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La historia de la noche (VI)

6. Por los viejos amigos

Estoy solo. En esta apestosa habitación rodeado de gente, estoy letal y completamente solo. Más solo que la una, salvo que detrás de la una va la dos, y detrás de mi no quedará absolutamente nada. La puta número uno se ha quedado dormida con su boca roncando a dos centímetros de mi polla flácida, la puta número dos se hizo un par de rayas hará una hora y todavía come techo en la cama de al lado. La número tres y la cuatro se han liado y ya llevan dos horas de traca traca, no se cansan las jodías insaciables, tienen que tener el chocho de cuero, yo a estas alturas ya habría sacado la fusca y habría corrido a tiros a todos los presentes, pero no, ellas siguen y siguen... Sus jadeos y gemidos son como un sonsonete que ya casi ni percibo, alguien se dejó encendida la tele en el canal lésbico y me está entrando sueño. Las mataría sin follármelas ni nada, solo por el gusto de no escuchar su matraca. Ese puto siciliano me ha puesto en bandeja una orgía de órdago, y yo solo quiero que me dejen en paz.

- ¿Recepción, dígame?
- La 214, traigan una botella de Cardhú y unas Pringles, y lo cargan a la tarjeta.
- Señor, me temo que el servicio de habitaciones acabó hace una hora...
- Señorita, no me toque los cojones. Como si lo sube usted misma, y ya de paso me la chupa un rato.

 

Me recuesto sobre la mullida almohada y miro el falso techo de escayola, sin sentir nada. La cabeza de la prostituta resbala de mi pierna y se hace un ovillo a mi lado. Está totalmente desnuda, y por un momento pienso en echarle la sábana por encima, pero finalmente no hago nada. Con suerte lo único que sacará de esta noche será un constipado. Tiene tatuado un gatito en la cadera, sus graciosos bigotitos tocarían casi el vello púbico si no llevase el coño totalmente rasurado. No me gustan los coños afeitados, con toda la vulva sobresaliendo como un pellejo asqueroso. Me gusta tocar pelito.

Llaman a la puerta, y al levantarme de la cama la cabeza me da vueltas, siento el estómago como un centrifugado de lavadora industrial y la base del cuello llena de cristales rotos. Me aproximo a la puerta con un tambaleo y forcejeo con el tirador hasta lograr abrirla unos centímetros. Un petimetre vestido con un ridículo chaleco rojo y gorrito porta una bandeja con el whisky y los snacks.

- Un momento... - le dejo en la puerta con la palabra en la boca y me pongo la ropa arrugada que está extendida por todo el suelo del cuarto.

- Déjala ahí, pimpollo - le indico mientras cruzo la puerta y me dirijo al ascensor. Me miro al espejo y trato de recomponer mi ajado aspecto, colocando los mechones dispersos de cabello sobre la calva y tirando de la camisa para meterla por dentro del pantalón. No consigo gran cosa, y cuando cruzo el vestíbulo la mirada de la recepcionista me sigue hasta la puerta principal. Que la jodan. Putas meretrices baratas de todo a cien, que se creen la hostia por tener un teléfono y un montón de llaveritos. Las colgaba a todas por los pezones hasta que tocaran el suelo. Me toca la polla tanta displicencia, "sí, señor, sí, señor", no valen un gambuyo de broza.

El fresco de la noche me golpea enseguida y logra arrancarme un poco el abotargamiento. Me dirijo hacia la parada de taxis vacía. Mientras espero a que aparezca el primer peseto, repaso mentalmente la lista de lugares que aún me quedan por visitar. Al fin aparece un vehículo por la Avenida del Faro, veo la luz verde y levanto el brazo. Tras darle las pertinentes explicaciones arranca y se dirige al cruce con la Avenida de Madrid, hace la rotonda y enfila hacia la Calle Tarragona, paralela a las vías del tren. Mientras conduce no para de comentar estupideces, con ese aire de experimentado vividor que tienen los taxistas a altas horas de la madrugada, como si en lugar de estar metidos en un coche escuchando Kiss FM se estuviesen pegando la fiesta de su vida noche tras noche. Contesto con desgana a sus parrafadas con frases breves y lacónicas.

