una enorme pantalla de televisión. Dentro de él estaba Dupré, que se giró hacia el calvo. Miró la cabeza que éste llevaba en la mano colgando de los pelos y, al verla, se le escapó una lágrima....

-NOOOO, IANNNNN.....no quiero, mi amorrrrr..
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César aparcó junto al quiosco cerrado, el de la rotonda junto a la M-30 frente a la colonia de San Pol, en la Casa de Campo. Tomó la carretera cortada de la derecha caminando y luego una pista primero de asfalto descarnado y que luego se convertía en de tierra, la que subía por la ladera hacia la izquierda. Ascendió un kilómetro y pico a pleno sol, sudando como un gorrino. Se quitó la chaqueta. Descansó a la sombra, bajo una especie de conducción de agua con forma de acueducto que atravesaba, a modo de pórtico, el camino. Tras recorrer otros quinientos metros, pudo vislumbrar por fin, a la derecha de la senda, la enorme encina. Hacía tiempo que no pasaba por allí. Habían plantado una hilera de robles jóvenes a ambos lados del árbol centenario. Llegó al lugar y se sentó sobre la hojarasca, en el suelo. Miró hacia los lados, chasqueó la lengua imitando un graznido seco, como Aguinaga le había enseñado hace años, lo hizo dos o tres veces. Nada. A la cuarta, sintió llegar a la urraca por su espalda, escuchó el aleteo silencioso, y la sintió posarse sobre su hombro.

- Ven, puto pajarraco.

Llevaba el papelito atado a una pata. Desató la goma que lo pegaba a la delgada extremidad del animal, que soltó un graznido como de queja.

- Calla, coño, Madrid.

Madrid se descabalgó del hombro de Argote y se posó sobre la rama de uno de los robles, mirándolo fijamente.

César abrió la nota:

“Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”, Sun-Tzú. Por cierto, César, eres un gilipollas.

 

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