Me joden estas cosas, hablar con la gente, y tal. Mi mente vaga por otros derroteros. ¡Ahh, qué ganas de salir de este pozo infecto con playa, tengo ganas de sentir la contaminación de Madrid! Me gustaría llegarle a Juan con una pista fiable, algo sobre los asesinos del Ladilla, pero llevo rascando mugre un par de semanas y nada... Becerra no tenía ni puta idea, está tan perdido como nosotros y no sale de su puta alquería del niño muerto o como se llame. He estado en los antros más piojosos de la costa valenciana, me he codeado con mafiosos, chulos de poca monta, hasta con un par de ex-consejeros venidos a menos por la Gurtel, y nada de nada... Es como si fuese cosa de fantasmas, y mucho me temo que fantasmas es lo único que voy a encontrar. Como vacaciones pagadas no está mal, pero ya me va sobrando tanta mierda. Mañana mismo trinco un coche de alquiler y me voy a la "Costa Nostra", la Costa Brava, que las catalanas son más finas que las putas valencianas. Luego pillo un vuelo a Puerto Bayarta, quemo la tarjeta y que le den por culo a todos. Me voy con la Marcela, que está buenorra y la chupa de puta madre y me paso los restos a base de mojitos y mulatas, vaya que sí...

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No me he dado cuenta, pero ya hemos dejado atrás Marina D'Or y estamos al lado de Benicàssim. De hecho, acabamos de llegar al destino indicado y el conductor me mira con cara de gilipollas, seguro que me ha dicho algo y no le he hecho ni puto caso. Le arrojo unos billetes y me apeo, rascándome la entrepierna que empieza a picarme de tanta puta, y yo qué viejo. Seguro que ya me han pegado algo, las zorras. Delante mía se yergue un destartalado edificio de tres plantas con lucecitas de neón y un estúpido letrero: Club Dancers, tiene guasa, como si allí se bailara. No da directamente a la playa, sino que está encaramado en una escollera que cae a pico hasta el agua. Un gorila con pinta de ex-marinero caucásico hace guardia en la puerta, se le nota el bulto de la pistolera bajo el sobaco. No es que sea muy cantoso, pero yo soy poli y no me la pega. "¿Un pistolero en la puerta de un burdel? Tsss, si hay uno habrá más dentro. Demasiada artillería para una recua de putas del Este. Algo huele a podrido..." Palpo distraídamente la "republicana" de cañón corto que llevo en el bolsillo del pantalón, por si las moscas, no vaya a haber caído bajo la cama del otro puticlub al desvestirme, que estas cosas pasan cuando más jodido lo tienes. "Tranquilo, Martín, tú tranquilo... Como si nada..."

- Hola, Boris. Vaya nochecita, aquí fuera con el frío que hace, aunque para tí esto no será nada, ¿no? Yo voy a entrar a calentarme el estómago y la polla. ¿Quieres que te saque un vodka?
- No bebo mientras trabajo - responde mientras clava en mí una mirada glacial como el Ártico.
- Bueno, bueno, tú te lo pierdes, chico. ¿Cómo está el ganado ahí dentro?
Sus ojos relucen con algo de humor.
- Pasa y lo ves tú mismo.
- Vale, Iván. Te convido a una si te aburres, aunque ya te las habrás tirado a todas. No, claro, que estás trabajando.

No se molesta en contestarme y me encamino a la barra mirando de reojo a todos los rincones. Hay un par de tipos en taburetes, otro en un rincón más alejado. Cinco chicas, mas la de la barra. Otro tío al lado de la cortina que separa las habitaciones. Todos con pinta de matones. Cada vez huele peor, y yo solo llevo ocho balas en el cargador. No creo que me diese tiempo a recargar si empiezan a llover tiros. "Tranquilo, Martín".

- Nena, ponme un Cardhu sólo con dos hielos, ni uno más.
Hago un amago de saludar a los dos tíos de la barra, que me están mirando con cara de pocos amigos. Parecen salidos directamente de la Guerra Fría, no me extrañaría que tras la cortina hubiese un piso franco de la KGB con sus maquinitas de transmisiones a base de clavijas numeradas en cirílico. La fulana me sirve el whisky y se queda de pie tras la barra, alternando la mirada entre mi cara y la de los dos tipos de los taburetes. Parece nerviosa. Y las otras cinco ni se me han acercado. Le pego un largo trago al whisky, que me arde al bajar por el esófago, y a punto estoy de decir algo para romper el incómodo silencio cuando la cortina se abre y salen tres hombres. El que va delante lleva un pulcro traje de chaqueta, perilla recortada y aires de superioridad, el pelo engominado con ricitos tras la nuca al más puro estilo Génova y un pesado reloj de oro en la muñeca. Le siguen dos gorilas, ex-bacaletas de Benidorm que no hace tanto que han cambiado el chándal y la gorra por los trajes caros y las pipas, está claro por su andar nervioso y chulesco de pastilleros desquiciados. Los tres salen por la puerta del local sin echar una sola mirada alrededor. "Joder", pienso mientras apuro el whisky. "A correr tocan". Pues el que acaba de pasar ante mis narices no es otro que Emilio Bocanegra, el puto "Halcón" en persona.

No puedo evitar un estremecimiento al pensar en tan siniestro personaje. El hombre a la sombra de tantos poderosos, desde políticos hasta mafiosos, no hay un hecho delictivo de categoría en el que no se sospeche de su implicación. Ha estado detrás de todos los gobernantes desde la transición, fue el que sin duda aupó a Fabra a la presidencia y posteriormente le vendió. A punto estuvo de acabar con Camps si no le hubiesen frenado desde Madrid. El CNI tiene fotos de él con Al-Fattyyah, Scorzafabe, Prestieri y un largo etcétera de mafiosos de todas las nacionalidades. Se rumorea que hacía de enlace para Santo Maesano cuando cumplía condena en Valdemoro. También se rumorea que fue el que organizó la orgía de Alcasser. Y se sabe a ciencia cierta que media comisaría de Castellón trabaja para él.

No me gusta estar cerca de tipos como él. No me gusta acercarme a menos de un kilómetro de su presencia, y menos aún que puedan poner sus ojos en mí. Que alguien así te mire siquiera equivale a una sentencia de muerte. ¿Dónde coño me he metido? Intento pagar, pero la camarera pone una media sonrisa y se aleja hacia el otro extremo de la barra. Allí cuchichea con el matón del fondo y ambos me miran con ojos expectantes. "¡Dios, rediós!". Miro hacia la puerta, allí está Boris con una escalofriante sonrisa en su boca de tiburón y los brazos cruzados, cortándome el paso. De esta no salgo. Mierda. Debí pagar al taxista para que continuara hasta Valencia.

- ¡Qué afortunada sorpresa, señor Cercas! Nos honra su visita.
La voz a mi espalda suena suave y cultivada, con un acento extranjero que no logro identificar. Me giro y contemplo a un señor de unos cincuenta años con bigote y pelo canosos. Me recuerda al vaquero de "El gran Lebowsky" ("Sigue así, Nota") con traje. No se por qué mi mente recurre a los tópicos cinematográficos en tan angustiosa situación, supongo que es una forma de combatir el estrés. Porque los dos individuos que le flanquean portan sendas semi-automáticas y me apuntan directamente al pecho.

- Por favor, si tiene la amabilidad, me gustaría conversar con usted en mi despacho. Hace tiempo que tenía ganas de conocerle personalmente. Pero antes...

Hace un gesto y los dos matones de la barra proceden a cachearme. Encuentran rápidamente la Walter 7000 y se cercioran de que no llevo más armas. Su inspección es minuciosa, no pasan nada por alto e incluso palpan mi entrepierna, que cada vez me pica más. Seguro que es gonorrea. Aunque está claro que de eso no me voy a morir, no me va a dar tiempo. Caminamos por un pasillo flanqueado de puertas que se ocultaba tras la cortina roja, y me conducen hasta el fondo. Sudo como un cerdo en el matadero. El despacho está austeramente decorado con un cuadro de temática marina y un archivador metálico, una mesa de escritorio y dos sillas de plástico de bar con el logo de Estrella Levante. Hay una única ventana que da hacia el mar. Me sientan en una de las sillas y los dos guardaespaldas se sitúan tras de mí, mientras el jefe se apoltrona en el sillón de falso cuero tras el escritorio y me contempla cruzando las manos.

- Es usted un hombre curioso, señor Cercas. Le hemos estado vigilando desde que empezó a hacer preguntas, y he de decirle que me extraña que alguien como usted se atreva a meterse en asuntos que claramente le superan. No es de esa clase de policías que creen en su trabajo, eso se ve claramente por su historial. No ha ascendido en veinte años de profesión, se ha escaqueado de todas las misiones complicadas y de repente le proponen para sub-inspector. Le gusta codearse con lo más infecto de la sociedad. Putero, alcohólico y cocainómano, pero bueno, en eso no se diferencia de la mayoría de sus compañeros. No lleva el arma reglamentaria. En la comisaría todos piensan que es un cero a la izquierda, pero nadie nos ha podido dar detalles de su vida privada. ¡Ah!, y gasta más dinero del que tiene. ¿Quién le ha dado la Visa Oro, Martín?
- Es de mi ex-mujer - miento.
- Usted solo ha estado casado con María José Escrivano García, se divorció hace menos de un año y claramente su ex mujer no cuenta con los recursos económicos de los que estamos hablando. Se ha gastado más de cinco mil euros en dos semanas...
- Es de mi anterior pareja. Nos casamos en Colombia, en una iglesia evangélica, por eso no hay registros.
- No le conviene tratar de engañarme. Eso hará las cosas más dolorosas para usted.
- No le engaño. Era una zorra rica de Barranquilla...
- ¡Ya basta, señor Cercas! Esta usted haciéndome perder la paciencia.

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Chasquea los dedos y noto un insoportable dolor en la cabeza a la vez que un potente golpe me tira al suelo. Dos fuertes brazos me vuelven a sentar en la silla. Noto algo caliente que brota de mi coronilla y se desliza cuello abajo.

- Le formularé una única pregunta, señor Cercas. ¿Para quién trabaja usted? Y no me refiero a la policía, no me venga con evasivas. Está claro por sus preguntas indiscriminadas que investiga el asesinato de otro policía, Hugo Peralta, de forma extraoficial. Sus mandos ya han dado carpetazo al asunto y sin embargo usted sigue hurgando en la herida. ¿Un asunto personal? No, usted no está solo en esto, no es el típico vengador solitario, ¿es el CNI, Exteriores, la puta armada española? ¿Quién financia sus devaneos nocturnos y toda esta operación encubierta? Déme una respuesta clara o haré que mis chicos se lo pasen bien una semana... un mes... o un puto año.
- Era mi amigo.
- Señor Cercas...
-...era mi amigo...-
-...mi paciencia está a punto de agotarse...-
-...era mi amigo, cabrones, mi puto amigo, hijos de puta, mi... puto AMIGOOOOO!!!!-

En mi mente solo escucho una canción. "Holyday in Cambodia", de Dead Kennedys, pero en la versión de Lääz Rockit, mucho más cañera. Suena a toda hostia. No se si es que he llegado al límite de mi consciencia, si he enloquecido por fin tras tanta farlopa o solamente reacciono ante una muerte segura, pero la sangre breeña de mis antepasados carpetanos ha entrado en ebullición y no puedo pensar en nada. No se cómo estoy de pie y acabo de estampar la silla en la cara del matón de mi izquierda. No servirá de nada. Me agacho para esquivar el golpe del otro matón, como aquella vez en Fuenlabrada cuando me rodearon más de quince rapados, y le lanzo una patada a la rótula. Noto el crujido. No servirá de nada. El jefe ha abierto un cajón y sostiene una pistola plateada que lenta e inexorablemente va girando hacia mí. El arma arranca destellos a la luz del flexo. Todo avanza a cámara lenta, pero la canción aúlla dentro de mi cabeza a punto de explotar. Me tiro al suelo y una bala me roza la coronilla. De espaldas, pateo el escritorio con todas mis fuerzas para empotrarlo en la barriga del puto mafioso. No servirá de nada. El primer matón ya ha sacado la pipa y trata de apuntarme a quemarropa. Me lanzo a sus huevos de cabeza y el disparo retumba como un cañonazo. Lucho, me retuerzo, tiro puñetazos, patadas y hasta bocados. Se que no servirá de nada, pero de repente me veo a mí mismo saltando por encima del escritorio como Sandokán, pateo la cabeza del jefe y salto de nuevo... mi cuerpo atraviesa el cristal de la ventana, las balas a su vez me atraviesan a mí. No veo nada, no siento dolor. Mi cuerpo destrozado se precipita hacia las rocas y yo ya no siento nada. Vacaciones en Camboya. Va por tí, Hugo. Adiós, Cesar. Adiós, Juan. No servirá de nada, pero no os he delatado. En mi puta vida he sido un chivato, y no lo seré en mi muerte. Solo desearía haberme llevado por delante a esos hijos de mala madre. Os los dejo a vosotros. Me retiro.

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